(1474-1504)Isabel I de Castilla, la Católica, nació en Madrigal de las Altas Torres, el 27 de abril de 1451. Hija de Juan II de Castilla y de la segunda esposa de éste, Isabel de Portugal. A la muerte de su padre ocupó el trono el hermanastro de Isabel, Enrique IV. En el pacto de Toros de Guisando (1468), Enrique IV reconoció a Isabel como heredera y sucesora de sus reinos.
Los candidatos que optaban a la mano de Isabel eran: Alfonso V de Portugal, El Africano, y Fernando, hijo de Juan II de Aragón.
El 19 de octubre de 1469 y sin esperar a tener la respuesta de Enrique IV sobre el posible enlace, Isabel contrajo matrimonio con Fernando, hijo de Juan II de Aragón y de Juana Enríquez (de la casa Trastámara). La consanguinidad de ambos cónyuges (eran primos) fue resuelta a través de una bula de dispensa pontificia firmada por el papa Calixto, bula que había sido falsificada por el obispo de Segovia.
Al enterarse Enrique IV de que el matrimonio se había consumado sin su consentimiento, anuló lo pactado en Toros de Guisando y declaró a su hija Juana, La Beltraneja, como legítima y heredera del trono. Esta decisión real dio pie al origen de una serie de intrigas en torno a dos bandos, los que apoyaban a Juana y los partidarios de Isabel. La muerte del marqués de Villena puso fin a esto y motivó un acercamiento entre Isabel y Enrique IV. Poco después, la muerte, sin nombrar sucesor al trono, de Enrique IV desencadenó una guerra de sucesión, que duró siete años, a cargo de los partidarios de la legitimidad de Juana La Beltraneja y los de Isabel.
El 13 de diciembre de 1474, en Segovia, Isabel fue reconocida reina propietaria de Castilla, Fernando estaba ausente, a su regreso reclamó sus derechos sobre Castilla como descendiente también de la Casa de Trastámara, pero no eran momentos de propiciar más conflictos. La Concordia de Segovia, firmada en 1475, determinaría la parte que a cada uno le correspondía en el gobierno.
Alfonso V El Africano, aceptó la mano de Juana La Beltraneja con la intención de unir Castilla a Portugal. Penetró en Castilla con un numeroso ejército que Fernando logró reducir en Toro en 1476. Juana acabó sus días en el convento de Santa Clara en Coimbra. El 4 de septiembre de 1479 en Alcaçovas, se firmó la paz entre Castilla y Portugal.
Acabada la hostilidad Isabel, su esposo y su hijo Juan se desplazaron a Calatayud donde en 1481 las Cortes reconocieron como heredero de Aragón al príncipe Juan, jurando ambos esposos respetar y mantener los privilegios y costumbres del reino. De aquí pasaron a Cataluña y a Valencia donde también juraron respetar sus fueros y privilegios. Así, y manteniendo su propia independencia cada uno de los reinos, se logró la unión dinástica de Cataluña, Valencia, Aragón, León y Castilla.
El triunfo en el conflicto sucesorio coincidió con la unión dinástica de Aragón y su reino. Isabel y Fernando inauguraron en España el Estado moderno. Con ellos se finalizó la empresa medieval de la Reconquista, se inició el camino hacia la unidad territorial -que se consumaría con Felipe II- y surgió la monarquía autoritaria con una nueva organización interna. El principal objetivo fue sanear las instituciones existentes y crear otras que pudieran servir a su autoridad. Esta reforma se inició con una reorganización legal de las Cortes de Toledo, seguida de la recopilación de las Ordenanzas Reales de Castilla y la inserción de letrados en el gobierno como grupo adicto al poder de la monarquía, quienes formarían parte del Consejo Real y de los nuevos consejos, siendo alcaldes y oidores de las chancillerías y audiencias, y corregidores de las ciudades.
La contribución de los reinos de Fernando ampliaba los horizontes castellanos, toda la península -sólo Granada quedaba como último reducto árabe- y las posesiones en las Baleares, Sicilia y Cerdeña formaban el territorio reinado por Isabel y Fernando. Iniciaron la restauración del orden y de la autoridad real. Fueron hechas reformas en materia de justicia, clero, nobleza...
También mostró Isabel gran interés en la expansión por el Atlántico, que empezando por Canarias, culminaría con el descubrimiento de América en 1492. Pero, después de las primeras empresas colombinas, ni ella ni Fernando, que siguieron protegiendo a Cristóbal Colón, se volcaron en la empresa, Isabel se preocupó más en que se cristianizara a los indígenas y que no fueran esclavizados.
Aunque Isabel y Fernando gobernaron de forma conjunta, ésta se centró más en tomar decisiones en materia de política interior y en conseguir la unidad religiosa mediante una selección del obispado y una reforma del clero, el establecimiento en 1478 de la nueva Inquisición, dirigida en principio contra los conversos que judaizaban en Andalucía y extendida después por todo el reino, la expulsión en 1492 de los judíos, medida complementaria de la anterior, que les obligaba mediante decreto a convertirse o emigrar, y la conversión de otras minorías religiosas como los moriscos de Granada, llegando incluso a imponer métodos severos como los impulsados por el Cardenal Cisneros. Por su parte, Fernando se centró más en el gobierno de la política exterior.
Isabel y Fernando diseñaron una política de enlaces para sus hijos, a través de una serie de matrimonios que tenían como finalidad afianzar la corona como una potencia internacional y aislar a Francia, prueba de ello fueron los matrimonios de su hija Isabel con don Alfonso de Portugal y, a la muerte de éste, con don Manuel el Afortunado; de María de Aragón, con don Manuel cuando éste enviudó; de Juan con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano I y María de Borgoña; de Juana con Felipe de Austria, también hijo del emperador; de Catalina con Enrique VIII de Inglaterra.
Isabel de Castilla, La Católica, título que le había concedido el papa Alejandro VI Borgia tras la conquista de Granada, murió el 26 de noviembre de 1504, en Medina del Campo. Su cuerpo fue trasladado para darle sepultura en el monasterio de San Francisco de la Alhambra. Más tarde, sus restos y los de su marido reposarían en el sepulcro, hecho por Francelli, de la capilla de la Catedral de Granada.
La muerte de los príncipe Juan y Miguel dejó como heredera y propietaria de la Corona de Castilla a la princesa Juana.