Ley de Murphy
Es curioso como según el estado de animo que tengamos nos afecta mas o menos una racha de mala suerte. En cualquier otro momento de mi vida una racha como la que llevo creo que me habría afectado mucho más.
Veamos, hace un par de semanas me quedé encerrado en mi propio balcón, hace unos días rompí dos vasos en el mismo sitio y el Jueves pasado perdí mi cartera. Si, Murphy era un cabrón. Bueno, Murphy no, el sólo era un ingeniero en un proyecto con cohetes con unos ayudantes bastante incompetentes. Pero su ley si que es una putada, no es suficiente con que tengamos que sufrir la mala suerte sino que además hay gente que se dedica a explicártela.
“Si algo puede salir mal, saldrá mal”
El balcón
La historia del balcón es bastante humillante para mi. Tengo que decir que solamente a mi madre le he contado la verdadera historia, pero si he de presumir de tener un blog personal no puedo contar la versión pública.
Estaba yo un sábado por la mañana realizando mis labores de limpieza domestica cuando me di cuenta de que si algo dejo un poco de lado es la limpieza de los cristales, así que ni corto ni perezoso agarré el aerosol multiusos y una gamuza, salí al balcón, gire la puerta, pulvericé… y al apoyar la gamuza, le di un pequeño golpe a la puerta y vi como la manecilla se cerraba dejándome encerrado en mi propia casa.
Lo primero fue un susto del nivel de cuando ves a alguien que cae desde una altura mortal, se me encogió el corazón y me quedé sin aire, solté el paño y con las uñas intente hacer una fuerza que deformara 3 milímetros del acero que se usaba para hacer las puertas de los balcones en los años 70. No funcionó. Miré a la calle y pensé en avisar a la gente que pasaba. -¡Llamen a los bomberos!- pero entonces pensé que los bomberos a parte de romperme el cristal del balcón, me harían pagar su visita a domicilio. -Rómpelo tu mismo- pero me cagué solo de pensar que me iba a hacer un corte que sería mucho peor que la visita de los rompecristales. -¿Y si desmonto el cristal?- Estaba ya fuera de mí, con casi un ataque de histeria, intenté rascar con las uñas el cemento con el que fijaban los cristales en los años 70. Tampoco funcionó. Volví a mirar a la calle. -¿Por qué no le daría una copia de mis llaves a alguien? tal vez podrían avisarle. Ojalá tuviera mi móvil-. Me senté y me llevé las manos a la cabeza, mi perro desde el otro lado del cristal me miraba con cara de extrañeza. Repasé todas las opciones, como los moribundos cuando ven la película de su vida. Habían pasado en total los 5 minutos más angustiosos que recuerdo, cuando decidí que tenía que hacer algo, si me quedaba ahí me iba a dar un ataque de ansiedad. Mandé a mi perro que se apartara de la puerta. -Dale una patada fuerte o no se romperá. Menos mal que llevo las zapatillas puestas, si no, no se como me atrevería a hacer esto-. El cristal saltó en grandes pedazos acompañados de innumerables cristales de menor tamaño. El ruido me dio mucho miedo. Saqué un gran trozo del cristal de unos 3 x 2 palmos que había quedado medio colgando de la puerta, metí la mano, gire la manecilla y me sentí a salvo. Toda la ansiedad que tenia desapareció al instante. No creí que la fuera a romper a la primera.
Los vasos
No soy una persona torpe, pero algo tienen los vasos conmigo. Como buen soltero mi vajilla es bastante limitada, pero a este ritmo me voy a quedar sin. Que se te rompa un vaso mientras lo friegas es algo que ocurre, porque tus manos resbalan y es fácil que se te caiga algo, por eso no voy a tener en cuenta el plato y los 2 vasos que he roto en estas circunstancias, siempre en la misma pila, la de la derecha. Pero hace unos días parecía como si alguien me hubiera echado un mal fario.
El primero de los 2 vasos que rompí el mismo día en el mismo sitio fue al meterlo en el armario. No estaba mojado, ni el vaso ni mi mano, pero al cogerlo y levantarlo por encima de mi cabeza, simplemente se soltó y cayó rompiéndose en trocitos de apenas 1 centímetro de ancho. Grité y me cague en la madre que me parió (pobre mujer, siempre se lleva lo peor) pero apenas un par de horas más tarde, limpiando la encimera moví por error la tabla de cortar y precipité otro vaso que había a la misma pila, si siempre la misma, la de la derecha. Esta vez cuando se rompió otra vez en minitrocitos, suspiré, me giré, cerré la puerta de la cocina y me fui a ver la tele. -Me niego a pillar un cabreo monumental por la mierda de los vasos-.
La cartera
Desde que me compré la moto, suelo llevar todas mis cosas en los bolsillos de la chaqueta y ahora que hace calor, las llevo repartidas entre los bolsillos del pantalón y de los de una chaquetilla con capucha que suelo llevar. Siempre me voy tocando los bolsillos para ver que sigo llevándolo todo, por eso me sorprende tanto que no me hubiera dado cuenta antes.
No se muy bien como pasó porque no entre en contacto con nadie, por lo que descarto que me la robaran. Lo mas probable es que se me cayera conduciendo, aunque es bastante difícil que se me caiga de un bolsillo interior. Todo un enigma. Recuerdo tenerla en el pantalón, porque me molestaba al llevarla junto con las llaves, pero hay una hora a partir de la cual no recuerdo haberla sentido. Salí del trabajo, quedé con el chico del lejano oeste porque tenia que darme mi parte del hachís que pillamos a medias, pasé por casa de la mujer salvaje y fuimos a fumar un canutillo y a charlar un rato a un parque que había por la zona, entramos a un bar a tomarnos unas cervezas y cuando fuimos a pagar me eché la mano al bolsillo de la cartera y no estaba y con ella tampoco estaba ni mi DNI, ni mi tarjeta de crédito, ni mi tarjeta del ambulatorio… ni mi dinero… ni la tarjeta de mi psicóloga… snifs… Empecé a dar vueltas.
-¿Estará en el parque?
- No.
-¿En la moto?
- No.
-¿Me la habré dejado en el trabajo?
- Mierda, no. Y no apareció.
Así que al que esté haciendo vudú conmigo, le voy a decir algo:
-¡Me cago en tus muelas cabrón!
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