ACADEMIA MELITENSE HISPANA
LOS CRISTIANOS EN
LOS PAISES ISLÁMICOS
DISCURSO
Leído el día
En el Acto de
Recepción como Académico por el
Excmo. Sr. Don Carlo Emanuele
Rúspoli y Soler de Villafranca del Panadés (antigua Encomienda de la
Orden de San Juan), Cergneu-Savorgnan di Brazzà y Borghi, Duque
de Morignano y de Plasencia, Grande de España de la Primera Clase, Marqués de
Frómista, de los Príncipes Rúspoli de Cervéteri y de Poggio Suasa, Noble de
Viterbo y de los Marqueses de Rabell, Patricio Romano, Caballero de Honor y
Devoción en Obediencia de la Soberana Orden de Malta, Gran Cruz de la Orden
“Pro Merito Melitensi”, Gran Cruz de Justicia de la Sacra Militar Orden
Constantiniana de San Jorge y otras condecoraciones españolas, italianas y
pontificias.
PRÓLOGO
Señores Académicos:
Es un gran honor para mi el ser admitido a la Academia Melitense Hispana.
Cualquier apasionado de la historia y caballero perteneciente a la Orden de San
Juan puede comprender la emoción que me embarga en estos momentos. Quiero
agradecer a los Académicos que me han propuesto y aceptado, en particular al
Excmo. Sr. Don Fernando Gómez de Olea, Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción en
Obediencia y Regente del Subpriorato de San Jorge y Santiago, al Excmo. Sr.
Marqués de Campo Real, Grande de España y Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción
y al Excmo. Sr. Marqués de la Floresta, así como a los demás Académicos que han
aceptado mi admisión.
Para honrar este Acto de
agradecimiento he preparado un breve artículo que resume una historia alarmante
y siempre de actualidad. Las decisiones que tomen Estados Unidos, Europa y la
ONU al respecto de la nueva constitución democrática y no teocrática para Irak
marcarán tal vez un antes y un después y podrían contagiar a los Países a su alrededor,
siendo un ejemplo a seguir. Una falta de reformas en este caso supondrá nuevos
enfrentamientos en el mundo musulmán con nuevas explosiones, tanto si su
lenguaje es islamista, como étnico, racial, confesional o populista. De las
opciones que se tomen dependerá que los pueblos musulmanes abran ellos mismos
su camino hacia la democracia. La Orden de Malta envió ayudas a este País, de
acuerdo con su Ministerio de Ayuda Humanitarias y Cooperación (MOHAC) y el
Departamento de Sanidad (DoH) en Erbil, a la Iglesia Católica Caldea (Mossul),
TCCF (Erbil, Kifri) así como a la Asociación Iraquí Al-Amal (IAA
Erbil, ahora PAO) y DoH (Erbil, Kirkuk, Makhmur). Bien es verdad que es muy
difícil hacer cambiar una cultura religiosa islámica milenaria, pero si no se
promueve un cambio nunca se sabrá si el esfuerzo podrá ser coronado con éxito.
La expansión y el declive evidente del islamismo deberían favorecer el
surgimiento de un tipo de democracia musulmana.
En este cambio de siglo y de
milenio apenas empezado, los lideres de los Países islámicos deberán integrar
los grupos sociales que habían mantenido al margen desde las independencias y
tendrán que aprender a aunar de una forma inédita la cultura, la religión y la
modernidad tanto política como económica. Este escenario supone que las elites
rejuvenecidas desde Marruecos con Mohamed VI a la Jordania de Abdallah II,
desde el entorno tecnocrático y militar del presidente argelino Buteflika al
presidente indonesio Gusdur Wahir, deberán ser capaces a proyectarse en el futuro
y de compartir las riquezas de hoy para hacerlas crecer mañana [1].
LOS CRISTIANOS EN LOS PAISES ISLAMICOS
¿Cómo coexisten los cristianos en los Países de mayoría
islámica? Es acertado en la actualidad hacerse esta pregunta, dado que se
discute mucho sobre los musulmanes inmigrados en los Países europeos de
tradición cristiana, pero raramente se considera la situación a la inversa, es
decir en la que se encuentran los cristianos en los Países de mayoría islámica[2] .
Desaparición
del cristianismo en los territorios conquistados por el Islam.
Hay que tomar en cuenta un hecho aparentemente muy
curioso: En todos los Países del África del Norte (Egipto, Libia, Tunicia,
Argelia y Marruecos), antes de la invasión musulmana (la conquista de Egipto
remonta al 640-642 d. C., y la de Tripolitania, de Tunicia y de Argelia en los
siglos VII-VIII), no obstante la invasión de los vándalos, hubo florecientes
comunidades cristianas, que aportaron a la Iglesia Universal grandes
personalidades como Tertuliano, san Cipriano, obispo de Cartago, muerto mártir
en el año 258, San Agustín (año 430), obispo de Hipona y San Fulgencio (año
533), obispo de Ruspe. Después de la conquista araba, el cristianismo fue
absorbido por el Islam de tal manera que hoy en día está presente con un
importante número de fieles solo en Egipto, con los coptos ortodoxos y con
otras pequeñas minorías cristianas, que representan en total el 7-10% de la
población egipcia. En la página cuatro hay un mapa de la expansión del
cristianismo en los primeros siglos después de Jesús Cristo.
Hay que decir lo mismo de Oriente Medio (Líbano, Siria,
Palestina, Jordania, Mesopotamia) donde existieron florecientes tierras
cristianas antes de la invasión islámica y adonde hoy se mantienen solo
pequeñas comunidades cristianas, excepto por Líbano, país en el que los
cristianos constituyen una significativa parte de la población.
En cuanto a la actual Turquía,
fue la tierra donde en los primeros siglos el cristianismo dio sus mejores
frutos tanto en la liturgia como en la teología y la vida monástica. La
invasión de los turcos Selgiucidas y la conquista de Constantinopla de parte de
Mehmet II (1453) llevó a la constitución del emperio otomano y la práctica
destrucción del cristianismo en la península anatólica[3].
Así hoy en Turquía no hay más
de 100.000 cristianos, entre ellos un pequeño número de ortodoxos, que viven
alrededor de Phanar[4],
sede del Patriarca ecuménico de Constantinopla, actualmente Bartolomé I, que
ostenta el primado de honor en el mundo ortodoxo y con el que están en comunión
eclesiástica ocho Patriarcas y muchas Iglesias autónomas en Oriente y
Occidente, con alrededor de 300 millones de fieles.
En
conclusión, podemos constatar históricamente que en todo los lugares donde se
impuso el Islam con mano militar, que por su rapidez y su extensión tiene pocos
antecedentes en la historia, el cristianismo, que fue extraordinariamente
floreciente y con raíces seculares, prácticamente desapareció o se redujo a pequeñas islas en un enorme mar
islámico. Como pudo suceder no es fácil explicarlo. Antes de todo hay que tomar
en cuenta que muy a menudo los nuevos conquistadores musulmanes fueron acogidos
favorablemente por las poblaciones cristianas que aguantaron mal los
dominadores bizantinos y las exacciones de su sistema fiscal de tributos. Por
otra parte, el emperio bizantino, con sus incontables guerras que tuvo que
mantener para detener el avance hacia el Sur de los puebles del Norte
(longobardos) y de los eslavos, con las tensiones religiosas de la lucha iconoclasta
y de la ruptura con la Iglesia de Roma, con los problemas sociales que lo
agitaron y debilitaron, no pudo oponerse al avance de los ejércitos islámicos.
Estos, pocos años después de la muerte de Mahoma (632), conquistaron
Siria (636), Persia (636 e 641), Jerusalén (638), Egipto (640-642) y África del
Norte, y se expandieron hacia Oriente, conquistando la caucásica Bukhâra y
Samarcanda en 709 y 711, y en Occidente, atravesándole estrecho de Gibraltar
(711), conquistando gran parte de la península ibérica y llegando hasta Narbona
(720). Limitó la expansión islámica en Europa Occidental solo la derrota de
Poitiers (732) conseguida por Carlo Martel, rey de Francia. [5]
Se considera comúnmente que la derrota de Poitiers paró
el avance islámico en Francia. En realidad el avance siguió: en 735 los árabes
conquistaron Arlés y Aviñón; de la Provenza pasaron al Delfinado, llegando
hasta Lión, ocuparon Valence y quemaron las iglesias de los alrededores de
Vienne. Solo en 759 Pipino el Breve consiguió liberar Narbona, poniendo
definitivamente fin a la conquista islámica de la Francia, mientras España
quedaba fuertemente en mano a los árabes con el nombre de al Ándalus y capital
Córdoba, llegando a ser al principio un emirato, por el
omeya ‘Abd ar-Rahmân, en 756, y después
en 929 un califato, che duró hasta 1031.
En realidad la reducción del
cristianismo a una pequeña minoría no fue causada por formas violentas de
persecución, fue por las condiciones en las que los cristianos, dentro de la
organización del estado islámico, fueron obligados a vivir. Ciertamente no
faltaron en el mundo musulmán persecuciones contra cristianos, pero fueron
excepciones.
Las persecuciones más fuertes y consistentes tuvieron
lugar hacia la mitad del siglo IX, bajo el mandato de al-Mutawakkil y,
sobretodo, más tarde en Egipto, al comienzo del siglo XI, bajo Al-Hâkim bi-Amr
Allâh. Bajo los mamelucos bahriti (1293-1354) la persecución se convierte en
sistemática: los historiadores musulmanes señalaron decenas de iglesias
destruidas y de múltiples conversiones forzosas. La intolerancia se convirtió
entonces en un hábito poco más o menos, como han demostrado las más recientes
investigaciones. Las presiones fueron constantes entonces como hoy en día[6].
No obstante, es preciso recordar que bajo la dinastía de
los califas abbâsidas — que reinó de 749 a 1258 d. C. y tuvo como capital
Bagdad, fundada por al-Mansur, segundo califa de la dinastía — los cristianos
de las regiones conquistadas por el Islam tuvieron primordial importancia tanto
en el área cultural como en la administración del estado.
Verdaderamente, cuando los árabes musulmanes
conquistaron Países como Siria y Egipto quedaron maravillados ante la cultura
de sus pueblos en el campo filosófico y científico y ante la magnificencia de
sus iglesias, monasterios y construcciones públicas. Con el ánimo de incorporar
a su cultura tantas riquezas, utilizaron los cristianos para traducir al árabe
las obras de Aristóteles y de los comentadores aristotélicos, como Alejandro de
Afrodisia; de Platón y de los neo-platónicos, como Porfirio; de Hipócrates y de
Galeno; de Euclides y de los tratados de matemática, de trigonometría y de
astronomía. Dado que entre los siglos VI y VIII muchas de estas obras habían
sido traducidas al sirio, los califas abbâsidas organizaron grupos de
traductores formados por cristianos de Siria, para traducir al árabe dichas
obras.
En el campo administrativo, durante los primeros siglos
del Islam, los cristianos ocuparon puestos importantes, no obstante por regla
general no fueron casi nunca de alcance directivo. Muy buscada fue la obra de
los médicos cristianos, llamados a menudo para dirigir los hospitales. Sin
embargo, pese a ello, la condición de los cristianos en el interior de la
sociedad musulmana fue tal que los llevó paulatinamente a la desaparición o a
reducirlos a pequeñas minorías. ¿Porqué?
La cara guerrera del Islam: la
“Jihâd”
El estado construido por Mahoma fue totalmente
teocrático: en el mismo todo fue subordinado a Allah y al Corán, el “Libro”
revelado por el mismo o mejor dicho hecho descender sobre su enviado y profeta,
Mahoma. Por ello la ley del estado musulmán debería ser necesariamente ley
coránica, la sharî‘a. De acuerdo con el derecho musulmán, el mundo está
dividido en tres partes: dâr al-harb (casa de la guerra), dâr al-islam (casa
del Islam) e dâr al-‘ahd (casa del pacto), es decir los Países con los cuales
se estableció un pacto. La casa del pacto fue constituida por Países con ley
coránica vigente y sometidos a Gobiernos musulmanes; el resto fue tierra de
infieles, contra los cuales los musulmanes, al menos en teoría, se encuentran
en estado de guerra, que duraría hasta que todo el mundo quede sometido al
Islam. Existen además los Países del pacto.
En cuanto a los Países pertenecientes a la casa de la
guerra, la ley canónica no reconoce otra relación con ellos que la específica
de la guerra santa (jihâd), que significa esfuerzo en el camino de Allah y
tiene dos significados que son igualmente esenciales y que no tienen que ser
separados, poco más o menos que uno no pueda subsistir sin el otro. En la
primera definición, la jihâd significa el esfuerzo que el musulmán tiene que
hacer para ser fiel a los preceptos del Corán de tal manera que mejore su
obediencia (Islam) a Allah; en el segundo se indica el esfuerzo que el musulmán
tiene que hacer para luchar en la vía de Allah, o sea luchar contra los
infieles y difundir el Islam en todo el mundo. La jihâd es un precepto de la
máxima importancia, al punto que a veces
se incluye dentro los preceptos fundamentales del Islam como sexto pilar.
La obediencia al precepto de la guerra santa explica el
hecho que el Islam sea una historia de guerra sin fin para la conquista de los
territorios de los infieles. En seguida después dela muerte de Mahoma (623),
bajo la guía de cuatro califas bien dirigidos (râshidûn), Abû Bakr, ‘Umar
(Omar), ‘Uthmân e ‘Alî, ejércitos de beduinos árabes, mal equipados, pero
centrados en la causa, consiguieron derrotar en numerosas batallas los
ejércitos bizantinos y persianos, muy superiores en número, pero escasamente
motivados, apáticos y a veces
simpatizantes con los invasores, conquistando con increíble rapidez grandes
Países como Siria, Persia y Egipto, y sobre todo Jerusalén, denominada Al-Quds por
Umar, quien la conquistó en 638. Habían transcurrido apenas seis años después
de la muerte de Mahoma y de los desordenes provocados por la sucesión en la
jefatura de la Umma islámica.
Para los musulmanes, las victorias sobre los bizantinos
fueron el signo del favor de Allah. Se repetía el milagro de Badr, donde Mahoma
con 300 hombres, derrotó una tropa de 1.000
guerreros de la Meca, consiguiendo un importante botín (Corán, 1.3,13).
Así las guerras de invasión del Islam siguieron, empujando a los musulmanes
hacia Oeste hasta el corazón de Francia, a Nordeste hasta Samarcanda y a
Sureste hasta la India y a la actual Indonesia.
Pero toda la historia islámica fue dominada por la idea
de la conquista de las tierras cristianas de Europa Occidental y del emperio
romano de Oriente, cuya capital fue Constantinopla. Así, durante largos siglos,
el Islam y la cristiandad se enfrentaron en terribles batallas, que por un lado
llevaron a la conquista de Constantinopla (1453), de Bulgaria, de Grecia y por
otro a la derrota del emperio otomano en la batalla naval de Lepanto (1571).
Sin embargo el espíritu de conquista del Islam no se
apagó después de Lepanto. El avance islámico en Europa fue definitivamente
parado solo en 1683, cuando Viena fue liberada del sitio otomano por las
armadas cristianas conducidas por Juan III Sobieski, Rey de Polonia. Entre
tanto, en los siglos anteriores, la reconquista cristiana de España se concluyó
con la toma de Granada (1492), mientras en los años de 1061 a1091 los normandos
liberaron a Sicilia de los árabes que la habían conquistado en los siglos IX-X.
En verdad, durante casi mil años, a partir de la conquista de España iniciada
en 711 por Tariq – el jefe árabe que dio nombre a Gibraltar (Gebel-el Târiq:
Monte Tariq) y de Sicilia hasta el segundo sitio de Viena (1683), Europa estuvo
siempre y constantemente amenazada pro el Islam, que por lo menos dos veces
puso en serio peligro su supervivencia.
Así, en toda su historia, el Islam enseño su cara
guerrera y un espíritu conquistador por la gloria de Allah. Esto no debe
sorprender, pues es verdad que la espada del Islam no siempre fue movida y
guiada por motivos religiosos, es decir por el deseo de extender el Islam y
procurar nuevos muslimûn, significa sometidos a Allah, el Dios verdadero, Único
(wâhid) y Uno en sí (ahad).
Todavía el espíritu de conquista religiosa alcanzado con
la jihâd siempre perduró en el Islam, en obediencia al Corán, que exhorta
repetidamente a los creyentes a luchar en el camino de Dios y por causa de Dios
contra los idólatras, quienes deben ser puestos en la alternativa de
convertirse o ser ejecutados, pero también contra los infieles, es decir la
“gente del Libro” (Ahl al-Kitab: cristianos, judíos y sabeos), que deben ser
sometidos a un régimen especial.
En particular el Corán exhorta a los creyentes a sacrificar
su vida presente por la futura, ya que los combatientes que cayesen en la
guerra santa contra los idólatras y los infieles son considerados como mártires
(s. 3, 140), y por esto Allah borra todas sus malas acciones y les concede como
recompensa el Paraíso, donde gozarán de todas las delicias materiales y
espirituales.
En cuanto a la “gente del Libro”, los musulmanes deben
combatirla hasta que sus miembros no paguen un tributo, uno a uno, humillados
(s. 9, 29). En verdad la guerra santa es un deber religioso y tiene que
obedecerse con la recta intención (niyya)
de propagar el Islam[7].
La Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta
Cabe aquí una mención histórica aparte y no menos importante a los grandes
combates, batallas y guerras que la Orden hospitalaria de San Juan mantuvo con
los musulmanes por tierra y por mar.
[8]Su primer
Hospital de San Juan en Jerusalén, tuvo su antecedente en el establecimiento
para peregrinos fundado bajo el emperio de Roma hacia el año 600 por el Papa San Gregorio I el Magno (electo
el año 590, muerto en el 604). En el año 610 Mahoma comenzó a predicar y a
principios del año 638 los árabes entraron en la Ciudad Santa pacíficamente,
merced a la capitulación del Patriarca Sofronius. Los cristianos recibieron la
promesa de que se respetarían sus vidas y sus bienes, y se les permitiría
practicar su culto libremente. Las iglesias y los edificios religiosos fueron
respetados y el Hospital que había fundado San Gregorio para peregrinos
continuó ejerciendo su función caritativa. Los primeros siglos de ocupación
musulmana no parece que causaran graves dificultades a las comunidades
cristianas y los acuerdos entre el Patriarca y el Califa en el momento de la
rendición fueron honrosamente respetados[9].
No dejaron sin embargo de
sufrir los cristianos algunas vejaciones e injusticias, lo que les indujo a
acudir en demanda de protección al más poderoso monarca de la época, Carlos,
Rey de los francos y Patricio de Roma, que pasó a la historia como Carlomagno. Mientras el Califa estaba enfrentado
abiertamente con los Emperadores de Constantinopla, sus relaciones con
Carlomagno eran tan cordiales que en el ano 807 el Califa Harlin Al Rachid
reconoció formalmente la protección del Emperador franco sobre los cristianos de Tierra Santa.
Estas nuevas responsabilidades fueron aceptadas seriamente par el Emperador,
que empezó a enviar grandes sumas de dinero a Jerusalén para el mantenimiento
de las iglesias, conventos y otros edificios, y para la restauración del
Hospital fundado par San Gregorio Magno para enfermos y peregrinos. No hay
dudas hoy de que el Hospital restaurado por Carlomagno y su iglesia de Santa
María estaban situados al sur de la iglesia del Santo Sepulcro, en el mismo
lugar que ocupó más tarde el Convento de los Caballeros de San Juan.
Durante el califato de los abasidas (descendientes
de Abbas, tío del Profeta) , los cristianos no tuvieron razones serias de
descontento, pero en el ano 969 cayó Tierra Santa en poder de los Califas
fatimitas de Egipto, descendientes de Fatima, hija de Mahoma, de obediencia
religiosa chiíta y rivales feroces de los abasidas. En el ano 996 el fatimita
El Hakim ascendió al trono; era un fanático dominado par una manía homicida y
un psicópata que se proclamó a si mismo encarnación de la divinidad y
tributario de adoración.
Los cristianos empezaron a sufrir una persecución
sistemática a partir del ano 1005. Se les obligó a convertirse al Islam o a
abandonar Palestina. Los que a pesar de todo persistieron en permanecer en el
País sin convertirse, fueron obligados a llevar consigo en todo tiempo una
pesada cruz. A estas disposiciones siguió un decreto ordenando la destrucción
de todas las iglesias y la confiscación de sus propiedades. La destrucción fue
tan completa, que el historiador árabe El Makrizi escribió en el ano 1012 que
fueron demolidas más de tres mil iglesias en Egipto y Siria, y con toda
certeza, la misma suerte corrió el hospital construido por Carlomagno y la
iglesia aneja de Santa Maria.
Con la muerte de El Hakim la persecución contra los cristianos cesó, y
la restauración de los lugares santos fue emprendida por Constantinopla; la
protección de los cristianos de Tierra Santa había pasado hacia el ano 1021 a
los Emperadores bizantinos, que concertaron diversos tratados con los Califas, a consecuencia de los cuales los cristianos fueron autorizados a volver a
Jerusalén en 1023. Allí emprendieron de inmediato las obras de restauración de los
lugares santos; la reconstrucción se efectuó a expensas de la republica
marítima y comercial de Amalfi. Por la obra de Guillermo de Tiro sabemos que no
solamente se restauraron las antiguas construcciones, sino que fueron añadidas
otras nuevas. Por ella conocemos también el emplazamiento del Hospital y sus
edificios anejos: al sur de la iglesia del Santo Sepulcro, y cerca de el a un
tiro de piedra.
Durante el siglo XI la Republica de Amalfi estaba en el apogeo de su
poder como potencia comercial marítima que monopolizaba el comercio con Egipto
y Siria. Los amalfitanos reconstruyeron el complejo de edificios fundado par
Carlomagno, entre ellos el Hospital con su capilla dedicada a San Juan
Elemoinitra (o Limosnero), el Santo Patriarca de Alejandría cuya caridad
durante los horrores de la ocupación persa nunca olvidaron los cristianos de
Tierra Santa.
Al oriente del Hospital, separado par un estrecho
callejón, los piadosos amalfitanos construyeron un nuevo hospital para mujeres
con una capilla dedicada a Santa Maria Magdalena, en el preciso lugar donde
ahora se encuentra la iglesia alemana del Redentor: La construcción inicial se
amplió hacia 1050 a expensas de uno de los principales comerciantes de Amalfi,
llamado Mauro.
Los historiadores de la Orden han negado siempre que en los primeros
tiempos un Santo tan humilde como San Juan Elemoinitra fuera el Patrón del
Hospital de Jerusalén, afirmando que en todos los tiempos el Patrón fue San
Juan Bautista y que la opinión contraria se debió a una confusión de nombres.
Pero la autoridad de un escritor tan riguroso como Guillermo de Tiro es
concluyente[11].
Los primeros hermanos que se hicieron cargo del hospital de San Juan
fueron monjes negros (benedictinos), venidos de Italia. Y es preciso destacar
aquí la fundamental diferencia que distingue a la Orden de San Juan ,además de
su precedencia en el tiempo, de las demás Ordenes de caballería que se
establecieron en Tierra Santa: los Caballeros Templarios y Teutónicos eran
soldados que aceptaron la necesidad de transformarse en religiosos; los
Hospitalarios eran religiosos a los que las circunstancias obligaron a empuñar
las armas. No son propiamente, como se ha escrito con acierto, Caballeros
cristianos, sino Cristianos caballeros. La diferencia es sutil pero sustancial,
y explica en gran parte la supervivencia de la Orden basta nuestros días[12].
El imperio
persa, al que la conquista árabe había sumido en una decadencia de cuatro
siglos, resurgió en el siglo XI bajo el vigoroso impulso de la dinastía turca
de los Selgiuk. Este renacimiento fue una de las principales causas de la
primera cruzada, e
indirectamente, de la fundación de la Orden de los Caballeros de San Juan. Los
Selgiucidas ocuparon como ya dijimos Bagdad en el año 1055, y en 1071
derrotaron al Emperador Romanus IV en la decisiva batalla de Manziker,
comenzando seguidamente la conquista del Asia Menor. Pocos meses antes habían
ocupado Palestina, expulsando de Jerusalén a las tropas fatimitas.
La ocupación de Jerusalén por los Selgiucidas fue una catástrofe para la población
cristiana, que durante la dominación sarracena había convivido pacíficamente
con las autoridades islámicas, con el paréntesis de la persecución de El Hakim.
Los turcos sometieron a los cristianos, que padecieron vejaciones y asesinatos
en masa. La presencia turca en Tierra Santa significó el fin de toda ley y orden.
Este cambio radical en las condiciones de vida de los cristianos en
Tierra Santa fue conocido pronto en Europa por los peregrinos, que al retornar
a sus hogares relataban los sufrimientos y las vejaciones que habían sufrido y
presenciado. La indignación y el dolor de la Cristiandad se hizo cada vez más
profundo, y rápidamente se generalizo el sentimiento de que los lugares santos
donde había nacido y sufrido persecución y muerte el Salvador, y donde había
acontecido su gloriosa resurrección, debían ser liberados para siempre.
Un peregrino natural de Amiens de noble nacimiento,
Pedro el Ermitaño, mientras oraba de rodillas ante el Sepulcro un día de
finales del ano 1094, tuvo una visión celestial en la que el Salvador, presentándose
ante el, le decía: "Alzate, Pedro, ha llegado el momento. Ve y relata por
todas partes las tribulaciones de mi pueblo. Ha llegado la hora de que mis
hijos sean socorridos, y liberados mis santos lugares". Pedro el Ermitaño,
enardecido, abandono el Sepulcro creyéndose especialmente designado por Dios
para predicar a través de Europa la santa cruzada.
En marzo de 1095 se celebró en Piacenza un sínodo presidido par el Papa
Urbano II, en el que se dio a conocer una angustiosa llamada de auxilio del
Emperador Alexius, acosado por los turcos; fue prometida la ayuda, y un nuevo
concilio fue fijado para noviembre, en Clermond. Allí el Papa se dirigió a una
inmensa multitud y con elocuentes frases alentó a los presentes a emprender la
liberación de Jerusalén y de los demás lugares santos. Profundamente conmovidos
por sus palabras, los asistentes lanzaron un grito unánime que resonó entre la
multitud de fieles :"Dios lo quiere!", mientras cortaban trozos de sus
vestidos en forma de cruz para prenderlos sobre sus ropas y las de sus vecinos,
como signo del compromiso de alistarse en la guerra santa.
Numerosos predicadores
partieron en todas direcciones desde Clermond, entre ellos Pedro el Ermitaño.
Como fruto prematuro de estas predicaciones, un contingente indisciplinado y
mal armado de fanáticos emprendió en la siguiente primavera la marcha a través
de Europa hacia Jerusalén, cometiendo toda clase de atropellos y violencias por
los territorios que atravesaba. Una tercera parte de esta horda logró llegar a
Constantinopla, donde el Emperador apresuradamente transportó a los
expedicionarios a través del Bósforo.
En el primer encuentro con las guarniciones turcas, los cristianos
fueron completamente aniquilados.
La primera cruzada
regular, organizada y equipada, comenzó a concentrarse en Constantinopla en el
otoño de 1096. Borgoñones y alemanes eran conducidos par Godofredo de Bouillon,
Duque de la Baja Lorena, acompañado a su vez por sus hijos Eustaquio y
Balduino. Raimundo de Saint Gilles, Conde de Tolosa y Marques de Provenza,
conducía un poderoso contingente de tropas provenzales; los anglo-normandos,
flamencos y franceses estaban mandados par Roberto, Duque de Normandía,
primogénito de Guillermo el Conquistador, y los normandos de Italia por
Boemundo, Príncipe de Tarento, con su sobrino Tancredo, la mas romántica figura
de las cruzadas, que inspiró, entre otras, las obras: ”Jerusalén liberada” de Torcuato Tasso y
“La guerra del amor” de Monteverdi. Los españoles, entregados a la lucha contra el Islam en su propio
territorio, no participaron en esta cruzada. No había comandante en jefe, pero
el Legado del Papa, Adhemar, Obispo de Puy, ejercía su autoridad como
coordinador general de la empresa[13].
Para los cruzados, la situación política de la zona no podía ser mas
favorable. En el año 1092 había muerto el mas poderoso de los príncipes
Selgiucidas, Malek Shah, y su poderoso imperio se encontraba al borde de la
anarquía. Los rebeldes emires de Aleppo y Antioquia, de Damasco y Jerusalén, se
declararon independientes, mientras al sur el Califa fatimita de Egipto se mantenía vigilante,
esperando la oportunidad de recobrar sus territorios perdidos; cuando EI Afdal
, Visir del Califa, conoció la noticia de la conquista de Antioquia por los
cruzados penetró en Palestina y expulsó a los turcos de Jerusalén. Durante el
verano de 1098 murió el Legado del Papa, y Godofredo de Bouillon asumió la
jefatura del ejercito.
La mañana de17 de junio del año 1099, el primer contingente de tropas
conducido par Godofredo de Buillon alcanzaba el monte del Gozo, como fue
bautizado por los cruzados en aque11os mismos instantes, y contemplaba a sus
pies la Ciudad Santa. En seguida se estableció el asedio, que se presentaba
largo y difícil, por ser Jerusalén entonces una de las ciudades mas
fortificadas del mundo. La defensa de la ciudad estaba organizada par el
gobernador fatimita Iftijar Ed Daulah.
Los cruzados intentaron la escalada de las murallas el día 13 de junio,
pero fueron rechazados por los sitiados; este revés hizo comprender a los
cruzados que precisaban construir torres de madera para el asalto, lo que
efectivamente hicieron durante los treinta días siguientes. A mediados de
julio, dos grandes torres de madera provistas de ruedas fueron acercadas a las
murallas para iniciar el asalto definitivo. Los sitiados lograron incendiar una
de ellas, pero con la segunda Godofredo logr6 penetrar en la ciudad par el
ángulo del noreste. Iftijar Ed Daulah, el gobernador egipcio de la plaza,
viendo todo perdido, rindi6 la fortaleza conocida como la Torre de David a Raimundo
de Tolosa, quien condujo bajo protecci6n
al gobernador y a la guarnici6n militar basta Ascal6n. No corri6 la misma
suerte la indefensa poblaci6n civil, que fue sumida en un terrible baño de
sangre, víctima del revanchismo y del fanatismo religioso.
El Gobernador egipcio, al aproximarse los cruzados,
había expulsado de la ciudad a todos los habitantes cristianos de Jerusalén; de
esta medida se exceptuó sin embargo a Gerardo y a sus hermanos, considerando que sus servicios
hospitalarios serían necesarios durante la batalla..
La conquista de Jerusalén par los cruzados en 1099
fue el mayor acontecimiento en la historia de la Orden de San Juan, y el
episodio que marca su nacimiento. Hasta entonces el Hospital fue una
institución caritativa para la atención a los peregrinos, pero desde el
establecimiento del Reino Latino de Jerusalén se inició su transformación en
una Orden que pronto se extendería par todo el mundo occidental.
La ciudad bajo el asedio fue el escenario del
milagro que relatan los hagiógrafos del fundador de la Orden de San Juan, el
Beato Gerardo: "Como a todos los habitantes de la ciudad, se ordenó a
Gerardo participar en la defensa de Jerusalén. El sabia que los cruzados, fuera
de !as murallas, tenían hambre, así que cada día llevaba a los bastiones un
saco de pequeños panes y los arrojaba a los francos en media de la multitud que
les arrojaba piedras. Fue descubierto par los centinelas árabes, que lo
arrestaron y condujeron a presencia del Gobernador: Pero cuando quisieron
presentar las pruebas, los panes se habían transformado en guijarros, y Gerardo
fue liberado".
Sin embargo, cuando los cruzados entraron en
Jerusalén el 7 de julio, Gerardo se encontraba en prisión, donde había sufrido
tales torturas que, según la tradición, nunca más pudo servirse de sus piernas. La acogida
y los cuidados con que fueron atendidos los cruzados heridos y enfermos en el
asedio, la fama de santidad de los Hermanos Hospitalarios y su entrega al
servicio de los pobres y los enfermos se extendió pronto par toda la
cristiandad, y el Hospital comenzó a recibir numerosas donaciones de todas partes, hasta el punto de que, todavía en vida del fundador, la
Orden poseía extensos territorios en España, Francia e Italia. El propio
Godofredo de Buillon, primer gobernador del Reino Latino, que había rehusado
coronarse como Rey de Jerusalén, la ciudad donde Cristo había sido coronado de
espinas y sufrido pasión y muerte, visitó el Hospital y le hizo donación de
algunas tierras.
La Bula fundacional de la Orden de San Juan “Piae
Postulatio Voluntatis”, dirigida a Gerardo por el Papa Pascual II, es del año
1113.
La intensa espiritualidad de la Orden dio muy
pronto frutos de santidad: San Nicasio (1187), Santa Ubaldesca (1206), San Hugo
(1233), Santa Toscana (1343), Santa Flora (1347), así como muchos Beatos, como
Gerardo el fundador. El carácter militar de la Orden queda demostrado al
principio con la defensa exitosa de Bethgibelin (1137), el asedio fracasado de
Ascalón (1153). El ejercito de la Orden se fue configurando y creciendo,
participó en muchas empresas guerreras en Palestina y estuvo presente quedando
casi aniquilado en la dolorosa batalla de San Juan de Acre, que significó la
pérdida definitiva de los santos lugares.
Efemérides
de cinco siglos de guerra naval en el Mediterráneo
1137. Primeras
acciones bélicas de los Caballeros de San Juan contra los ejércitos del Islam.
El Rey Folco de Jerusalén entregó a la Orden la fortaleza de Gibelin (Beit
Jibrin).
1142. Aceptación
par la Orden de la fortaleza de El Krak (el Crac de log Caballeros) cedida por
el Conde de Trípoli Raimundo II.
1162-1167.
Cesiones de Bohemondo III de Antioquia de numerosos fuertes, torres y castillos
para su defensa.
1291.
Batalla de Sanjuán de Acre y perdida de las posesiones dela Orden en Palestina.
1310. Conquista de Rodas [14].
1332-34. Alianza
naval con Bizancio, Venecia, Génova y Chipre, ante la amenaza de los corsarios
musulmanes de Anatolia. Conquista de Esmirna, que permaneció durante cincuenta
arios en poder de la Orden.
1365. Participación,
con 16 galeras, en la conquista de Alejandría. 1367. Ataques contra diversas,
ciudades costeras de Siria.
1391. Campaña en
los Balcanes. La Armada de la Religión atravesó el estrecho de los Dardanelos,
el Bósforo y el mar Negro, penetrando en el Danubio. Desastre del ejercito
cristiano en Neapolis. Huída del Rey de Hungría a Rodas, en una galera de la
Orden. Abandono a los mongoles de la ciudad y el puerto de Esmirna.
1402. Conquista
de una base en Anatolia y construcción de la fortaleza de San
Pedro de Halicarnaso -la
modema Bodrum-.
1440. Defensa
naval de Rodas contra los egipcios, a los que la Orden persiguió e hizo
refugiarse en Alejandría[15].
1444. Nuevos
ataques turcos contra Rodas, con grandes perdidas para la Orden. 1479-80. Mas
de cien mil turcos atacaron Rodas. La flota prestó importantes servicios
logísticas. Las tripulaciones lucharon en defensa del puerto fortificado. Bajo
el mando del Gran Maestre Pedro d' Aubusson, los sanjuanistas rompieron el
asedio.
1507. La gran
carraca "San Juan", mandada par Fray Giacomo de Gastineau, capturó en
aguas de Creta la potente nave "Mogarbina", bautizada después con el
nombre de "Santa Maria".
1510. Una
escuadra de galeras al mando del Capitán Philippe Villiers de l’Isle Adam,
después Gran Maestre, sorprendió, atacó y destruyó la gran flota turco-egipcia
en el golfo de Laiazzo (Alejandría), cuando cargaba gran cantidad de madera
para la construcción en el mar Rojo de una flota destinada a combatir a los
portugueses en el Océano Indico.
1522.
Ataque de Solimán a Rodas con una flota de 400 naves y un ejercito de cerca de
200.000 hombres: Épica defensa de los Caballeros mandados por el Gran Maestre
Philippe Villiers de l’Isle Adam. La flota cooperó en misiones de organización
y comunicaciones; Los defensores: 600 Caballeros, 4.500 soldados rodios y toda
la población civil, diezmados y exhaustos, se vieron obligados a rendirse.
Honrosamente salieron de Rodas el primer día de 1523 con una flota de 50 naves,
que transportaba al Gran Maestre con sus Caballeros supervivientes y a varios
miles de griegos de Rodas que prefirieron seguirles antes de caer en poder de
los turcos. [16]
1530. EI
archipiélago de Malta, nueva sede de la Orden. Empresa de Corón[17].
1535.
Participación de la Orden en la conquista de Túnez y La Goleta. Integración en
la Liga Santa.
1537 y 1538.
Participación en las campañas de Doria en Levante.
1541. Fracaso de
la expedición de Argel, después de un combate heroico.1550. Colaboración en la
conquista de la villa de África (Mehedia)..
1563.
Colaboración en la expedición dirigida al Peñón de Vélez de la Gomera.
1565. EI ataque
de una flota de 200 naves y 50.000 soldados turcos ante las costas
de Malta el18 de mayo, iniciò
el "gran asedio". La Orden defendió sus posiciones con menos de 600
Caballeros y sirvientes de armas, 6.000 malteses armadas y 2.000 mercenarios.
El fuerte San Telmo
resistió durante un mes a la artillería y a los asaltos de la infantería y al
fin fue conquistado la víspera del día
de Sanjuán. El "gran socorro", procedente de Sicilia, determinó la
victoria de la Orden.
1571. Batalla de
Lepanto el día 7 de octubre. La Orden, integrada en la Santa Liga, envió tres
galeras al mando del Fray Pedro Giustiniani, Prior de Messina: "Santa
Maria de la Victoria", mandada por Giustiniani, "San Juan",
mandada por el salmantino Fray Alonso de Tejada, y "San Pedro",
mandada par el francés Fray Pierre de Roquelaure Saint-Aubin. Integraban la
armada cristiana, al mando de Don Juan de Austria 107 naves venecianas, 81
españolas, 12 pontificias y tres de Saboya, además de !as tres de la Orden.
Giustiniani perdió la nave capitana, que luego se recuperó y fue herido
gravemente. En el combate murió un gran numero de Caballeros. Del amplio botín
capturado a los turcos: 140 naves y 50.000 esclavos, se entregaron a la Orden,
en la distribuci6n, tres galeras. A lo largo de los años siguientes, y basta la
pérdida de Malta, continu6 la Orden en implacable guerra naval contra los
musulmanes, actuando en ocasiones en alianza con la Armada española o con otras
flotas cristianas del Mediterráneo.
La
Orden de San Juan en la reconquista española
Los mas destacados hechos de
armas que desarrolló la Orden en tierra a lo largo de la Edad Media tuvieron
lugar en un escenario muy concreto: la frontera de los reinos españoles con los
invasores musulmanes. En ocasiones guerrearon los Sanjuanistas junto a las
tropas reales, y en ocasiones lo hicieron por si solos. Su valentía fue
premiada con donaciones de tierras, castillos y plazas fuertes, donaciones que
no son solo por generosidad, sino también por el encargo de vigilar posiciones
de importancia estratégica. Los Caballeros fueron presentes en las batallas más
decisivas de la Reconquista: Las Navas de Tolosa, Alarcos, el Salado, y también
en los cercos y conquistas, palmo a palmo, de colinas y pueblos.
Acompañando al Rey Alfonso II de Aragón contribuyeron a la conquista de
Valdetorno; Maella, La Fresneda, Valderrobles, Peñarroya, Caspe, Alcañiz,
Aguaviva, Castellote y la Serranía de Cantavieja. Capitaneados por el Rey Jaime
I participaron en las jornadas de Burriana, Peñiscola, Cervera, Chisbert,
Carrascol, Canet, Rosell, Castelnou, San Mateo, el Puig, Cullera y Mallorca. Se
atribuyó al Rey la afirmación de que “el valor de los Hospitalarios se debe la
conquista de Mallorca y Valencia". Años mas tarde, los Sanjuanistas
estuvieron presentes también en la lucha contra el Reino de Granada:
combatieron en Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada. En las horas ultimas de la
Reconquista, la Orden de Malta combatió junto a las Ordenes españolas y las
tropas reales, y entró victoriosa, junto a ellas, en los últimos reductos de
los que huyeron los musulmanes.
El
régimen de la «dhimma»
Según el derecho musulmán, los cristianos, los judíos y
los seguidores de otras religiones asimiladas al cristianismo o al judaísmo
(los sabeos) que habitan en un Estado musulmán pertenecen a un orden social
inferior, no obstante su eventual
pertenencia a las mismas raza, lengua y descendencia. La ley islámica
desconoce los conceptos de nación y ciudadanía, pero solo la Umma, la única
comunidad islámica, por la cual el musulmán, en cuanto perteneciente a la
misma, puede vivir en cualquier País islámico como en su patria. Esta sometido
a las mismas leyes, encuentra las mismas costumbres y goza de la misma consideración.
Entre tanto los pertenecientes a la “gente del Libro”
están sometidos a la Dhimma, que es una especie de pacto bilateral, consistente
en el hecho que el Estado islámico les autoriza a residir en su propio
territorio, tolera su religión, ofrece garantías de protección de las personas
y de sus bienes, así como defensa contra enemigos externos. Así la “gente del
Libro” (Ahl al-Kitab) se convierte en “gente protegida” (Ahl al-dhimma). A
cambio de esta protección la “gente del Libro” se compromete a pagar al Estado
islámico un impuesto (óizya), que graba solo sobre hombres hábiles, de
condición libre, excluyendo a las mujeres, niños, enfermos y ancianos y a pagar
un tributo, llamado haraó, sobre las tierras
de su propiedad.
En lo que concierne a la libertad de culto religioso, a
los dhimmî se les prohíben solo las manifestaciones exteriores como el sonido
de las campanas, la venta pública de objetos religiosos o de otros artículos
prohibidos por lo musulmanes. Un musulmán que se casa con una cristiana o judía
deberá dejarla libre en el ejercicio de su religión y en la alimentación que
permite su religión, aunque prohibida para un musulmán, como la carne de cerdo
y el vino. Los dhimmî pueden conservar o reparar las iglesias o sinagogas que ya
poseen. Pero si no existe un pacto previo que les permita la propiedad de sus
tierras, no pueden construir nuevos lugares de culto, porque para ello deberían
ocupar una tierra musulmana, que no puede ser cedida a nadie, habiendo sido
convertida, con la conquista musulmana, en tierra sagrada de Allah.
En al sura 9,29 el Corán afirma que la “gente del Libro”,
además de tener que pagar los dos impuestos arriba mencionados, está sometida a
algunas restricciones, como el vestir de una manera especial, la prohibición de
llevar armas o de montar a caballo. Además los dhimmî no pueden formar parte del ejercito, ni ser funcionarios del
Estado, ni ser testigos en juicios entre musulmanes, ni casarse con las hijas
de estos, ni ser tutores de menores musulmanes, ni tener esclavos musulmanes.
No pueden heredar de musulmanes, ni estos de ellos; se les permiten sin embargo
los legados.
Sobre todo con la conversión de la “gente del Libro” al
Islam se cancelaría la dhimma. Pero los
musulmanes, especialmente durante los primeros siglos, no vieron con buen ojo
dichas conversiones, porque suponían una
grave pérdida para el erario, que era tanto más florido cuanto más numerosos
eran los dhimmî, que pagaban una tasa personal y el impuesto de radicación. La
cancelación de la dhimma podía también verificarse por el incumplimiento del
pacto, en caso de que los dhimmî se levantasen en armas contra los musulmanes,
en caso de que rechazasen de ser sometidos o de pagar los tributos, en caso de
que raptasen una musulmana, en caso de blasfemias o de ultrajes de alguna
manera al profeta Mahoma o a la religión islámica, en caso, por último, de que
provocasen el alejamiento de un musulmán del Islam, intentando convertirle a su
propia religión. De acuerdo con la gravedad de cada caso la penalidad podía
constituir en la confiscación de su bienes, la esclavitud o la pena de muerte,
mientras quien hubiese cometido tales delitos no se convirtiese al Islam. En
este caso se cancelaban todas las condenas.
Consecuencias
de la dhimma: la erosión del cristianismo
Es evidente que la condición de dhimmî, prolongándose
durante siglos, conllevó lentamente, pero de forma inexorable, a la casi
desaparición del cristianismo en tierras musulmanas. La condición de
inferioridad civil, que impidió a los cristianos de acceder a cargos públicos y
la condición de inferioridad religiosa, que los recluyó en una vida y una
práctica religiosa asfixiante sin ninguna posibilidad de desarrollo, supuso
para los mismos la necesidad de emigrar o más frecuentemente la tentación de
pasar al Islam. Al mismo tiempo además un cristiano no podía casarse con una
mujer musulmana si no se convertía al Islam, porque sus hijos debían ser
educados en el islamismo. Asimismo, para un cristiano convertido al Islam,
existía la posibilidad de divorciarse con extrema facilidad, mientras que el
cristianismo prohibía el divorcio. Por otra parte, los cristianos que se
encontraban en tierras musulmanas estaban fuertemente divididos entre ellos, a
veces también enemigos, porque pertenecían a Iglesias diferentes por confesión
(Iglesias calcedonicas y no calcedonicas) y por rito (siro-oriental,
antioqueno, maronita, copto-alejandrino, armenio, bizantino) así que fue
prácticamente imposible obtener cualquier tipo de recíproca ayuda.
El régimen de la dhimma duró más de un milenio, aunque no
siempre en su forma dura dada por las condiciones de Umar[18] de acuerdo
con las que no solo los cristianos no tienen derecho a construir nuevas
iglesias y a restaurar las existentes, aunque estén en ruina (o si tienen el permiso
de construir por la clemencia del gobernador musulmán, las iglesias tienen que
ser pequeñas y el edificio tiene que ser el más modesto de todos los edificios
religiosos de los alrededores), sino que las iglesias más grandes y hermosas
tienen que ser transformadas en mezquitas. Dichas transformaciones conllevaron
que las iglesias-mezquitas no pudieron ser devueltas nunca a la comunidad
cristiana, porque un lugar convertido en mezquita no puede ser utilizado de
otra manera.
La consecuencia del régimen de la dhimma fue la erosión
de las comunidades cristianas por la conversión de muchos cristianos al Islam
por razones económicas, sociales o políticas. Para encontrar un mejor trabajo,
para gozar de una mayor consideración social, para participar a la vida administrativa,
política o militar y no vivir en una condición de perpetua discriminación.
Durante los últimos siglos, el sistema de la dhimma sufrió algunas
atenuaciones, todavía porque en los Países islámicos se tomó noción del
concepto de ciudadanía y de igualdad de todos los ciudadanos frente al Estado.
En práctica, no obstante, también después de la difusión
de los conceptos políticos occidentales, la concepción tradicional queda
latente y presente en el subconsciente. El concepto moderno de la ciudadanía,
no obstante considerables esfuerzos de intelectuales de cada tendencia, se abre
camino muy lentamente y con mucho esfuerzo en la mayor parte de los Países
arabo-musulmanes. Se recaba la impresión que en los planteamientos básicos ( si
no de la ley) de muchos Estados musulmanes estén siempre presentes las clásicas
categorías de los umma y de los dhimma, de las comunidades dominantes y de las
otras comunidades más o menos dominadas. El cristiano, aunque no lo desee, se
encamina pese a su voluntad al concepto de dhimmi, aunque el término ya no está
en auge en el derecho actual de buena parte de los Países de mayoría islámica[19].
Condición
actual de los cristianos en el mundo islámico
¿Cuál es las condición de los cristianos en el mundo
islámico y cuales son las perspectivas de futuro? Ante de todo hay que recordar
que la presencia de los cristianos en el mundo musulmán no es uniforme. En los
Países del Magreb (Tunicia, Argelia y Marruecos) el cristianismo ha
desaparecido casi en su totalidad: la mayoría de los cristianos allí residentes
son de origen europeo, pues hay muy pocos que provienen del Islam. En Egipto,
los coptos[20]
son una minoría significativa. En los otros Países del Cercano Oriente (Líbano,
Siria, Jordania, Palestina e Irak), incluyendo Egipto, los cristianos son entre
6 y 7 millones, alrededor del 6,3% de la población..
Para comprender la condición actual de esos cristianos,
hay que remontar a la historia de los siglos XIX y XX. En el siglo XIX, en el
emperio Otomano donde estuvo vigente el sistema del millet[21] , fueron
introducidas las normas llamadas tanzîmât. Se trató de reformas liberales,
introducidas en el funcionamiento del Estado desde 1839, fechas en la que el
sultán Abd ül-Mejîd proclamó la igualdad de todos los súbditos ante la ley, hasta
1876 fecha de la primera Constitución. Desde la segunda mitad del Ochocientos
hasta el final de la primera guerra mundial con el ocaso del emperio otomano
hubo en el mundo árabe un movimiento de despertar, llamado Nahda, bajo el
influjo occidental, en el ampo de la literatura, de la lengua y del
pensamiento. Muchos intelectuales fueron conquistados por las ideas liberales.
Por otra parte los cristianos establecieron fuertes
ataduras con las potencias occidentales, en particular con Francia y Gran
Bretaña, que después de la destrucción del emperio otomano, obtuvieron el
protectorado sobre los Países que formaron parte del mismo. Este hecho
consintió a los cristianos tanto una mayor libertad civil y religiosa como un
crecimiento de su nivel cultural. Además, en la primera mitad del siglo XX,
nacieron varios partidos políticos de carácter nacionalista y socialista, por
lo tanto laicos, como el Ba’th (Partido socialista del Renacimiento
Árabe)fundado en los años treinta en Damasco por el profesor sirio Michel
‘Aflaz, de religión griego-ortodoxa, que en 1953 se fundió con el Partido
Popular Sirio fundado en 1932 por el libanés griego-ortodoxo Antun Sa’âda. En
fin en varios Países islámicos surgieron regímenes políticos inspirados en los
principios liberales y laicos del Occidente europeo.
Estos acontecimientos provocaron una fuerte reacción en
el mundo islámico, debido al temor que las ideas laicas y las costumbres
corrompidas del mundo occidental, identificado con el cristianismo, afectaran
la pureza del Islam y crearan un peligro mortal para su existencia. Esta
reacción fue alimentada por un fuerte resentimiento hacia las potencias
occidentales, que se atrevieron imponer su dominio político al Islam, “la mejor
nación jamás engendrada por Allah entre los hombres” (Corán, s. 3,110) y sus
costumbres “corrompidas a la nación umma que invita al bien, promueve la
justicia e impide la iniquidad” ivi,s. 3,104).
Nació así el islamismo radical que supo catalizar las
frustraciones de las masas musulmanas. Hasan al Bannâ, Sayyd Qutb, Abd al-Qâdir ‘Uda en Egipto con los hermanos
Musulmanes; Abu l-A‘lâ al-Mawdûdî en Pakistán y el ayatolá Khomeini en Irán
fueron los testigos más significativos y sus seguidores desde Dakar y Kuala
Lumpur, se han multiplicado sermoneando al soberano, como en Marruecos o
haciendo triunfar un Frente Islámico de Salvación, como en Argelia: de este
ultimo nació un grupo mucho más cruel e intransigente, el Grupo Islámico Armado
(GIA), desarrollando un movimiento de tendencia o de renacimiento islámico como
en Tunicia o rebelándose contra el poder constituido, como en Siria en Hamâ, en
1982[22].
Renacimiento
del islamismo fundamentalista y radical
El islamismo radical, que propone la instauración de la
sharî‘a en cada Estado islámico, está poniéndose de moda en muchos Países
islámicos donde existen grupos de cristianos. Es evidente que la instauración
de la sharî‘a haría imposible la vida de los cristianos, poniendo en grave y
constante peligro su misma existencia. De allí la masiva emigración de los cristianos
desde los Países islámicos hacia los Países occidentales: Europa, Estados
Unidos, Canadá y Australia. Es indudable que esta huida no es debida solamente
al consolidarse en muchos Países el fundamentalismo islámico: hay también
razones sociales, económicas y político-militares que influyen. Pero el hecho
que su libertad religiosa pueda ser o sea ya limitada por la imposición de la
sharî’a hace que su permanencia en los Países islámicos sea muy agobiada. Lo
que es cierto, de todas formas, es que en los últimos decenios la estimación de
los árabes cristianos emigrados desde Egipto, Jordania, Siria, Palestina e
Israel es de alrededor de tres millones, es decir entre el 34,1 y el 26,5 por
ciento del número estimado de los cristianos actualmente presentes en Oriente
Medio[23].
Al respecto no hay que infravalorar los graves hechos
acontecidos recientemente que dañaron los cristianos en algunos Países de
mayoría islámica. En Argelia el obispo de Orán, P. Claverie (1996), siete
trapistas de Tibehirini (1999), cuatro Padres Blancos (1994) y seis religiosas
de diferentes Congregaciones fueron bárbaramente asesinados por los
fundamentalistas islámicos, no obstante el asesinato haya sido condenado por
varios responsables musulmanes. En Pakistán, que cuenta con 3.800.000
cristianos sobre una población al 96% islámica de 156.000.000 habitantes, el 28
de octubre de 2001 algunos islámicos entraron en la iglesia de San Domingo en
Bahawalpur y mataron a tiros a 18 cristianos.
El 6 de mayo de 1998, el obispo católico John Joseph se
quitó la vida para protestar contra la ley de la blasfemia, que castiga con la
pena de muerte quien este acusado de ofender a Mahoma, aunque solo pronunciando
palabras o con gestos y mediante alusiones directa o indirectamente.
Exponiendo, por ejemplo, que Jesús es Hijo de Dios, se ofende a Mahoma, que
afirma que Jesús no es Hijo de Dios, es su siervo. Con esta ley la vida de los
cristianos corre constante peligro de muerte.
En Nigeria, donde 13 de sus Estados han introducido la
sharî’a como ley de Estado, muchos millares de cristianos han sido victimas de
accidentes[24].
Están ocurriendo graves hechos al Sur de Filipinas y en Indonesia, que
con sus 212 millones de habitantes es el País musulmán más poblado del mundo,
perjudicando los cristianos de Java, Timor Este y Molucas. Pero la situación
más trágica y desgraciadamente olvidada por el mundo occidental es la de Sudan,
donde el Norte es árabe y musulmán y el Sur es negro y cristiano y en parte
animista. Desde los tiempos del presidente G. M. Nimeiry hay una realidad de
guerra civil entre el Norte, que ha proclamado la sharî’a e intenta imponerla a
la fuerza y con feroz violencia en todo el País y el Sur intenta conservar y
defender su propia identidad cristiana, El Norte utiliza toda su potencia militar,
financiada por las exportaciones de crudo a Occidente, para destruir poblados
cristianos, impidiendo la llegada de
ayudas humanitaria, matando al ganado, fuente de sustento para muchos Sudaneses
del Sur, hacer correrías, secuestrando sobre todo a jóvenes mujeres cristianas,
que son llevadas al Norte, violadas y vendidas como esclavas o concubinas de
ancianos ricos sudaneses. De acuerdo con el Informe anual 2001 de Amnesty
International, al final del 2000, la guerra civil, reanudad en 1983, costó la
vida de casi 2 millones de personas y fue causa de la éxodo forzoso de otras
4.500.000. Decenas de millares de personas fueron victimas del terror y
abandonaron sus casas en el área del Nilo superior, rica de crudo, tras
bombardeos aéreos, ejecuciones en masa y torturas.
Por último hay que recordar un hecho que a menudo se
olvida porque Arabia Saudí es el mayor productor y exportador de crudo del
mundo occidental y éste tiene interés a no estropear sus relaciones con aquel
País. En realidad en Arabia Saudí, donde rige el wahhabismo[25] , no solo
no es posible construir una iglesia o un pequeñísimo lugar de culto cristiano,
asimismo está severamente prohibido con penas durísimas cualquier acto de culto
cristiano y cualquier signo de fe cristiana. Así, cerca de un millón de
cristianos, que trabajan en Arabia Saudí, son privados con intransigencia de
cada práctica y cada signo cristiano. Pueden participar a Misas o a otras
prácticas cristianas, también en este caso con grave peligro de perder su
trabajo, solo en los locales de las empresas petroleras extranjeras. No
obstante Arabia Saudí no gasta miles de millones de petrodólares en beneficio
de sus ciudadanos pobres o de musulmanes pobres de otros Países musulmanes, los prodiga para construir en Europa
mezquitas y madraza (escuelas) y para financiar los imanes de las mezquitas de
todos los Países occidentales.
[26] Se puede recordar
Centro Cultural Islámico de Madrid, que es uno de los mayores de Europa hasta
la fecha, alcanza unos 16.000m² construidos, repartidos en seis plantas, tres
de ellas subterráneas. En el corazón del Centro se ubica el patio de la
Mezquita, de bello diseño islámico, con fuentes luminosas, inspiradas en las
del palacio granadino de la Alhambra. El patio está adornado así mismo con
ornamentos vegetales y arquitectónicos de gran elegancia. La Mezquita de Omar
ibn al-Jattâb (¡Dios esté complacido con él!) tiene una superficie de
unos mil metros cuadrados y puede albergar a un millar de personas. La
techumbre está sostenida por unas cincuenta columnas de mármol rojo y negro, y
la pared viene ceñida por un cinturón de aleyas coránicas grabadas sobre cuero.
La mezquita queda iluminada por lámparas de estilo cordobés suspendidas del
techo. La Mezquita cumple con orgullo su misión como lugar de oración y de enseñanza,
intensificándose su actividad durante el sagrado mes de ramadán.
Pero no hay que olvidar sobre todo la mezquita de Roma,
ubicada en Monte Antenne. Obra del
conocido arquitecto italiano Paolo Portoghesi, fue financiada principalmente
por Arabia Saudí para ser la más grande de Europa y construida sobre un solar
donado gratuitamente por el Gobierno italiano, en el mismo corazón de la
cristiandad. Inaugurada en 1995, es el Centro Islámico de Italia. Su imán es Abdel-Samie Mahmoud Ibrahim Moussa, egipcio de
32 años, que no habla italiano y predica
por sistema la guerra santa. Los comentarios de la prensa se pueden leer
más abajo en la nota al pié.
En la Ciudad del
Vaticano minimizan la importancia de las palabras, para no dañar los primeros
acuerdos religiosos que se están estableciendo con el Islam, pero la prensa y
los medios de comunicación italianos han empezado a comentar de forma
generalizada que las mezquitas están controladas por los fundamentalistas[28].
El camino de la tolerancia queda así más alejado.
EPÍLOGO
Recordando estos hechos del pasado y del presente he
querido subrayar el valor que tiene la libertad religiosa en la vida de los
pueblos y por lo tanto la necesidad que en cada nación sea asegurada a todos
los ciudadanos y a todos los grupos religiosos, cualquiera que sea su
importancia numérica. En verdad la libertad religiosa afecta a la persona
humana en lo más intimo y su negación o solamente su limitación hiere
profundamente a las personas y las obliga o a vivir una vida de dolorosas y
humillantes discriminaciones o a emigrar hacia otros Países. Por ello es muy
alarmante y tal vez anacrónico que en algunos Países de mayoría musulmana se
desea imponer la sharî’a como ley de Estado, en vigor para todos los
ciudadanos, también los no musulmanes. Esto es no solamente una injusta
opresión de las conciencias, sino un grave error político, porque situaría al
Estado que actuara de esta manera fuera de la comunidad internacional, que
reconoce la libertad y en la libertad religiosa en particular como uno de sus
principios constitutivos.
Justamente es en base al principio de la libertad
religiosa que Europa debería establecer un acuerdo con las comunidades
musulmanes residentes en la misma.
En España hubo discusiones y
polémicas relativas al respeto de las costumbres árabes en los colegios de este
País y se ha progresado poco todavía, pero el reconocimiento oficial, en julio de 1989, del notorio arraigo
del Islam en España marcó el inicio de la carrera para obtener la
representación de la comunidad musulmana ante el Estado español. Así, el 17 de
septiembre de 1989, se creó la Federación Española de Entidades Religiosas
Islámicas (FEERI), con quince asociaciones federadas. Pero ante esta primera
tentativa de unificación, la Asociación Musulmana de España, escindida de la
anterior, cuestionó su representatividad. Como consecuencia, entre
marzo y julio de
1990 aparecieron diez nuevas asociaciones, distribuidas a lo largo de todo el
territorio español, incluso en lugares donde la presencia musulmana es escasa.
Este proceso continuó con la creación, el 10 de abril de 1990, de la Unión de
Comunidades Islámicas de España (UCIDE), con un total de diecisiete
asociaciones adscritas. A través de esta estrategia, fundamentada en los
principios que definen por ley el reconocimiento del notorio arraigo de
cualquier confesión religiosa (esto es, que se demuestre su implantación y
extensión en el territorio español), la nueva federación adoptó
una posición de fuerza, desde la que discutir la representatividad de la
anterior frente al Estado. Éste, reconociendo el distanciamiento entre ambas
federaciones, comenzó las negociaciones con los representantes, planteando
desde el primer momento la
necesidad de proceder a la unificación de las dos. En vista de la lentitud y de
las dificultades que planteaba esta doble y paralela negociación, la
Administración exigió la unificación de ambas federaciones como condición
imprescindible para conseguir la firma del Acuerdo de Cooperación. Finalmente,
en abril de 1992, poco antes de la firma de este acuerdo, se creó la Comisión
Islámica de España, unión definitiva de las dos federaciones e interlocutora
oficial de la comunidad musulmana ante el Estado. La firma del Acuerdo de
Cooperación supuso el desarrollo de un cuerpo legislativo específico que regula
los principios fundamentales de la práctica religiosa de la comunidad
musulmana. Su desarrollo posterior, que se ha concretado en la aprobación del
currículum de educación religiosa islámica y en su publicación en el Boletín
Oficial del Estado, así como en la firma del convenio de ampliación de la misma
en las escuelas públicas del Estado (todo ello entre enero y marzo de 1996), se
ha visto limitado ante las difíciles relaciones que mantienen entre sí las dos
grandes federaciones musulmanas. La situación de bloqueo
a la que se ha llegado, y a la que, aparentemente, parece difícil encontrar una
alternativa, adquiere una mayor trascendencia ante el hecho que el ciclo
migratorio de origen musulmán se hace más estable y más visible, y que los
oratorios musulmanes, las carnicerías halal y otros espacios vinculados al
culto musulmán proliferan en aquellos barrios donde se instalan estas
comunidades.
El infame atentado fundamentalista islámico de Madrid del
11 de marzo con más de 200 muertos
y más de 1450 heridos es un drama cuyas repercusiones se advertirán durante
mucho tiempo y tendrán probablemente una seria influencias en dichos acuerdos.
La primera repercusión ha sido un vuelco electoral que ha permitido el retorno
de los socialistas al gobierno de la nación. Sin embargo las actuaciones de las
autoridades y [30]la
respuesta ciudadana han sido impecables y todo hace suponer que los planes del
nuevo gobierno para las relaciones con la comunidad musulmana residente,
principalmente de origen marroquí, no se verán bloqueadas .
En Italia esto no ha sido posible hasta el momento, por
contrastes interiores debidos a varios factores, siendo el principal entre
ellos las ataduras al País de origen, poner en practica esta idea con los varios
grupos musulmanes residentes. Estos no han sido capaces de constituirse en una
representación unitaria para tratar con poderes con el Gobierno italiano y
comprometerse a tareas que obliguen a todos los musulmanes en aquel País.
Existen, por otra parte, problemas relativos al derecho familiar, a la posición
de la mujer y al derecho hereditario que crean graves dificultades para
establecer un acuerdo que respete las leyes italianas.
Nuestro esperanza es que Europa sea capaz de superar
tales dificultades, no obstante los esfuerzos de seguridad necesarios para
erradicar todo brote de terrorismo islámico, con el desenlace en el que los
musulmanes europeos sean acogidos y respetados al igual que los demás
ciudadanos y en que se integren plenamente en el sistema, aún conservando y
profesando libremente su religión, sin convertirse en guetos no integrados en
la comunidad, hecho que sería dañino para todos.
Asimismo en el mundo islámico se debería llegar, tal vez
por medio de la contaminación de las ideas europeas, o por reciprocidad por la
integración de los musulmanes en Europa a situaciones similares para las
comunidades de cristianos que aún residen en los Países islámicos, otorgándoles
en primer lugar una esperanza de libertad religiosa en el futuro, así como
permitiéndoles paulatinamente la plena integración en sus sistemas. Todo parece
indicar que ha llegado la hora del post islamismo y que las sociedades
islámicas desean entrar de lleno en la modernidad.
INDICE
Descripción Número de página
[2] Giuseppe De Rosa S. I., «I cristiani nel mondo
islamico» La Civiltà Cattolica 2003, IV, 160-173,
cuaderno 3680.
[3] Los Selgiucidas fueron una
breve dinastía que se denominó así por Selgiuk; su fundador fue el nieto de
Selgiuk, Toghrul Beg (1037-1063), che conquistó Bagdad en 1055, recibiendo
del mismo califa la investidura de sultán. De origen turca, tal vez
provenientes del Turkestan, fueron un conjunto de tribus de pastores nómadas,
unidos por la lengua y convertidos como musulmanes sunitas.
[4] Phanar, barrio griego de
Constantinopla (ahora denominada Estambul desde 1930 ). Debajo del imperio otomano, Phanar era la residencia de
las familias griegas privilegiadas, llamadas Phanariotas. Tuvieron
prominencia en la segunda parte del siglo XVII con posiciones influyentes hasta
que la guerra griega de la independencia comenzó en 1821.
[5] La que hoy conocemos como
Francia no tiene nada que ver con la Francia de principios del siglo XII. La
Galia romana fue ocupada por los francos, constituyendo un poderoso reino
fundado por Clodoveo (??-511) que inicia la dinastía merovingia. Pero en el
siglo VII el reino entrará en decadencia y los mayordomos de palacio se
impondrán a los reyes hasta que en el 732, Carlos Martel (un mayordomo) derrote
a los musulmanes en Poitiers, imponiendo con ello a su hijo Pipino el Breve
como rey. El hijo de Pipino, Carlomagno, será coronado emperador en el año 800,
trasladando la capital a Aquisgrán. A la muerte de éste, el imperio se dividirá
y después de los primeros sucesores, la monarquía se irá debilitando y se impondrá
el régimen feudal, en el que el rey no es más que el principal de los señores.
En el siglo IX se suceden múltiples ataques de los normandos y el final del
siglo X, marca también el fin de la dinastía carolingia. En 987 los nobles se
ponen de acuerdo en nombrar rey a Hugo Capeto quien inicia la dinastía capeta
con la capital en París pero en la que no residía habitualmente. El reino se
limita en aquel entonces a la franja de tierra que existe entre el Loira y el
Sena.
[6] S. K. SAMIR, «Le comunità
cristiane, soggetti attivi della società araba nel corso della storia», in A.
PACINI (ed.), Comunità cristiane nell’islam arabo. Una sfida del futuro, Turín,
Fundación Gianni Agnelli, 1996, 80.
[7] F. M. PAREJA, Islamologia,
Roma, Orbis Catholicus, 1951, 425.
[8] Jerusalén, Grabado del
siglo XVI.
[9] ANTONIO PAU ARRIAGA. “La
Soberana Orden de Malta. Un milenio de Fidelidad”. Prensa y Ediciones
Iberoamericanas. 1996 . La bibliografía de este prestigioso escritor, médico y
farmacéutico, ensayista y estudioso de historia de la Orden, con diversas
publicaciones sobre el argumento, es tan extensa que comprende más de 120
autores varios que abarcan la mayoría de la historia y de las explicaciones
escritas sobre la Orden de Malta.
[10] Pietro Testa, Alegoría de la Libertad,
1632, antes en Lucca, ahora en Roma, A. B. I., Palacio Altieri.
[11] Guillermo de Tiro, de origen francés, naci6 probablemente en Palestina,
hacia el ano 1130. Fue nombrado Archidiácono de Tiro en 1167, tutor del
Príncipe Balduino en 1170 y sucesivamente, Canciller del Reino de Jerusalén,
Obispo de Belén y Arzobispo de Tiro. Muri6 en Roma hacia 1187. Su Historia
Hierosolimitana es fundamental para el estudio del Reino Latino de
Jerusalén entre 1127 - 1184.
[12] A. Pecchioli, Storia dei Cavalieri di Malta, Roma, 1978.
[13] Jerusalén, la ciudad
vieja.
[14] Palacio del Gran Maestre,
Rodas.
[15] Fortaleza de Rodas.
[16] Toma de Rodas, lienzo de
Jacobo da Empoli, 1607.
[17] Fuerte de San Ángel, La
Valletta, Malta, Sede de la Academia
Internacional Melitense.
[18] Se
trata de «condiciones» contenidas en un documento atribuido al califa ‘Umar,
muerto en 644, pero que podría haber sido redactado durante el gobierno de
‘Umar II (681-720). En el mismo se limitan enormemente los derechos de los
dhimmî. Entre otro, prohibe la conversión al cristianismo y castiga con la
muerte el musulmán que se haya convertido y el cristiano que lo haya
convertido: es el castigo de la apostasía (hadd al-ridda).
[19] cfr.
S. K. SAMIR, «Le comunità cristiane...», cita, 85 s. Las limitaciones del
régimen de la dhimma fueron introducidas primeramente con las capitulaciones,
que fueron tratados de acuerdo con los que un Estado musulmán concedía a un
Estado cristiano el derecho a ejercer su propia jurisdicción sobre sus súbditos
cristianos, que se encontraban al interior del Estado musulmán. La denominación
deriva de los capitula, donde fueron divididos este tipo de tratados con el
Emperio otomano. Entre estas capitulaciones la primera, sobre la que se
modelaron todas las demás, fue estipulada entre el Rey de Francia, Francisco I,
y el sultán otomano Suleyman (Solimán) I, en 1536. La segunda limitación de la
dhimma se creó en emperio otomano con la constitución del millet (comunidad
religiosa, nación) según la cual cada comunidad religiosa tenía el derecho de
regularse de acuerdo con leyes sociales y administrativas propias. Cada millet
tenía un jefe reconocido que representaba sus hermanos de religión frente al
Gobierno otomán.
[20] El
termino «copto» deriva del griego Aigyptos (Egipto) a través del árabe Qubt o
Qibt, y designa los cristianos indígenas de Egipto, cuya Iglesia, a partir del
siglo V, fue considerada monofisita, y por lo tanto perseguida por los
bizantinos: esto explica el hecho que los árabes — acogidos con favor por las
poblaciones egipcias — conquistaron fácilmente Egipto en 641. En los siglos XIX
e XX la Iglesia copta asumió el nombre de Iglesia copta ortodoxa. Recientemente
(1973 e 1988) ella suscribió con la Iglesia católica un documento de fe
cristologiíta. El patriarca — Que es hoy Shenuda III — reside en Cairo y es
patriarca di Alejandría y de toda África. El numero de coptos ortodoxos (hay
también un pequeño número — 150.000 — di coptos católicos) oscila según las
estadísticas entre un mínimo de 3.200.000 a un máximo de 6.000.000 y de
8.000.000. Aproximadamente 400.000 coptos viven en diáspora (Europa, USA,
Canadá, Australia); en Italia existen dos diócesis coptas (Milano y
Turín-Roma).
[21]
Debemos partir del vocabulario, cuyas vacilaciones, contradicciones y
ambigüedades son reveladoras. De entrada hay una confusión general. Aunque el
árabe, el persa y el turco disponen
de muchas palabras para designar los grupos étnicos, es significativo que nunca
hayan proporcionado la terminología del nacionalismo naciente. Los términos que
hoy designan la nación en las tres lenguas de cultura del área musulmana están
tomados del léxico religioso. El más antiguo es el árabe milla, que en el Corán
tiene el sentido de «palabra» y en arameo traducía el griego logos. Tomó el
significado de «grupo de gente que acepta una palabra o un libro revelado», y
así pasó al turco (con la forma millet) para designar, en el imperio otomano,
una comunidad organizada sobre una base religiosa y reconocida como tal por la
administración imperial. Por ejemplo, la millet griega ortodoxa, es decir, la Iglesia
griega ortodoxa dirigida por el patriarca, que gozaba de cierta autonomía para
sus asuntos internos. En el siglo XIX la palabra adquirió un sentido político,
y se empleó para traducir la francesa nation. En 1839 se habla de una millet
servia. Surgen las ambigüedades. En 1839 el gran edicto de reforma habla de
millet otomana, que reúne a todos los ciudadanos del imperio sin distinción de
religión, pero al mismo tiempo contrapone el Islam a las otras millet. Hacia
1860 el concepto de millet otomana sigue estando poco claro, y muchas
veces es difícil saber si se aplica solamente a los súbditos minoritarios o a
todos los ciudadanos otomanos. Pero a partir esta época ya no se discute
el equivalente lingüístico francés de la palabra y sus derivados (milli:
national; mílliyet: nationalíté).
[22] M.
BORRMANS, «Prefazione», in P. BRANCA, Voci dell’Islam moderno. Il pensiero
arabo-musulmano fra rinnovamento e tradizione, Genova, Marietti, 1991, XI.
[23] B.
SABELLA, «L’emigrazione degli arabi cristiani: dimensioni e cause dell’esodo»,
in A. PACINI (ed.), Comunità cristiane nell’islam arabo, cita, 141.
[24] La
Agencia Misna del 30 enero 2002 informó que, en ocasión del «caso Safiya» la
joven mujer condenada a muerte por haber quedado embarazada fuera del
matrimonio, los obispos católicos, en una carta pastoral, afirmaron: «¡Se acabó
con esta locura! Del nacimiento de la nueva democracia en Nigeria, en mayo del
1999, ha sido justamente la la sharî‘a a amenazar la armonía y la estabilidad
del País. Ya han surgidos graves conflictos que hubieran podido evitarse entre
cristianos y musulmanes, y que han desencadenado graves lutos y daños».
[25] El
wahhabismo es un movimiento de reforma del Islam, inspirado con extremo
rigor para conservar la pureza
originaria del Islam. Este remonta al
jeque Mahoma Ibn ‘Abd al-Wahhâb, que en Arabia, a partir de la región del Naód,
difundió su movimiento reformista en 1740. La reforma era concentrada «sobre la
afirmación de la exclusividad del culto que hay que dedicar a Dios y la
consiguiente lucha que hay que mantener contra cada forma de politeísmo y de
renovación impía en cuanto a religión. Proponía también la aplicación de la
sharî‘a islámica en cada sector de la existencia, proyecto realizable solo a la
sombra de un poder político en grado de realizar dichos fines» (‘Abd Allâh
al-Sâlih al-‘Uthaymin, Historia de Arabia Saudí, Palermo, Sellerio, 2001, 55).
En efecto, el jeque al-Wahhâb encontró protectores en la familia Sa‘ud, que
extendió su poder a toda la Arabia, llamada por esta razón «Saudí». La dinastía
Saudí gobierna aún Arabia e considera como su misión la difusión del Islam en
todo el mundo, construyendo mezquitas y casas de cultura o escuelas (madrasa) e
promoviendo la da‘wa, es decir la
«llamada» de todos los hombres al Islam, con fuertes compromisos financieros.
Al wahhabismo se han inspirado todos los movimientos fundamentalistas y
radicales nacidos en el Islam, en particular los Hermanos Musulmanes (al-Ikhwân
al-muslimun), nacidos en Egipto en 1928, y a los que por ejemplo se debe el asesinato
del presidente egipcio al-Sadât en 1981.
[26] Centro Cultural Islámico
de Madrid.
[27]
Mezquita de Roma y Centro Islámico Cultural de Italia.
[28] L’Espresso on line, La Repubblica e www.chiesa.
In
Vaticano minimizzano: «In fondo sono cose dette in una sola moschea italiana. E
a dare eccessivo peso a un fatto locale si corre il rischio di compromettere il
dialogo». Così ha commentato l’arcivescovo Michael L. Fitzgerald, presidente
della commissione pontificia che si occupa dei rapporti con l’islam. Ma la moschea è quella di Roma, la diocesi
del papa, ed è la più grande d’Europa. Inaugurata nel 1995, fa capo al Centro
islamico culturale d’Italia e ha il patrocinio dei governi arabi e in
particolare dell’Arabia Saudita. L’imam che ogni venerdì vi pronuncia la
predica, la khutba, è stato mandato lì dai teologi dell’università Al Azhar del
Cairo, la più autorevole di tutto il mondo islamico. E le cose dette non sono
di poco conto. La predica di venerdì 6 giugno 2003 culminava con queste
invocazioni, intercalate dagli “amen” dei presenti: «O Allah, fai trionfare i
combattenti islamici in Palestina, in Cecenia e altrove nel mondo! O Allah,
distruggi le case dei nemici dell’islam! O Allah, aiutaci ad annientare i
nemici dell’islam! O Allah, assicura ovunque la voce della nazione
dell’islam!».Ad ascoltare la predica nella moschea, pronunciata in arabo, c’era
Magdi Allam, inviato del quotidiano “la Repubblica”, egiziano di nascita e
autore di libri importanti sul mondo musulmano. L’indomani, 7 giugno, brani
della khutba sono apparsi sulla prima pagina di “la Repubblica”, assieme a una
dichiarazione dell’imam, interrogato dallo stesso Allam, sui terroristi che si
fanno esplodere per uccidere gli ebrei: «Dal punto di vista islamico non c’è
alcun dubbio che le operazioni dei mujahidin contro gli ebrei in Palestina sono
legittime. Sono operazioni di martirio e gli autori sono dei martiri dell’islam. Perché tutta la Palestina è un Dar al-Harb, territorio
di guerra. Perché tutta la società ebrea occupa illegalmente una terra
islamica». L’imam della moschea di Roma è Abdel-Samie Mahmoud Ibrahim Moussa,
32 anni, egiziano. Non sa l’italiano e parla un arabo con l’inflessione del
delta del Nilo. Magdi Allam ha scritto, in un secondo servizio su “la
Repubblica” dell’8 giugno: «Egli è il prodotto genuino di una cultura e di una
ideologia che oggi è imperante in seno all’università islamica di Al Azhar, una
sorta di Vaticano dell’islam sunnita. Ma non si tratta affatto di un caso
isolato. Altri esponenti islamici in Italia, legati ai Fratelli Musulmani e
alle correnti di pensiero radicali, hanno espresso comprensione e solidarietà
all’imam di Roma. [...] Il problema vero è l’occupazione della maggioranza
delle moschee da parte di reti integraliste internazionali. [...] Il precedente
imam della grande moschea di Roma, lo sheikh Mahmoud Hammad Sheweita, temette
per la propria incolumità fisica quando condannò gli attentati suicidi,
mettendosi contro una parte dei fedeli di tendenze radicali. [...] Se oggi la stampa è in grado di rivelare quanto accade
all’interno delle moschee, ciò si deve principalmente a una riscossa interna al
mondo musulmano italiano. Da più parti c’è insofferenza e disagio per le
prediche oltranziste e per il dominio degli integralisti». Oltre che alla
guerra santa, l’imam Moussa ha dedicato la predica riportata da “la Repubblica”
anche alla morale famigliare. Dicendo tra l’altro:«L’uomo religioso è geloso di
sua moglie. Saad bin Ubaida ha detto: ‘Se io vedessi mia moglie con un altro
uomo lo colpirei con il filo tagliente della mia spada’. E a questo proposito
il profeta disse ai suoi compagni: ‘Siete stupiti del senso di onore di Saad?
In nome di Dio io ho un senso di onore più
forte del suo e Dio ha un senso dell’onore più grande del mio’». Il Vaticano
dialoga con diversi rappresentanti musulmani, firma messaggi congiunti di pace.
Ma intanto cosa accade nelle moschee? Se le idee che animano le prediche del
venerdì sono del tipo di quelle che si odono nella moschea di Roma, è giusto non
darvi peso? Alla Mecca, culla dell’islam, opera da qualche anno un sito web che
seleziona il “meglio” dei sermoni nelle moschee e lo invia agli imam di tutto
il mondo come guida alla predicazione. Stando a quanto il giovane imam egiziano
della grande moschea di Roma dice sul pulpito, potrebbe essere anche lui uno
dei destinatari di questo servizio. Perché le idee sono identiche:
dall’apologia del delitto d’onore all’incitamento alla guerra santa contro gli
ebrei, i cristiani, l’Occidente.
[29]
Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano.
[30] Atentado del 11 de marzo
de 2004 en Madrid.
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