sábado, 23 de marzo de 2013

Los Cristianos en los países Islámicos



ACADEMIA MELITENSE HISPANA

LOS CRISTIANOS EN LOS PAISES ISLÁMICOS

DISCURSO


Leído el día

En el Acto de Recepción como Académico por el

Excmo. Sr. Don Carlo Emanuele Rúspoli y Soler de Villafranca del Panadés (antigua Encomienda de la Orden de San Juan), Cergneu-Savorgnan di Brazzà y Borghi, Duque de Morignano y de Plasencia, Grande de España de la Primera Clase, Marqués de Frómista, de los Príncipes Rúspoli de Cervéteri y de Poggio Suasa, Noble de Viterbo y de los Marqueses de Rabell, Patricio Romano, Caballero de Honor y Devoción en Obediencia de la Soberana Orden de Malta, Gran Cruz de la Orden “Pro Merito Melitensi”, Gran Cruz de Justicia de la Sacra Militar Orden Constantiniana de San Jorge y otras condecoraciones españolas, italianas y pontificias.

           
                                              


PRÓLOGO

           
Señores Académicos:

Es un gran honor para mi el ser admitido a la Academia Melitense Hispana. Cualquier apasionado de la historia y caballero perteneciente a la Orden de San Juan puede comprender la emoción que me embarga en estos momentos. Quiero agradecer a los Académicos que me han propuesto y aceptado, en particular al Excmo. Sr. Don Fernando Gómez de Olea, Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción en Obediencia y Regente del Subpriorato de San Jorge y Santiago, al Excmo. Sr. Marqués de Campo Real, Grande de España y Bailío Gran Cruz de Honor y Devoción y al Excmo. Sr. Marqués de la Floresta, así como a los demás Académicos que han aceptado mi admisión.

Para honrar este Acto de agradecimiento he preparado un breve artículo que resume una historia alarmante y siempre de actualidad. Las decisiones que tomen Estados Unidos, Europa y la ONU al respecto de la nueva constitución democrática y no teocrática para Irak marcarán tal vez un antes y un después y podrían contagiar a los Países a su alrededor, siendo un ejemplo a seguir. Una falta de reformas en este caso supondrá nuevos enfrentamientos en el mundo musulmán con nuevas explosiones, tanto si su lenguaje es islamista, como étnico, racial, confesional o populista. De las opciones que se tomen dependerá que los pueblos musulmanes abran ellos mismos su camino hacia la democracia. La Orden de Malta envió ayudas a este País, de acuerdo con su Ministerio de Ayuda Humanitarias y Cooperación (MOHAC) y el Departamento de Sanidad (DoH) en Erbil, a la Iglesia Católica Caldea (Mossul), TCCF (Erbil, Kifri) así como a la Asociación Iraquí Al-Amal (IAA Erbil, ahora PAO) y DoH (Erbil, Kirkuk, Makhmur). Bien es verdad que es muy difícil hacer cambiar una cultura religiosa islámica milenaria, pero si no se promueve un cambio nunca se sabrá si el esfuerzo podrá ser coronado con éxito. La expansión y el declive evidente del islamismo deberían favorecer el surgimiento de un tipo de democracia musulmana.

En este cambio de siglo y de milenio apenas empezado, los lideres de los Países islámicos deberán integrar los grupos sociales que habían mantenido al margen desde las independencias y tendrán que aprender a aunar de una forma inédita la cultura, la religión y la modernidad tanto política como económica. Este escenario supone que las elites rejuvenecidas desde Marruecos con Mohamed VI a la Jordania de Abdallah II, desde el entorno tecnocrático y militar del presidente argelino Buteflika al presidente indonesio Gusdur Wahir, deberán ser capaces a proyectarse en el futuro y de compartir las riquezas de hoy para hacerlas crecer mañana [1].


LOS CRISTIANOS EN LOS PAISES ISLAMICOS

¿Cómo coexisten los cristianos en los Países de mayoría islámica? Es acertado en la actualidad hacerse esta pregunta, dado que se discute mucho sobre los musulmanes inmigrados en los Países europeos de tradición cristiana, pero raramente se considera la situación a la inversa, es decir en la que se encuentran los cristianos en los Países de mayoría islámica[2]

Desaparición del cristianismo en los territorios conquistados por el Islam.

Hay que tomar en cuenta un hecho aparentemente muy curioso: En todos los Países del África del Norte (Egipto, Libia, Tunicia, Argelia y Marruecos), antes de la invasión musulmana (la conquista de Egipto remonta al 640-642 d. C., y la de Tripolitania, de Tunicia y de Argelia en los siglos VII-VIII), no obstante la invasión de los vándalos, hubo florecientes comunidades cristianas, que aportaron a la Iglesia Universal grandes personalidades como Tertuliano, san Cipriano, obispo de Cartago, muerto mártir en el año 258, San Agustín (año 430), obispo de Hipona y San Fulgencio (año 533), obispo de Ruspe. Después de la conquista araba, el cristianismo fue absorbido por el Islam de tal manera que hoy en día está presente con un importante número de fieles solo en Egipto, con los coptos ortodoxos y con otras pequeñas minorías cristianas, que representan en total el 7-10% de la población egipcia. En la página cuatro hay un mapa de la expansión del cristianismo en los primeros siglos después de Jesús Cristo.
Hay que decir lo mismo de Oriente Medio (Líbano, Siria, Palestina, Jordania, Mesopotamia) donde existieron florecientes tierras cristianas antes de la invasión islámica y adonde hoy se mantienen solo pequeñas comunidades cristianas, excepto por Líbano, país en el que los cristianos constituyen una significativa parte de la población.
En cuanto a la actual Turquía, fue la tierra donde en los primeros siglos el cristianismo dio sus mejores frutos tanto en la liturgia como en la teología y la vida monástica. La invasión de los turcos Selgiucidas y la conquista de Constantinopla de parte de Mehmet II (1453) llevó a la constitución del emperio otomano y la práctica destrucción del cristianismo en la península anatólica[3].
  
Así hoy en Turquía no hay más de 100.000 cristianos, entre ellos un pequeño número de ortodoxos, que viven alrededor de Phanar[4], sede del Patriarca ecuménico de Constantinopla, actualmente Bartolomé I, que ostenta el primado de honor en el mundo ortodoxo y con el que están en comunión eclesiástica ocho Patriarcas y muchas Iglesias autónomas en Oriente y Occidente, con alrededor de 300 millones de fieles.
En conclusión, podemos constatar históricamente que en todo los lugares donde se impuso el Islam con mano militar, que por su rapidez y su extensión tiene pocos antecedentes en la historia, el cristianismo, que fue extraordinariamente floreciente y con raíces seculares, prácticamente desapareció  o se redujo a pequeñas islas en un enorme mar islámico. Como pudo suceder no es fácil explicarlo. Antes de todo hay que tomar en cuenta que muy a menudo los nuevos conquistadores musulmanes fueron acogidos favorablemente por las poblaciones cristianas que aguantaron mal los dominadores bizantinos y las exacciones de su sistema fiscal de tributos. Por otra parte, el emperio bizantino, con sus incontables guerras que tuvo que mantener para detener el avance hacia el Sur de los puebles del Norte (longobardos) y de los eslavos, con las tensiones religiosas de la lucha iconoclasta y de la ruptura con la Iglesia de Roma, con los problemas sociales que lo agitaron y debilitaron, no pudo oponerse al avance de los ejércitos islámicos. Estos, pocos años después de la muerte de Mahoma (632), conquistaron Siria (636), Persia (636 e 641), Jerusalén (638), Egipto (640-642) y África del Norte, y se expandieron hacia Oriente, conquistando la caucásica Bukhâra y Samarcanda en 709 y 711, y en Occidente, atravesándole estrecho de Gibraltar (711), conquistando gran parte de la península ibérica y llegando hasta Narbona (720). Limitó la expansión islámica en Europa Occidental solo la derrota de Poitiers (732) conseguida por Carlo Martel, rey de Francia. [5]
Se considera comúnmente que la derrota de Poitiers paró el avance islámico en Francia. En realidad el avance siguió: en 735 los árabes conquistaron Arlés y Aviñón; de la Provenza pasaron al Delfinado, llegando hasta Lión, ocuparon Valence y quemaron las iglesias de los alrededores de Vienne. Solo en 759 Pipino el Breve consiguió liberar Narbona, poniendo definitivamente fin a la conquista islámica de la Francia, mientras España quedaba fuertemente en mano a los árabes con el nombre de al Ándalus y capital

Córdoba, llegando a ser al principio un emirato, por el omeya ‘Abd ar-Rahmân, en 756, y  después en 929 un califato, che duró hasta 1031.
En realidad la reducción del cristianismo a una pequeña minoría no fue causada por formas violentas de persecución, fue por las condiciones en las que los cristianos, dentro de la organización del estado islámico, fueron obligados a vivir. Ciertamente no faltaron en el mundo musulmán persecuciones contra cristianos, pero fueron excepciones. 
Las persecuciones más fuertes y consistentes tuvieron lugar hacia la mitad del siglo IX, bajo el mandato de al-Mutawakkil y, sobretodo, más tarde en Egipto, al comienzo del siglo XI, bajo Al-Hâkim bi-Amr Allâh. Bajo los mamelucos bahriti (1293-1354) la persecución se convierte en sistemática: los historiadores musulmanes señalaron decenas de iglesias destruidas y de múltiples conversiones forzosas. La intolerancia se convirtió entonces en un hábito poco más o menos, como han demostrado las más recientes investigaciones. Las presiones fueron constantes entonces como hoy en día[6].
No obstante, es preciso recordar que bajo la dinastía de los califas abbâsidas — que reinó de 749 a 1258 d. C. y tuvo como capital Bagdad, fundada por al-Mansur, segundo califa de la dinastía — los cristianos de las regiones conquistadas por el Islam tuvieron primordial importancia tanto en el área cultural como en la administración del estado.
Verdaderamente, cuando los árabes musulmanes conquistaron Países como Siria y Egipto quedaron maravillados ante la cultura de sus pueblos en el campo filosófico y científico y ante la magnificencia de sus iglesias, monasterios y construcciones públicas. Con el ánimo de incorporar a su cultura tantas riquezas, utilizaron los cristianos para traducir al árabe las obras de Aristóteles y de los comentadores aristotélicos, como Alejandro de Afrodisia; de Platón y de los neo-platónicos, como Porfirio; de Hipócrates y de Galeno; de Euclides y de los tratados de matemática, de trigonometría y de astronomía. Dado que entre los siglos VI y VIII muchas de estas obras habían sido traducidas al sirio, los califas abbâsidas organizaron grupos de traductores formados por cristianos de Siria, para traducir al árabe dichas obras.
En el campo administrativo, durante los primeros siglos del Islam, los cristianos ocuparon puestos importantes, no obstante por regla general no fueron casi nunca de alcance directivo. Muy buscada fue la obra de los médicos cristianos, llamados a menudo para dirigir los hospitales. Sin embargo, pese a ello, la condición de los cristianos en el interior de la sociedad musulmana fue tal que los llevó paulatinamente a la desaparición o a reducirlos a pequeñas minorías. ¿Porqué?

 

La cara guerrera del Islam: la “Jihâd”

El estado construido por Mahoma fue totalmente teocrático: en el mismo todo fue subordinado a Allah y al Corán, el “Libro” revelado por el mismo o mejor dicho hecho descender sobre su enviado y profeta, Mahoma. Por ello la ley del estado musulmán debería ser necesariamente ley coránica, la sharî‘a. De acuerdo con el derecho musulmán, el mundo está dividido en tres partes: dâr al-harb (casa de la guerra), dâr al-islam (casa del Islam) e dâr al-‘ahd (casa del pacto), es decir los Países con los cuales se estableció un pacto. La casa del pacto fue constituida por Países con ley coránica vigente y sometidos a Gobiernos musulmanes; el resto fue tierra de infieles, contra los cuales los musulmanes, al menos en teoría, se encuentran en estado de guerra, que duraría hasta que todo el mundo quede sometido al Islam. Existen además los Países del pacto.
En cuanto a los Países pertenecientes a la casa de la guerra, la ley canónica no reconoce otra relación con ellos que la específica de la guerra santa (jihâd), que significa esfuerzo en el camino de Allah y tiene dos significados que son igualmente esenciales y que no tienen que ser separados, poco más o menos que uno no pueda subsistir sin el otro. En la primera definición, la jihâd significa el esfuerzo que el musulmán tiene que hacer para ser fiel a los preceptos del Corán de tal manera que mejore su obediencia (Islam) a Allah; en el segundo se indica el esfuerzo que el musulmán tiene que hacer para luchar en la vía de Allah, o sea luchar contra los infieles y difundir el Islam en todo el mundo. La jihâd es un precepto de la máxima importancia, al punto que a  veces se incluye dentro los preceptos fundamentales del Islam como sexto pilar.
La obediencia al precepto de la guerra santa explica el hecho que el Islam sea una historia de guerra sin fin para la conquista de los territorios de los infieles. En seguida después dela muerte de Mahoma (623), bajo la guía de cuatro califas bien dirigidos (râshidûn), Abû Bakr, ‘Umar (Omar), ‘Uthmân e ‘Alî, ejércitos de beduinos árabes, mal equipados, pero centrados en la causa, consiguieron derrotar en numerosas batallas los ejércitos bizantinos y persianos, muy superiores en número, pero escasamente motivados,  apáticos y a veces simpatizantes con los invasores, conquistando con increíble rapidez grandes Países como Siria, Persia y Egipto, y sobre todo Jerusalén, denominada Al-Quds por Umar, quien la conquistó en 638. Habían transcurrido apenas seis años después de la muerte de Mahoma y de los desordenes provocados por la sucesión en la jefatura de la Umma islámica.
Para los musulmanes, las victorias sobre los bizantinos fueron el signo del favor de Allah. Se repetía el milagro de Badr, donde Mahoma con 300 hombres, derrotó una tropa de 1.000  guerreros de la Meca, consiguiendo un importante botín (Corán, 1.3,13). Así las guerras de invasión del Islam siguieron, empujando a los musulmanes hacia Oeste hasta el corazón de Francia, a Nordeste hasta Samarcanda y a Sureste hasta la India y a la actual Indonesia.

Pero toda la historia islámica fue dominada por la idea de la conquista de las tierras cristianas de Europa Occidental y del emperio romano de Oriente, cuya capital fue Constantinopla. Así, durante largos siglos, el Islam y la cristiandad se enfrentaron en terribles batallas, que por un lado llevaron a la conquista de Constantinopla (1453), de Bulgaria, de Grecia y por otro a la derrota del emperio otomano en la batalla naval de Lepanto (1571).
Sin embargo el espíritu de conquista del Islam no se apagó después de Lepanto. El avance islámico en Europa fue definitivamente parado solo en 1683, cuando Viena fue liberada del sitio otomano por las armadas cristianas conducidas por Juan III Sobieski, Rey de Polonia. Entre tanto, en los siglos anteriores, la reconquista cristiana de España se concluyó con la toma de Granada (1492), mientras en los años de 1061 a1091 los normandos liberaron a Sicilia de los árabes que la habían conquistado en los siglos IX-X. En verdad, durante casi mil años, a partir de la conquista de España iniciada en 711 por Tariq – el jefe árabe que dio nombre a Gibraltar (Gebel-el Târiq: Monte Tariq) y de Sicilia hasta el segundo sitio de Viena (1683), Europa estuvo siempre y constantemente amenazada pro el Islam, que por lo menos dos veces puso en serio peligro su supervivencia.
Así, en toda su historia, el Islam enseño su cara guerrera y un espíritu conquistador por la gloria de Allah. Esto no debe sorprender, pues es verdad que la espada del Islam no siempre fue movida y guiada por motivos religiosos, es decir por el deseo de extender el Islam y procurar nuevos muslimûn, significa sometidos a Allah, el Dios verdadero, Único (wâhid)  y Uno en sí (ahad).
Todavía el espíritu de conquista religiosa alcanzado con la jihâd siempre perduró en el Islam, en obediencia al Corán, que exhorta repetidamente a los creyentes a luchar en el camino de Dios y por causa de Dios contra los idólatras, quienes deben ser puestos en la alternativa de convertirse o ser ejecutados, pero también contra los infieles, es decir la “gente del Libro” (Ahl al-Kitab: cristianos, judíos y sabeos), que deben ser sometidos a un régimen especial.
En particular el Corán exhorta a los creyentes a sacrificar su vida presente por la futura, ya que los combatientes que cayesen en la guerra santa contra los idólatras y los infieles son considerados como mártires (s. 3, 140), y por esto Allah borra todas sus malas acciones y les concede como recompensa el Paraíso, donde gozarán de todas las delicias materiales y espirituales.
En cuanto a la “gente del Libro”, los musulmanes deben combatirla hasta que sus miembros no paguen un tributo, uno a uno, humillados (s. 9, 29). En verdad la guerra santa es un deber religioso y tiene que obedecerse con la recta intención (niyya)  de propagar el Islam[7].

 La Orden de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta

Cabe aquí una mención histórica aparte y no menos importante a los grandes combates, batallas y guerras que la Orden hospitalaria de San Juan mantuvo con los musulmanes por tierra y por mar.

[8]Su primer Hospital de San Juan en Jerusalén, tuvo su antecedente en el establecimiento para peregrinos fundado bajo el emperio de Roma hacia el año 600  por el Papa San Gregorio I el Magno (electo el año 590, muerto en el 604). En el año 610 Mahoma comenzó a predicar y a principios del año 638 los árabes entraron en la Ciudad Santa pacíficamente, merced a la capitulación del Patriarca Sofronius. Los cristianos recibieron la promesa de que se respetarían sus vidas y sus bienes, y se les permitiría practicar su culto libremente. Las iglesias y los edificios religiosos fueron respetados y el Hospital que había fundado San Gregorio para peregrinos continuó ejerciendo su función caritativa. Los primeros siglos de ocupación musulmana no parece que causaran graves dificultades a las comunidades cristianas y los acuerdos entre el Patriarca y el Califa en el momento de la rendición fueron honrosamente respetados[9].

No dejaron sin embargo de sufrir los cristianos algunas vejaciones e injusticias, lo que les indujo a acudir en demanda de protección al más poderoso monarca de la época, Carlos, Rey de los francos y Patricio de Roma, que pasó a la historia como Carlomagno. Mientras el Califa estaba enfrentado abiertamente con los Emperadores de Constantinopla, sus relaciones con Carlomagno eran tan cordiales que en el ano 807 el Califa Harlin Al Rachid reconoció formalmente la protección del Emperador franco sobre los cristianos de Tierra Santa. Estas nuevas responsabilidades fueron aceptadas seriamente par el Emperador, que empezó a enviar grandes sumas de dinero a Jerusalén para el mantenimiento de las iglesias, conventos y otros edificios, y para la restauración del Hospital fundado par San Gregorio Magno para enfermos y peregrinos. No hay dudas hoy de que el Hospital restaurado por Carlomagno y su iglesia de Santa María estaban situados al sur de la iglesia del Santo Sepulcro, en el mismo lugar que ocupó más tarde el Convento de los Caballeros de San Juan.

Durante el califato de los abasidas (descendientes de Abbas, tío del Profeta) , los cristianos no tuvieron razones serias de descontento, pero en el ano 969 cayó Tierra Santa en poder de los Califas fatimitas de Egipto, descendientes de Fatima, hija de Mahoma, de obediencia religiosa chiíta y rivales feroces de los abasidas. En el ano 996 el fatimita El Hakim ascendió al trono; era un fanático dominado par una manía homicida y un psicópata que se proclamó a si mismo encarnación de la divinidad y tributario de adoración.

Los cristianos empezaron a sufrir una persecución sistemática a partir del ano 1005. Se les obligó a convertirse al Islam o a abandonar Palestina. Los que a pesar de todo persistieron en permanecer en el País sin convertirse, fueron obligados a llevar consigo en todo tiempo una pesada cruz. A estas disposiciones siguió un decreto ordenando la destrucción de todas las iglesias y la confiscación de sus propiedades. La destrucción fue tan completa, que el historiador árabe El Makrizi escribió en el ano 1012 que fueron demolidas más de tres mil iglesias en Egipto y Siria, y con toda certeza, la misma suerte corrió el hospital construido por Carlomagno y la iglesia aneja de Santa Maria.

Con la muerte de El Hakim la persecución contra los cristianos cesó, y la restauración de los lugares santos fue emprendida por Constantinopla; la protección de los cristianos de Tierra Santa había pasado hacia el ano 1021 a los Emperadores bizantinos, que concertaron diversos tratados con los Califas, a consecuencia de los cuales los cristianos fueron autorizados a volver a Jerusalén en 1023. Allí emprendieron de  inmediato las obras de restauración de los lugares santos; la reconstrucción se efectuó a expensas de la republica marítima y comercial de Amalfi. Por la obra de Guillermo de Tiro sabemos que no solamente se restauraron las antiguas construcciones, sino que fueron añadidas otras nuevas. Por ella conocemos también el emplazamiento del Hospital y sus edificios anejos: al sur de la iglesia del Santo Sepulcro, y cerca de el a un tiro de piedra.

Durante el siglo XI la Republica de Amalfi estaba en el apogeo de su poder como potencia comercial marítima que monopolizaba el comercio con Egipto y Siria. Los amalfitanos reconstruyeron el complejo de edificios fundado par Carlomagno, entre ellos el Hospital con su capilla dedicada a San Juan Elemoinitra (o Limosnero), el Santo Patriarca de Alejandría cuya caridad durante los horrores de la ocupación persa nunca olvidaron los cristianos de Tierra Santa.

Al oriente del Hospital, separado par un estrecho callejón, los piadosos amalfitanos construyeron un nuevo hospital para mujeres con una capilla dedicada a Santa Maria Magdalena, en el preciso lugar donde ahora se encuentra la iglesia alemana del Redentor: La construcción inicial se amplió hacia 1050 a expensas de uno de los principales comerciantes de Amalfi, llamado Mauro.


Los historiadores de la Orden han negado siempre que en los primeros tiempos un Santo tan humilde como San Juan Elemoinitra fuera el Patrón del Hospital de Jerusalén, afirmando que en todos los tiempos el Patrón fue San Juan Bautista y que la opinión contraria se debió a una confusión de nombres. Pero la autoridad de un escritor tan riguroso como Guillermo de Tiro es concluyente[11].

Los primeros hermanos que se hicieron cargo del hospital de San Juan fueron monjes negros (benedictinos), venidos de Italia. Y es preciso destacar aquí la fundamental diferencia que distingue a la Orden de San Juan ,además de su precedencia en el tiempo, de las demás Ordenes de caballería que se establecieron en Tierra Santa: los Caballeros Templarios y Teutónicos eran soldados que aceptaron la necesidad de transformarse en religiosos; los Hospitalarios eran religiosos a los que las circunstancias obligaron a empuñar las armas. No son propiamente, como se ha escrito con acierto, Caballeros cristianos, sino Cristianos caballeros. La diferencia es sutil pero sustancial, y explica en gran parte la supervivencia de la Orden basta nuestros días[12].

El imperio persa, al que la conquista árabe había sumido en una decadencia de cuatro siglos, resurgió en el siglo XI bajo el vigoroso impulso de la dinastía turca de los Selgiuk. Este renacimiento fue una de las principales causas de la primera cruzada, e indirectamente, de la fundación de la Orden de los Caballeros de San Juan. Los Selgiucidas ocuparon como ya dijimos Bagdad en el año 1055, y en 1071 derrotaron al Emperador Romanus IV en la decisiva batalla de Manziker, comenzando seguidamente la conquista del Asia Menor. Pocos meses antes habían ocupado Palestina, expulsando de Jerusalén a las tropas fatimitas.

La ocupación de Jerusalén por los Selgiucidas fue una catástrofe para la población cristiana, que durante la dominación sarracena había convivido pacíficamente con las autoridades islámicas, con el paréntesis de la persecución de El Hakim. Los turcos sometieron a los cristianos, que padecieron vejaciones y asesinatos en masa. La presencia turca en Tierra Santa significó el fin de toda ley y orden.

Este cambio radical en las condiciones de vida de los cristianos en Tierra Santa fue conocido pronto en Europa por los peregrinos, que al retornar a sus hogares relataban los sufrimientos y las vejaciones que habían sufrido y presenciado. La indignación y el dolor de la Cristiandad se hizo cada vez más profundo, y rápidamente se generalizo el sentimiento de que los lugares santos donde había nacido y sufrido persecución y muerte el Salvador, y donde había acontecido su gloriosa resurrección, debían ser liberados para siempre.

Un peregrino natural de Amiens de noble nacimiento, Pedro el Ermitaño, mientras oraba de rodillas ante el Sepulcro un día de finales del ano 1094, tuvo una visión celestial en la que el Salvador, presentándose ante el, le decía: "Alzate, Pedro, ha llegado el momento. Ve y relata por todas partes las tribulaciones de mi pueblo. Ha llegado la hora de que mis hijos sean socorridos, y liberados mis santos lugares". Pedro el Ermitaño, enardecido, abandono el Sepulcro creyéndose especialmente designado por Dios para predicar a través de Europa la santa cruzada.

En marzo de 1095 se celebró en Piacenza un sínodo presidido par el Papa Urbano II, en el que se dio a conocer una angustiosa llamada de auxilio del Emperador Alexius, acosado por los turcos; fue prometida la ayuda, y un nuevo concilio fue fijado para noviembre, en Clermond. Allí el Papa se dirigió a una inmensa multitud y con elocuentes frases alentó a los presentes a emprender la liberación de Jerusalén y de los demás lugares santos. Profundamente conmovidos por sus palabras, los asistentes lanzaron un grito unánime que resonó entre la multitud de fieles :"Dios lo quiere!", mientras cortaban trozos de sus vestidos en forma de cruz para prenderlos sobre sus ropas y las de sus vecinos, como signo del compromiso de alistarse en la guerra santa.

Numerosos predicadores partieron en todas direcciones desde Clermond, entre ellos Pedro el Ermitaño. Como fruto prematuro de estas predicaciones, un contingente indisciplinado y mal armado de fanáticos emprendió en la siguiente primavera la marcha a través de Europa hacia Jerusalén, cometiendo toda clase de atropellos y violencias por los territorios que atravesaba. Una tercera parte de esta horda logró llegar a Constantinopla, donde el Emperador apresuradamente transportó a los expedicionarios a través del Bósforo. En el primer encuentro con las guarniciones turcas, los cristianos fueron completamente aniquilados.

La primera cruzada regular, organizada y equipada, comenzó a concentrarse en Constantinopla en el otoño de 1096. Borgoñones y alemanes eran conducidos par Godofredo de Bouillon, Duque de la Baja Lorena, acompañado a su vez por sus hijos Eustaquio y Balduino. Raimundo de Saint Gilles, Conde de Tolosa y Marques de Provenza, conducía un poderoso contingente de tropas provenzales; los anglo-normandos, flamencos y franceses estaban mandados par Roberto, Duque de Normandía, primogénito de Guillermo el Conquistador, y los normandos de Italia por Boemundo, Príncipe de Tarento, con su sobrino Tancredo, la mas romántica figura de las cruzadas, que inspiró, entre otras, las obras: ”Jerusalén liberada” de Torcuato Tasso y “La guerra del amor” de Monteverdi. Los españoles, entregados a la lucha contra el Islam en su propio territorio, no participaron en esta cruzada. No había comandante en jefe, pero el Legado del Papa, Adhemar, Obispo de Puy, ejercía su autoridad como coordinador general de la empresa[13].

Para los cruzados, la situación política de la zona no podía ser mas favorable. En el año 1092 había muerto el mas poderoso de los príncipes Selgiucidas, Malek Shah, y su poderoso imperio se encontraba al borde de la anarquía. Los rebeldes emires de Aleppo y Antioquia, de Damasco y Jerusalén, se declararon independientes, mientras al sur el Califa  fatimita de Egipto se mantenía vigilante, esperando la oportunidad de recobrar sus territorios perdidos; cuando EI Afdal , Visir del Califa, conoció la noticia de la conquista de Antioquia por los cruzados penetró en Palestina y expulsó a los turcos de Jerusalén. Durante el verano de 1098 murió el Legado del Papa, y Godofredo de Bouillon asumió la jefatura del ejercito.

La mañana de17 de junio del año 1099, el primer contingente de tropas conducido par Godofredo de Buillon alcanzaba el monte del Gozo, como fue bautizado por los cruzados en aque11os mismos instantes, y contemplaba a sus pies la Ciudad Santa. En seguida se estableció el asedio, que se presentaba largo y difícil, por ser Jerusalén entonces una de las ciudades mas fortificadas del mundo. La defensa de la ciudad estaba organizada par el gobernador fatimita Iftijar Ed Daulah.

Los cruzados intentaron la escalada de las murallas el día 13 de junio, pero fueron rechazados por los sitiados; este revés hizo comprender a los cruzados que precisaban construir torres de madera para el asalto, lo que efectivamente hicieron durante los treinta días siguientes. A mediados de julio, dos grandes torres de madera provistas de ruedas fueron acercadas a las murallas para iniciar el asalto definitivo. Los sitiados lograron incendiar una de ellas, pero con la segunda Godofredo logr6 penetrar en la ciudad par el ángulo del noreste. Iftijar Ed Daulah, el gobernador egipcio de la plaza, viendo todo perdido, rindi6 la fortaleza conocida como la Torre de David a Raimundo de Tolosa,  quien condujo bajo protecci6n al gobernador y a la guarnici6n militar basta Ascal6n. No corri6 la misma suerte la indefensa poblaci6n civil, que fue sumida en un terrible baño de sangre, víctima del revanchismo y del fanatismo religioso.

El Gobernador egipcio, al aproximarse los cruzados, había expulsado de la ciudad a todos los habitantes cristianos de Jerusalén; de esta medida se exceptuó sin embargo a Gerardo y a sus hermanos, considerando que sus servicios hospitalarios serían necesarios durante la batalla..

La conquista de Jerusalén par los cruzados en 1099 fue el mayor acontecimiento en la historia de la Orden de San Juan, y el episodio que marca su nacimiento. Hasta entonces el Hospital fue una institución caritativa para la atención a los peregrinos, pero desde el establecimiento del Reino Latino de Jerusalén se inició su transformación en una Orden que pronto se extendería par todo el mundo occidental.

La ciudad bajo el asedio fue el escenario del milagro que relatan los hagiógrafos del fundador de la Orden de San Juan, el Beato Gerardo: "Como a todos los habitantes de la ciudad, se ordenó a Gerardo participar en la defensa de Jerusalén. El sabia que los cruzados, fuera de !as murallas, tenían hambre, así que cada día llevaba a los bastiones un saco de pequeños panes y los arrojaba a los francos en media de la multitud que les arrojaba piedras. Fue descubierto par los centinelas árabes, que lo arrestaron y condujeron a presencia del Gobernador: Pero cuando quisieron presentar las pruebas, los panes se habían transformado en guijarros, y Gerardo fue liberado".

Sin embargo, cuando los cruzados entraron en Jerusalén el 7 de julio, Gerardo se encontraba en prisión, donde había sufrido tales torturas que, según la tradición, nunca más pudo servirse de sus piernas. La acogida y los cuidados con que fueron atendidos los cruzados heridos y enfermos en el asedio, la fama de santidad de los Hermanos Hospitalarios y su entrega al servicio de los pobres y los enfermos se extendió pronto par toda la cristiandad, y el Hospital comenzó a recibir numerosas donaciones de todas partes, hasta el punto de que, todavía en vida del fundador, la Orden poseía extensos territorios en España, Francia e Italia. El propio Godofredo de Buillon, primer gobernador del Reino Latino, que había rehusado coronarse como Rey de Jerusalén, la ciudad donde Cristo había sido coronado de espinas y sufrido pasión y muerte, visitó el Hospital y le hizo donación de algunas tierras.

La Bula fundacional de la Orden de San Juan “Piae Postulatio Voluntatis”, dirigida a Gerardo por el Papa Pascual II, es del año 1113.
La intensa espiritualidad de la Orden dio muy pronto frutos de santidad: San Nicasio (1187), Santa Ubaldesca (1206), San Hugo (1233), Santa Toscana (1343), Santa Flora (1347), así como muchos Beatos, como Gerardo el fundador. El carácter militar de la Orden queda demostrado al principio con la defensa exitosa de Bethgibelin (1137), el asedio fracasado de Ascalón (1153). El ejercito de la Orden se fue configurando y creciendo, participó en muchas empresas guerreras en Palestina y estuvo presente quedando casi aniquilado en la dolorosa batalla de San Juan de Acre, que significó la pérdida definitiva de los santos lugares.


Efemérides de cinco siglos de guerra naval en el Mediterráneo


1137. Primeras acciones bélicas de los Caballeros de San Juan contra los ejércitos del Islam. El Rey Folco de Jerusalén entregó a la Orden la fortaleza de Gibelin (Beit
Jibrin).
1142. Aceptación par la Orden de la fortaleza de El Krak (el Crac de log Caballeros) cedida por el Conde de Trípoli Raimundo II.
1162-1167. Cesiones de Bohemondo III de Antioquia de numerosos fuertes, torres y castillos para su defensa.
1291. Batalla de Sanjuán de Acre y perdida de las posesiones dela Orden en Palestina. 1310. Conquista de Rodas [14].
1332-34. Alianza naval con Bizancio, Venecia, Génova y Chipre, ante la amenaza de los corsarios musulmanes de Anatolia. Conquista de Esmirna, que permaneció durante cincuenta arios en poder de la Orden.
1365. Participación, con 16 galeras, en la conquista de Alejandría. 1367. Ataques contra diversas, ciudades costeras de Siria.
1391. Campaña en los Balcanes. La Armada de la Religión atravesó el estrecho de los Dardanelos, el Bósforo y el mar Negro, penetrando en el Danubio. Desastre del ejercito cristiano en Neapolis. Huída del Rey de Hungría a Rodas, en una galera de la Orden. Abandono a los mongoles de la ciudad y el puerto de Esmirna.
1402. Conquista de una base en Anatolia y construcción de la fortaleza de San
Pedro de Halicarnaso -la modema Bodrum-.
1440. Defensa naval de Rodas contra los egipcios, a los que la Orden persiguió e hizo refugiarse en Alejandría[15].
1444. Nuevos ataques turcos contra Rodas, con grandes perdidas para la Orden. 1479-80. Mas de cien mil turcos atacaron Rodas. La flota prestó importantes servicios logísticas. Las tripulaciones lucharon en defensa del puerto fortificado. Bajo el mando del Gran Maestre Pedro d' Aubusson, los sanjuanistas rompieron el asedio.
1507. La gran carraca "San Juan", mandada par Fray Giacomo de Gastineau, capturó en aguas de Creta la potente nave "Mogarbina", bautizada después con el nombre de "Santa Maria".
1510. Una escuadra de galeras al mando del Capitán Philippe Villiers de l’Isle Adam, después Gran Maestre, sorprendió, atacó y destruyó la gran flota turco-egipcia en el golfo de Laiazzo (Alejandría), cuando cargaba gran cantidad de madera para la construcción en el mar Rojo de una flota destinada a combatir a los portugueses en el Océano Indico.
1522. Ataque de Solimán a Rodas con una flota de 400 naves y un ejercito de cerca de 200.000 hombres: Épica defensa de los Caballeros mandados por el Gran Maestre Philippe Villiers de l’Isle Adam. La flota cooperó en misiones de organización y comunicaciones; Los defensores: 600 Caballeros, 4.500 soldados rodios y toda la población civil, diezmados y exhaustos, se vieron obligados a rendirse. Honrosamente salieron de Rodas el primer día de 1523 con una flota de 50 naves, que transportaba al Gran Maestre con sus Caballeros supervivientes y a varios miles de griegos de Rodas que prefirieron seguirles antes de caer en poder de los turcos. [16]
1530. EI archipiélago de Malta, nueva sede de la Orden. Empresa de Corón[17].
1535. Participación de la Orden en la conquista de Túnez y La Goleta. Integración en la Liga Santa.
1537 y 1538. Participación en las campañas de Doria en Levante.
1541. Fracaso de la expedición de Argel, después de un combate heroico.1550. Colaboración en la conquista de la villa de África (Mehedia)..
1563. Colaboración en la expedición dirigida al Peñón de Vélez de la Gomera.
1565. EI ataque de una flota de 200 naves y 50.000 soldados turcos ante las costas
de Malta el18 de mayo, iniciò el "gran asedio". La Orden defendió sus posiciones con menos de 600 Caballeros y sirvientes de armas, 6.000 malteses armadas y 2.000 mercenarios. El fuerte San Telmo resistió durante un mes a la artillería y a los asaltos de la infantería y al fin  fue conquistado la víspera del día de Sanjuán. El "gran socorro", procedente de Sicilia, determinó la victoria de la Orden.
1571. Batalla de Lepanto el día 7 de octubre. La Orden, integrada en la Santa Liga, envió tres galeras al mando del Fray Pedro Giustiniani, Prior de Messina: "Santa Maria de la Victoria", mandada por Giustiniani, "San Juan", mandada por el salmantino Fray Alonso de Tejada, y "San Pedro", mandada par el francés Fray Pierre de Roquelaure Saint-Aubin. Integraban la armada cristiana, al mando de Don Juan de Austria 107 naves venecianas, 81 españolas, 12 pontificias y tres de Saboya, además de !as tres de la Orden. Giustiniani perdió la nave capitana, que luego se recuperó y fue herido gravemente. En el combate murió un gran numero de Caballeros. Del amplio botín capturado a los turcos: 140 naves y 50.000 esclavos, se entregaron a la Orden, en la distribuci6n, tres galeras. A lo largo de los años siguientes, y basta la pérdida de Malta, continu6 la Orden en implacable guerra naval contra los musulmanes, actuando en ocasiones en alianza con la Armada española o con otras flotas cristianas del Mediterráneo.

 

La Orden de San Juan en la reconquista española


Los mas destacados hechos de armas que desarrolló la Orden en tierra a lo largo de la Edad Media tuvieron lugar en un escenario muy concreto: la frontera de los reinos españoles con los invasores musulmanes. En ocasiones guerrearon los Sanjuanistas junto a las tropas reales, y en ocasiones lo hicieron por si solos. Su valentía fue premiada con donaciones de tierras, castillos y plazas fuertes, donaciones que no son solo por generosidad, sino también por el encargo de vigilar posiciones de importancia estratégica. Los Caballeros fueron presentes en las batallas más decisivas de la Reconquista: Las Navas de Tolosa, Alarcos, el Salado, y también en los cercos y conquistas, palmo a palmo, de colinas y pueblos.
Acompañando al Rey Alfonso II de Aragón contribuyeron a la conquista de Valdetorno; Maella, La Fresneda, Valderrobles, Peñarroya, Caspe, Alcañiz, Aguaviva, Castellote y la Serranía de Cantavieja. Capitaneados por el Rey Jaime I participaron en las jornadas de Burriana, Peñiscola, Cervera, Chisbert, Carrascol, Canet, Rosell, Castelnou, San Mateo, el Puig, Cullera y Mallorca. Se atribuyó al Rey la afirmación de que “el valor de los Hospitalarios se debe la conquista de Mallorca y Valencia". Años mas tarde, los Sanjuanistas estuvieron presentes también en la lucha contra el Reino de Granada: combatieron en Córdoba, Jaén, Sevilla y Granada. En las horas ultimas de la Reconquista, la Orden de Malta combatió junto a las Ordenes españolas y las tropas reales, y entró victoriosa, junto a ellas, en los últimos reductos de los que huyeron los musulmanes.

El régimen de la «dhimma»

Según el derecho musulmán, los cristianos, los judíos y los seguidores de otras religiones asimiladas al cristianismo o al judaísmo (los sabeos) que habitan en un Estado musulmán pertenecen a un orden social inferior, no obstante su eventual  pertenencia a las mismas raza, lengua y descendencia. La ley islámica desconoce los conceptos de nación y ciudadanía, pero solo la Umma, la única comunidad islámica, por la cual el musulmán, en cuanto perteneciente a la misma, puede vivir en cualquier País islámico como en su patria. Esta sometido a las mismas leyes, encuentra las mismas costumbres  y goza de la misma consideración.
Entre tanto los pertenecientes a la “gente del Libro” están sometidos a la Dhimma, que es una especie de pacto bilateral, consistente en el hecho que el Estado islámico les autoriza a residir en su propio territorio, tolera su religión, ofrece garantías de protección de las personas y de sus bienes, así como defensa contra enemigos externos. Así la “gente del Libro” (Ahl al-Kitab) se convierte en “gente protegida” (Ahl al-dhimma). A cambio de esta protección la “gente del Libro” se compromete a pagar al Estado islámico un impuesto (óizya), que graba solo sobre hombres hábiles, de condición libre, excluyendo a las mujeres, niños, enfermos y ancianos y a pagar un tributo,  llamado haraó, sobre las tierras de su propiedad.
En lo que concierne a la libertad de culto religioso, a los dhimmî se les prohíben solo las manifestaciones exteriores como el sonido de las campanas, la venta pública de objetos religiosos o de otros artículos prohibidos por lo musulmanes. Un musulmán que se casa con una cristiana o judía deberá dejarla libre en el ejercicio de su religión y en la alimentación que permite su religión, aunque prohibida para un musulmán, como la carne de cerdo y el vino. Los dhimmî pueden conservar o reparar las iglesias o sinagogas que ya poseen. Pero si no existe un pacto previo que les permita la propiedad de sus tierras, no pueden construir nuevos lugares de culto, porque para ello deberían ocupar una tierra musulmana, que no puede ser cedida a nadie, habiendo sido convertida, con la conquista musulmana, en tierra sagrada de Allah.
En al sura 9,29 el Corán afirma que la “gente del Libro”, además de tener que pagar los dos impuestos arriba mencionados, está sometida a algunas restricciones, como el vestir de una manera especial, la prohibición de llevar armas o de montar a caballo. Además los dhimmî no pueden formar  parte del ejercito, ni ser funcionarios del Estado, ni ser testigos en juicios entre musulmanes, ni casarse con las hijas de estos, ni ser tutores de menores musulmanes, ni tener esclavos musulmanes. No pueden heredar de musulmanes, ni estos de ellos; se les permiten sin embargo los legados.
Sobre todo con la conversión de la “gente del Libro” al Islam  se cancelaría la dhimma. Pero los musulmanes, especialmente durante los primeros siglos, no vieron con buen ojo dichas  conversiones, porque suponían una grave pérdida para el erario, que era tanto más florido cuanto más numerosos eran los dhimmî, que pagaban una tasa personal y el impuesto de radicación. La cancelación de la dhimma podía también verificarse por el incumplimiento del pacto, en caso de que los dhimmî se levantasen en armas contra los musulmanes, en caso de que rechazasen de ser sometidos o de pagar los tributos, en caso de que raptasen una musulmana, en caso de blasfemias o de ultrajes de alguna manera al profeta Mahoma o a la religión islámica, en caso, por último, de que provocasen el alejamiento de un musulmán del Islam, intentando convertirle a su propia religión. De acuerdo con la gravedad de cada caso la penalidad podía constituir en la confiscación de su bienes, la esclavitud o la pena de muerte, mientras quien hubiese cometido tales delitos no se convirtiese al Islam. En este caso se cancelaban todas las condenas.

Consecuencias de la dhimma: la erosión del cristianismo

Es evidente que la condición de dhimmî, prolongándose durante siglos, conllevó lentamente, pero de forma inexorable, a la casi desaparición del cristianismo en tierras musulmanas. La condición de inferioridad civil, que impidió a los cristianos de acceder a cargos públicos y la condición de inferioridad religiosa, que los recluyó en una vida y una práctica religiosa asfixiante sin ninguna posibilidad de desarrollo, supuso para los mismos la necesidad de emigrar o más frecuentemente la tentación de pasar al Islam. Al mismo tiempo además un cristiano no podía casarse con una mujer musulmana si no se convertía al Islam, porque sus hijos debían ser educados en el islamismo. Asimismo, para un cristiano convertido al Islam, existía la posibilidad de divorciarse con extrema facilidad, mientras que el cristianismo prohibía el divorcio. Por otra parte, los cristianos que se encontraban en tierras musulmanas estaban fuertemente divididos entre ellos, a veces también enemigos, porque pertenecían a Iglesias diferentes por confesión (Iglesias calcedonicas y no calcedonicas) y por rito (siro-oriental, antioqueno, maronita, copto-alejandrino, armenio, bizantino) así que fue prácticamente imposible obtener cualquier tipo de recíproca ayuda.
El régimen de la dhimma duró más de un milenio, aunque no siempre en su forma dura dada por las condiciones de Umar[18] de acuerdo con las que no solo los cristianos no tienen derecho a construir nuevas iglesias y a restaurar las existentes, aunque estén en ruina (o si tienen el permiso de construir por la clemencia del gobernador musulmán, las iglesias tienen que ser pequeñas y el edificio tiene que ser el más modesto de todos los edificios religiosos de los alrededores), sino que las iglesias más grandes y hermosas tienen que ser transformadas en mezquitas. Dichas transformaciones conllevaron que las iglesias-mezquitas no pudieron ser devueltas nunca a la comunidad cristiana, porque un lugar convertido en mezquita no puede ser utilizado de otra manera.
La consecuencia del régimen de la dhimma fue la erosión de las comunidades cristianas por la conversión de muchos cristianos al Islam por razones económicas, sociales o políticas. Para encontrar un mejor trabajo, para gozar de una mayor consideración social, para participar a la vida administrativa, política o militar y no vivir en una condición de perpetua discriminación. Durante los últimos siglos, el sistema de la dhimma sufrió algunas atenuaciones, todavía porque en los Países islámicos se tomó noción del concepto de ciudadanía y de igualdad de todos los ciudadanos frente al Estado.
En práctica, no obstante, también después de la difusión de los conceptos políticos occidentales, la concepción tradicional queda latente y presente en el subconsciente. El concepto moderno de la ciudadanía, no obstante considerables esfuerzos de intelectuales de cada tendencia, se abre camino muy lentamente y con mucho esfuerzo en la mayor parte de los Países arabo-musulmanes. Se recaba la impresión que en los planteamientos básicos ( si no de la ley) de muchos Estados musulmanes estén siempre presentes las clásicas categorías de los umma y de los dhimma, de las comunidades dominantes y de las otras comunidades más o menos dominadas. El cristiano, aunque no lo desee, se encamina pese a su voluntad al concepto de dhimmi, aunque el término ya no está en auge en el derecho actual de buena parte de los Países de mayoría islámica[19]

Condición actual de los cristianos en el mundo islámico

¿Cuál es las condición de los cristianos en el mundo islámico y cuales son las perspectivas de futuro? Ante de todo hay que recordar que la presencia de los cristianos en el mundo musulmán no es uniforme. En los Países del Magreb (Tunicia, Argelia y Marruecos) el cristianismo ha desaparecido casi en su totalidad: la mayoría de los cristianos allí residentes son de origen europeo, pues hay muy pocos que provienen del Islam. En Egipto, los coptos[20] son una minoría significativa. En los otros Países del Cercano Oriente (Líbano, Siria, Jordania, Palestina e Irak), incluyendo Egipto, los cristianos son entre 6 y 7 millones, alrededor del 6,3% de la población..
Para comprender la condición actual de esos cristianos, hay que remontar a la historia de los siglos XIX y XX. En el siglo XIX, en el emperio Otomano donde estuvo vigente el sistema del millet[21] , fueron introducidas las normas llamadas tanzîmât. Se trató de reformas liberales, introducidas en el funcionamiento del Estado desde 1839, fechas en la que el sultán Abd ül-Mejîd proclamó la igualdad de todos los súbditos ante la ley, hasta 1876 fecha de la primera Constitución. Desde la segunda mitad del Ochocientos hasta el final de la primera guerra mundial con el ocaso del emperio otomano hubo en el mundo árabe un movimiento de despertar, llamado Nahda, bajo el influjo occidental, en el ampo de la literatura, de la lengua y del pensamiento. Muchos intelectuales fueron conquistados por las ideas liberales.
Por otra parte los cristianos establecieron fuertes ataduras con las potencias occidentales, en particular con Francia y Gran Bretaña, que después de la destrucción del emperio otomano, obtuvieron el protectorado sobre los Países que formaron parte del mismo. Este hecho consintió a los cristianos tanto una mayor libertad civil y religiosa como un crecimiento de su nivel cultural. Además, en la primera mitad del siglo XX, nacieron varios partidos políticos de carácter nacionalista y socialista, por lo tanto laicos, como el Ba’th (Partido socialista del Renacimiento Árabe)fundado en los años treinta en Damasco por el profesor sirio Michel ‘Aflaz, de religión griego-ortodoxa, que en 1953 se fundió con el Partido Popular Sirio fundado en 1932 por el libanés griego-ortodoxo Antun Sa’âda. En fin en varios Países islámicos surgieron regímenes políticos inspirados en los principios liberales y laicos del Occidente europeo.
Estos acontecimientos provocaron una fuerte reacción en el mundo islámico, debido al temor que las ideas laicas y las costumbres corrompidas del mundo occidental, identificado con el cristianismo, afectaran la pureza del Islam y crearan un peligro mortal para su existencia. Esta reacción fue alimentada por un fuerte resentimiento hacia las potencias occidentales, que se atrevieron imponer su dominio político al Islam, “la mejor nación jamás engendrada por Allah entre los hombres” (Corán, s. 3,110) y sus costumbres “corrompidas a la nación umma que invita al bien, promueve la justicia e impide la iniquidad” ivi,s. 3,104).
Nació así el islamismo radical que supo catalizar las frustraciones de las masas musulmanas. Hasan al Bannâ, Sayyd Qutb,  Abd al-Qâdir ‘Uda en Egipto con los hermanos Musulmanes; Abu l-A‘lâ al-Mawdûdî en Pakistán y el ayatolá Khomeini en Irán fueron los testigos más significativos y sus seguidores desde Dakar y Kuala Lumpur, se han multiplicado sermoneando al soberano, como en Marruecos o haciendo triunfar un Frente Islámico de Salvación, como en Argelia: de este ultimo nació un grupo mucho más cruel e intransigente, el Grupo Islámico Armado (GIA), desarrollando un movimiento de tendencia o de renacimiento islámico como en Tunicia o rebelándose contra el poder constituido, como en Siria en Hamâ, en 1982[22].

Renacimiento del islamismo fundamentalista y radical

El islamismo radical, que propone la instauración de la sharî‘a en cada Estado islámico, está poniéndose de moda en muchos Países islámicos donde existen grupos de cristianos. Es evidente que la instauración de la sharî‘a haría imposible la vida de los cristianos, poniendo en grave y constante peligro su misma existencia. De allí la masiva emigración de los cristianos desde los Países islámicos hacia los Países occidentales: Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia. Es indudable que esta huida no es debida solamente al consolidarse en muchos Países el fundamentalismo islámico: hay también razones sociales, económicas y político-militares que influyen. Pero el hecho que su libertad religiosa pueda ser o sea ya limitada por la imposición de la sharî’a hace que su permanencia en los Países islámicos sea muy agobiada. Lo que es cierto, de todas formas, es que en los últimos decenios la estimación de los árabes cristianos emigrados desde Egipto, Jordania, Siria, Palestina e Israel es de alrededor de tres millones, es decir entre el 34,1 y el 26,5 por ciento del número estimado de los cristianos actualmente presentes en Oriente Medio[23].
Al respecto no hay que infravalorar los graves hechos acontecidos recientemente que dañaron los cristianos en algunos Países de mayoría islámica. En Argelia el obispo de Orán, P. Claverie (1996), siete trapistas de Tibehirini (1999), cuatro Padres Blancos (1994) y seis religiosas de diferentes Congregaciones fueron bárbaramente asesinados por los fundamentalistas islámicos, no obstante el asesinato haya sido condenado por varios responsables musulmanes. En Pakistán, que cuenta con 3.800.000 cristianos sobre una población al 96% islámica de 156.000.000 habitantes, el 28 de octubre de 2001 algunos islámicos entraron en la iglesia de San Domingo en Bahawalpur y mataron a tiros a 18 cristianos.
El 6 de mayo de 1998, el obispo católico John Joseph se quitó la vida para protestar contra la ley de la blasfemia, que castiga con la pena de muerte quien este acusado de ofender a Mahoma, aunque solo pronunciando palabras o con gestos y mediante alusiones directa o indirectamente. Exponiendo, por ejemplo, que Jesús es Hijo de Dios, se ofende a Mahoma, que afirma que Jesús no es Hijo de Dios, es su siervo. Con esta ley la vida de los cristianos corre constante peligro de muerte.
En Nigeria, donde 13 de sus Estados han introducido la sharî’a como ley de Estado, muchos millares de cristianos han sido victimas de accidentes[24]. Están ocurriendo graves hechos al Sur de Filipinas y en Indonesia, que con sus 212 millones de habitantes es el País musulmán más poblado del mundo, perjudicando los cristianos de Java, Timor Este y Molucas. Pero la situación más trágica y desgraciadamente olvidada por el mundo occidental es la de Sudan, donde el Norte es árabe y musulmán y el Sur es negro y cristiano y en parte animista. Desde los tiempos del presidente G. M. Nimeiry hay una realidad de guerra civil entre el Norte, que ha proclamado la sharî’a e intenta imponerla a la fuerza y con feroz violencia en todo el País y el Sur intenta conservar y defender su propia identidad cristiana, El Norte utiliza toda su potencia militar, financiada por las exportaciones de crudo a Occidente, para destruir poblados cristianos,  impidiendo la llegada de ayudas humanitaria, matando al ganado, fuente de sustento para muchos Sudaneses del Sur, hacer correrías, secuestrando sobre todo a jóvenes mujeres cristianas, que son llevadas al Norte, violadas y vendidas como esclavas o concubinas de ancianos ricos sudaneses. De acuerdo con el Informe anual 2001 de Amnesty International, al final del 2000, la guerra civil, reanudad en 1983, costó la vida de casi 2 millones de personas y fue causa de la éxodo forzoso de otras 4.500.000. Decenas de millares de personas fueron victimas del terror y abandonaron sus casas en el área del Nilo superior, rica de crudo, tras bombardeos aéreos, ejecuciones en masa y torturas.
Por último hay que recordar un hecho que a menudo se olvida porque Arabia Saudí es el mayor productor y exportador de crudo del mundo occidental y éste tiene interés a no estropear sus relaciones con aquel País. En realidad en Arabia Saudí, donde rige el wahhabismo[25] , no solo no es posible construir una iglesia o un pequeñísimo lugar de culto cristiano, asimismo está severamente prohibido con penas durísimas cualquier acto de culto cristiano y cualquier signo de fe cristiana. Así, cerca de un millón de cristianos, que trabajan en Arabia Saudí, son privados con intransigencia de cada práctica y cada signo cristiano. Pueden participar a Misas o a otras prácticas cristianas, también en este caso con grave peligro de perder su trabajo, solo en los locales de las empresas petroleras extranjeras. No obstante Arabia Saudí no gasta miles de millones de petrodólares en beneficio de sus ciudadanos pobres o de musulmanes pobres de otros Países musulmanes, los prodiga para construir en Europa mezquitas y madraza (escuelas) y para financiar los imanes de las mezquitas de todos los Países occidentales.
[26] Se puede recordar Centro Cultural Islámico de Madrid, que es uno de los mayores de Europa hasta la fecha, alcanza unos 16.000m² construidos, repartidos en seis plantas, tres de ellas subterráneas. En el corazón del Centro se ubica el patio de la Mezquita, de bello diseño islámico, con fuentes luminosas, inspiradas en las del palacio granadino de la Alhambra. El patio está adornado así mismo con ornamentos vegetales y arquitectónicos de gran elegancia. La Mezquita de Omar ibn al-Jattâb (¡Dios esté complacido con él!) tiene una superficie de unos mil metros cuadrados y puede albergar a un millar de personas. La techumbre está sostenida por unas cincuenta columnas de mármol rojo y negro, y la pared viene ceñida por un cinturón de aleyas coránicas grabadas sobre cuero. La mezquita queda iluminada por lámparas de estilo cordobés suspendidas del techo. La Mezquita cumple con orgullo su misión como lugar de oración y de enseñanza, intensificándose su actividad durante el sagrado mes de ramadán.
Pero no hay que olvidar sobre todo la mezquita de Roma, ubicada en Monte Antenne.  Obra del conocido arquitecto italiano Paolo Portoghesi, fue financiada principalmente por Arabia Saudí para ser la más grande de Europa y construida sobre un solar donado gratuitamente por el Gobierno italiano, en el mismo corazón de la cristiandad. Inaugurada en 1995, es el Centro Islámico de Italia. Su imán es Abdel-Samie Mahmoud Ibrahim Moussa, egipcio de 32 años, que no habla italiano  y predica por sistema la guerra santa. Los comentarios de la prensa se pueden leer más abajo en la nota al pié.
            [27]
En la Ciudad del Vaticano minimizan la importancia de las palabras, para no dañar los primeros acuerdos religiosos que se están estableciendo con el Islam, pero la prensa y los medios de comunicación italianos han empezado a comentar de forma generalizada que las mezquitas están controladas por los fundamentalistas[28]. El camino de la tolerancia queda así más alejado.





EPÍLOGO

Recordando estos hechos del pasado y del presente he querido subrayar el valor que tiene la libertad religiosa en la vida de los pueblos y por lo tanto la necesidad que en cada nación sea asegurada a todos los ciudadanos y a todos los grupos religiosos, cualquiera que sea su importancia numérica. En verdad la libertad religiosa afecta a la persona humana en lo más intimo y su negación o solamente su limitación hiere profundamente a las personas y las obliga o a vivir una vida de dolorosas y humillantes discriminaciones o a emigrar hacia otros Países. Por ello es muy alarmante y tal vez anacrónico que en algunos Países de mayoría musulmana se desea imponer la sharî’a como ley de Estado, en vigor para todos los ciudadanos, también los no musulmanes. Esto es no solamente una injusta opresión de las conciencias, sino un grave error político, porque situaría al Estado que actuara de esta manera fuera de la comunidad internacional, que reconoce la libertad y en la libertad religiosa en particular como uno de sus principios constitutivos.
Justamente es en base al principio de la libertad religiosa que Europa debería establecer un acuerdo con las comunidades musulmanes residentes en la misma.
En España hubo discusiones y polémicas relativas al respeto de las costumbres árabes en los colegios de este País y se ha progresado poco todavía, pero el reconocimiento oficial, en julio de 1989, del notorio arraigo del Islam en España marcó el inicio de la carrera para obtener la representación de la comunidad musulmana ante el Estado español. Así, el 17 de septiembre de 1989, se creó la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), con quince asociaciones federadas. Pero ante esta primera tentativa de unificación, la Asociación Musulmana de España, escindida de la anterior, cuestionó su representatividad. Como consecuencia, entre marzo y julio de 1990 aparecieron diez nuevas asociaciones, distribuidas a lo largo de todo el territorio español, incluso en lugares donde la presencia musulmana es escasa. Este proceso continuó con la creación, el 10 de abril de 1990, de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), con un total de diecisiete asociaciones adscritas. A través de esta estrategia, fundamentada en los principios que definen por ley el reconocimiento del notorio arraigo de cualquier confesión religiosa (esto es, que se demuestre su implantación y extensión en el territorio español), la nueva federación adoptó una posición de fuerza, desde la que discutir la representatividad de la anterior frente al Estado. Éste, reconociendo el distanciamiento entre ambas federaciones, comenzó las negociaciones con los representantes, planteando desde el primer momento la necesidad de proceder a la unificación de las dos. En vista de la lentitud y de las dificultades que planteaba esta doble y paralela negociación, la Administración exigió la unificación de ambas federaciones como condición imprescindible para conseguir la firma del Acuerdo de Cooperación. Finalmente, en abril de 1992, poco antes de la firma de este acuerdo, se creó la Comisión Islámica de España, unión definitiva de las dos federaciones e interlocutora oficial de la comunidad musulmana ante el Estado. La firma del Acuerdo de Cooperación supuso el desarrollo de un cuerpo legislativo específico que regula los principios fundamentales de la práctica religiosa de la comunidad musulmana. Su desarrollo posterior, que se ha concretado en la aprobación del currículum de educación religiosa islámica y en su publicación en el Boletín Oficial del Estado, así como en la firma del convenio de ampliación de la misma en las escuelas públicas del Estado (todo ello entre enero y marzo de 1996), se ha visto limitado ante las difíciles relaciones que mantienen entre sí las dos grandes federaciones musulmanas. La situación de bloqueo a la que se ha llegado, y a la que, aparentemente, parece difícil encontrar una alternativa, adquiere una mayor trascendencia ante el hecho que el ciclo migratorio de origen musulmán se hace más estable y más visible, y que los oratorios musulmanes, las carnicerías halal y otros espacios vinculados al culto musulmán proliferan en aquellos barrios donde se instalan estas comunidades.
El infame atentado fundamentalista islámico de Madrid del 11 de marzo con       más de 200 muertos y más de 1450 heridos es un drama cuyas repercusiones se advertirán durante mucho tiempo y tendrán probablemente una seria influencias en dichos acuerdos. La primera repercusión ha sido un vuelco electoral que ha permitido el retorno de los socialistas al gobierno de la nación. Sin embargo las actuaciones de las autoridades y [30]la respuesta ciudadana han sido impecables y todo hace suponer que los planes del nuevo gobierno para las relaciones con la comunidad musulmana residente, principalmente de origen marroquí, no se verán bloqueadas .
En Italia esto no ha sido posible hasta el momento, por contrastes interiores debidos a varios factores, siendo el principal entre ellos las ataduras al País de origen, poner en practica esta idea con los varios grupos musulmanes residentes. Estos no han sido capaces de constituirse en una representación unitaria para tratar con poderes con el Gobierno italiano y comprometerse a tareas que obliguen a todos los musulmanes en aquel País. Existen, por otra parte, problemas relativos al derecho familiar, a la posición de la mujer y al derecho hereditario que crean graves dificultades para establecer un acuerdo que respete las leyes italianas.
Nuestro esperanza es que Europa sea capaz de superar tales dificultades, no obstante los esfuerzos de seguridad necesarios para erradicar todo brote de terrorismo islámico, con el desenlace en el que los musulmanes europeos sean acogidos y respetados al igual que los demás ciudadanos y en que se integren plenamente en el sistema, aún conservando y profesando libremente su religión, sin convertirse en guetos no integrados en la comunidad, hecho que sería dañino para todos.
Asimismo en el mundo islámico se debería llegar, tal vez por medio de la contaminación de las ideas europeas, o por reciprocidad por la integración de los musulmanes en Europa a situaciones similares para las comunidades de cristianos que aún residen en los Países islámicos, otorgándoles en primer lugar una esperanza de libertad religiosa en el futuro, así como permitiéndoles paulatinamente la plena integración en sus sistemas. Todo parece indicar que ha llegado la hora del post islamismo y que las sociedades islámicas desean entrar de lleno en la modernidad.





INDICE

Descripción                                                                                            Número de página

 

 






[1] Gilles Keppel, «La Yihad» Ediciones Peninsula 2001.
[2] Giuseppe De Rosa S. I., «I cristiani nel mondo islamico» La Civiltà Cattolica 2003, IV, 160-173, cuaderno 3680.
[3] Los Selgiucidas fueron una breve dinastía que se denominó así por Selgiuk; su fundador fue el nieto de Selgiuk, Toghrul Beg (1037-1063), che conquistó Bagdad en 1055, recibiendo del mismo califa la investidura de sultán. De origen turca, tal vez provenientes del Turkestan, fueron un conjunto de tribus de pastores nómadas, unidos por la lengua y convertidos como musulmanes sunitas.
[4] Phanar, barrio griego de Constantinopla (ahora denominada Estambul desde 1930 ). Debajo del imperio otomano, Phanar era la residencia de las familias griegas privilegiadas, llamadas Phanariotas. Tuvieron prominencia en la segunda parte del siglo XVII con posiciones influyentes hasta que la guerra griega de la independencia comenzó en 1821.
[5] La que hoy conocemos como Francia no tiene nada que ver con la Francia de principios del siglo XII. La Galia romana fue ocupada por los francos, constituyendo un poderoso reino fundado por Clodoveo (??-511) que inicia la dinastía merovingia. Pero en el siglo VII el reino entrará en decadencia y los mayordomos de palacio se impondrán a los reyes hasta que en el 732, Carlos Martel (un mayordomo) derrote a los musulmanes en Poitiers, imponiendo con ello a su hijo Pipino el Breve como rey. El hijo de Pipino, Carlomagno, será coronado emperador en el año 800, trasladando la capital a Aquisgrán. A la muerte de éste, el imperio se dividirá y después de los primeros sucesores, la monarquía se irá debilitando y se impondrá el régimen feudal, en el que el rey no es más que el principal de los señores. En el siglo IX se suceden múltiples ataques de los normandos y el final del siglo X, marca también el fin de la dinastía carolingia. En 987 los nobles se ponen de acuerdo en nombrar rey a Hugo Capeto quien inicia la dinastía capeta con la capital en París pero en la que no residía habitualmente. El reino se limita en aquel entonces a la franja de tierra que existe entre el Loira y el Sena.
[6] S. K. SAMIR, «Le comunità cristiane, soggetti attivi della società araba nel corso della storia», in A. PACINI (ed.), Comunità cristiane nell’islam arabo. Una sfida del futuro, Turín, Fundación Gianni Agnelli, 1996, 80.
[7] F. M. PAREJA, Islamologia, Roma, Orbis Catholicus, 1951, 425.
[8] Jerusalén, Grabado del siglo XVI.
[9] ANTONIO PAU ARRIAGA. “La Soberana Orden de Malta. Un milenio de Fidelidad”. Prensa y Ediciones Iberoamericanas. 1996 . La bibliografía de este prestigioso escritor, médico y farmacéutico, ensayista y estudioso de historia de la Orden, con diversas publicaciones sobre el argumento, es tan extensa que comprende más de 120 autores varios que abarcan la mayoría de la historia y de las explicaciones escritas sobre la Orden de Malta.
[10] Pietro Testa, Alegoría de la Libertad, 1632, antes en Lucca, ahora en Roma, A. B. I., Palacio Altieri.

[11] Guillermo de Tiro, de origen francés, naci6 probablemente en Palestina, hacia el ano 1130. Fue nombrado Archidiácono de Tiro en 1167, tutor del Príncipe Balduino en 1170 y sucesivamente, Canciller del Reino de Jerusalén, Obispo de Belén y Arzobispo de Tiro. Muri6 en Roma hacia 1187. Su Historia Hierosolimitana es fundamental para el estudio del Reino Latino de Jerusalén entre 1127 - 1184.
[12] A. Pecchioli, Storia dei Cavalieri di Malta, Roma, 1978.
[13] Jerusalén, la ciudad vieja.
[14] Palacio del Gran Maestre, Rodas.
[15] Fortaleza de Rodas.
[16] Toma de Rodas, lienzo de Jacobo da Empoli, 1607.
[17] Fuerte de San Ángel, La Valletta,  Malta, Sede de la Academia Internacional Melitense.
[18] Se trata de «condiciones» contenidas en un documento atribuido al califa ‘Umar, muerto en 644, pero que podría haber sido redactado durante el gobierno de ‘Umar II (681-720). En el mismo se limitan enormemente los derechos de los dhimmî. Entre otro, prohibe la conversión al cristianismo y castiga con la muerte el musulmán que se haya convertido y el cristiano que lo haya convertido: es el castigo de la apostasía (hadd al-ridda).
[19] cfr. S. K. SAMIR, «Le comunità cristiane...», cita, 85 s. Las limitaciones del régimen de la dhimma fueron introducidas primeramente con las capitulaciones, que fueron tratados de acuerdo con los que un Estado musulmán concedía a un Estado cristiano el derecho a ejercer su propia jurisdicción sobre sus súbditos cristianos, que se encontraban al interior del Estado musulmán. La denominación deriva de los capitula, donde fueron divididos este tipo de tratados con el Emperio otomano. Entre estas capitulaciones la primera, sobre la que se modelaron todas las demás, fue estipulada entre el Rey de Francia, Francisco I, y el sultán otomano Suleyman (Solimán) I, en 1536. La segunda limitación de la dhimma se creó en emperio otomano con la constitución del millet (comunidad religiosa, nación) según la cual cada comunidad religiosa tenía el derecho de regularse de acuerdo con leyes sociales y administrativas propias. Cada millet tenía un jefe reconocido que representaba sus hermanos de religión frente al Gobierno otomán.
[20] El termino «copto» deriva del griego Aigyptos (Egipto) a través del árabe Qubt o Qibt, y designa los cristianos indígenas de Egipto, cuya Iglesia, a partir del siglo V, fue considerada monofisita, y por lo tanto perseguida por los bizantinos: esto explica el hecho que los árabes — acogidos con favor por las poblaciones egipcias — conquistaron fácilmente Egipto en 641. En los siglos XIX e XX la Iglesia copta asumió el nombre de Iglesia copta ortodoxa. Recientemente (1973 e 1988) ella suscribió con la Iglesia católica un documento de fe cristologiíta. El patriarca — Que es hoy Shenuda III — reside en Cairo y es patriarca di Alejandría y de toda África. El numero de coptos ortodoxos (hay también un pequeño número — 150.000 — di coptos católicos) oscila según las estadísticas entre un mínimo de 3.200.000 a un máximo de 6.000.000 y de 8.000.000. Aproximadamente 400.000 coptos viven en diáspora (Europa, USA, Canadá, Australia); en Italia existen dos diócesis coptas (Milano y Turín-Roma).
[21] Debemos partir del vocabulario, cuyas vacilaciones, contradicciones y ambigüedades son reveladoras. De entrada hay una confusión general. Aunque el árabe, el persa y el turco disponen de muchas palabras para designar los grupos étnicos, es significativo que nunca hayan proporcionado la terminología del nacionalismo naciente. Los términos que hoy designan la nación en las tres lenguas de cultura del área musulmana están tomados del léxico religioso. El más antiguo es el árabe milla, que en el Corán tiene el sentido de «palabra» y en arameo traducía el griego logos. Tomó el significado de «grupo de gente que acepta una palabra o un libro revelado», y así pasó al turco (con la forma millet) para designar, en el imperio otomano, una comunidad organizada sobre una base religiosa y reconocida como tal por la administración imperial. Por ejemplo, la millet griega ortodoxa, es decir, la Iglesia griega ortodoxa dirigida por el patriarca, que gozaba de cierta autonomía para sus asuntos internos. En el siglo XIX la palabra adquirió un sentido político, y se empleó para traducir la francesa nation. En 1839 se habla de una millet servia. Surgen las ambigüedades. En 1839 el gran edicto de reforma habla de millet otomana, que reúne a todos los ciudadanos del imperio sin distinción de religión, pero al mismo tiempo contrapone el Islam a las otras millet. Hacia 1860 el concepto de millet otomana sigue estando poco claro, y muchas veces es difícil saber si se aplica solamente a los súbditos minoritarios o a todos los ciudadanos otomanos. Pero a partir esta época ya no se discute el equivalente lingüístico francés de la palabra y sus derivados (milli: national; mílliyet: nationalíté).
[22] M. BORRMANS, «Prefazione», in P. BRANCA, Voci dell’Islam moderno. Il pensiero arabo-musulmano fra rinnovamento e tradizione, Genova, Marietti, 1991, XI.
[23] B. SABELLA, «L’emigrazione degli arabi cristiani: dimensioni e cause dell’esodo», in A. PACINI (ed.), Comunità cristiane nell’islam arabo, cita, 141.
[24] La Agencia Misna del 30 enero 2002 informó que, en ocasión del «caso Safiya» la joven mujer condenada a muerte por haber quedado embarazada fuera del matrimonio, los obispos católicos, en una carta pastoral, afirmaron: «¡Se acabó con esta locura! Del nacimiento de la nueva democracia en Nigeria, en mayo del 1999, ha sido justamente la la sharî‘a a amenazar la armonía y la estabilidad del País. Ya han surgidos graves conflictos que hubieran podido evitarse entre cristianos y musulmanes, y que han desencadenado graves lutos y daños».
[25] El wahhabismo es un movimiento de reforma del Islam, inspirado con extremo rigor  para conservar la pureza originaria del Islam.  Este remonta al jeque Mahoma Ibn ‘Abd al-Wahhâb, que en Arabia, a partir de la región del Naód, difundió su movimiento reformista en 1740. La reforma era concentrada «sobre la afirmación de la exclusividad del culto que hay que dedicar a Dios y la consiguiente lucha que hay que mantener contra cada forma de politeísmo y de renovación impía en cuanto a religión. Proponía también la aplicación de la sharî‘a islámica en cada sector de la existencia, proyecto realizable solo a la sombra de un poder político en grado de realizar dichos fines» (‘Abd Allâh al-Sâlih al-‘Uthaymin, Historia de Arabia Saudí, Palermo, Sellerio, 2001, 55). En efecto, el jeque al-Wahhâb encontró protectores en la familia Sa‘ud, que extendió su poder a toda la Arabia, llamada por esta razón «Saudí». La dinastía Saudí gobierna aún Arabia e considera como su misión la difusión del Islam en todo el mundo, construyendo mezquitas y casas de cultura o escuelas (madrasa) e promoviendo la da‘wa, es  decir la «llamada» de todos los hombres al Islam, con fuertes compromisos financieros. Al wahhabismo se han inspirado todos los movimientos fundamentalistas y radicales nacidos en el Islam, en particular los Hermanos Musulmanes (al-Ikhwân al-muslimun), nacidos en Egipto en 1928, y a los que por ejemplo se debe el asesinato del presidente egipcio al-Sadât en 1981.
[26] Centro Cultural Islámico de Madrid.
[27] Mezquita de Roma y Centro Islámico Cultural de Italia.
[28] L’Espresso on line, La Repubblica e www.chiesa. In Vaticano minimizzano: «In fondo sono cose dette in una sola moschea italiana. E a dare eccessivo peso a un fatto locale si corre il rischio di compromettere il dialogo». Così ha commentato l’arcivescovo Michael L. Fitzgerald, presidente della commissione pontificia che si occupa dei rapporti con l’islam.  Ma la moschea è quella di Roma, la diocesi del papa, ed è la più grande d’Europa. Inaugurata nel 1995, fa capo al Centro islamico culturale d’Italia e ha il patrocinio dei governi arabi e in particolare dell’Arabia Saudita. L’imam che ogni venerdì vi pronuncia la predica, la khutba, è stato mandato lì dai teologi dell’università Al Azhar del Cairo, la più autorevole di tutto il mondo islamico. E le cose dette non sono di poco conto. La predica di venerdì 6 giugno 2003 culminava con queste invocazioni, intercalate dagli “amen” dei presenti: «O Allah, fai trionfare i combattenti islamici in Palestina, in Cecenia e altrove nel mondo! O Allah, distruggi le case dei nemici dell’islam! O Allah, aiutaci ad annientare i nemici dell’islam! O Allah, assicura ovunque la voce della nazione dell’islam!».Ad ascoltare la predica nella moschea, pronunciata in arabo, c’era Magdi Allam, inviato del quotidiano “la Repubblica”, egiziano di nascita e autore di libri importanti sul mondo musulmano. L’indomani, 7 giugno, brani della khutba sono apparsi sulla prima pagina di “la Repubblica”, assieme a una dichiarazione dell’imam, interrogato dallo stesso Allam, sui terroristi che si fanno esplodere per uccidere gli ebrei: «Dal punto di vista islamico non c’è alcun dubbio che le operazioni dei mujahidin contro gli ebrei in Palestina sono legittime. Sono operazioni di martirio e gli autori sono dei martiri dell’islam. Perché tutta la Palestina è un Dar al-Harb, territorio di guerra. Perché tutta la società ebrea occupa illegalmente una terra islamica». L’imam della moschea di Roma è Abdel-Samie Mahmoud Ibrahim Moussa, 32 anni, egiziano. Non sa l’italiano e parla un arabo con l’inflessione del delta del Nilo. Magdi Allam ha scritto, in un secondo servizio su “la Repubblica” dell’8 giugno: «Egli è il prodotto genuino di una cultura e di una ideologia che oggi è imperante in seno all’università islamica di Al Azhar, una sorta di Vaticano dell’islam sunnita. Ma non si tratta affatto di un caso isolato. Altri esponenti islamici in Italia, legati ai Fratelli Musulmani e alle correnti di pensiero radicali, hanno espresso comprensione e solidarietà all’imam di Roma. [...] Il problema vero è l’occupazione della maggioranza delle moschee da parte di reti integraliste internazionali. [...] Il precedente imam della grande moschea di Roma, lo sheikh Mahmoud Hammad Sheweita, temette per la propria incolumità fisica quando condannò gli attentati suicidi, mettendosi contro una parte dei fedeli di tendenze radicali. [...] Se oggi la stampa è in grado di rivelare quanto accade all’interno delle moschee, ciò si deve principalmente a una riscossa interna al mondo musulmano italiano. Da più parti c’è insofferenza e disagio per le prediche oltranziste e per il dominio degli integralisti». Oltre che alla guerra santa, l’imam Moussa ha dedicato la predica riportata da “la Repubblica” anche alla morale famigliare. Dicendo tra l’altro:«L’uomo religioso è geloso di sua moglie. Saad bin Ubaida ha detto: ‘Se io vedessi mia moglie con un altro uomo lo colpirei con il filo tagliente della mia spada’. E a questo proposito il profeta disse ai suoi compagni: ‘Siete stupiti del senso di onore di Saad? In nome di Dio io ho un senso di onore più forte del suo e Dio ha un senso dell’onore più grande del mio’». Il Vaticano dialoga con diversi rappresentanti musulmani, firma messaggi congiunti di pace. Ma intanto cosa accade nelle moschee? Se le idee che animano le prediche del venerdì sono del tipo di quelle che si odono nella moschea di Roma, è giusto non darvi peso? Alla Mecca, culla dell’islam, opera da qualche anno un sito web che seleziona il “meglio” dei sermoni nelle moschee e lo invia agli imam di tutto il mondo come guida alla predicazione. Stando a quanto il giovane imam egiziano della grande moschea di Roma dice sul pulpito, potrebbe essere anche lui uno dei destinatari di questo servizio. Perché le idee sono identiche: dall’apologia del delitto d’onore all’incitamento alla guerra santa contro gli ebrei, i cristiani, l’Occidente.
[29] Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano.
[30] Atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid.

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