lunes, 20 de abril de 2020

Can Caldés de los condes Pálffy von Erdöd, en Palma de Mallorca

Can Caldès: Una casa señorial con patio y jardín en la más pura tradición mallorquina












Can Caldès es una casa señorial mallorquina en pleno centro de Palma, no lejos de la catedral, con patio ajardinado en la más pura tradición de la isla balear y en general del Mediterráneo. Sus dueños, Ángela y Andor Pálffy von Erdöd, condes Palffy, la habitan y cuidan con empeño y esmero.

“Todo el centro de la capital de la isla cuenta con espléndidas casas que hablan de la historia y la vida de las familias mallorquinas que han sido protagonistas en el devenir de los años”, explica la historiadora Ángela Garcías Truyols, propietaria de Can Caldès, al tiempo que me muestra un catálogo del rico patrimonio histórico artístico de casas en la capital de Mallorca.

“El barrio gótico de esta zona palmesana debió de ser magnífico. Lamentablemente muchos vestigios se han perdido y los nuevos propietarios somos responsables de una restauración adecuada que permita la genuina lectura histórica”, añade la historiadora.

Can Caldés es una casa gótica del siglo XIV, con intervenciones arquitectónicas barrocas en el XVIII, eclécticas en el XIX y modernistas a principios del XX, sobre todo en las verjas y la pajarera del patio ajardinado, según reza el catálogo de la mansión. Está documentada en el catálogo de 1576. “A las casas señoriales mallorquinas no se las llama palacios, eso no tiene sentido, lo suelen hacer los de fuera, pero nunca un mallorquín de pro, que debe denominarlas casal”,  cal, can o ca, como can Morell, ca La Torre, cal Bisbe…explica la condesa de Palffy.

“La adquirí en un estado casi ruinoso-sigue explicando Ángela- y la he ido restaurando paulatinamente, viviendo en ella. He invertido en ella esfuerzo y energías, pero vale la pena. Estamos muy a gusto en ella. Ahora voy a adecentar el jardín, que tiene un limonero y perdió otros árboles como una gruesa palmera, debido a la plaga del escarabajo egipcio. Creo que pondré un naranjo en su lugar. Las copas en torno a la alberca llevan flores de cada estación, ahora petunias y margaritas.

Una restauración gravosa pero vale la pena

En el patio, presidido por una gran strelitzia blanca, la historiadora abre la puerta de bajada a la bodega y muestra unos bellos arcos de medio punto encastrado en el muro que habla de ese pasado medieval noble de la casa. “Estas casas antiguas son un mundo sin fin de misterios, sorpresas y restauraciones.  Yo escribí un artículo para la revista Numen , que se tituló “Gustos y disgustos de una casa antigua: a quien le sirva de experiencia”, entre otras cosas decía:

“Mi casa está situada en pleno casco histórico de Palma de Mallorca, en el barrio de la Calatrava, y se llama “Can Caldès”. A este tipo de casas señoriales antiguamente se les denominaba “casal” “palau” que, como seguro muchos de quienes me leéis sabréis, significa palacio. Vendría a significar pues su nombre en castellano: “ Casal Can Caldès”, denominación que toma de la familia que ya lo habitaba allá por la mitad del S XVI. Pero el origen de esta casa -que está catalogada y forma parte del programa municipal de visitas guiadas a patios de la ciudad- es mucho más antiguo, hundiendo sus raíces en época medieval, aunque luego sufriera posteriores intervenciones barrocas (S XVIII), eclécticas (S XIX) y modernistas (S. XX). Dicho sea esto para poder comprender mejor la especificidad de este inmueble”. Investigaciones diversas, nos llevaron para atrás,desde los Mir des Taulons, a Jafuda Cresques el primer cartógrafo mallorquin, casa amb ort ,hort huerto,valorada en 700 lliures… junto al temple…. Y a Pere de Caldès , protegido del Rei en Jaume, familia que dio nombre a la illeta de la calle den Caldès, aun seguimos en esta labor magnifica.


“Pues bien, hace unos treinta años, decidí emprender la reforma de “can Caldès” con toda la ilusión y el cariño del mundo. Como os podréis imaginar resultó verdaderamente compleja, pues, al ser integral, implicó el tener que arreglarlo todo. Pero bueno, tanto la casa, como el patio barroco de columnas, y el jardín, con su reja modernista, quedaron muy bien. Además los viejos muros, en cuanto los piqué para buscar su piel más antigua, me depararon una gran sorpresa: el descubrimiento de unos arcos del primer gótico civil mallorquín fechados entre los siglos XIII y XIV. Mi ilusión fue enorme porque, si bien es verdad que a mucha gente le molesta que estos elementos acaben apareciendo, por lo que de complicaciones administrativas, burocráticas y hasta dinerarios pueda suponer, a mí me encanta recuperar estos elementos porque aquilatan el valor y el significado de una construcción como ésta y le permite establecer un diálogo más íntimo y profundo con su pasado, el propio de una época que nos pertenece a todos. Inflamada de este espíritu no me importaron el dinero que tuviera que gastar ni el rosario de trámites por el que hubiera de pasar con tal de poder recuperar una parte importante de la historia y la cultura de Palma que creo que no debía perderse. Ya ha sufrido nuestro patrimonio histórico y cultural suficientes pérdidas por las incurias del tiempo y la desidia de las personas y hasta de las Instituciones, cuando no por la especulación pura y dura... “

Mejor ahorrar todas las penalidades que conllevan las obras de restauración, la burocracia y los imponderables que se fueron presentando a lo largo de los años, una tarea que no acaba nunca. Afortunadamente hay que quedarse con lo bueno y lo positivo como es el haber salvado Can Caldès, poder habitarla y disfrutarla y saber que se ha aportado una gran labor al patrimonio histórico artístico de Mallorca, y en especial de Palma.


NUMEN

Gustos y disgustos de una casa antigua: a quien le sirva de experiencia. Ángela Garcías Truyols  Condesa  Pálffy von Erdöd.

Estimado Señor director, soy lectora habitual de su medio y he pensado que, como muchos de los lectores de esta prestigiosa publicación son propietarios de casas históricas, sería buena idea hacerles pública mi experiencia con respecto a la restauración y el mantenimiento de la mía, considerando que de la misma puedan sacar alguna utilidad. La verdad es que intentar conservar con cierta dignidad un edificio de estas características puede resultar de una complejidad extrema que, a veces, si tienes mala suerte, te llena de sinsabores. Sobre todo si te encuentras con personas que actúan de mala fe…
 
Mi casa está situada en pleno casco histórico de Palma de Mallorca, en el barrio de la Calatrava, y se llama “Can Caldès”. A este tipo de casas señoriales antiguamente se les denominaba “casal” “palau” que, como seguro muchos de quienes me leéis sabréis, significa palacio. Vendría a significar pues su nombre en castellano: “ Casal Can Caldès”, denominación que toma de la familia que ya lo habitaba allá por la mitad del S XVI. Pero el origen de esta casa -que está catalogada y forma parte del programa municipal de visitas guiadas a patios de la ciudad- es mucho más antiguo, hundiendo sus raíces en época medieval, aunque luego sufriera posteriores intervenciones barrocas (S XVIII), eclécticas (S XIX) y modernistas (S. XX). Dicho sea esto para poder comprender mejor la especificidad de este inmueble.
 
Pues bien, hace unos veinte años, decidí emprender la reforma de “can Caldès” con toda la ilusión y el cariño del mundo. Como os podréis imaginar resultó verdaderamente compleja, pues, al ser integral, implicó el tener que arreglarlo todo. Pero bueno, tanto la casa, como el patio barroco de columnas, y el jardín, con su reja modernista, quedaron muy bien. Además los viejos muros, en cuanto los piqué para buscar su piel más antigua, me depararon una gran sorpresa: el descubrimiento de unos arcos del primer gótico civil mallorquín fechados entre los siglos XIII y XIV. Mi ilusión fue enorme porque, si bien es verdad que a mucha gente le molesta que estos elementos acaben apareciendo, por lo que de complicaciones administrativas, burocráticas y hasta dinerarios pueda suponer, a mí me encanta recuperar estos elementos porque aquilatan el valor y el significado de una construcción como ésta y le permite establecer un diálogo más íntimo y profundo con su pasado, el propio de una época que nos pertenece a todos. Inflamada de este espíritu no me importaron el dinero que tuviera que gastar ni el rosario de trámites por el que hubiera de pasar con tal de poder recuperar una parte importante de la historia y la cultura de Palma que creo que no debía perderse. Ya ha sufrido nuestro patrimonio histórico y cultural suficientes pérdidas por las injurias del tiempo y la desidia de las personas y hasta de las Instituciones, cuando no por la especulación pura y dura...
 
Pero quién me iba a decir entonces que ese tener la casa mangas por hombro iba a ser la historia de nunca acabar. Sobre todo cuando allá por el año 90-91, una vez terminada la restauración, después de tanta energía, paciencia y dinero empleados en la misma, la casa lucía más bonita que nunca, impecable y con todos aquellos elementos antiguos recuperados... Pero la alegría me duró poco...Veréis hace ocho años me sentí obligada, con tal de ayudar económicamente a alguien cercano, a desprenderme de una parte de la casa: los porxos, como se dice en mallorquín, o golfas,  ahora, ático en castellano, con su terraza y entrada independiente por la vivienda de servicio. Firmé el contrato de compraventa en julio de 2000 pactando con el comprador, en otro contrato celebrando el mismo día, la forma concreta en que debían llevarse a cabo las obras. Como comprenderéis perfectamente, en una casa tan antigua resulta lógico pedir que se realicen éstas con la delicadeza y el buen hacer necesarios para evitar que la zona noble del can Caldès, que es donde resido cuando estoy en Palma, pudiera verse afectada y, en caso de serlo, se respondiese de los daños. Pues resulta desolador decir que ninguna de estas prevenciones que establecí se respetaron, y que la absoluta negligencia profesional y falta de seriedad por parte de la promotora, la constructora y los arquitectos superior y técnico de la obra, me causaron y me causan a diario mil incomodidades y trastornos, además de un montón de daños a mi propiedad de los que siempre se desentendieron completamente, dejándome la única opción de recurrir, por dos ocasiones, a la vía judicial…
 
Ya desde un principio empezaron los problemas. Variaron el proyecto inicial, que no es que fuera bueno en absoluto, pues añadía demasiado peso adicional a un edificio construido sobre muros de tapial. Claro que el segundo proyecto pecaba de lo mismo y además ni siquiera repartía bien todo ese peso de más. Para colmo se puso sobre la terraza de nueva construcción unas jardineras, ya pesadas de por sí, con varias toneladas de tierra esparcidas. Pero si ya los proyectos eran malos de origen, la forma de ejecutarlos no podía ser peor: la pésima impermeabilización de dichas jardineras y la mala construcción del entarimado, que dejaba sin cubrir parte del suelo de la obra -techo de mi vivienda-, produjeron de inmediato embalsamamientos de agua que acabaron filtrándose por las paredes de mi propiedad. En el colmo de la desfachatez la constructora y la promotora se escudaban en que tales grietas y humedades ya existían desde antes, gracias a Dios se pudo demostrar que en absoluto era así.
 
Al ver cómo este rosario de desperfectos iba apareciendo en las paredes de mi casa me puse de inmediato en contacto con la constructora y la promotora. Su actitud: lamentable. ¿Os podéis creer que jamás se personaron en mi vivienda para comprobar los daños de los que les iba dando parte? Ni caso a los fax que les enviaba ni nada. Me vi obligada a recurrir a la policía local que estuvo en mi casa en varias ocasiones y que, junto a la Presidenta de la Asociación de vecinos, pudieron servirme de testigos más adelante. Mi desesperación al ver que se desentendían completamente de los daños que causaban y que iban en aumento era máxima. En fin, al Ayuntamiento decide paralizar las obras, que por cierto, excedían en cerca de metro y medio de altura a lo permitido, más peso que soportar para el pobre y antiguo “Can Caldès”…
 
Ni que decir tiene que en el juicio nadie asumía su responsabilidad aunque casi todos coincidieran en echarme la culpa a mí... La promotora y la constructora no demostraron ética alguna. El arquitecto técnico sí tuvo más honradez, al reconocer que no lo hicieron bien, el arquitecto director: en rebeldía. La sentencia les condenó a todos solidariamente a indemnizarme por los daños materiales con los que tanto han deteriorado el resto del can Caldès. Como os podréis imaginar llevo pasado un auténtico calvario: fisuras, grietas y humedades por todos lados. El artesonado de madera de la entrada resultó muy lastimado, así como el falso techo del salón, con acabado de tela de seda -con lo sensible que es a la humedad-, y otros techos del can Caldès innumerables. El agua también ha afectado a muebles, cuadros, armarios. Hasta me rompieron elementos sanitarios del cuarto de baño. Por haceros una idea fijaros qué cantidad de agua habrá caído sobre la primera planta que hasta el forjado de hierro de la planta baja se ha llegado a ver afectado. Pero esto no acaba aquí, es un suma y sigue.
 
No me pude imaginar en ningún momento el tormento que tendría que ir padeciendo, día a día, durante tantos años, pues hay otras mil incomodidades y destrozos que sólo me detengo a enunciar, como aquellos cuatro meses en que me dejaron sin agua caliente  y luego también fría, durante lo más duro del invierno, no permitiéndome acceder a mis propias calderas; o la rotura de mis elementos sanitarios; cortes del fluido eléctrico -con todo lo que ello supone de alimentos echados a perder, timbre que no funciona, desprogramación del riego automático-; antena de la T.V. arrancada; obturación de los conductos de humos de tres chimeneas; atasco en los imbornales del patio y jardín posterior, que provocaron las consiguientes inundaciones en la planta semisótano y daños en todo lo que allí tenía guardado; rotura de los aspersores del jardín; de los vierteaguas de piedra de algunas ventanas; puertas y ventanas que abren con dificultad; deterioro de la reja de entrada al edificio, cristales de ventanas y muebles hechos añicos; boquetes abiertos en las paredes; desagües de sus terrazas conectados a mis bajantes de pluviales, resultándome ya imposible controlar la calidad del agua que va a mi cisterna…
 
Pero no se vayan a creer que todo este calvario está escrito con tintas del pasado, ya que hoy por hoy, y tras un perito que me dio la razón con respecto a todos estos daños materiales, condenando solidariamente a la constructora, la promotora y los arquitectos técnico y superior de la obra, a indemnizarme por los daños materiales que produjeron al Can Caldes, siguen apareciendo nuevas grietas y humedades. Ahora, tras un largo camino que parece hacerme vivir en su -dejà vu- constante de desperfectos he puesto otro pleito por todos los daños nuevos que han ido apareciendo. Pero estoy dispuesta a que estos sinsabores no me amarguen la vida e iré hasta el final de la defensa de mis derechos con una sonrisa y dándole gracias a Dios por todo lo que me ha dado, pero sin dejar que me tomen el pelo, claro…
 
Gracias a todos por leer esta carta al director y que Dios os bendiga. He querido hacer público mi caso en Numen como decía al principio por si a alguien puede servirle de utilidad mí caso. Esto es desesperante, y precisamente por ello, y porque creo que debemos compartir nuestras experiencias con los demás, salvemos nuestro patrimonio, es por lo que he decidido hacerlo público a través de Numen….
 


3 comentarios:

  1. Bravisimo Caro Amico. He disfrutado de leerlo y es un honor tener tu redacción y opinión en tu blog Voy a mandarlo a mis hijas y amigos .Grazie da Cuore Ángela

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  2. Gracias a ti por dar a conocer Can Caldés, una casa histórica muy singular.

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    1. CONFIO, mantenerla y seguir con su historia y su cultura aparte de otras recherches¡¡¡ gracias amigo Carlo¡

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