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La hoguera de las vanidades ordenada por Savonarola en Florencia |
No es la primera vez que escribo sobre el linaje Borja o Borgia, fue precisamente el cardenal Rodrigo de Borja que italianizó su apellido para integrarse mejor en el ambiente romano. En mi primer libro Retratos, incluí las biografías del personaje de ese linaje, a mi juicio, más grande de todos, San Francisco de Borja, así como la de César y de Lucrecia.
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Escudo del linaje |
De San Francisco de Borja, el santo y cuarto duque de Gandía, recabé una exhaustiva información por medio de mi gran amigo y mentor Federico Trenor, barón de Alacuás. En su biografía, describí el penúltimo año de su vida en detalle, porque el santo, entonces general de la Compañía de Jesús, desarrolló una importante e intensa actividad diplomática. A continuación se publicó en los Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía una biografía más completa de San Francisco. Luego mi trabajo fue citado en el libro conmemorativo realizó la Fundación de la Nobleza Española, con motivo del quinto cen-tenario de su nacimiento.
En cuanto a César Borgia, estamos delante de una extraordinaria figura de líder carismático que inspiró el Príncipe de Nicolás Maquiavelo. Se le atribuyó sin fundamento toda clase de crímenes, el peor de los cuales fue sin duda el que María Enríquez, viuda de dos hermanos de César le atribuyó ante los reyes de España. Siempre sostuvo que fue el responsable de la muerte de su hermano Juan. Pero, consultando con los archivos de la familia Enríquez, de propiedad de mi suegra, no encontré rastro de esas acusaciones, así que no creo que fueran ciertas. Sin embargo, creo que su hermano pequeño Gofré o Godofredo tuvo algo que ver, tanto en la ejecución de Juan Borgia, como en el envenenamiento que a la postre mató a su padre, el papa Alejandro VI, y que casi estuvo a punto de matar a su hermano César. La razón fue, en el caso de su hermano Juan su relación con su mujer Sancha, y en el de su padre y su hermano Cesar una venganza por los malos tratos a Sancha que fue retenida en Castel Sant Ángelo donde sufrió violaciones de los soldados de guardia. A mi juicio César fue un capitán valiente que fue amado y odiado a la vez, pero en ningún momento mezclado con leyen-das negras como muchos le atribuyen. Un hombre de su tiempo, que luchó a pecho descubierto contra las intrigas, los atentados contra su vida, y los molinos de viento. La muerte de su padre y protector marcó su ocaso, hasta la traición final en Viana.
En lo que se refiere a Lucrecia Borgia, en su biografía destapé los responsables de la leyenda negra de envenenamientos que le atribuye la historia. Su hijo ilegítimo fue un misterio, algunos lo atribuyen a César y otros a un confidente, cuando se retiró en un convento, tras la muerte de su marido, para alejarse de las intrigas de la corte vaticana. Lo cierto es que Lucrecia fue una mujer piadosa que dedicó a obras de caridad y mecenazgo una buena parte de su vida, especialmente tras su matrimonio con Alfonso d'Este. En Ferrara, su fama de mujer entregada a los necesitados y al sostén de artistas pasó a la historia. En esta novela, atribuyo ese hijo a la relación entre Lucrecia y César sobre todo por la execrable y arraigada costumbre de la época de iniciar a las hijas de la nobleza a la sexualidad práctica y de asistir a su primera noche de bodas para dar testimonio de que el matrimonio se había consumado, creo que el primer hombre nunca se olvida. Por lo que especulo acerca de un amor profano entre los dos hermanos.
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Escudo Sforza |
La historia del hijo concebido por Caterina Sforza, una de las mujeres más guapas de su épica, a raíz del cautiverio sufrido tras su derrota a manos de las conquistas de César en la Romaña, forma parte de una tradición de mi familia. No hay documentos en los archivos, excepto una carta en la que se cuenta que Lucrecia recibe a un sobrino en Ferrara y que su suegro no le permite tener a ese sobrino en la corte estense, por lo que busca una solución "externa" que consiste en otorgar la educación a la comunidad sefardí de la ciudad. De allí es el origen de la fa-milia Borghi, que prosperó mucho, hasta el punto de que dos siglos después, cuando los Este habían desaparecido, los Borghi pertenecían a la elite de Ferrara. Hoy, el palacio Borghi de Ferrara fue donado tras la Gran Guerra por mi bisabuelo y sus hermanas a la administración italiana y es la sede del Archivo Histórico de Ferrara.
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Palazzo Borghi |
En cuanto a Valencia, mi cariño hacia la ciudad se lo debo nuevamente a Federico Trenor que me ha enseñado la ciudad con tanto esmero. Además pude disponer del Nomenclator de Calles, Puertas y Plazas de Miguel Carboneres, publicado en 1873, con la historia que remonta desde el siglo XIV y de la historia del Puerto de Valencia desde el siglo XIII, con las dificultades que hubieron de vencerse para llegar a la creación de este puerto totalmente artificial, partiendo de una playa sin calado y sin abrigo de ninguna especie, hasta conseguir la bella realidad de un puerto, si no perfecto, sí de magníficas condiciones de calado y amplitud que lo hacen uno de los mejores del litoral.
En el siglo XVI Valencia perdió la posición hegemónica que había tenido en la centuria anterior. El descubrimiento de América cambió los ejes de la política internacional y la llegada masiva de plata indiana transformó Valencia que quedó como capital regional de un comercio que mayormente ya no se negociaba en su lonja. La entrada de Valencia en la época moderna estuvo marcada por un hecho traumático: la revuelta de las Germanías , una verdadera guerra civil que enfrentó a la sociedad valenciana: de una parte, los artesanos y labradores, el bajo clero y algunos miembros de la pequeña burguesía, y de otra la nobleza y el alto clero con sus vasallos moriscos y la burguesía bien estante. Tras una primera etapa (1519-1520) en la que la Germanía se hizo con el control de la ciudad y estableció acertadas medidas de gobierno, el proceso se radicalizó. Las tropas agermanadas alcanzaron en un principio algunas victorias militares, pero finalmente fueron derrotadas y sus líderes pasados por las armas, llevándose a cabo una severa represión. Desde finales del siglo XV operaba en Valencia el tribunal de la Inquisición, cuyo principal objetivo es la persecución de los judíos conversos que seguían practicando en secreto su antigua religión. En pocos años el Santo Oficio consiguió crear un clima de terror en la ciudad, en parti-cular sobre la comunidad judía, al actuar sobre destacados miembros de la sociedad, como la familia del humanista Lluís Vives. Las ideas humanistas y las corrientes estéticas renacentistas que bullen en Europa llegaron a Valencia por estos años, pero fueron cultivadas tan sólo dentro del restringido circulo cortesano vinculado a la corte virreinal y no llegaron a calar en la sociedad. Por otro lado, a las ideas religiosas protestantes se les contrapuso la ideología contra reformista, postulada por personajes de la talla del patriarca Ribera, promotor del Colegio del Corpus Christi. En el plano cultural, la ciudad vivió un proceso de castellanización, especialmente alentado por la corte virreinal de Germana de Foix. Importantes obras literarias se tradujeron a esta lengua, como El Cortesano, de Lluís Milà, o la Historia de Valencia, de Antoni Beuter.
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El III duque de Osuna |
Acerca de la piratería solo puedo añadir que el tercer duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón (1574-1624), virrey de Sicilia y de Nápoles en la época del rey Felipe III, creó la mayor flota pirata del Mediterráneo para financiar las guerras de Flandes y otras y el tesoro de la corona española. Así qué era práctica corriente que imperara la ley del más fuerte y que todos intentarán aprovecharse. Osuna el Grande, como le llamó, en un famoso soneto, su amigo y agente, Francisco de Quevedo, fue un personaje legendario aún en vida y con el tiempo, pasó a ser uno de los más destacados réprobos de la Leyenda Negra. Este es el soneto:
MEMORIA INMORTAL DE DON PEDRO GIRÓN,
DUQUE DE OSUNA
Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la fortuna.
Lloraron sus envidias una a una
con las propias naciones las extrañas:
su tumba son de Flandes las campañas,
y su epitafio la sangrienta luna.
En sus exequias encendió al Vesubio
Parténope, y Trinacria al Mongibelo;
el llanto militar creció en diluvio.
Diole el mejor lugar Marte en su cielo;
la Mosa, el Rin, el Tajo y el Danubio
murmuran con dolor su desconsuelo.
Siempre he sido de la opinión que había que separar el poder temporal del poder espiritual del Papa, siguiendo el ejemplo de mi bisabuelo Emanuele y su padre Bartolomé que lucharon en las Guerras de Independencia, separados del resto de la familia que ostentaba el cargo de Maestre del Santo Hospicio Apostólico, pero dos cientos cincuenta y nueve Papas ostentaron la doble corona. Alejandro VI fue un gran e iluminado estadista, pero ¿qué tal desarrolló su poder espiritual? Otra vez vuelvo a una frase ya utilizada para opinar sobre su hijo César, fue un hombre que vivió con plenitud su tiempo. Al final, lo más importante es que a la Iglesia le avalan sus más de dos milenios y pico ininterrumpidos de existencia. En nombre de la historia, como en el de la razón, se pidió la destitución temporal del papa. Errores de hecho, de derecho y de apreciación, formaron solemnemente el proceso de 259 papas. La abolición de un orden de cosas establecido hace siglos habría sido la reparación, al fin conocida de un error de quince siglos, y el retorno, demasiado largo tiempo esperado, del bien, de la justicia, y de las virtudes todas de la primitiva Iglesia. El golpe se ha dispuesto de muy atrás, y que muchas plumas han trabajado en crear las deudas activas y pasivas del papado. Sin embargo, muy lejos de reconocer que, a medida que la autoridad temporal se eleva baja la autoridad espiritual, la historia protesta altamente contra esta aserción, y demuestra hasta la última evidencia que, por una ley verdaderamente admirable, Dios ha querido elevar y abatir juntamente al pontífice y al rey, al fin de que los papas pusieran singular atención en conservar la obra de Su sabiduría, y de asegurar por su independencia temporal la independencia de su autoridad espiritual. Hoy en día, resulta patente que esa destitución temporal no fue sino el prólogo del ocaso del papado como tal. Cuando en 1870 se completa el reino de Italia con la toma de su capital Roma, única ciudad aún dominada por el Papa, que había quedado fuera de la conquista de diez años antes por respeto, Pío IX ex-comulgó a los reyes de Italia, una excomunión que se mantuvo hipócritamente durante casi sesenta años, hasta la firma del concordado en 1929 entre Pío XI y los reyes de Italia.
El Renacimiento es un nombre usado por Giorgio Vasari, pintor, arquitecto, y biógrafo del siglo XVI, en referencia a la renovación cultural que ha caracterizado el período después la decadencia de la Edad Media. Según él, la nueva arte nacida con Giotto y Arnolfo di Cambio culminó con las obras de Miguel Ángel (1475 – 1564), artista “divino” y perfecto. Renacimiento significa también un nuevo descubrimiento del arte clásico. Considerando ellos mismos como los herederos de los antiguos, los artistas del ‘400 buscaban la inspiración en el pasado de los modelos romanos y griegos.
Según la tradición, este período inicia hacia el año 1420, cuando Brunelleschi proyectó la perspectiva según las reglas geométricas, y terminó con la muerte de dos grandes artistas del Renacimiento, Leo-nardo da Vinci y Raffaello Sanzio (Rafael). La reforma inaugurada por Martin Lutero y el saqueo de Roma en 1527 marcaron el principio de un nuevo período, el de la Contra-Reforma.
De un punto de vista político y social, la institución medieval de los Comunes fue sustituida por otras formas de instituciones, como las Señorías y los Principados. Las ciudades volvieron a ser pobladas y eventualmente llegaron a ser los nuevos centros de la vida urbana, artesanía, y comercio, sustituyendo las cortes medievales. Debido a la difusión de este nuevo espíritu laico, racional y científico, la Iglesia perdió muchos de sus privilegios. Su poder temporal lentamente empezó a disminuir.
El centro cultural del Renacimiento italiano fue Florencia, donde Lorenzo el Magnífico, uno de los mayores patronos de este período, reunió los mejores artistas, pensadores, filósofos, y científicos de Europa en su corte. Pero todas las ciudades Italianas produjeron grandes obras artísticas en este período, y cada una desarrolló su propio estilo con características locales. Este difuso desarrollo artístico fue posible debido al fenómeno del patronato, operado por las familias ricas que gobernaban las ciudades.
En Roma, el Renacimiento empezó con Papa Martin V y siguió bajo los siguientes papas que, ordenando la construcción de muchos monumentos religiosos, públicos y privados, notablemente contribuyeron a enriquecer y embellecer la ciudad. Muchos de estos edificios fueron construidos de mármol procedente de viejos monumentos. Los Foros Imperiales fueron la cantera para los nuevos monumentos del Renacimiento de mármol. Las mayores construcciones del Renacimiento son las iglesias, los palacios y las villas. La iglesia de esta época se caracterizaba con la simbólica forma de cruz (latina o griega) y era cubierta por una cúpula llana, de frecuente por bóvedas cubiertas, en sustitución de las cúpulas Medievales y bóvedas a cruz. Santa María del Popolo fue erigida en 1475, bajo Sixto IV, por un artista florentino. La iglesia está al lado de la capilla construida por Pascal II en 1099 sobre las tumbas de la familia Domitia. Nerón fue enterrado allí y por eso se creía que era un refugio de demonios. La prima fachada del Renacimiento es atribuida a Ambrogio Bregno. Las dos capillas dentro de la iglesia fueron pintadas por Pinturicchio en ‘400. La segunda capilla es la perfecta, octagonal Capilla Chigi, fundada por el grande banquero Agostino Chigi (1465 – 1520) y diseñada como fusión de arquitectura, escultura, y pintura por Raffaello (1513 – 16). En el interior, la iglesia todavía conserva hermosas pinturas y esculturas típicas de la arte del siglo XVII (Caravaggio, Bernini).
La iglesia de Sant’Agostino fue construida para el Cardinal d’Estouteville por Giacomo di Pietrasanta (1479 – 83). La soberbia fachada llana es una de las primeras del Renacimiento. La iglesia es dedicada a Sant’Agostino, autor de las Confesiones. Su madre, santa Mónica, fue enterrada allí. El interior, renovado por Luigi Vanvitelli 1750, refleja el típico estilo del ‘700. Incluye preciosos frescos en la bóveda y nave por Pietro Gagliardi (1855), además de cinco profetas en las pilastras de la nave que acompañan el Profeta Isaías pintados en el tercer pilar en la parte al norte por Rafael. Esto fue ordenado por el alumno Humanista Giovanni Goritz en 1512 para su monumento funerario, y muestra las influencias que los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina han mediado sobre el pintor.
En la colina del Gianicolo acude, sobre una terraza, la iglesia de San Pietro in Montorio, construida en el siglo XV en el sitio considerado erróneamente el lugar de la crucifixión de San Pedro. La segunda puerta a la derecha de la iglesia, flanqueada por dos árboles de adelfa, lleva a un patio con el templete, una obra de esa época muy importante reali-zada por Donato Bramante, que generalmente refiere a los años 1499-1502 o 1508-12. Erigido en el sitio que se consideraba el lugar exacto del martirio de san Pietro, es un edificio circular en miniatura, proyectado sobre el modelo del Panteón, con 16 columnas Dóricas de granito, y es una mezcla de la elegancia del siglo XV y el esplendor del siglo XVI.
Una típica construcción de ese tiempo es el palacio, erigido como residencia privada para ricos mercaderes, eclesiásticos, y nobles. La forma era generalmente escuadrada o rectangular, con un patio interno, que era el área privada, íntima, y alrededor estaban las cámaras. La parte más representativa del edificio era la fachada, en la calle y en la plaza, caracterizada por preciosos materiales y formas elegantes.
El palacio Venecia es la prima obra arquitectónica del Renacimiento romano. El edificio es una mezcla de castillo medieval (caracterizado por torres y almenas) y de palacio noble (caracterizado por ventanas cerradas). Parcialmente construido con piedras del Coliseo, este palacio fue en principio comisionado en 1455 por el papa veneciano Pablo II (1464-71), el primo de los grandes papas del Alto Renacimiento, que se dice que fue construido para mirar la carrera de caballos en el Corso. La usó como residencia papal y reconstruyó aquí la iglesia de San Marco, añadiéndole un porche para las bendiciones papales. El palacio fue es-peso ocupado como tal también después que Pio IV (1559-65) lo había dado a la Republica Veneciana para volverlo a su embajada. Carlo VIII de Francia permaneció aquí antes de entrar en Roma con 20,000 soldados en 1494. A partir del Tratado de Campoformio en 1797 fino al 1915 fue el sitio del Embajador Austriaco para el Vaticano. En 1917 Italia volvió a tomar su propiedad y el palacio fue restaurado. Durante el Fascismo fue ocupado por Mussolini, que puso su oficina en la Sala del Mapamundi. Algunos de sus más famosos discursos fueron hechos del balcón sobre Plaza Venecia. La puerta en la plaza es elegantemente esculpida y se atribuye a Giuliano da Maiano. El pintoresco patio en el interior, con sus altas palmas, ofrece un amplio, incompleto porche del siglo XV en dos lados, bien proporcionado, y, en el medio, está una fuente realizada por Carlo Monaldi (1730).
En 1485, el Cardinal Rafael Riario comisionó la construcción del Palazzo della Cancelleria, obra maestra del Renacimiento, con su hermosa fachada que se extiende a lo largo de todo un lado de la Plaza. Fue construido por un desconocido arquitecto con un doble plan de pilares. En las ventanas, en la cornisa, y en los capiteles de las columnas del elegante patio es esculpido el escudo Riario con el símbolo de la rosa. El magnífico patio contiene un porche doble con antiguas columnas. Incluida en el palacio es la basílica de San Lorenzo in Dámaso, con su entrada por una puerta en la parte terminal a la derecha de la fachada principal. La antigua basílica fundada por Papa san Dámaso I en el siglo IV, era una de las más importantes y grandes iglesias del primer Cris-tianismo en Roma. El palacio es ahora el sitio de tres Tribunales del Vaticano, incluida la Sacra Rota, y el sitio de la Pontificia Academia Romana di Arqueología.
Palacio Farnese fue proyectado por Antonio da Sangallo el Joven para Cardinal Alessandro Farnese, sucesor de Pablo II (el Papa que excomulgó el rey Enrique VIII de Inglaterra en 1538). El Papa comisionó algunas especiales modificaciones al proyecto para obtener un palacio más solemne y severo, que mostraba su poder y riqueza. El arquitecto proyectó el vestíbulo, con un hermoso columnado y decoraciones, y las primeras dos plantas del patio. Empezó también la fachada de la plaza, completada después su muerte por Miguel Ángel, que añadió el soberbio armazón. El palacio pertenece hoy a la Embajada Francesa.
Perfectamente situado in un estrecho, irregular espacio, está el hermoso Palazzo Massimo alle Colonne, construido por Baldassare Peruzzi en 1536. La fachada convexa sigue el modelo de la cueva del Odeón de Domiciano que estaba aquí. El hermoso porche es decorado por estucos. El palacio tiene dos patios: uno es una elegante obra rinascimentale con columnas pintadas y una fuente barroca, el otro ha decoraciones del siglo XVII.
En 1536, el Cardinal Girolamo Capodiferro comisionó la construcción de una noble residencia, de forma cubica, con un patio central y un jardín en la parte trasera. El palacio fue comprado en el siglo XVII por Cardinal Guido Spada y ahora pertenece al Estado. Ha sido el sitio del Consejo de Estado (o Corte Suprema) a partir de 1889. El patio y la fachada son ejemplos de decoraciones de estuco. Cardinal Spada ordenó su restauración por Borromini, que diseñó la famosa alacena pintada con una estatua sobre el muro en la Plaza Capodiferro para cerrar la vista del ingreso del jardín a la Calle Giulia. El diseño del nicho fue descubierto debajo del plástico, y reconstruido sobre un antiguo sarcófago que servía como fuente en la plaza.
El ejemplo más elegante de residencia periférica Romana es la Vi-lla Farnesina, a lo largo del Tíber. La Villa fue construida para Agostino Chigi por Baldassare Peruzzi (1508-11). Aquí el rico banquero, que controlaba los mercados del Este, entretenía el Papa Leone X, cardinales, embajadores, artistas, y literatos. Fue un patrón de Rafael, que, con su escuela, ha embellecido y enriquecido su palacio por preciosos frescos. El banquero era famoso por sus extravagancias. Durante un banquete todos los platos y también los de plata fueron echados en el río después cada plato (en seguido fue descubierto que una red había sido puesta para recobrarlos). En 1590 la villa pasó al Cardinal Farnese, que le dio su actual nombre, y después fue la herencia de los Borbones de Nápoles en 1731. A partir de 1927 ha sido propiedad del Estado, e incluye los oficios administrativos de la Academia dei Lincei.
Según lo que dijo Vasari, el arte ha llegado a su cumbre con Miguel Ángel. Después su muerte, debía seguir una decadencia, una crisis de creatividad. El artista esculpió su obra maestra, la Piedad, cuando sólo tenía 25 años. Esta obra, destinada a ser puesta en san Pedro, es la única con su firma. Es probablemente la más conmovedora de todas sus esculturas. El tema religioso de la Piedad, representado de varias diferentes modalidades siempre inspiradas por la iconografía nórdica, de Cristo muerto en los brazos de Su madre, acompaña el artista hasta su muerte. Su otra obra maestra, el Moisés, fue realizada por Miguel Ángel en 1512 para Papa Julio II. Se creía que dentro estaban los restos mortales del Papa. El proyecto original incluía un monumento solemne con 40 estatuas, que debía ser puesto en san Pedro sobre la tumba del Apóstol, pero el artista esculpió sólo Moisés, Lea, y Raquel, y la obra fue colocada en san Pedro in Vincoli. La Capilla Sixtina fue construida en 1475 por orden de Papa Sixto IV. La sala rectangular fue pintada en 1481-83 por un grupo de pintores procedentes de Umbría y Toscana bajo la di-rección de Botticelli. La bóveda representa un cielo azul con estrellas doradas. El fresco representa imágenes del Antiguo y Nuevo Testamento y retratos de Papas. A partir de 1508-12, Miguel Ángel pintó el techo de bóvedas a barril con 9 historias de la Génesis. Las potentes figuras son puestas en un diseño arquitectónico con un efecto de grande relieve y ricos colores de grandes tamaños. En 1536-41 pintó sobre el muro del altar el fresco del Juicio Final, circundado por 391 figuras en movimiento alrededor de una enigmática figura di Cristo, sin barba, y probablemente derivada de los modelos clásicos. El artista fue probablemente inspirado por la descripción del Infierno de Dante Alighieri en su obra maestra, la Divina Comedia.
El Papa Sixto IV, del cual derivó el nombre de la capilla, era uno de los más ricos patrones de la época. En 1471 fundó la más antigua colección pública de arte del mundo cuando donó a la ciudad las escul-turas que hoy son el núcleo del Museo Capitolino, enriqueció notable-mente la biblioteca Vaticana y la abrió al público. Además de la Capilla Sixtina, construyó el Puente Sixto a través el Tíber y reorganizó las calles de la ciudad.
En 1538, después que había llegado a ser un ciudadano de Roma, Miguel Ángel proyectó la hermosa Piazza del Capitolio, para añadir grandeza al centro histórico de la ciudad. La plaza, que es el centro civil de Roma, es rodeada por tres palacios proyectados por el artista. Miguel Ángel proyectó también el precioso suelo con una estrella ovalada para dar relieve a la famosa estatua de bronce dorado de Marco Aurelio, que ha sido puesta bajo cobertura después su restauración. Aquí fue puesta su copia en 1997. Miguel Ángel construyó su pequeña y elegante base. La obra maestra arquitectónica de Miguel Ángel es sin duda la Basílica Vaticana. San Pedro fue fundada en 324 por el Emperador Constantino. A partir de la mitad del siglo XV era una ruina, tan que en 1506 Papa Julio II decidió que necesitaba de una completa reconstrucción y por eso encargó Donato Bramante. La obra fue completada al principio del siglo XVII. Casi toda la vieja iglesia fue destruida, y muchas partes destruidas debían ser conservadas. La nueva basílica con una planta de forma de cruz Griega cubierta por una enorme cúpula central y circundada por cuatro pequeñas cúpulas. Pero fue Miguel Ángel que al final fue encar-gado del proyecto y completó la construcción. Después la muerte de Sangallo en 1546, Miguel Ángel, que ya tenía 72 años, fue encargado por Pablo III. Escogió la original planta a cruz Griega, y desarrolló los proyectos de Bramante con grande audacia. Su modelo fue la cúpula de Brunelleschi para la catedral Florentina, sustituyó las viejas junturas con otras nuevas y más fuertes, y completó la cúpula tan como el rosetón. Su proyecto para la fachada derivó del Panteón. Siguió a ser encar-gado de este trabajo también bajo el sucesor de Pablo III, y por eso diri-gió la obra hasta a su muerte en 1564. En 1605 Pablo V destruyó lo que se conservaba de la vieja basílica, demoliendo la fachada incompleta, y encargó Carlo Madero de extender la nave a través la antigua Piazza San Pietro. La actual fachada y el porche son obras de Madero. Además, des-pués muchas vicisitudes, la basílica fue completada con una planta de forma de cruz Latina. En 1629 Madero fue sustituido por Bernini, que proyectó el columnado alrededor la plaza.
El otro grande artista de esa época es el pintor y arquitecto Rafael. Rafael fue comisionado por Papa Julio para decorar las "Salas", que son su obra maestra. Son una serie de salas construidas por Nicholas V para las audiencias papales, e incluían una biblioteca y una sala para el tribunal papal. Son el ejemplo que más representa la creatividad del artista. Muestran el extraordinario desarrollo de su arte durante los años en-tre su llegada a Roma en 1508 y su muerte a 37 años en 1520. Cuando Rafael llegó, Roma era uno de los más importantes centros del Alto Renacimiento en Italia, y el artista asimiló una manera de pintura completamente nueva. Rafael empezó el trabajo en la Stanza della Segnatura, con dos frescos de Astronomía, Apolo, Adán y Eva, y el Juicio de Salomón, que fueron probablemente sus obras de mayor empeño. Después siguió con los otros frescos en esta sala. En seguido decoró la Stanza d’Eliodoro, la Stanza dell’Incendio, y la Stanza di Constantino. Otras obras por Rafael en Roma pueden ser visas en la Galería Vaticana de pintura, mientras que como arquitecto proyectó la iglesia de San Eligio degli Orefici, Villa Madama, y la Capilla Chigi, en Santa María del Popo-lo. También proyectó el porche de la Villa Farnesina y allí pintó el fresco de Galatea. Pintó un famoso retrato de Julio II dos años antes la muerte del Papa en 1513. El nuevo Papa Medici, Leone X, eligió a Rafael para las construcciones en San Pedro en 1514, y lo encargó de decorar la Loggia Vaticana. Leone lo nombró comisario de los anticuados para garantizar el máximo empeño en la conservación de las antiguas construcciones de Roma. Rafael dejó incompleto el enorme altar de la Transfiguración, hoy en la galería de pintura Vaticana, y esto fue puesto sobre su tumba al su funeral en 1520. Fue enterrado en el Panteón.
En cuanto a la Inquisición, para mí es una de las páginas más os-curas de la historia de la Iglesia Católica. En España, por acuerdo con el Rey, se incautaban los bienes de los condenados y la corona se quedaba con la mitad de ellos.
El término Inquisición hace referencia a varias instituciones dedicadas a la supresión de la herejía mayoritariamente en el seno de la Igle-sia católica. La herejía en la era medieval muchas veces se castigaba con la pena de muerte, y de ésta se derivan todas las demás. La Inquisición medieval fue fundada en 1184 en la zona de Languedoc (en el sur de Francia) para combatir la herejía de los cátaros o albigenses , que en 1249 se implantó también en el reino de Aragón (fue la primera Inquisición estatal) y que en la Edad Moderna, con la unión de Aragón con Castilla, fue extendida a ésta con el nombre de Inquisición española (1478-1821), bajo control directo de la monarquía hispánica, cuyo ámbi-to de acción se extendió después a América; la Inquisición portuguesa (1536-1821) y la Inquisición romana (1542-1965). Aunque en los países de mayoría protestante también hubo persecuciones, en este caso contra católicos, contra reformadores radicales como los anabaptistas y contra supuestos practicantes de brujería, los tribunales se constituían en el marco del poder real o local, generalmente adecuado para cada caso concreto, y no constituyeron una institución específica.
En los comienzos de la Iglesia la pena habitual por herejía era la excomunión. Cuando los emperadores romanos convierten el cristianismo en religión oficial en el siglo IV, los herejes empiezan a considerarse enemigos del Estado. En su momento San Agustín aprobó con reservas la acción del Estado contra los herejes.
En respuesta al resurgimiento de la herejía de forma organizada, se produce en el siglo XII en el sur de Francia un cambio de opinión di-rigida contra la doctrina albigense, la cual no coincidía con los puntos de vista de la Iglesia católica con relación al matrimonio y otras instituciones de la sociedad. Como reacción, el papa Inocencio III organizó una cruzada contra los albigenses promulgando una legislación punitiva contra ellos. Sin embargo, los esfuerzos iniciales destinados a someter la herejía no estuvieron bien coordinados y fueron ineficaces.
Aunque el procedimiento inquisitorial como medio para combatir la herejía es una práctica antigua de la Iglesia católica, la Inquisición episcopal, primera fórmula de la Inquisición medieval, fue establecida en 1184 mediante la bula del papa Lucio III Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara. El castigo físico a los herejes había sido dispuesto con anterioridad por Federico II Hohenstaufen, la institución de la Inquisición se dio para detener los abusos que estos procesos podrían sufrir por parte del poder civil. Mediante esta bula, se exigía a los obispos que interviniesen activamente para extirpar la here-jía y se les otorgaba la potestad de juzgar y condenar a los herejes de su diócesis.
A las anteriores disposiciones agregamos el que cualquier arzobispo u obispo, por sí o por su archidiácono o por otras personas honestas e idóneas, una o dos veces al año, inspeccione las parroquias en las que se sospeche que habitan herejes; y allí obligue a tres o más varones de buena fama, o si pareciese necesario a toda la vecindad, a que bajo ju-ramento indiquen al obispo o al archidiácono si conocen allí herejes, o a algunos que celebren reuniones ocultas o se aparten de la vida, las costumbres o el trato común de los fieles.
En las siguientes décadas, el proceso de la Inquisición resultó intermitente y contradictorio en muchas ocasiones. Un ejemplo fue el caso del primer director de la Inquisición de Hungría, Paulus Hungarus, quien defendió a los chamanes paganos húngaros valiéndose de su influencia con el Papa Inocencio III. Además, aseguró que estos al adorar al sol adoraban al ente supremo que era el mismo Dios, así que no hallaba razón para condenarlos. Paulus Hungarus fue uno de los primeros frailes dominicos, quien escribió importantes documentos como la Suma de poenitentiae, tendiendo las bases de la nueva orden a petición de Domingo de Guzmán. Sin embargo, Paulus fue destituido y reemplazado por un religioso más estricto cerca de 1232, después de haberse iniciado propiamente la Inquisición.
En 1231, ante el fracaso de la Inquisición episcopal, denominada así porque no dependía de una autoridad central, sino que era administrada por los obispos locales, Gregorio IX creó mediante la bula Excommunicamus la Inquisición pontificia o Inquisición papal, dirigida directamente por el Papa y dominada las por órdenes mendicantes, especialmente los dominicos. El hecho de que religiosos bajo el control directo del Papa tuvieran a su cargo los tribunales, fue un freno a su expansión, ya que algunos obispos no querían ver limitado su poder en una diócesis por la presencia de estos organismos papales.
En 1252, el papa Inocencio IV autorizó en la bula Ad extirpanda el uso de la tortura para obtener la confesión de los reos. Se recomendaba a los torturadores no se excedieran hasta el punto de mutilar al reo o finiquitarlos. Las penas eran variables. Los que se negaban a abjurar, "herejes relapsos", eran entregados al brazo secular para la ejecución de la pena de muerte.
La Inquisición pontificia funcionó sobre todo en el sur de Francia y en el norte de Italia. En España, existió en la Corona de Aragón desde 1249, pero no en la de Castilla. La Inquisición real se implantó en la Corona de Castilla en 1478 por la bula del papa Sixto IV Exigit sincerae devotionis con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeoconversos de Sevilla. A diferencia de la Inquisición medieval, dependía directamente de la monarquía, es decir, de los Reyes Católicos. Tras una nueva bula emitida en 1483, la Inquisición se extendió a los reinos de la Corona de Aragón, incluyendo Sicilia y Cerdeña, y a los territorios de América (hubo tribunales de la Inquisición en México, Lima y Cartagena de Indias), y se nombró Inquisidor General a Tomás de Tor-quemada. La Inquisición se convirtió en la única institución común a todos los españoles, con excepción de la propia Corona, a quien servía como instrumento del poder real: era un organismo policial interestatal, capaz de actuar a ambos lados de las fronteras entre las coronas de Castilla y Aragón, mientras que los agentes ordinarios de la Corona no podían rebasar los límites jurisdiccionales de sus respectivos reinos.
La historia de la Santa Inquisición en México se inició desde los primeros momentos en que los españoles pisaron este continente. Los primeros casos de que se tiene noticia son las "ordenanzas" contra blasfemos promulgadas por Hernán Cortés en 1520, es decir antes de la caída de la gran Tenochtitlán, y el proceso de idolatría iniciado por Nuño Beltrán de Guzmán en contra de Caltzontzin, señor de los tarascos. Por otra parte, hay ciertos indicios de actividades inquisitoriales contra herejes desde 1522, realizadas al parecer, por frailes que desde entonces ya se encontraban en México. Tras la conquista se instauró el Tribunal del Santo Oficio, que dependía directamente del Consejo de la Suprema Inquisición, que estaba encabezado por el inquisidor general de la Monarquía Hispánica. La autoridad superior del tribunal en México era el Inquisidor o Inquisidores, puesto que normalmente ocupaban varias personas. Los empleados de más alto rango eran el fiscal, a cuyo cargo es-taba promover los procesos, y el Secretario del secreto, que tenía fe pública y autorizaba las actas, diligencias, despachos, edictos, etc. Los inquisidores contaban con un cuerpo de personas doctas y de alta posi-ción social y oficial llamados "consultores del Santo Oficio", que integraban una especie de consejo. Estos consultores intervenían con su voto en las decisiones graves, como cuando un reo era condenado a muerte. El tribunal contaba además con el auxilio de un cuerpo de peritos en asuntos teológicos y religiosos, llamados calificadores del Santo Oficio, cuya misión era ilustrar la opinión de los inquisidores en casos debatibles y de difícil resolución. También existía un cuerpo policiaco, que eran quienes resguardaban las cárceles y el Tribunal del Santo Oficio.
Procedimiento judicial de la Inquisición: Al establecerse el Tribu-nal del Santo Oficio, los primeros procedimientos consistían en una ceremonia llamada de "Juramento", en la que como lo dice el nombre, los asistentes juraban denunciar a todas las personas que consideraran sospechosas y prestar al tribunal la ayuda que pidiese, pero además, al concluir esa ceremonia se daba lectura a un edicto de los inquisidores, llamado Edicto General de Gracia, por el cual se conminaba a quienes se sintieran culpables a denunciarse dentro de un plazo fijado so pena de excomunión mayor. En el edicto se indicaban con minuciosidad los hechos considerados punibles y se le prohibía a los confesores dar la absolución a los que de algún modo no hubieren cumplido con aquel mandamiento.
Toda denuncia incluso anónima, era válida. Una vez recibida, se abría de inmediato una investigación secreta que al revelar algún indi-cio, por débil que fuera, conducía al apoderamiento de la persona indi-ciada y al aseguramiento de sus bienes. Se le tomaba enseguida una declaración que incluía siempre preguntas sobre su familia y su origen, sobre su conocimiento de los dogmas y prácticas sobre la religión católica, y sobre si tenía alguna sospecha acerca del motivo de su prisión. Por lo general el acusado manifestaba total ignorancia a ese respecto, temeroso de implicarse en algún hecho que no figurara en la denuncia, situación que agravaba su caso. Si después de preguntarle tres veces el acusado persistía en la misma respuesta se le declaraba "negativo" y se abría propiamente hablando el proceso. Durante toda la secuela de éste – que a veces tardaba años - el acusado permanecía incomunicado en la llamada cárcel del secreto y ni siquiera podía hablar con él uno de los inquisidores si faltaba alguien que pudiera servir de testigo. El acusado nunca era informado del nombre de quienes declaraban en el proceso, no había por supuesto la posibilidad de careos y el recurso de tachar a un testigo por ser enemigo del acusado solo podía hacerse efectivo si este adivinaba quien había declarado en su contra o por torpeza del acusado en las declaraciones del testigo. A todos los testigos se les exigía el juramento del secreto.
Inquisición romana: La Inquisición romana, también llamada Congregación del Santo Oficio, fue creada en 1542, ante la amenaza del protestantismo, por el Papa Pablo III. Se trataba de un organismo bas-tante diferente de la Inquisición medieval, ya que era una congregación permanente de cardenales y otros prelados que no dependía del control episcopal. Su ámbito de acción se extendía a toda la Iglesia Católica. Su principal tarea fue desmantelar y atacar a las organizaciones, corrientes de pensamiento y posturas religiosas que socavaran la integridad de la fe católica, y examinar y proscribir los libros que se considerasen ofensivos para la ortodoxia.
Al comienzo, la actividad de la Inquisición romana se restringió a Italia, pero cuando Gian Pietro Caraffa fue elegido Papa como Pablo IV, en 1555, comenzó a perseguir a numerosos sospechosos de heterodoxia, entre los que se encontraban varios miembros de la jerarquía eclesiástica, como el cardenal inglés Reginald Pole. En 1600 fue juzgado, condenado y ejecutado el filósofo Giordano Bruno. En 1633 fue procesado y condenado Galileo Galilei, al destierro a más de 50 km de Roma, suspendiéndole asimismo el abono del dinero que recibía al modo de una beca moderna. En 1965 el papa Pablo VI reorganizó el Santo Oficio, de-nominándolo Congregación para la Doctrina de la Fe.
En Portugal, donde se habían refugiado numerosos judíos españoles luego de la expulsión de 1492, el rey Manuel I, presionado por sus suegros, los Reyes Católicos, decretó la expulsión de los judíos que no se convirtieran al cristianismo en 1497. Esto produjo numerosas conversiones al catolicismo. La Inquisición portuguesa fue establecida en Portugal en 1536 por el rey Juan III. En un principio, la Inquisición portuguesa estaba bajo la autoridad del papa, pero en 1539, el rey nombró inquisidor mayor a su propio hermano, Don Enrique. Finalmente, en 1547, el papa terminó aceptando que la Inquisición dependiese de la co-rona portuguesa. El primer auto de fe tuvo lugar en Lisboa el 20 de septiembre de 1540 y en 1560 se establece un tribunal de la Inquisición en Goa. Fue abolida por las Cortes Generales en 1821.
Inquisición y brujería: En 2004 se publicaron las "Actas del sim-posio internacional: La inquisición", gracias a la apertura de los archivos secretos de la Congregación para la Doctrina de la Fe ordenada por Juan Pablo II en 1998. En estas actas se recoge toda la documentación sobre los procesos inquisitoriales en la Europa católica donde regía el Vaticano en el campo espiritual. Desmitifica una parte del genocidio en países como España por brujería, exagerados por la exitosa campaña protestante para mejorar su oposición al Imperio español de la época. Primero es necesario comentar que se inició como un fenómeno popular, la aparición de la figura de la bruja poseída por el diablo, y así se irían ajusticiando por la población local. En 1484, Inocencio VIII da por oficial la existencia de la brujería por medio de la bula Summis desideratis af-fectibus.
Ha llegado a nuestros oídos que gran número de personas de ambos sexos no evitan el fornicar con los demonios, íncubos y súcubos; y que mediante sus brujerías, hechizos y conjuros, sofocan, extinguen y hacen perecer la fecundidad de las mujeres, la propagación de los animales, la mies de la tierra. Algunos autores sostienen que el papa no podía saber lo que Kramer y Sprenger iban a decir en el Malleus Maleficarum y que sólo había publicado la bula para decir que compartía su inquietud por el problema de las brujas. Sin embargo, la posición de la Iglesia con respecto a las brujas agravó la crisis de las persecuciones. Las primeras grandes oleadas de caza de brujas son consecuencia directa del Malleus Maleficarum debido a la amplia distribución que tuvo el libro. Aunque la Iglesia nunca aprobó oficialmente la caza de brujas, en 1657 prohibió esas persecuciones en la bula Pro formandis.
En la Europa central, se vio especialmente agravada por varios motivos: La difusión de la imprenta con la enorme difusión de obras como La Divina Comedia, en los años posteriores a la peste negra donde se hablaba de los suplicios del infierno, el teatro donde se puso de moda incluir al diablo y sus acólitos en sus representaciones.
Las tensiones religiosas, sobre todo en zonas afectadas por la Re-forma, la Guerra de los Treinta Años, la revuelta de los Países Bajos, el anglicanismo y la aparición de movimientos religiosos radicales como los anabaptistas. Entonces se puede hablar de dos regiones diferenciadas según la fuerza de la brujería: Alemania, Suiza, la Región del Jura, los Países Bajos españoles, Francia e Inglaterra. En los países nórdicos, orientales y mediterráneos especialmente, la caza de brujas fue algo tardío, sin fuerza y poco importante demográficamente.
La brujería en España: En España, durante los tres siglos que du-ra especialmente, prácticamente la mayoría de los casos se someten al proceso de la Inquisición local de forma regulada y documentada. Aun-que sería el último país en abandonar la cruel figura de la Inquisición, ya hacía mucho tiempo que no ejecutaba a muerte a supuestas brujas; se ejecuta a la última en 1611, la adolescente catalana Magdalena Duer. Los últimos casos son en uno de los cantones suizos con Anne Goldin en Glarus, 1782 (es la última ejecución en Europa occidental) o en Polonia en 1793.
A diferencia de otros países europeos como Alemania o Reino Uni-do, en el caso español los juicios por brujería de la Inquisición eran juicios con un proceso legal, documentados y organizados por el Estado, aunque todos los países usaron la tortura como medio habitual. La pena más común era la abjuración de levi, con destierro de seis años de la ciudad donde viviera; la absolución era frecuente. Era significativa la suposición de que las supuestas brujas habían bebido vino y estaban enfermas de modorra. Con la confesión del brujo, la inquisición advertía: Que no procede en estos casos por solo la forma de ser brujos y hacer los dichos daños, si no testifican de haberlos visto hacer algunos daños, porque muchas veces lo que dicen han visto y hecho les sucede en sueños y juzgan se hallaron en cuerpo y lo vieron e hicieron con los que testifican y les figura el demonio cuerpos fantasiosos de aquellos que dicen vieron sin haberlos visto ni hallándose allí para que hagan esos daños de inflamar en peligro a los que no tienen culpa.
Julio Caro Baroja afirma en El señor Inquisidor y otras vidas por oficio: Los inquisidores eran más juristas que humanistas y teólogos. La jurisprudencia más o menos secreta que podían estudiar era grande, casi tan grande como el escepticismo de muchos de ellos, acostumbrados a ver imposturas y engaños en cantidad de actos de hechiceros. En el siglo XVII los españoles, por otra parte, no tenían mucha fama como magos y hechiceros. Alguien sostuvo — con clara animadversión hacia el país — que el diablo no se fiaba de sus habitantes.
Algunas cifras estimadas de las ejecuciones por tribunales civiles y por procesos inquisitoriales constatados, por proporcionalidad en relación ejecuciones/población:
Polonia-Lituania: unas 1.000, en una población de 3.400.000.
Reino Unido: cientos de ejecutados. Hay que destacar además que en este país protestante (anglicano) existió la figura de los punzadores, los cuales se dedicaban a "cazar" y ejecutar brujas de forma lucrativa.
Alemania: en la cuna del protestantismo fueron ejecutadas hasta un total de 2.500 personas de unos 16 millones.
Dinamarca-Noruega: 150 de 970.000 personas.
Bruja y hechicera: La hechicera tradicional fue la que dio origen popular a la brujería. La hechicería era una figura ancestral, mística, local, su propio nombre variaba en función de su especialidad (adivina-dora, curandero, etc.) y con un fin generalmente lucrativo. La bruja en el folclore apareció como una figura degenerada de la hechicería, irreal, anónima, sobrenatural, pervertida por el diablo y de intenciones malvadas y sanguinarias.
Métodos de tortura empleados: La Inquisición fue un tribunal eclesiástico establecido en Europa durante la Edad Media para castigar los delitos contra la fe. Sus víctimas eran las brujas, los homosexuales, los blasfemos, los herejes (cristianos que niegan algunos de los dogmas de su religión) y los acusados de judaizar en secreto. Los acusados eran interrogados, a veces mediante torturas, y ejecutados si se les encontraba culpables, requisándose sus bienes.
Según la Iglesia Católica, se adoptó el método de la tortura (lo cual era socialmente aceptada civilmente en el contexto de la época) solo en casos excepcionales. El procedimiento inquisitorial se regulaba minuciosamente en las prácticas de interrogación. No todos los métodos de tortura aceptados civilmente eran aceptados por la Iglesia Católica y para que un acusado fuese enviado a tortura, debía ser perseguido por un crimen muy grave (un ataque a la Fe de la Iglesia era gravísimo porque ponía en duda los cimientos de una paz social fundada en la Fe) y el tribunal debía tener también sospechas fundadas de su culpabilidad.
A pesar del uso de la tortura, el procedimiento inquisitorial repre-senta un avance en la historia de la legislación. Por un lado, definitivamente descartó el uso de la ordalía como medio de obtención de pruebas, reemplazándola por el principio de prueba testimonial, el cual todavía tiene vigencia en las legislaciones de la actualidad. Por otro lado, se restablece el principio del Estado como fiscal o parte acusadora. Hasta ese tiempo, era la víctima la que tenía que demostrar la culpabilidad de su agresor, incluso en los procedimientos criminales más graves, esto frecuentemente era muy difícil cuando la víctima era débil y el criminal poderoso. Pero en la Inquisición la víctima no es más que un simple testigo, tal y como sucede en la actualidad. Era la autoridad eclesiástica quien ahora tenía sobre sí la carga de la prueba.
La postura de la Iglesia católica hoy en el caso de Galileo. En Ita-lia, Galileo Galilei (1564-1642) fue obligado por la Inquisición a declarar que su teoría heliocéntrica era una hipótesis, la cual no podía demostrar científicamente, que situaba al Sol en el centro de todo, en contra de la creencia que situaba la Tierra como el centro del universo. El sistema copernicano podía interpretarse como un simple cambio de sistema de referencia, que simplificaba el cálculo astronómico del movimiento de los cuerpos celestes, sin necesidad de un cambio en la concepción metafísica del mundo.
Si bien la teoría heliocéntrica es hoy en día ampliamente acepta-da, la postura de la Iglesia católica mantiene un dejo de justificación de sus actos pasados:
Según algunos estudiosos, se le solicitaron a Galileo pruebas sobre la teoría heliocéntrica pero éste nunca las proporcionó: en su lugar presentó indicios de carácter experimental pero insuficientes para una demostración adecuada al método científico. La Iglesia católica, al observar los trastornos ocasionados por la supuesta falta de prudencia científica, y por declarar como verdad un hecho hipotético, junto con diversas infracciones disciplinarias, decidió censurar a Galileo y obligarle, en su primera condena (1616), a no seguir publicando acerca del sistema heliocéntrico.
Ante la polémica, se hizo una nueva revisión (mediada por la Igle-sia) del caso Galileo en 1979, pero la comisión que nombró al efecto en 1981 y que dio por concluidos sus trabajos en 1992, tras efectuar un estudio completo del proceso judicial confirmó una vez más la tesis de que Galileo carecía de argumentos científicos para demostrar el heliocentrismo en la época en que fue publicado originalmente. Sostuvo la inocencia de la Iglesia como institución y la obligación de Galileo de prestarle obediencia y reconocer su magisterio, justificando la condena y evitando una rehabilitación plena. El cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, expresó en 1990, citando al filó-sofo agnóstico Feyerabend: «En la época de Galileo la Iglesia fue mucho más fiel a la razón que el propio Galileo. El proceso contra Galileo fue razonable y justo». En una carta enviada a los cardenales católicos, el papa Juan Pablo II exhortó a la Iglesia a reconocer los errores cometidos “por sus hombres, en su nombre”, y les anima a arrepentirse.
Según la opinión de Michael Segre de esta manera se revalida la posición de que la Iglesia tiene derecho a decidir qué tesis científicas pueden ser defendidas y cuáles deben ser prohibidas, y a condenar y castigar a los que defiendan estas últimas.
La versión según la cual las acusaciones contra la Inquisición son calumniosas o exageradas empezó con un estudio de Jacques Mallet du Pan en 1784 y fue reeditada múltiples veces durante dos siglos, y en esencia dice que Galileo paradójicamente fue mejor teólogo que científi-co.
Las dos condenas: Se suele hablar de dos procesos contra Galileo: el primero en 1616, y el segundo en 1633. A veces sólo se habla del segundo. El motivo es porque Galileo fue denunciado a la Inquisición romana y el proceso fue adelante, pero no se llegó a citar a Galileo delante del tribunal: el denunciado se enteró de que existía la denuncia y el proceso a través de comentarios de otras personas, pero el tribunal nunca le dijo nada, ni le citó, ni le condenó. Por eso, con frecuencia no se consi-dera que se tratara de un auténtico proceso, aunque de hecho la causa se abrió y se desarrollaron algunas diligencias procesales durante meses. En cambio, el de 1633 fue un proceso en toda regla: Galileo fue citado a comparecer ante el tribunal de la Inquisición de Roma, tuvo que presentarse y declarar ante ese tribunal, y finalmente fue condenado. Se trata de dos procesos diferentes, separados por unos años; pero están relacionados, porque lo que sucedió en el de 1616 condicionó en gran parte lo que sucedió en 1633.
En 1619, un decreto inquisitorial condena su obra por primera vez. Haciendo caso omiso, Galileo publica en 1629 su Diálogo sobre los sistemas máximos, el de Tolomeo y el de Copérnico. Es procesado enton-ces por la Santa Inquisición, obligado a abjurar, condenado como hereje y a prisión domiciliaria el 22 de junio de 1633, la primera parte de la cual la cumplió en el palacio episcopal de su amigo el arzobispo de Sie-na, y la segunda en su villa florentina. Los Médicis, después de abandonarlo a su suerte, dejan de representar la emancipación de la razón y pierden así la influencia intelectual que ejercieron en aquella época.
Y para terminar con una nota burlesca, os informo que La Inquisi-ción también celebró juicios a animales: Entre 1266 y 1586 se realiza-ron, sólo en Francia, por lo menos sesenta juicios contra animales en los tribunales de la Inquisición - aunque este tipo de juicios tuvieron lugar en todo el Occidente cristiano - según lo que el historiador Michel Pastoureau ha encontrado en los archivos de los documentos judiciales. Un ejemplo citado por Pastoreau es el de la cerda que fue declarada culpable por el asesinato del bebé Jean Le Maux y fue vestida como humana, tor-turada, mutilada y condenada a muerte a pesar de que no confesó frente a ningún cura, tras nueve días de juicio en Falaise, en 1386. Sin embargo, en 1457, en Savigny-Sur, en Borgoña, el tribunal logró, bajo tortura, la confesión de otra cerda que había asesinado a otro pequeño de cinco años. En otro caso la condena fue más fuerte porque el cerdo co-metió su crimen un viernes de vigilia, pecado mayor. Los juicios contra animales incluían, al igual que los de las brujas, exposición, acarreo, vejaciones, torturas para el castigo ejemplarizante y la humillación pública y, finalmente la destrucción del cadáver mediante el fuego.
En resumen, creo que la Inquisición fue esencialmente negativa, a veces parcial y grotesca, para la Iglesia, pero no hay otro reino o imperio que haya durado más que la Iglesia, por lo que es evidente que su estabilidad milenaria, a través de sus constantes transformaciones y actualizaciones, es la que le da la razón.
Espero que disfrutéis con la lectura de esta novela donde la historia del Profeso y su hija se escribe en letra normal y la paralela de los Borgia en letra cursiva, para que el lector pueda conocer ambos puntos de vista. Estoy revisando el texto para una nueva edición.
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