sábado, 15 de marzo de 2025

Diario de un escritor de Carlo Emanuele Ruspoli

Diario de un escritor



A veces sufro de insomnio, y le agradezco al Todopoderoso por ello. En todas esas noches en vela, no hay una en la que no experimente una sensación de libertad.

Algunas noches soy el astuto y necesitado sacristán Carlos, o me adentro en la piel del cura Josechu. Otras, me convierto en conquistador, obispo, o incluso recuerdo aquella vez que el cónclave me eligió Papa. He sido aventurero, médico, futbolista. Premio Nobel, estudiante y analfabeto. Poeta en varios idiomas. Historiador. Cien veces casada, alguna viuda. He ganado carreras y combates. He sido extraterrestre, chamán, demonio, ángel, e incluso San Pedro. Y nunca olvidaré la noche en la que fui Dios, que Dios me perdone.

He sido pirata, vagabundo, buhonero, aguador, rapero, obrero y hasta una minifalda. Militar, romano, escriba, samurái, herido, envenenado y muerto. Quijote, Sancho, y Buscón. Parado, rico, esclavo, enfermo y milagroso. Pájaro, dinosaurio, cordero y escopeta. Pero, entre todos estos personajes, el que más me emociona es ser Profeso de la Orden de San Juan, haciendo justicia a través de las edades: antigua, media, moderna y contemporánea.

Y como no tengo límites, he sido todo eso y más al mismo tiempo. Aun así, siempre hay quien me pregunta por qué escribo. La respuesta es simple: soy humano y deseo la libertad. La encuentro cuando, en la soledad de la madrugada, frente al ordenador o ante un folio en blanco con una pluma en la mano, surge la pregunta que me impulsa:

“¿Por qué no escribir?”

Mis obras se enmarcan en una estética barroca; me identifico como un escritor de esta tradición. Existe un malentendido común, especialmente entre aquellos menos familiarizados, que asocia el barroco únicamente con el ornamento excesivo, las formas pomposas o la complejidad innecesaria. Esto no podría estar más alejado de la verdad. El barroco es, en esencia, una manera de comprender la vida y el mundo.

Mientras que la perspectiva clásica busca equilibrio e idealización de lo humano, el barroco ofrece una mirada más amplia y realista. Reconoce las imperfecciones, las miserias y las vilezas del ser humano. Sin embargo, también destaca cómo de esas mismas fallas surge la grandeza, cómo pueden ser redimidas. El barroco, por tanto, vive en tensión, pero en esa tensión encuentra su poder.

Esta herencia literaria y artística, especialmente relevante en las tradiciones hispánica e italiana, ha sido una constante. No obstante, actualmente se enfrenta a intentos de silenciarla bajo una corriente que podríamos llamar europeísta o cosmopolita. Se busca reemplazar esta riqueza cultural con una suerte de "no-tradición", un modelo neutro donde las literaturas pierden su identidad única, volviéndose indistinguibles, ya sea hispano-italiana, finlandesa o laosiana. Rechazo esto. La literatura hispano-italiana tiene un deber hacia su propia genealogía: mantener viva su llama y su esencia.

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