En las playas de antaño, el sol brillaba sin cesar,
No había comida basura, ni móviles que mirar.
Las risas resonaban, la gente solía hablar,
Sin tatuajes ni pantallas, el mar era el lugar.
Hoy las olas susurran, pero pocos las oyen ya,
Las miradas se pierden en pantallas sin parar.
Los tatuajes cuentan historias, pero ¿quién las va a escuchar?
La comida rápida reina, y el silencio es el nuevo mar.
Las playas han cambiado, el mundo no es igual,
Pero en cada ola y en cada grano de sal,
Queda un eco del pasado, un susurro sin final,
Recordándonos que hablar y escuchar es esencial.
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