miércoles, 29 de mayo de 2013

El castillo de Espejo

En los comienzos del siglo XIX, Espejo era todavía una villa de señorío que poseía el Duque de Medinaceli.
Se trataba de un señorío tanto jurisdiccional como territorial, cuyo mayor hacendado, con diferencia, era el propio Duque, dueño de las tres cuartas partes de sus tierras de cultivo cuyas rentas superaban los 350.000 reales.
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ero el resto de estas tierras se repartía entre la baja nobleza local, la Iglesia, dueña del 6% de las mismas, y el Concejo, con el 3%, lo que equivalía a unas 240 fanegas, cuyas rentas eran destinadas, entre otros servicios públicos, al mantenimiento del médico y el cirujano, esto es, los "físicos", como con frecuencia aparecen así denominados en la documentación.
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sto es salvo un sector de pequeños propietarios, la mayoría de la población espejeña, sobrepasaba los 5.000 habitantes.
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ornaleros sin tierra; gentes que dependían exclusivamente de la oferta de la mano de obra en los cortijos, con las consecuencias que de ello se derivan; entre otras y la más rele-vante era el paro estacional durante el cual muchas personas pasaban hambre y se veían

Obligadas a mendigar. Un segmento social que en determinados momentos, como con ocasión de la epidemia de fiebre amarilla, en 1804, resultaba golpeado de manera brutal. El castillo de Espejo está situado en lo alto de la villa, desde donde se puede observar la lo-calidad y la serranía cercana. Su origen es medieval, levanta-do en el siglo XIV, y en estilo gótico, atribuido a Pay Arias de Castro. Su recinto es cuadrangular, con cuatro torres en las esquinas y, en el centro, se sitúa la torre del Homenaje. Un torreón más, el del Caballero, hace de avanzada entre el baluarte principal y la parroquia.



Testigo vivo de nuestra historia

El proceso desamortizador que se inicia en la primera mitad de esta centuria, no afecta, o afecta muy poco, a la villa de Espejo, perpetuándose la propiedad de la tierra en manos de la nobleza local. No es de extrañar, por consiguiente, el florecimiento de las organizaciones obreras, de obediencia anarquista, desde el último cuarto de dicha centuria, convirtiéndose Espejo en uno de los focos más dinámicos del movimiento campe-sino.


En la II República, se acentúa la conflictivi-dad social, por lo que la hegemonía política y sindical recae en manos de anarquistas y comunistas, que se materializa en importantes éxitos electorales.


La Guerra Civil, por su parte, se deja sentir con gran violencia en esta población, que el denominado ejército nacional halla práctica-mente desierta cuando entra en Espejo el 25 de septiembre de 1936. En 1947, tras el desastre de tan luctuosa contienda, se lleva a cabo un proceso de expropiación forzosa, parcelación y reparto de tierras que viene a introducir una dinámica nueva en la distri-bución de la propiedad agraria y de cuyos resultados hoy se benefician gran parte de la población campesina espejeña.
El 22 de junio de 1993, la Dirección General de Bellas artes y Archivos del Ministerio de Cultura, inscribe en el Registro General de Bienes de Interés Cultural del Patrimonio Histórico Español, con categoría de Monumento, el Castillo de Espejo, denominado de "Alcalat.
Al sur de las laderas de los cerros y lomas de Montefrío y la Carrascosa, se sitúa en sus más altas colinas, uno de los recintos neolíticos más antiguos de la provincia de Córdoba.

En este espolón estratégico dominante de los valles del Guadajoz y de las rutas o caminos ibéricos históricos, se ubicó el núcleo de población turdetano de UCUBI, levantándose una fortaleza o atalaya ibérica para defensa de la población y siendo este posiblemente el origen más pri-mitivo de nuestro castillo. Por su situación estratégica debió ser una pequeña población ibérica fortificada en el castillo actual y en la coronación o cumbre del cerro.

La reconstrucción más importante del castillo fue la Torre del Homenaje, elevando la mampostería hasta conseguir un bastión invulnerable, y una mole de tal envergadura, que le dio el nombre al lugar denominándose en dicha época Alcalat, palabra árabe que significa fortaleza. En época actual tuve el honor de restaurar completamente el castillo.









PREHISTORIA

Muy poco es lo que se conoce, por el momento, sobre la Prehistoria del término de Espejo. Tan sólo  que en los aledaños del manantial de El Borbollón, muy cerca de la localidad, se han encontrado piezas de piedra pulimentada, que pueden ser indicativo de la existencia de algún núcleo de población, tal vez del inicio de la Edad de los Metales, similar a los que se encuentran en zonas limítrofes, como Castro del Río.

ANTIGÜEDAD

Espejo hunde sus raíces en las páginas más profundas de nuestra historia. El antecedente más remoto de la población actual es Ucubi, ciudad ibero-turdetana a la que Julio César, tras la contienda civil, en el año 45 a.C, le concede la categoría de colonia romana con el nombre de Colonia Claritas Iulia Ucubi.

Al mismo tiempo, y como premio a su fidelidad a César, los ucubitanos, al igual que muchos legionarios recién licenciados tras la batalla de Munda, que fueron instalados en esta colonia, recibieron lotes de tierras, algunas de ellas muy alejadas de este lugar, pues a través de inscripciones procedentes de Valdecaballeros (Badajoz), se sabe que en la actual Extremadura los colonos ucubitanos poseían terrenos comunales que destinaban a bosques y pastos.

En definitiva, la ayuda que los ucubitanos prestan al bando cesariano en su lucha contra Pompeyo vino a determinar que un simple oppidum o poblado fortificado, como era en realidad la antigua Ucubi, pasara a convertirse en una de las ocho colonias de la Baetica romana, con lo cual sus habitantes pasarían a ser considerados ciudadanos romanos con todos los derechos y exenciones de impuestos inherentes a dicha condición. Se trata de una población inserta en el Conventus Astigitanus, con capital en Astigi (Écija), que era una de las circunscripciones judiciales en que se dividió la provincia Baetica. Fue precisamente en este solar, la colonia Claritas Iulia Ucubi, donde tuvieron sus ancestros los ascendientes del emperador Marco Aurelio, pues su abuelo Marcus Annius Verus, que fue tres veces cónsul en Roma, era oriundo de aquella población.

EDAD MEDIA

Tras el dominio visigodo, muda Ucubi su nombre por el de Al-calá, topónimo árabe alusivo a la fortaleza que coronaba este asentamiento bajo el poder musulmán. Con el tiempo el lugar queda despoblado y convertido en una heredad particular, que hacia 1260 (cuarenta años después de la conquista cristiana por Fernando III) pertenecía a los Pay Arias, y en donde existían unas torres derruidas conocidas como Torres de Pay Arias. Sobre ellas, Pay Arias de Castro, descendiente de aquella familia y destacado miembro de la nobleza cordobesa de su época, levanta un castillo a finales del siglo XIII y más tarde, en 1303, Fernando IV, le concede el privilegio de repoblación de aquel lugar, que por voluntad real pasará a denominarse Espejo.

Un año después, el mismo monarca otorga a Pay Arias de Castro el señorío de Espejo, con una extensión de una legua alrededor del castillo. La consagración eclesiástica del señorío la consigue Pay Arias a través de una bula concedida por el Papa Clemente IV en el año 1309, entre otros motivos por haber edificado una iglesia y haberla dotado de medios y ornamentos, así como de un sacerdote para la celebración de los oficios divinos en dicha iglesia.

El referido proceso de repoblación y creación del señorío de Espejo tenía como finalidad el poblamiento y defensa de estas tierras tanto por motivos militares (protección de sus tierras, de la ruta del Guadajoz y de esta zona de la Campiña) cuanto por motivos económicos, pues era necesario defender también su aprovechamiento ganadero. Hay que tener en cuenta que el encontrarse en una zona frontera, el poder musulmán constituía un riesgo permanente.

Por último, Pay Arias consigue la consagración del señorío a través de una bula por el papa Clemente IV en el año 1309, como premio a la defensa de la frontera cristiana frente a la sarracena, pero sobre todo tanto por haber edificado una iglesia a la que había dotado de medios y ornamentos, así como de un sacerdote para la celebración de los oficios divinos. Extinguida la saga de los Pay Arias, la titularidad del señorío pasaría a ramas colaterales y más tarde a la Casa nobiliaria de los alcaides de los Donceles, señores de Lucena y Chillón, que en 1512 recibirá del monarca Femando el Católico el título del marquesado de Comares, bajo cuya jurisdicción vive la villa el resto de la Baja Edad Media.

Dos hechos significativos podemos entresacar para esta época. Uno de ellos, la ayuda que en la primavera de 1333 la villa cercana de Castro del Río recibe del castillo de Espejo, de donde parte Martín Alfonso, futuro señor de Montemayor, al frente de 60 caballeros y unos pocos peones, cuya presencia en la vecina villa del Guadajoz fue decisiva para que Muhammad IV levantara el asedio a que la tenía sometida y se retirara camino de Cabra, mientras, como cita la crónica y recoge el citado historiador, "quedó el lugar de Castro por los cristianos". Otro, el papel estratégico que juega la villa de Espejo durante la guerra civil entre el monarca Enrique IV y el infante don Alfonso (1465-1468), así como en los diversos enfrentamientos entre ambas facciones de la nobleza cordobesa hasta los primeros años del reinado de los Reyes Católicos.

EDAD MODERNA

A lo largo de la Edad Moderna, Espejo es una villa de señorío perteneciente al Marquesado de Comares y Señorío de Lucena que a partir de 1670 posee el Duque de Medinaceli. Su población en el siglo XVI oscila, según los padrones elaborados en 1530 y 1587, entre unos 1.522 y 2.260 habitantes respectivamente. Para el año 1591 se ha manejado la cifra de 2.080 almas, cifras sobre las que existen serias dudas.

En las postrimerías de este siglo se detecta, por el contrario, un cambio de tendencia que desemboca en la crisis del siglo XVII. El padrón que se levanta en el año 1634 con motivo de una leva de soldados cuantifica la población espejeña en un total de 2.588 habitantes. Sabemos también que al final de este período cronológico, la población experimenta un notable auge, pues según el censo de 1781 se llega a contabilizar un total de 6.150 personas. Por entonces, el sector agrícola capitaliza prácticamente todo la actividad de esta población.

Durante toda esta época, los designios de la villa están en manos del  titular del señorío, que la controla por medio de un corregidor, hombre de confianza, normalmente ajeno a esta comunidad, el cual impone desde el concejo municipal obediencia y cumplimiento de los mandatos del señor.

EDAD CONTEMPORÁNEA

A comienzos del siglo XIX, Espejo era todavía una villa de señorío que poseía el Duque de Medinaceli. Se trataba de un señorío tanto jurisdiccional como territorial, cuyo mayor hacendado, con diferencia, era el propio Duque, dueño de las tres cuartas partes de sus tierras de cultivo cuyas rentas superaban los 350.000 reales.El resto de estas tierras se repartía    entre la baja nobleza local, la Iglesia,dueña del 6% de las mismas, y el Concejo, con el 3%, lo que equivalía a unas 240 fanegas, cuyas rentas eran destinadas, entre otros servicios públicos, al mantenimiento del médico y el cirujano, esto es, los "físicos", como con frecuencia aparecen así denominados en la documentación.

Por otra parte y salvo un sector de pequeños propietarios, la mayoría de la población espejeña, que por entonces sobrepasaba los 5.000 habitantes, eran jornaleros sin tierra; gentes que dependían exclusivamente de la oferta de la mano de obra en los cortijos, con las consecuencias que de ello se derivan; entre otras y la más relevante era el paro estacional durante el cual muchas personas pasaban hambre y se veían obligadas a mendigar. Un segmento social que en determinados momentos, como con ocasión de la epidemia de fiebre amarilla, en 1804, resultaba golpeado de manera brutal.

El proceso desamortizador que se inicia en la primera mitad de esta centuria, no afecta, o afecta muy poco, a la villa de Espejo, perpetuándose la propiedad de la tierra en manos de la nobleza local. No es de extrañar, por consiguiente, el florecimiento de las organizaciones obreras, de obediencia anarquista, desde el último cuarto de dicha centuria, convirtiéndose Espejo en uno de los focos más dinámicos del movimiento campesino. En la II República, se acentúa la conflictividad social, por lo que la hegemonía política y sindical recae en manos de anarquistas y comunistas, que se materializa en importantes éxitos electorales. La Guerra Civil, por su parte, se deja sentir con gran violencia en esta población, que el denominado ejército nacional halla prácticamente desierta cuando entra en Espejo el 25 de septiembre de 1936.

En 1947, tras el desastre de tan luctuosa contienda, se lleva a cabo un proceso de expropiación forzosa, parcelación y reparto de tierras que viene a introducir una dinámica nueva en la distribución de la propiedad agraria y de cuyos resultados hoy se benefician gran parte de la población campesina espejeña.

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