En
una Mancomunidad de Propietarios del barrio de Chamberí, con grandes superficies
disponibles para alquiler, se había establecido la política de arrendar los
locales de propiedad de la comunidad por regla general a supermercados,
tiendas, clínicas o similares. El alquiler era suficiente para los gastos de
mantenimiento y de conserjería. Pero un día decidieron arrendar uno de los
locales a un club nocturno. El club se convirtió en un local a la moda en poco
tiempo y por la noche se formaban colas de personas intentando entrar, así como
atascos de coches aparcados de cualquier forma hasta sobre las aceras. Como
quiera que las molestias ocasionadas quedaran ampliamente compensadas por el
alquiler del local, el establecimiento siguió incrementando su fama.
Un
día un señor que estaba en el club tomando una copa con sus amigos, necesitó
acudir a cierto lugar para dar de cuerpo. Había dos, uno para las damas y otro
para los caballeros y como es lógico eligió al cuarto que le correspondía. Al
entrar vio los lavabos todos en un lado y los aparatos sanitarios en frente.
Cumplida satisfactoriamente la evacuación se acercó a un lavabo de la serie
para lavarse las manos. En la esquina, junto al secador de aire había otro
hombre que utilizaba aparentemente uno de los lavabos. El señor se lavó las
manos y para secarse se acercó al
secador que estaba a lado del otro hombre. El aire caliente empezó a brotar del
aparato y un alarido aterrador proferido por el otro hombre rompió la aparente
paz que reinaba en al lugar. El aparato no se podía apagar, ya que tiene un
temporizador, así que el señor preguntó al otro porque había gritado a lo que
el otro le contestó:
-Por
mis valores, tío. Te voy a matar, cabrón.-
El
señor, educado y chapado al antigua, le contestó tranquilamente que no veía ningún
reloj o joya que hubiese caído en el suelo, mientras el otro empezó a husmear
el suelo, bastante sucio por cierto, como un perro, mientras chillaba
incesantemente:
-¡Te
voy a destripar, hijo de puta, voy a aplastar tu cabeza y sacar tus ojos, te
voy a dejar para el arrastre!-
Solo
entonces se dio cuenta el primero que el secador había levantado un polvillo
que se había desparramado en todas partes… ¡y era cocaína! Y salió asustadísimo
corriendo antes que el otro pudiera cumplir con su amenaza…buscando cobijo
entre sus amigos que se aseguraron de que nadie les molestara denunciando al
hombre. Unos camareros se acercaron rápidamente al lugar de los hechos y se
encontraron al hombre que seguía esnifando el suelo y lo redujeron para ponerle
a disposición de la policía...
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