Doctor arquitecto y escritor, autor de numerosos títulos técnicos y catálogos, así como de proyectos de edificación y ensayos. Ensayista de artículos de índole técnica y cultural en varias revistas, colaborador de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Escritor de historia, antropología, anécdotas de vida profesional y novelas históricas. Más de veinticinco libros publicados hasta el momento tanto en papel como en formato digital.
lunes, 1 de abril de 2013
Echar un polvo
Data de los felices años veinte, unos años mágicos. España no se había metido en la Gran Guerra, es decir la primera guerra mundial y tuvo una posguerra muy feliz. Los españoles conocieron el hedonismo (doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como razón de ser de la vida), la buena vida vamos, y por consecuencia se incrementó el vicio del tabaco inhalado (el celebre rapé).
Todos los hombres que se preciaban de elegantes llevaban en su bolsillo un bonito recipiente, en forma de caja, donde había polvo de tabaco (rapé), que se intercambiaba como signo de cortesía ¿quieres echar un polvo?, se repetía frecuentemente, como años más tarde se haría con los cigarrillos... Pero como era de mala educación inhalar ante señoras, los hombres cuando sentían el síndrome de abstinencia salían del salón, con la excusa de echar un polvo.Pero muchas veces la ausencia del salón no era exactamente para inhalar rapé, sino para tener un encuentro con alguna damisela en las habitaciones altas que tenían todas las casas de "buena familia" y se ausentaba diciendo: "Voy a echar un polvo", y se perdía por las habitaciones, donde se encontraba con su amante para un encuentro sexual...
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JEjejeje.
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