viernes, 19 de julio de 2013

LA COMUNIDAD DE PROPIETARIOS: los imbornales

EXTRACTO:  Los imbornales.

En la isla de Mallorca, a la salida del puerto de Andratx hay un edificio de primera línea, construido sobre las rocas a pocos metros del mar. Para aprovechas el desnivel del terreno y el suelo rocoso, fue proyectado y construido sobre cuatro terrazas a forma de escalera, obteniendo así un acabado que se ajusta bien a la morfología del terreno.

Algunos metros le separan de una ambiciosa promoción inmobiliaria de varios bloques de viviendas de lujo adosadas a las rocas de atrás que les sirven de pantalla y de noche se iluminan de luz verde como un juego de luces y sonidos. La obtención de la licencia de obras supuso para los promotores la obligación de  realizar unas obras de urbanización, ya que la carretera en aquel tramo estaba sin asfaltar, aunque disponía de unos imbornales de evacuación de agua en caso de lluvia. Así que una empresa local procedió a asfaltar la calle de acuerdo con los requerimientos del ayuntamiento, pero olvidando respetar las alcantarillas existentes, las cuales fueron asfaltadas junto con el resto. Así que aparentemente estaba todo bien hasta que las lluvias demostraron el disparate.

Un día estando invitados mi mujer y yo mismo en dicha casa, hacia las cinco de la mañana, durante una larga noche de temporal y relámpagos, ocurrió lo nunca visto. Fue increíble. Las aguas de las lluvias torrenciales se habían acumulado en la carretera asfaltada, buscando sus desagües, que no se encontraban disponibles por estar asfaltados. Tampoco podía desaguarse de forma natural, ya que la empresa urbanizadora dotó la calle de aceras y bordillos. Así que el agua fue acumulándose en la calle. Litros y litros de agua en una noche donde cayeron más de doscientos litros por metro cuadrado. Toda la calle se había convertido en una piscina pero las aguas estaban encontrando una vía de escape, a través de los desagües de la casa donde estábamos invitados. Al acudir al cuarto de baño, de repente se abrió un boquete debajo del lavabo empotrado en la roca y salió un caudal de agua imparable que convirtió el cuarto en una piscina. Mientras, yo estaba despejando el agua a toda velocidad para que no afectara a los muebles. Mi mujer estaba sentada en la cama que empezó a flotar como una barca.
En nuestra condición de invitados tuvimos dudas si despertar o a nuestros anfitriones, pero oímos que en la planta superior había movimiento, así que nos armamos de valor y llamamos por teléfono a esa hora tan inadecuada avisando de lo que pasaba más abajo.

La señora de la casa acudió corriendo en bata con personal auxiliar para ayudar a la evacuación de las aguas. Así que entre todos poco a poco logramos, gracias a que el temporal había escampado mientras tanto, vaciar la planta de agua. 

Cansados, pero satisfechos por haber vencido al temporal de repente nos sentamos en el borde de la cama de una habitación contigua seca. La señora de la casa mi mujer y yo mismo, los tres en bata y descalzos.
De repente, una señora filipina se presentó con una gran nevera portátil, lo cual nos extrañó porque nadie pensaba en beber un refresco a esa hora de la mañana. Pero abrió la nevera y había colocado dentro una cafetera humeante que en seguida nos reanimó, pero lo mejor fue el razonamiento que nos hizo: En mi país hay inundaciones casi todos los años durante la época de los monzones y no hay nada que hacer porque ni hay desagües, ni imbornales, ni nada de nada. La gente tiene que cruzar vadeando los ríos de agua de la ciudad de Manila.  Así que nos lo tomamos con resignación y filosofía y nos tomamos un cafelito para reanimarnos. ¿A que les apetece un café recién hecho?

Lo mejor es que hacia las doce apareció el señor de la casa que había dormido como un San Benito y no se había enterado de nada… Hay que decir en su disculpa que a continuación sus gestiones con el ayuntamiento y la promotora responsable de los daños por agua fueron muy fructíferas, porque consiguió todas las compensaciones que quiso y hoy la casa está preparada para aguantar seca cualquier lluvia y de cualquier intensidad. 

La moraleja de esta historia es que no hay mal que por bien no venga…





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