jueves, 17 de marzo de 2016

Ética perdida

La necesaria re-fundación ética mundial

Cada día son mayores los escándalos de corrupción que se están descubriendo en España, (de la que no pienso hablar porque está desde tiempo en primera página de la prensa diaria y parte de la corrupción descubierta está juzgándose en los tribunales) en el mundo en general y en América Latina, en particular. Los gobiernos de Lula (que acaba de blindarse del escándalo Petrobras como primer ministro "de hecho" de Roussef), Dilma Roussef (títere del anterior),



Evo Morales (que no ha logrado perpetuarse al frente de la república), Rafael Correa (populista y demagogo, sin experiencia, irresponsable y audaz: quiere aprender a gobernar gobernando, se ve a si mismo como un Mesías, promueve el odio entre ecuatorianos, ataca y ofende a quienes tienen algún bienestar económico, hace cualquier cosa por mantenerse en el poder, dice querer cambiar el pasado y hace lo mismo de siempre, pero a su manera, sus acciones producen inestabilidad además de problemas económicos, políticos y sociales), los Kirchner (que han amasado ilegalmente una fortuna colosal) y altos funcionarios del gobierno venezolano están siendo investigados y/o acusados, en diversas instancias, por supuestos delitos contra la cosa pública. Esta situación coincide en el tiempo con la crisis de los modelos socio-económicos estatistas del populismo radical latinoamericano, que se basaron en el alto precio coyuntural de las materias primas. En el caso venezolano, la crisis socio-económica es mucho más grave por la dependencia absoluta y total de la exportación de un solo producto y la cuasi destrucción del aparato productivo nacional, producido por un modelo basado en “ideas muertas” e implementado además con ineficiencia y despilfarro.

Hay una profunda crisis ética que se suma a una grave crisis socio-económica, esta situación crea las condiciones para una crisis política.  Recordemos que a raíz de la crisis socio-económica iniciada en 1929, las instituciones democráticas en Europa entraron en un acelerado proceso de desintegración, la democracia parecía representar lo viejo y  lo obsoleto. Hombres pusilánimes, como Chamberlain y Daladier, encarnaban el papel de sepultureros de la democracia como sistema político. Lo nuevo, lo vital, la energía,  la juventud (¡giovinezza!) y el futuro parecían estar con los totalitarismos  nazifascista y comunista. En buena parte, como reacción a este ambiente político surgió, en los años ’30 un movimiento de inspiración cristiana: el “personalismo”, que tuvo sus mayores exponentes en Francia y en Italia. Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Simone Weil, Luigi Sturzo y Giorgio La Pira iniciaron un proceso de re-afirmación democrática, anclándose en la centralidad, primacía, dignidad y trascendencia de la persona humana. Podríamos condensar algunas de las posiciones fundamentales del fecundo ideario del movimiento personalista en tres primacías: a) Primacía de la persona y con ella de la sociedad frente al Estado. b) Primacía de la persona y con ella del trabajo frente al capital. c) Primacía de la persona y con ella de la ética frente a la política, concebida esta, maquiavélicamente, como política del “éxito”, separada de la ética. En la visión personalista, la crisis de la democracia se debía, fundamentalmente, a un vacío moral antes que político. Este vacío ético había preparado y, de alguna forma, determinado el vacío político. Si los totalitarismos habían podido afirmarse era porque, para la mayoría de los europeos de la época la democracia parecía un régimen carente de una fundación firme  e incapaz de dar una respuesta a los problemas de la sociedad y del hombre. A partir de 1945, el ideario personalista tuvo un enorme influencia intelectual y política en el exitoso proceso de reconstrucción de la democracia europea y, a través de hombres como Adenauer, De Gasperi y Schuman, contribuyó de manera sustancial al acelerado renacimiento socioeconómico europeo. 

En Venezuela es el estatismo populista “comunistoide” del gobierno que ha fracasado en resolver los problemas básicos de la sociedad venezolana. Por tanto, es previsible y  deseable un próximo cambio en el modelo político y socio-económico del país, la reciente relevante victoria electoral de la Unidad Democrática lo anticipa. El ideario personalista tiene mucho que decir y hacer en vista de una nueva y necesaria refundación ética de la democracia venezolana. 

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