Ángela María, en la foto acompañada por su hija Maria, fue para mí como una madre. La conocí hace más de cuarenta años, poco tiempo después de que su hija María y yo hiciéramos amistad, porque su madre quería conocer a los amigos que frecuentaba. Desde el primer momento, Ángela María me sorprendió, porque me hablaba como a una persona conocida de siempre o como a alguien de su familia, mientras yo no la comprendía o mejor dicho, la entendía muy poco porque acababa de llegar de Italia y aún no dominaba el español. Pero ese trato que me dispensó entonces ganó mi corazón para siempre.
Su vida fue difícil, empezando por el año de su nacimiento que fue terrible para la pequeña Ángela María porque su padre Mariano murió. Estando en San Sebastián, Mariano dijo a su mujer que tenía que operarse de urgencia y que presentía que no saldría de la intervención, como así fue. Petra estaba esperando otro hijo y lo perdió. Las dos señoras se quedaron solas, y así fue durante mucho tiempo, porque Petra nunca volvió a casarse. Ángela María nació bajo la dictadura de Primo de Rivera, asistió a la abdicación y exilio del rey Alfonso XIII y a la proclamación de la segunda República el 14 de abril de 1931. Tras cinco años de política republicana desastrosa, vivió junto con su madre la guerra civil española, tres años que marcaron su infancia. Tuvieron que marcharse de Andalucía.
Empezó para Ángela María un periodo relativamente más tranquilo, solo agrietado por las consecuencias de la segunda guerra mundial, y siete años después, un año después de finalizar la segunda guerra mundial, contrajo matrimonio con el valiente voluntario de la Legión a los diez y seis años, Pedro de Solís-Beaumont. Los veinte y un años transcurridos desde la muerte del padre Mariano, la tragedia de la guerra civil española y las consecuencias de la guerra mundial habían pasado una factura tremenda sobre las propiedades de Ángela María, pero su marido decidió emprender una tarea de saneamiento global de las fincas de su mujer.
Esa época fue feliz para Ángela María y su marido Perico no desdeñaba ningún trabajo en el campo donde vivían. Mientras ella se ocupaba de la casa, él conducía el tractor y realizaba las labores del campo, a la vez que organizaba el resto del personal. Fue extraordinariamente innovador, creó sistemas de riego, una mini central hidroeléctrica y muchas otras mejoras y obras necesarias para devolver la rentabilidad a las fincas. El matrimonio tuvo descendencia y nació su hija primogénita que llamó como ella, Ángela María. Tras unos años de intentos fallidos, nació su segunda hija, María con la que estoy felizmente casado. Pero la tragedia se cernió nuevamente sobre ella, sus dos hijas y su madre, porque Perico murió cuando su hija pequeña contaba con menos de dos años de edad.
Las consecuencias fueron las mismas que se habían producido tras la muerte de su padre Mariano. Ángela María estaba sola y se sentía desamparada, sin ganas de ocuparse más que de sus hijas y de su madre. Pero aún era joven y muy guapa, contaba solo con treinta y cuatro años y poco a poco fue considerando la posibilidad de volver a empezar a reconstruir su vida. Entre sus numerosos admiradores, eligió casarse cinco años después de la muerte de Perico, con el diplomático José María de Latorre. Su vida cambió, acompañó a su nuevo marido en destinos extranjeros y en España. Del segundo matrimonio nacieron dos hijas, María del Pilar y María de la Asunción.
Vivió el periodo franquista con serenidad y se adaptó al nuevo régimen, pero nunca olvidó a la monarquía y contribuyó a su mantenimiento en el exilio de Estoril. Justo al final de la etapa franquista, fue cuando nos conocimos. Yo procedía de Italia, un país que había sufrido una gran transformación tras los horrores de la segunda guerra mundial. Sin embargo, Italia fue uno de los países fundadores de la actual Unión Europea y Ángela María estaba muy interesada en conocer los cambios que se habían producido en la sociedad italiana, pensando con clarividencia que lo mismo sucedería en España tras la muerte de Franco. Era una de sus facetas más destacadas, tenía un instinto prodigioso de supervivencia acompañado de una inteligencia brillante. Y así fue como aceptó mis consejos para administrar su patrimonio con vistas al futuro posible de España.
Ángela María fue una persona muy generosa, realizó constantes obras benéficas y ningún necesitado que llamó a su puerta se fue con las manos vacías. Presidió UNICEF en Sevilla y no se a cuantas cofradías religiosas pertenecía. Hasta un amigo periodista me comentó que cuando era pequeño vio a Ángela María como camarera, vistiendo a la Virgen de las Aguas. Frente a su casa de Sevilla se encuentra la hermandad de la Redención de la que ella fue su benefactora. Vivió una larga vida llena de dificultades que supo superar, y, tras la muerte de su madre y de su segundo marido, convirtió a sus hijas y a sus nietas en el centro de su mundo.
Ángela María fue para mí como una madre y yo espero haber sido para ella como un hijo.
Carlo Emanuele Ruspoli, duque de Plasencia.
Ángela María, fue descendiente directa en grado catorce de nuestro hermano tercer general de la Compañía de Jesús, San Francisco de Borja, Santo Patrono en España: de la nobleza, de la cetrería y de las ciudades de Gandía, Valencia y Bonares. En Perú: de la Provincia de Yunguyo. En Colombia: protector y patrono de la ciudad de Medellín, en la aflicción de terremotos, temblores, borrascas y tempestades.
Su vida fue difícil, pues el año de su nacimiento fue terrible para la pequeña porque su padre Mariano murió. Estando en San Sebastián, Mariano dijo a su mujer que tenía que operarse de urgencia y que presentía que no saldría de la intervención, como así fue. Petra estaba esperando otro hijo y lo perdió. Las dos señoras se quedaron solas, y así fue durante mucho tiempo, porque Petra nunca volvió a casarse.
Ángela María nació bajo la dictadura de Primo de Rivera, asistió a la abdicación y exilio del rey Alfonso XIII y a la proclamación de la segunda República en abril de 1931. Tras cinco años de política republicana desastrosa, vivió junto con su madre la guerra civil española, tres años que marcaron su infancia. Tuvieron que marcharse de Andalucía.
Empezó para Ángela María un periodo relativamente más tranquilo, solo agrietado por las consecuencias de la segunda guerra mundial, y siete años después, un año después de finalizar la guerra, contrajo matrimonio con el valiente voluntario de la Legión a los diez y seis años, Pedro de Solís-Beaumont. Los veinte y un años transcurridos desde la muerte del padre Mariano, la tragedia de la guerra civil española y las consecuencias de la guerra mundial habían pasado una factura tremenda sobre las propiedades de Ángela María, pero su marido decidió emprender una tarea de saneamiento global de las fincas de su mujer. Esa época fue feliz para Ángela María y su marido Perico no desdeñaba ningún trabajo en el campo donde vivían. Mientras ella se ocupaba de la casa, él conducía el tractor y realizaba las labores del campo, a la vez que organizaba el resto del personal. Fue extraordinariamente innovador, creó sistemas de riego, una pequeña central hidroeléctrica y muchas otras mejoras y obras necesarias para devolver la rentabilidad a las fincas. El matrimonio tuvo descendencia y nació su hija primogénita que llamó como ella, Ángela María. Tras unos años de intentos fallidos, nació su segunda hija, María. Pero la tragedia se cernió nuevamente sobre ella, sus dos hijas y su madre, porque Perico murió cuando su hija pequeña María contaba solo con menos de dos años de edad.
Las consecuencias fueron las mismas que se habían producido tras la muerte de su padre Mariano. Ángela María estaba sola y se sentía desamparada, sin ganas de ocuparse más que de sus hijas y de su madre. Pero aún era joven y muy guapa, contaba solo con treinta y cuatro años y poco a poco fue considerando la posibilidad de volver a empezar a reconstruir su vida. Entre sus numerosos admiradores, eligió casarse cinco años después de la muerte de Perico, con el diplomático José María de Latorre. Su vida cambió, acompañó a su nuevo marido en destinos extranjeros y en España. Del segundo matrimonio nacieron dos hijas, Pilar y Asunción.
Vivió el periodo franquista con serenidad y se adaptó al nuevo régimen, pero nunca olvidó a la monarquía y contribuyó a su mantenimiento en el exilio de Estoril. Ángela María estaba además muy interesada en conocer los cambios que se habían producido en la sociedad italiana, pensando con clarividencia que lo mismo podría suceder en España tras la muerte de Franco. Era una de sus facetas más destacadas, tenía un instinto prodigioso de supervivencia acompañado de una inteligencia brillante. Y así fue como aceptó consejos para administrar a su patrimonio tomando ideas de Italia, con vistas al futuro posible de España.
Ángela María fue una persona muy generosa, realizó constantes obras benéficas y ningún necesitado que llamara a su puerta se fue con las manos vacías. Presidió UNICEF en Sevilla y no se a cuantas cofradías u órdenes religiosas pertenecía o colaboraba. Hasta un amigo periodista me comentó que cuando era pequeño vio en más de una ocasión a Ángela María como camarera, vistiendo a la Virgen de las Aguas. Frente a su casa de Sevilla se encuentra la hermandad de la Redención y ella fue su benefactora. Vivió una larga vida llena de dificultades que supo superar, y, tras la muerte de su madre y de su segundo marido, convirtió a sus hijas y a sus nietas en el centro de su mundo.
Homilía preparada para su Funeral en la Iglesia de San Francisco de Borja
Ángela María, fue descendiente directa en grado catorce de nuestro hermano tercer general de la Compañía de Jesús, San Francisco de Borja, Santo Patrono en España: de la nobleza, de la cetrería y de las ciudades de Gandía, Valencia y Bonares. En Perú: de la Provincia de Yunguyo. En Colombia: protector y patrono de la ciudad de Medellín, en la aflicción de terremotos, temblores, borrascas y tempestades.
Su vida fue difícil, pues el año de su nacimiento fue terrible para la pequeña porque su padre Mariano murió. Estando en San Sebastián, Mariano dijo a su mujer que tenía que operarse de urgencia y que presentía que no saldría de la intervención, como así fue. Petra estaba esperando otro hijo y lo perdió. Las dos señoras se quedaron solas, y así fue durante mucho tiempo, porque Petra nunca volvió a casarse.
Ángela María nació bajo la dictadura de Primo de Rivera, asistió a la abdicación y exilio del rey Alfonso XIII y a la proclamación de la segunda República en abril de 1931. Tras cinco años de política republicana desastrosa, vivió junto con su madre la guerra civil española, tres años que marcaron su infancia. Tuvieron que marcharse de Andalucía.
Empezó para Ángela María un periodo relativamente más tranquilo, solo agrietado por las consecuencias de la segunda guerra mundial, y siete años después, un año después de finalizar la guerra, contrajo matrimonio con el valiente voluntario de la Legión a los diez y seis años, Pedro de Solís-Beaumont. Los veinte y un años transcurridos desde la muerte del padre Mariano, la tragedia de la guerra civil española y las consecuencias de la guerra mundial habían pasado una factura tremenda sobre las propiedades de Ángela María, pero su marido decidió emprender una tarea de saneamiento global de las fincas de su mujer. Esa época fue feliz para Ángela María y su marido Perico no desdeñaba ningún trabajo en el campo donde vivían. Mientras ella se ocupaba de la casa, él conducía el tractor y realizaba las labores del campo, a la vez que organizaba el resto del personal. Fue extraordinariamente innovador, creó sistemas de riego, una pequeña central hidroeléctrica y muchas otras mejoras y obras necesarias para devolver la rentabilidad a las fincas. El matrimonio tuvo descendencia y nació su hija primogénita que llamó como ella, Ángela María. Tras unos años de intentos fallidos, nació su segunda hija, María. Pero la tragedia se cernió nuevamente sobre ella, sus dos hijas y su madre, porque Perico murió cuando su hija pequeña María contaba solo con menos de dos años de edad.
Las consecuencias fueron las mismas que se habían producido tras la muerte de su padre Mariano. Ángela María estaba sola y se sentía desamparada, sin ganas de ocuparse más que de sus hijas y de su madre. Pero aún era joven y muy guapa, contaba solo con treinta y cuatro años y poco a poco fue considerando la posibilidad de volver a empezar a reconstruir su vida. Entre sus numerosos admiradores, eligió casarse cinco años después de la muerte de Perico, con el diplomático José María de Latorre. Su vida cambió, acompañó a su nuevo marido en destinos extranjeros y en España. Del segundo matrimonio nacieron dos hijas, Pilar y Asunción.
Vivió el periodo franquista con serenidad y se adaptó al nuevo régimen, pero nunca olvidó a la monarquía y contribuyó a su mantenimiento en el exilio de Estoril. Ángela María estaba además muy interesada en conocer los cambios que se habían producido en la sociedad italiana, pensando con clarividencia que lo mismo podría suceder en España tras la muerte de Franco. Era una de sus facetas más destacadas, tenía un instinto prodigioso de supervivencia acompañado de una inteligencia brillante. Y así fue como aceptó consejos para administrar a su patrimonio tomando ideas de Italia, con vistas al futuro posible de España.
Ángela María fue una persona muy generosa, realizó constantes obras benéficas y ningún necesitado que llamara a su puerta se fue con las manos vacías. Presidió UNICEF en Sevilla y no se a cuantas cofradías u órdenes religiosas pertenecía o colaboraba. Hasta un amigo periodista me comentó que cuando era pequeño vio en más de una ocasión a Ángela María como camarera, vistiendo a la Virgen de las Aguas. Frente a su casa de Sevilla se encuentra la hermandad de la Redención y ella fue su benefactora. Vivió una larga vida llena de dificultades que supo superar, y, tras la muerte de su madre y de su segundo marido, convirtió a sus hijas y a sus nietas en el centro de su mundo.
La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, vosotros sois vosotros. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo. Dadme el nombre que siempre me habéis dado. Hablad de mí como siempre lo habéis hecho. No uséis un tono diferente. No toméis un aire solemne y triste. Seguid riendo de lo que nos hacía reír juntos. Rezad, sonreíd, pensad en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de vuestra mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de vuestra vista? Os espero; No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Veis? Todo está bien. No lloréis si me amabais. ¡Si conocierais el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudierais oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos ¡Si pudierais ver con vuestros ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudierais contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen! Creedme: Cuando la muerte venga a romper vuestras ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban\ y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce, vuestra alma venga a este Cielo en el que os ha precedido la mía, ese día volveréis a ver a aquel que os amaba y que siempre os ama, y encontraréis su corazón con todas sus ternuras purificadas. Volveréis a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con vosotros por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás. (San Agustín)
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