Los siete secretos de la felicidad, según un parlamentario muy optimista.
¿Qué haces cuando te ves obligado a abandonar tu escaño en el parlamento inglés, pierdes a familiares cercanos y amigos, y te sientes acabado e impotente? Como recomendaría Gyles Brandreth, tirar adelante, ponerle buena cara a la desgracia y, ya puestos, dar una serie de (caras) conferencias en las que explicas la fórmula de tu renacer vital. Tus conferencias tendrán tanto éxito que empezarás a aparecer con frecuencia en los medios de comunicación (radio, televisión, nada te es ajeno) y, tarde o temprano, recibirás una suculenta oferta de una editorial para compartir todos tus secretos en forma de libro. Un libro que no puede llevar otro nombre que el de The 7 Secrets of Happiness: an Optimist’s Journey (Short Books Ltd.)
Tal ha sido el recorrido vital que ha seguido durante la última década uno de los personajes más peculiares del Reino Unido, Gyles Brandreth, amado y odiado a partes iguales y que, como señala su entrada en la Wikipedia, es célebre… por su engolada voz. Pero Brandreth es mucho más que eso: en su currículum también aparece reflejada su experiencia como productor teatral, periodista, escritor, editor y presentador de televisión.
Se trata de una de las personas mejor conectadas en el Reino Unido (en sus conferencias son habituales las referencias a celebridades como la familia real británica o Andrew Marr), que fue miembro del Parlamento Británico durante cinco años, entre 1992 y 1997, en representación de la ciudad de Chester. Una experiencia que recogió en su libro Breaking the Code: Westminster Diaries y en el que se atrevió a vulnerar el pacto de silencio de los whips por el cual se comprometen a no hablar de lo que ocurre en los pasillos del parlamento. ¿Primer consejo? Nunca dejes pasar una buena oportunidad para vender un puñado de libros.
Por eso, muchos han recibido este nuevo volumen con gesto de desaprobación. Es el caso del periodista de The Guardian John Crace, que en su reseña parodia una de las fórmulas que más gustan a Brandreth, es decir, simplificar lo complejo en un número muy limitado de palabras. En este caso, unas 500. Cierto es que los consejos del colaborador de programas como One Show o Just a Minute no son especialmente originales, pero también que pocas veces nos lo han contado con ejemplos en los que aparecen Rod Stewart, Margaret Thatcher o el Príncipe Eduardo (¡con declaraciones en primera persona!)
Cultiva una pasión
“Para ser feliz, debes hacer algo que te guste”. Una máxima que, como tantas otras de las que aparece en el libro, Brandreth señala que son fáciles de comprender, pero muy complicadas de llevar a cabo. Es el caso de Margaret Thatcher, que confesó al autor lo aburrida que se sentía después de abandonar su carrera política y de la muerte de su marido Denis. “Necesito estar en Westminster, ese es mi lugar”, le confesó. Es la contrapartida de tener una gran pasión: que nos absorba de tal manera que, cuando no podamos llevarla a cabo, nos sentimos vacíos. Pero, mientras tanto, Brandreth nos recuerda la cara de alegría que puso Rod Stewart cuando recibió como regalo un tren de juguete, una de sus grandes pasiones (junto a las rubias, y no las cervezas precisamente).
Sé una hoja en el árbol
Con este abstruso dicho, Brandreth se refiere a que debemos mantener nuestra individualidad sin descuidar lo comunitario. Es, en cierto modo, la necesidad de trascendencia que todos los seres humanos han sentido en un momento u otro de sus vidas, y que hace que nos encontremos mejor cuando formamos parte de algo más grande que nosotros. Las hojas caen y se marchitan si no forman parte del árbol. Para ilustrar esta idea, Brandreth cita al obispo sudafricano Desmond Tutu, que una vez le confesó que “el Cielo es una comunidad. Un ser humano solitario sería una contradicción”.
Rompe el espejo
Es decir, deja de mirarte a ti mismo y mira a los demás. Y aquí es donde entra la Familia Real, quizá una de las instituciones a priori menos inclinadas a echar un vistazo a lo que ocurre en la sociedad. Según comentó el Príncipe Eduardo a Brandreth, su padre el Príncipe Felipe “es muy modesto y no le gusta hablar de sí mismo. Uno de los consejos que suele darle a la gente es hablar de otras cosas, puesto que no le interesas a nadie”. Con anterioridad, el Duque de Edimburgo ya le había pedido a Brandreth, que estaba escribiendo una biografía sobre su vida, que no le preguntase de nada que no fuesen asuntos públicos, porque no le gusta hablar de sí mismo.
No te resistas al cambio
El autor concede que es natural que temamos al cambio por la incertidumbre que genera, pero que las personas más felices son aquellas que toleran mejor los giros de rumbo en sus vidas. Se trata del consejo que más le cuesta seguir a Brandreth, como él mismo reconoce, ya que es un “Conservador conservador”. Pero por eso mismo, ha intentado cambiar sus costumbres y aceptar el cambio ya que, como recuerda, no vale cumplir algunas de estas reglas si no se siguen todas.
Analiza tu felicidad
El ritmo de la vida contemporánea nos empuja a tal frenesí que cumplimos con todas nuestras tareas menos con una de las más importantes, la introspección y el autoanálisis. A veces, la llave a la felicidad se encuentra simplemente en ser capaces de identificar aquello que nos amarga en nuestro día a día (sea nuestro trabajo, nuestra pareja o, simplemente, el tiempo que pasamos en el transporte público) y hacer algo para ponerle remedio. Por supuesto, se trata de encontrar el punto medio entre lo ideal y lo práctico, aunque Brandreth anima al lector a tomar riesgos que redunden en un mayor bienestar en el largo plazo.
Vive el momento
“No esperes a vivir mañana: vive hoy”, señalaba ya en el siglo I d.C. el poeta español Marco Valerio Marcial. Es, al fin y al cabo, la ideología del carpe diem de Horacio, rescatada para nuestros días. Como ocurría con aquella, no se trata de una simple apuesta por el hedonismo, sino que debemos aprender a concentrarnos y a estrujar al máximo el jugo de cada segundo de nuestra vida para evitar que el futuro, cuando llegue, nos lleve por delante.
Sé feliz
Valga la redundancia, lo más importante para ser feliz es ser feliz. Como han indicado previamente multitud de expertos, la felicidad no es una meta, sino un camino, y si elegimos ser felices, tendremos mucho camino recorrido. Por eso, como descubrió un célebre experimento psicológico, las personas que se fuerzan a sonreír suelen ser más felices que aquellas que llevan un gesto mustio en el rostro durante todo el día. Es pura tautología, pero por intentarlo, no perdemos nada.
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