miércoles, 25 de septiembre de 2013

El reino de Castilla y León


         Yo creo ser de los pocos no nacionalistas que llegan a comprender las razones, de fondo, de los separatistas. A mi no me extraña que tal como se ha gobernado desde “Madrid”, en tiempos históricos y recientes, piensen que ellos lo harían mejor y sin ese papel de dependencia que odian.
         Yo seria el primero en reconocerlo si fuera así, pero la forma en que ellos lo hacen, cuando tienen la ocasión, no confirma esa idea y su actuación y comportamiento, más bien demuestran que, a estas alturas, ya todos somos iguales, españoles y bien españoles. La historia nos ha moldeado así a todos y para no mejorar con la separación mas vale evitar el doloroso trance y seguir juntos.
         Para defender su derecho a separarse han recurrido, como buenos españoles, a las artimañas y argumentos mas picaros que se pueden imaginar que, sorprendentemente, ante la estulticia general, corren como moneda de curso legal. Uno de ellos es denominar territorios históricos a aquellos en los que hay una fuerte presencia separatista, en un país en el que hasta la última piedra es histórica. Otra es la pretensión de singularidad por tener un idioma propio como si los demás no lo tuviéramos. El nacionalista inventa leyendas y las cree realidades. Fabrica ruedas de molino para celebrar la eucaristía con sus fieles.
         Esta absurda ilusión de protagonismo, ocultando su papel de animosos comparsas en la historia, ocurre por la eliminación del territorio histórico por antonomasia, Castilla, que, en los tiempos modernos ha sido concienzudamente, descabezado y desguazado, hasta alcanzar la irrelevancia política que hoy tiene cuando tan necesario seria que siguiera ejerciendo el papel hegemónico y aglutinador que ejerció históricamente.
         Admiro mucho el reinado de los Reyes Católicos que a la misma generación que encontraron totalmente desunida, desmoralizada y sin más objetivo que sus peleas internas la convirtieron en una piña que trasformó España en una nación moderna, unida, con entusiasmo y en camino de ser la primera potencia de Europa.
         Soy muy negativo, en cambio, con los reinados de los Austrias, aparentemente deslumbrantes, pero que por su voracidad de territorios y por empecinarse en su equivocada prioridad de mantener la imposible hegemonía europea marcada por Carlos V, derrocharon la herencia recibida quemando en guerras inútiles hombres valiosísimos, hasta el ultimo maravedí de Castilla y los inmensos caudales que extraían de America, dejando a España en la miseria y haciendo que los déficits actuales, sean una broma en comparación con los que ellos ocasionaron.
           Pienso, en contra del sentir general, que aquel inmenso árbol creció torcido. Pero amigos. ¡Con que vigor!. La historia de España hubiera sido distinta y mejor si se hubieran aprovechado aquellos tiempos de fortuna y fortaleza en mejorar la nación y no en esquilmarla sin duelo. Y el alma y la bolsa de aquel grupo de pueblos asociados para lograr aquellas hazañas, difíciles de igualar, fue Castilla que se desangró en aquella loca aventura de construir un imperio desmesurado para su fuerza.
         Y ahora son otros, que aportaron su colaboración, siempre bajo la tutela de Castilla, los que pretenden protagonismos y privilegios y hasta la posibilidad de separarse en base a derechos históricos.
         ¿Por qué  no plantearse revertir Castilla a su antigua dimensión territorial? Madrid, que también es Castilla y cuyo PIB es similar a Cataluña entera, podría ser la levadura económica destinada a convertir a esa región en una de las mas potentes de Europa y volvería a ser el centro que mantiene orbitando, a su alrededor, a los otros territorios de la nación. ¿Es este planteamiento mas loco que el de pretender separar un territorio de España mediante una decisión que se dice democrática pero que no lo seria porque una vez conseguido jamás se volvería a plantear?
         Somos lo que somos y mas nos valdría, de una vez, aportar cada uno su esfuerzo para el bien común y abandonar disputas estériles.

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