jueves, 6 de febrero de 2014

Una palabra para definir el mundo


Así empieza un ejercicio de Lengua Española que un grupo de alumnos de unos 17 años de edad realizó hace pocos días en clase: "Podemos comenzar buscando una palabra para definir nuestro mundo..." Se les ofrecía una extensa lista de palabras, pero cada uno eligió la que consideraba más apropiada. Tras convenir que eran muy distintos el mundo del Instituto, el de la familia o el del tiempo libre, la sorpresa llegó cuando fueron definiendo este último: al lado de "divertido" o "joven", abundaban "violento", "desmadre", "acojonamiento", "vicio" e incluso "refanfinflante". Entre risas y bromas, aquellos muchachos se fueron ratificando, como algo evidente e indiscutible, en los adjetivos "violento" y "acojonante", como si vivieran en un permanente estado de susto, sobresalto o alarma.... Ninguno de ellos se percató quizá de que el sol se había ocultado demasiado pronto, demasiado deprisa, tras unas espesas nubes que encapotaban el cielo de sus vidas, recién nacidas al mundo de las realidades.

Interesante (también necesario) ese ejercicio, esa tarea: buscar una palabra que defina el mundo. Probablemente, hay que decidir antes a qué mundo nos estamos refiriendo (si el que aparece en internacional/nacional en la prensa, o el laboral, o el familiar, o el de los sueños, o quizá el oculto y secreto...). Definamos, pues, el perímetro de nuestro mundo real y concreto, busquemos sus señas de identidad. Sólo entonces, después de establecer su horizonte, una vez elegido su paisaje, su clima y sus posibles moradores, podrá surgir como un rayo, cruzar nuestro firmamento, traspasar nuestro corazón, esa palabra adecuada, capaz de definir el mundo.

Centenares de personas ya no tienen mundo ni horizonte (murieron..) en México a causa de las lluvias torrenciales, mientras miles (la mayor parte pertenecientes al lumpen de la tierra) se ven condenados a vivir  a la intemperie: son sus casas las que quedan en escombros, son sus vidas las que quedan sepultadas bajo el barro y el silencio. Hay quien echa la culpa al final del milenio, pero es mucho más sencillo: casi siempre cargan los mismos con las miserias del mundo. Lucía Pinochet, hija del exdictador chileno Augusto Pinochet, dice que su padre ha perdido ya "el deseo de vivir", pero también que nunca pedirá perdón, pues "no se siente culpable" de nada. Esa mujer, esa hija, todos esos chilenos que gritan a favor del general golpista, olvidan que el objetivo último no es meter a Pinochet entre rejas: además de ser demasiado mayor, sabemos muy bien que, por desgracia, la cárcel no regenera o reinserta la vida y la conciencia de nadie (más bien, todo lo contrario...), además de que en las cárceles del mundo (también las españolas)  ni son todos los que están, ni sobre todo están todos los que son. Sin embargo, es preciso que esos muchachos de 17 años, así como todos los seres humanos de buena voluntad,  comprueben que algunos crímenes no quedan impunes, que nadie tiene patente de corso para cercenar o violar los derechos humanos, que el mundo camina también, a pesar de los pesares, hacia la libertad y el respeto.

Definamos el mundo, nuestro mundo. Cientos de mujeres pakistaníes (decenas de miles en el mundo) acaban año tras año asesinadas impunemente por osar atentar contra el presunto "honor" del varón, por negarse a casarse con quien no aman, o reivindicar el amor real que arde en sus corazones. Pugna la palabra "amor" por abrirse paso en casi todos los rincones del planeta, casi todos ansían colocarla en cada latido de su alma. ¿Llegará un día en que los alumnos escriban la palabra "amor" o sus sinónimos cuando respondan a la cuestión: "Podemos comenzar buscando una palabra para definir nuestro mundo..."? ¿Llegará ese día? Según un informe del Banco Internacional de Desarrollo, cien niños mueren diariamente por malos tratos en Brasil; tres millones de menores de edad jamás van a la escuela, malviven en la calle o trabajan de sol a sol; casi diez millones sufren agresiones sexuales y 100.000 niñas intentan suicidarse cada año a causa del trauma padecido.  ¿Llegará alguna vez ese día?

Definamos nuestro mundo con una palabra... Descubrámosla... Busquemos esa palabra que defina el mundo donde queremos vivir. Seamos osados, apostemos por crear un mundo nuevo y cálido, donde no se marchite la vida, donde no se agote su savia más genuina. Hagamos de cada muchacho y de cada muchacha de 17 años, de cada persona de la tierra, un creador de palabras multicolores con que definir el mundo, su mundo, nuestro mundo. El mundo es amplio, no lo encerremos entre cuatro paredes angostas, no asfixiemos las palabras con el miedo, abramos nuestras puertas al viento y a la luz y a la espera y a la esperanza, hagamos de cada vida una morada donde quepan todos, con el sol y la lluvia y las aves como único techo. El mundo es amplio, sí, todos deberían tener en él cabida, excepto los pinochets, kissingers, castros, jomeinis, führers, duces, torquemadas, violentos, represores, asesinos, torturadores, violadores, resentidos, intransigentes o fundamentalistas...

Busquemos palabras, sembremos el mundo de buenas palabras, atrevámonos a pronunciarlas a los cuatro vientos. Palabras sencillas, puras, netas: libertad, concordia, amor, pan, fiesta, paz, sonrisa, respeto, justicia... Sería hermoso que todos los alumnos y todas las personas del mundo respondiesen al ejercicio de "Podemos comenzar buscando una palabra para definir nuestro mundo...", con esas o parecidas palabras... Sería aún mejor que antes las viesen prendidas en nuestros mundos, en nuestras vidas.

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