El paro entra en campaña
En los próximos dos años, el actual y el que viene, España creará 600.000 puestos de trabajo, según anunció ayer Luis de Guindos desde el atril del Consejo de Ministros. Bien, ojalá se cumpla la previsión remitida a Bruselas. Pero, de momento, es una cuestión de fe, como el voluntarista discurso oficial sobre la inminente recuperación del empleo. Entretanto, nos atenemos a los datos que nos acaban de poner sobre la mesa.
Aunque la EPA del primer trimestre del año suele ser un mal mensajero del empleo, no podemos matarlo. Eso sí, hemos de asumir que sólo la preocupante merma de la población activa permite hacer las cuentas del Gran Capitán. A saber: son los mejores datos ínter anuales desde 2005 porque, efectivamente,bajan la masa y la tasa de parados, con 344.900 personas menos en paro y un punto menos de porcentaje sobre esa población activa que se ha reducido en 424.500 personas disponibles para trabajar.
La aritmética selectiva, propia de las vísperas electorales, también da de sí para sostener sin mentir en absoluto que España es el país europeo donde más baja el paro (datos de Eurostat). Como lema electoral, seguro que al PP le cundiría más que el insulso eslogan elegido para la campaña (“Lo que está en juego es el futuro”). Los números cantan un cierre del primer trimestre del año con 2.300 parados menos, lo cual, en efecto, es excepcional si comparamos con todos los primeros trimestres de la crisis por el devastador efecto estacional de la cuesta de enero, redoblado en época de vacas flacas, claro. En todos ellos subió el paro. Habría que remontarse a 2005 para encontrar un estreno del año con paro a la baja.
Si bien todo eso es matemáticamente cierto, no responde al anhelo central del discurso político y económico al uso, según el cual sólo la creación de puestos de trabajo nos pone en la senda de la verdadera recuperación. Y lo que está ocurriendo es que, por desgracia, se sigue destruyendo empleo, aunque las alteraciones en la base de cálculo (población activa) arrojen descensos en la cola del paro. Por reducción al absurdo podemos llegar al paro cero el día en que todos los inmigrantes desocupados se hayan repatriado a sus respectivos países, los parados de solemnidad abandonen aburridos la cola del paro y nuestros jóvenes profesionales hayan encontrado un puesto de trabajo en el extranjero. El Gobierno, entonces, podría sacar pecho sosteniendo, con razón, que había conseguido acabar con el paro. Sin embargo, eso no significaría haber recobrado la España próspera y habitable que nos viene prometiendo desde que se evitó el rescate, bajó la prima de riesgo, subió la bolsa, se dispararon las exportaciones y se recuperó la confianza de los mercados.
A la vista de los últimos datos, los de la EPA de abril, si nos atenemos a la creación de puestos de trabajo como el verdadero precursor de la salida de la crisis, de lo único que puede presumir el Gobierno es de haber cerrado un trimestre con la cifra más baja de destrucción de empleo desde 2008. También es rigurosamente cierto, pero escasamente consolador. Es verdad que el trimestre se fue con la cifra de ocupados más baja desde 2002 y que durante el último año se han destruido 79.600 puestos de trabajo. Claro que eso es mejor que si se hubieran destruido 100.000. El que no se consuela es porque no quiere.
O porque no puede, como el creciente número de familias con todos sus miembros en paro y riesgo de exclusión. O las víctimas de la precariedad laboral, los desahucios, el empeoramiento de las condiciones de trabajo y la galopante pobreza denunciada por la UE, la OCDE, Cáritas Europa y Save the Children. No sé si me explico.
Aunque la EPA del primer trimestre del año suele ser un mal mensajero del empleo, no podemos matarlo. Eso sí, hemos de asumir que sólo la preocupante merma de la población activa permite hacer las cuentas del Gran Capitán. A saber: son los mejores datos ínter anuales desde 2005 porque, efectivamente,bajan la masa y la tasa de parados, con 344.900 personas menos en paro y un punto menos de porcentaje sobre esa población activa que se ha reducido en 424.500 personas disponibles para trabajar.
La aritmética selectiva, propia de las vísperas electorales, también da de sí para sostener sin mentir en absoluto que España es el país europeo donde más baja el paro (datos de Eurostat). Como lema electoral, seguro que al PP le cundiría más que el insulso eslogan elegido para la campaña (“Lo que está en juego es el futuro”). Los números cantan un cierre del primer trimestre del año con 2.300 parados menos, lo cual, en efecto, es excepcional si comparamos con todos los primeros trimestres de la crisis por el devastador efecto estacional de la cuesta de enero, redoblado en época de vacas flacas, claro. En todos ellos subió el paro. Habría que remontarse a 2005 para encontrar un estreno del año con paro a la baja.
Si bien todo eso es matemáticamente cierto, no responde al anhelo central del discurso político y económico al uso, según el cual sólo la creación de puestos de trabajo nos pone en la senda de la verdadera recuperación. Y lo que está ocurriendo es que, por desgracia, se sigue destruyendo empleo, aunque las alteraciones en la base de cálculo (población activa) arrojen descensos en la cola del paro. Por reducción al absurdo podemos llegar al paro cero el día en que todos los inmigrantes desocupados se hayan repatriado a sus respectivos países, los parados de solemnidad abandonen aburridos la cola del paro y nuestros jóvenes profesionales hayan encontrado un puesto de trabajo en el extranjero. El Gobierno, entonces, podría sacar pecho sosteniendo, con razón, que había conseguido acabar con el paro. Sin embargo, eso no significaría haber recobrado la España próspera y habitable que nos viene prometiendo desde que se evitó el rescate, bajó la prima de riesgo, subió la bolsa, se dispararon las exportaciones y se recuperó la confianza de los mercados.
A la vista de los últimos datos, los de la EPA de abril, si nos atenemos a la creación de puestos de trabajo como el verdadero precursor de la salida de la crisis, de lo único que puede presumir el Gobierno es de haber cerrado un trimestre con la cifra más baja de destrucción de empleo desde 2008. También es rigurosamente cierto, pero escasamente consolador. Es verdad que el trimestre se fue con la cifra de ocupados más baja desde 2002 y que durante el último año se han destruido 79.600 puestos de trabajo. Claro que eso es mejor que si se hubieran destruido 100.000. El que no se consuela es porque no quiere.
O porque no puede, como el creciente número de familias con todos sus miembros en paro y riesgo de exclusión. O las víctimas de la precariedad laboral, los desahucios, el empeoramiento de las condiciones de trabajo y la galopante pobreza denunciada por la UE, la OCDE, Cáritas Europa y Save the Children. No sé si me explico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario