Leo el resultado de una encuesta en la que más del ochenta por ciento de los españoles opina que las cumbres iberoamericanas no sirven para nada. No aclara, lo cual es fundamental, si piensan que se deben abandonar, por inútiles o es la forma de hacerlas lo que, a su juicio, las invalida. En este caso, me gustaría saber, el porcentaje de españoles que está interesado en que continúen de otra manera.
Recordad aquel divertido incidente, en una de ellas, en que el Rey salió en ayuda de Zapatero, que no lograba hacerse escuchar al tratar de defender a Aznar, al que Chávez había injuriado o calumniado.
El Rey se dejó llevar por el genio y le espetó a Chávez aquello que se hizo tan famoso: ¿Por qué no te callas?.Yo consideré, entonces, este exabrupto como un gran error del Rey, que traería graves consecuencias.Tengo que reconocer que no ha sido así, quizás porque esas reunionestienen, para todos nosotros, un tono familiar enraizado en vivencias comunes que siguen vivas.
Pero hay mas, el Rey, este Rey, conserva, todavía, para todos, una aureola ancestral con ecos históricos. Su reconvención, en aquel ámbito, se recibió, por todos, como la paternal orden de poner punto final a una discusión familiar.
Merece la pena pensar, a fondo, en esta insólita anécdota que ayuda a comprender y calibrar la solidez y el arraigo de la comunidad iberoamericana. Podría ser vital para el futuro de España si logramos salir de la perpetua ceguera que nos lleva a menospreciar esta relación.
Prescindamos, en nuestro análisis, de los aciertos y errores del pasado, de los tópicos, prejuicios y carga sentimental y demagógica que hemos puesto en la historia y seamos realistas al valorar, como exquisitos y honradísimos contables, los activos que podemos incorporar al balance.
Nos encontramos, como un regalo, formando parte de una comunidad hispano-lusa de mas de 600 millones de habitantes, que conserva, de forma inmerecida, pues la Corona y jerarquías españolasjamás hicieron nada positivo por cultivarla, una trabazón familiar que nos es, ahora, favorable, pero que no tiene por que ser eterna.
El español como idioma, enormemente mayoritario y en imparableexpansión, no solo hacia Brasil sino a territorios anglófonos, que, como indican mil nombres, fueron españoles tanto tiempo como de EE.UU., ocupados ya por mas de 40 millones de hispanohablantes.
Una zona en imparable crecimiento económico y situada, como EE.UU. entre el Atlántico y el Pacifico, la zona del futuro.
Y aquí tenemos, de cara al nuestro, como un regalo del cielo, un territorio donde nuestras empresas y emprendedores pueden empezar su actividad o su acción, al segundo día de llegar. Muchos, afortunadamente lo están haciendo.
El pueblo ha aprovechado, en la época post colonial, las oportunidades económicas que a nosotros se nos ofrecían con mas facilidad, par ir “A hacer las Américas”, es decir, emplear parte de la vida en conseguir una fortuna, hacer caja y volver.
Podemos vender productos que necesitan un mínimo de marketing pues resultan familiares a tantos que tienen recuerdos propios o heredados de familiares con raíces vivas en España. Hasta los dirigentes andan buscando, continuamente sus orígenes, algunos bien cercanos, en España.
Somos perfectamente admitidos, con inevitables rifirrafes, como parte de la familia e, incluso, si somos hábiles, podríamos ejercer el liderazgo y la conexión con Europa. El Rey es admitido como un eco de lasmonarquías que reinaron sobre las colonias y podría encontrar, ahí, una base importante de la justificación de la monarquía para el futuro.
Somos europeos, como no, y en ello estamos, pero España debeaprovechar este regalo que el destino histórico nos pone, ahora, en las manos. ¡Que darían algunas naciones europeas por tener lo que nosotros despreciamos o menospreciamos!.
Creo que España debería profundizar en las relaciones con Iberoamérica, incluso de forma más profunda e interesada que con Europa.
La primera medida de tipo práctico que yo propondría, para no olvidar el norte de nuestra marcha, seria crear un ministerio para las relaciones iberoamericanas. Ojala, por fin, caiga la venda de nuestros ojos.
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