¿Y tú qué edad tienes?
De las preguntas más absurdas que nos pueden hacer en la vida es qué edad tenemos, porque no nos da ninguna pista de a quién tenemos delante. Yo la verdad es que no sé ni me importa, porque lo importante no es cuantos años tenemos, sino en cuántos hemos vivido.
Yo prefiero decir que tengo 48 miradas en la calle que me han hecho sonreír. Tengo tres "te quiero" suicidas que dije sabiendo que quién tenía delante no me quería a mí. También tengo diez abrazos inolvidables, cinco de ellos irrepetibles porque quién me los dio ya no está. Tengo unos 35 "lo siento" de los cuales 6 jamás me perdonaron. Tengo 6.300 besos, pero sólo me acuerdo de 7. Tengo 4 veranos que fueron infinitos y 9 inviernos demasiado fríos y solos. Tengo 25 noches sin dormir y algunas lágrimas gastadas en cosas que no importaban. También tengo 1 lágrima muy amarga invertida en algo que merecía llorar durante años. Tengo 150 carcajadas de esas que hacen que te falte el aire y 13 sonrisas falsas. Tengo 7 deseos de infancia que se dan de boca con las promesas que nunca cumplí. Tengo 5 consejos recibidos que entendí mucho tiempo después. Y tengo 32 escalofríos que me han recorrido todo el cuerpo. Tengo 100 conciertos, 1000 películas... y no soy capaz de recordar la cantidad de canciones que pasan por mis oídos cada día. Tengo millones de tardes con amigxs viendo como pasa la vida, 700 tardes más recordándolas unos años después, 5 adioses. En dos de ellos nunca quise despedirme en realidad.
Tengo tantas cosas por decir que nunca diré y tantas que me tendría que haber callado... Para quien quiera saberlo, esa es mi edad. Y no tengo ni puta idea de en cuantos años cabe eso.
Este texto es una joya emocional, una respuesta poética y profundamente humana a una pregunta que suele reducirse a un número. En lugar de contar años, cuenta experiencias, emociones, recuerdos, pérdidas, alegrías y aprendizajes. Es una forma de decir: “Mi edad no se mide en tiempo, sino en vida”.
En verso:
🎭 **Mi Edad Verdadera**
¿Y tú qué edad tienes?, preguntan sin pensar,
como si un número pudiera explicar
las veces que el alma se ha roto en silencio
o los instantes que han valido la pena vivir.
Yo no sé mi edad, ni me importa saberla,
porque no se mide en años,
sino en memorias que arden o acarician.
Tengo 48 miradas que me hicieron sonreír,
tres “te quiero” suicidas,
dichos sabiendo que no eran para mí.
Diez abrazos inolvidables,
cinco de ellos irrepetibles,
porque quien los dio ya no está.
Tengo unos 35 “lo siento”,
seis jamás me perdonaron.
6.300 besos,
pero sólo recuerdo siete.
Cuatro veranos infinitos,
nueve inviernos helados y solos.
Veinticinco noches sin dormir,
lágrimas gastadas en cosas sin peso,
y una lágrima amarga
invertida en algo que merecía años de llanto.
Tengo 150 carcajadas que me dejaron sin aire,
trece sonrisas falsas,
siete deseos de infancia
que chocan con promesas rotas.
Cinco consejos que entendí tarde,
treinta y dos escalofríos que me estremecieron.
Cien conciertos, mil películas,
y canciones incontables que cruzan mis días.
Millones de tardes con amigos viendo pasar la vida,
setecientas más recordándolas después.
Cinco adioses,
dos de ellos sin querer decirlos.
Tengo palabras que nunca diré,
otras que debí callar.
Y si alguien quiere saber mi edad,
que sepa esto:
Mi edad no cabe en años.
Mi edad es todo lo que he sentido.
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