Estamos viviendo un momento de profundo pesimismo y frustración al descubrir, de pronto, que estamos anegados de incompetencia y corrupción. Todo el mundo, desde el bar hasta el Congreso, expone las medidas que, a su juicio, habría que tomar para solucionarlo, pero no he visto a nadie que nos recuerde que, esta situación no es, tristemente, nueva, sino que se repite, una y otra vez, porque obedece a algún desarreglo profundo de nuestra sociedad.
La aparición del partido Podemos (en Italia, Giuseppe Piero Grillo, más conocido como Beppe Grillo, es un cómico, actor y político italiano que trabaja en el cine, la televisión y el teatro. También es blogger y su blog cuenta con el mayor número de visitas entre los blog de lengua italiana, siendo una de las páginas web italianas más visitadas con más de 160.000 visitas diarias. Sus muy documentadas críticas a la corrupción de la clase política italiana le han valido una gran popularidad y el temor generalizado de ésta, tanto de la derecha como de la izquierda del espectro político, por su demoledor efecto mediático, lo que le valió ser censurado y silenciado en todas las televisiones italianas. Grillo ha hablado en el Parlamento Europeo con su partido Movimiento 5 Estrellas) se toma como un fenómeno nuevo y desconocido, pero recordad que no es tan distinto al de aquellos jóvenes del PSOE que, ante una casta de políticos que ya se había apoltronado en el mando, anunciaban, en su día, medidas tan radicales que, tras su paso por el poder, a España no la conocería ni la madre que la parió.
Su ideología marxista daba mucho miedo y había personas, muy razonables, que tenían el depósito de su coche siempre lleno de gasolina por si había que salir corriendo. Los mandatos del PSOE terminaron en una corrupción comparable a la de ahora y la ruina y el desarreglo económico de la nación eran tales que, al presentarnos ante las puertas de la Unión Europea, no cumplíamos ninguna de las condiciones exigidas
Pues bien, tenemos, ahora, a Felipe González como ejemplo perfecto de lo que los de podemos llaman “las puertas giratorias” y a Alfonso Guerra como “la casta”. No creo que me quede el mismo tiempo, desgraciadamente, para comprobar a donde llegarán los dirigentes de Podemos.
La sociedad se irrita porque tiene que ocuparse, ahora, de lo que debería ocuparse siempre. Quemaremos, con el espíritu fallero habitual, políticos valiosos junto a venales e incompetentes, quemaremos experiencia y seguiremos, alternando periodos de descuido y abandono con otros de nihilismo destructivo y sin descubrir y aceptar que el problema es nuestro, de la sociedad española, sus famosos “demonios familiares” y su comportamiento adolescente por el que cree que todo lo merece y que las culpas son, siempre, de los otros.
En el segundo mandato de Zapatero (si, le elegimos dos veces), cuando la crisis nos llegaba hasta cerca del cuello, sin que él, ni muchos, lo quisieran reconocer, algunos se escandalizaban de que la gente viviera pendiente, solo, de banalidades y ahora, cuando las medidas, duras pero certeras, de este gobierno están consiguiendo sacarnos de esta complicada crisis, vemos a la sociedad española sumida, como tantas veces, en un estado de rabia ciega que propone arrasar todo lo penosamente construido y empezar de cero. Se asemeja a un enfermo que, ante una ligera mejoría, decide abandonar el tratamiento que su médico le ha advertido que debe agotar.
Una vez más nos cansamos de los sanchopancescos tecnócratas que nos hablan en prosa y buscamos un nuevo Quijote que nos hable en verso. Uno de esos que nos hacen olvidar los áridos problemas que nos acosan y nos crean otros que tanto nos entretienen
Cargamos, ahora, la culpa de la corrupción en este gobierno y le exigimos, como en el caso de la crisis económica, medidas taumatúrgicas que acaben con ella ya, pero mucho me temo que la solución no está ahí por muchas ordenes, leyes y medidas que el gobierno tome. Es cómodo buscar culpables en personas que elegimos cada cuatro años eludiendo, siempre la propia responsabilidad. Ellos, tontamente, cargan con las culpas por apuntarse el mérito de los buenos tiempos.
Pero ya es hora de plantearse que algo falla en esta sociedad capaz de producir tanto malhechor y tanto político venal e incompetente. No podemos seguir refugiados en nuestra interpretación roussoniana de la sociedad y colocar, eternamente las culpas en unos mandados, de los que al final renegamos y consideramos que han aparecido ahí arriba por generación espontánea.
Debemos enfrentarnos, de una vez, a la desagradable consideración de que la culpa, de todo lo que nos pasa, es nuestra y de que algo hemos de hacer, al respecto, para mejorar las cosas. Recordémoslo cuando, de nuevo, por despecho, por afrentar a estos políticos que hemos elegido nosotros, estamos a punto de encumbrar a otros entre los que quizá haya algún buen político pero que, sin duda, necesitan tiempo para aprender.
Me recuerda la actitud de los niños que, para vengarse de sus padres, se niegan a cenar. Amigos, mucho cuidado, no vaya a ser que se nos conceda lo que decimos que deseamos.
Doctor arquitecto y escritor, autor de numerosos títulos técnicos y catálogos, así como de proyectos de edificación y ensayos. Ensayista de artículos de índole técnica y cultural en varias revistas, colaborador de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Escritor de historia, antropología, anécdotas de vida profesional y novelas históricas. Más de veinticinco libros publicados hasta el momento tanto en papel como en formato digital.
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