Básicamente hablamos de un contrato no escrito entre Google y los fabricantes en el que uno se compromete a traer el software y los otros, los cacharritos. En aquel momento tenía sentido: Google asumía los riesgos de un desarrollo sin cimientos a cambio de colocar sus servicios en una mayoría de dispositivos. Los fabricantes, por su parte, obtenían gratis un sistema operativo -y sus actualizaciones- que podían modificar a su antojo. Un win-win en toda regla con solo un requisito: que Google no se pasase al hardware.
Incluso se creó una gama, los Nexus, para que los de Mountain View experimentasen de la mano de los fabricantes. Y resulta curioso que los agraciados con un Nexus hayan sido LG en dos ocasiones, Samsung en otras dos y HTC, todos ellos miembros fundacionales de la OHA.
Pero Google quería más. En lo más profundo del verano de 2011, Google se hizo con Motorola. "Nada de hardware, son las patentes", dijo la compañía en una nota de prensa. La versión oficial sostenía que el movimiento se dirigía a proteger el ecosistema de Android de conflictos intelectuales como el que sostienen Samsung y Apple. "Es verdad que las patentes han generado incomodidad pero, ¿8.000 millones de euros solo para proteger Android, que es un sistema gratuito? Esto no nos lo creímos nadie en el sector, pero tampoco se ha dado un paso adelante con otra propuesta seria en dos años y medio", comenta un alto cargo de un fabricante en España.
Cuando Google reconoció, este mismo verano, que estaban interesados "de alguna forma" en entrar en el hardware, ya había lanzado al mercado cuatro smartphones, dos tabletas y al menos seis modelos de sus portátiles Chromebook. Unas cifras que fabricantes con declarado interés en el negocio no han sido capaces de igualar. Gracias a la política de partners (hay quien la llama "comprar el silencio con migajas"), el pánico tardó en cundir. Hizo un conato de irrupción con la salida del Moto X y se ha desatado finalmente cuando ha visto la luz el Moto G. Un premium y un gama media, respectivamente, fuertes en especificaciones y flacos en precio, marca de la casa. El infierno de los fabricantes.
GOOGLE, EL FABRICANTE
No está claro qué ha hecho cambiar a Google de estrategia con respecto a Android. Existen dos versiones. La más malévola considera que Brin y Page siempre han querido entrar en el hardware, y que los fabricantes les han servido de banco de pruebas para su sistema operativo. Según esta versión, estaríamos solo ante el comienzo de un desembarco de grandes proporciones planificado desde el comienzo.
¿8.000 millones de euros solo para proteger Android, que es un sistema gratuito?
Otros creen que Google realmente no tuvo interés en fabricar dispositivos en tanto que Android le fuese rentable. Sin embargo, Google Play se ha mostrado débil en ingresos frente a su rival Apple Store, tanto para Google como para los desarrolladores. En la comparación, el usuario de iOS gasta cinco veces más que el de Android, y sus desarrolladores reciben 500 dólares menos por app a la venta. En cuanto al efecto de la publicidad, más de lo mismo. Así las cosas, Google se habría encontrado en una disyuntiva para rentabilizar Android: cerrarlo o producir hardware para él.
Sea como fuere, Android es ahora una bomba en manos de los fabricantes. "Quien más, quien menos, sabía que en este viaje íbamos a lomos de un tiburón. El bicho ya nos ha dado dos o tres mordiscos y estamos mirando todos cómo bajarnos sin hundirnos. No obstante, he de decir que Google tiene todo el derecho a fabricar lo que le dé la gana y, por otro lado, que va a haber muchos fabricantes que van, o vamos, a dormir igual de tranquilos", explica otro representante de un fabricante en nuestro país.
Los sentimientos encontrados alcanzan todo el sector. Un ejemplo: el lanzamiento del Moto G, un rompeprecios capaz de aniquilar la gama media del más pintado, podría hacer trizas los balances de Samsung, que dispone de una infinidad de terminales en ese segmento. ¿Es la principal candidata para represaliar al androide verde? Por posición de mercado es la más adecuada, pero quizá no tanto por lo demás, si consideramos que el 95% del beneficio derivado de Android acaba en sus arcas (en realidad más de un 97% se queda en Seúl, pues LG se lleva un 2,6%). Entre las demás grandes, intercambio de miradas y silencio: Sony no se plantea un movimiento por aquello de salir bien en la foto y HTC, LG o las chinas, simplemente, no tienen envergadura para liderar una revolución.
CARTAS MARCADAS
Además, sus dispositivos se actualizan antes que los demás, que demoran meses en pulir sus capas de personalización. Ojo, no es un argumento baladí si se piensa en términos de vida útil de un móvil: LG necesita hasta 11 meses para actualizar, y la media es superior a seis meses . Esto es, si un fabricante se toma casi un año en implementar las nuevas versiones de Android, sus clientes pasan más tiempo desactualizados que al contrario. Y todo esto, dando por buena la versión de que Google y Motorola funcionan de modo autónomo, sin sacar provecho de las potenciales sinergias. Si no, apaga y vámonos.
Las ventajas del hardware se suman a las que ya disponía por colocar el software. Con un 75% del mercado a buen recaudo, la estandarización de Android es crucial para el futuro del software de Google. Gmail ha barrido a los todopoderosos Hotmail y Yahoo!, los mapas son una referencia absoluta y Chrome se ha situado como el navegador por defecto en tiempo récord.
Sin olvidar lo que le contamos a su nube: tener información de 7 de cada 10 usuarios de smartphone en el mundo da para confeccionar sin lugar a dudas, el más colosal estudio de mercado jamás visto. "Esos datos fidelizan: el usuario tiene sus datos en Gmail y cambia de móvil Android como de camisa. Ahora ve y dile que se ponga a exportar contactos para pasarse a Windows Phone, ya verás lo que te dice", sentencia otra fuente consultada.
ESCASAS ALTERNATIVAS
En las conversaciones del sector es habitual recurrir a la fábula del escorpión y la rana, o del tiburón y el humano, para explicar la situación. Saben que tienen que saltar y buscan alternativas, pero ninguna se destaca sobre la mediocridad reinante. Windows Phone sería la opción más factible, por respaldo y características, aunque tiene tintes de ser un distinto escorpión para un mismo picotazo. Esto, y que cada licencia cuesta entre 18 y 24 euros echan para atrás a muchos. Samsung, HTC y LG hacen sus pinitos, tímidamente, con Windows Phone, si bien no terminan de aceptar la mano que les ha tendido Microsoft.
Al fondo suenan Firefox OS y Tizen como a ciencia-ficción: "Los fabricantes hemos visto muchos intentos de sistema operativo móvil quedarse en nada como para creernos nada que no tenga una empresa fuerte detrás. Los que mencionas, Tizen y Firefox, tienen buena pinta, pero The Linux Foundation y Mozilla, con todos mis respetos, no son Google y Microsoft, por muy abierto que sea el código. ¿A Firefox no le apoyaba Telefónica? ¿Dónde están? Yo no les veo poner la mano en el fuego. Es un salto enorme y ahora no hay garantías", indican desde la planta noble de una compañía en Madrid.
Tizen y Firefox tienen buena pinta, pero The Linux Foundation y Mozilla, con todos mis respetos, no son Google y Microsoft, por muy abierto que sea el código
Hay una última alternativa: la huida hacia adentro. Consiste en aprovechar la licencia abierta de Android y evolucionarlo a expensas de Google. Es la senda que ha abierto Amazon con Fire OS, que aprovecha el corazón del androide y prescinde de todos los servicios de Google en favor de los propios. Considerado técnicamente un fork o bifurcación de software, Amazon asume en solitario la innovación del sistema. Por contra, ningún miembro de la OHA puede, por contrato, fabricar para un fork de Android.
Una solución intermedia la encontramos en las capas de personalización del fabricante, una victoria pírrica sobre la gran G, a la sazón. Le cambian el aspecto y algunas funcionalidades a Android con el fin de potenciar la marca, pero generan recelo en usuarios de alto nivel, que las culpan de retrasar las distribuciones de Android y de recargar el procesador sin sentido. Respecto a su futuro tampoco hay unanimidad. Algunos analistas sostienen que los fabricantes podrían estar enfrascados en desarrollos propios, y que la capa de personalización ejercería de puente, al menos visual, entre Android y la versión definitiva de sus sistemas.
Otros, como el portal especializado Alt1040, apuntan la desaparición de las capas de personalización para neutralizar la ventaja de la que gozan Motorola, los Nexus y los pujantes Google Edition. Si la primera hipótesis peca de conspiranoica, ésta lo hace de realista: ¿los fabricantes asumiendo que no controlan el software de sus teléfonos? No viviremos para verlo.
En resumidas cuentas, los fabricantes tienen la obligación de encontrarle un valor añadido a su software antes de que Google cierre la pinza. Se enfrentan, si no, a un escenario de competencia imposible. Este año tiene que haber movimiento de tropas, estén atentos.
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