miércoles, 4 de mayo de 2022

La Orden. Una historia global del poder de los masones de John Dickie

 



‘LA ORDEN’ John Dickie. Editorial Debate. Mayo 2022. 490 páginas. Precio: 26,90 euros. Ebook: 12,99 euros.

Cinco reyes de Inglaterra, catorce presidentes de los Estados Unidos, varios de España, Goethe, el duque de Wellington, Churchill, Disney, Mozart o Kipling... La lista de francmasones con pedigrí histórico es interminable y hace volar la imaginación hasta, como mínimo, la Luna, donde el astronauta Buzz Aldrin estableció en julio de 1969 una filial masónica en nombre de la Gran Logia de Texas. Un pequeño paso para el hombre, y uno gigante para los masones.

El historiador británico John Dickie ha escrito ‘La Orden’ (Debate) justo para devolver los pies a la tierra a quienes imaginan a los masones implicados en todas las grandes conspiraciones y para pinchar los mitos que rodean a estas organizaciones secretas que aún cuenta con millones de hermanos en sus filas. «Para hacerse masón hay que jurar unas promesas terribles que incluyen castigos muy violentos si se revelan los secretos, pero la realidad es que hay una gran desproporción entre los secretos, que son muy banales, y toda la arquitectura de rituales y símbolos que los revisten», asegura este profesor de la University College de Londres.

Los secretos masones se asemejan a una interminable muñeca ‘matrioshka’ que, en su última figura, está hueca. «Esa idea de que necesitas saber más es lo que motiva a los masones para que no se queden en los primeros tres grados, pero, yo que he leído cientos de miles de páginas de rituales masónicos, te puedo asegurar que te morirías de aburrimiento antes de llegar a cualquier cosa con significado», considera Dickie, quien aclara que él, aunque comparte muchos valores promovidos por los masones, no pertenece a ninguna logia porque, entre otras razones, es ateo y no le gusta «su sexismo, su machismo y el que no se hayan enfrentado a sus vínculos con el imperialismo británico».

Las nuevas catedrales

El libro relata cómo la francmasonería fue fundada en Londres hacia 1717 como un intento de fraternidad tras la serie de enfrentamientos civiles que fragmentaron a la sociedad. Sus símbolos más importantes los tomaron del mundo de los masones medievales, los maestros de obras que crearon las grandes catedrales. «Esos albañiles construían ediLa ficios y ellos, los del siglo XVIII, dijeron que iban a construir mejores hombres. Al crear una comunidad desarrollaron redes de influencia fuera de los marcos clásicos de la corte y la religión, lo cual era algo muy arriesgado», señala Dickie sobre la actividad de las logias, convertidas en escuelas para la vida pública. Las reglas de la francmasonería, en el sentido más ortodoxo, prohibían hablar de religión o política en las reuniones, pero resulta innegable su influencia a la hora de divulgar ideas seculares en Europa durante el siglo XIX o como red de apoyo para las élites británicas. «Es un hecho que esos años el Gobierno británico recurrió a logias como fuentes de información y que se rumoreó que en Italia y en la América española también sirvieron a los intereses revolucionarios», apunta.

hostilidad de la Iglesia hacia los valores seculares que representaban hizo, en opinión de Dickie, que los masones adquirieran inevitablemente un perfil cada vez más político. «Estaban en primera línea, pero fue antes de que existieran los partidos políticos como tales. Desde entonces, todos los intentos de convertir a la francmasonería en un partido no han llegado a buen puerto porque sus miembros no están de acuerdo en casi nada, salvo en su oposición a la Iglesia», explica.

La mayoría de los impulsores de la independencia de la India pertenecían a logias, al igual que los fundadores de la Segunda República española, pero por la sencilla razón de que procedían de la élite intelectual y estas asociaciones eran el mejor campo de entrenamiento político para ellos. «El presidente Truman desarrolló su carrera masónica no porque quiera conocer los secretos del mundo, sino como una manera para crearse una reputación como hombre de fiar», plantea el británico, que llama la atención sobre lo mucho que les gusta a las logias colocar a famosos en sus escaparates, aunque luego «la mayoría se aburren pronto».

La persecución en España

Más allá de las redes personales creadas, el autor de ‘La Orden’ descarta la idea de que exista una agenda global secreta y atribuye su leyenda negra a su hermetismo. «El secretismo es lo que crea el sentimiento de pertenencia y fraternidad, pero también es lo que ha generado la idea, muy contagiosa, de que controlan los asuntos globales». Una idea que ha infectado a las dictaduras, ya sean de derecha o de izquierda, de todos los tiempos. «La francmasonería ha sido prohibida en todas las sociedades comunistas, en todas las sociedades musulmanas, exceptuando dos, y convierte el grado de su persecución en un indicador fiable sobre el clima democrático de cada país», señala Dickie, recordando la difícil existencia que tiene, sin ir más lejos, hoy en día en Rusia.

Uno de los capítulos de ‘La Orden’ está dedicado a la persecución ordenada por Franco, que sentía una aversión personal hacia estos grupos, y que afectó, entre cientos de masones, al pastor protestante amigo de Unamuno que fue asesinado en la Salamanca de 1936. «No creo que representaran una amenaza real para él. De hecho, su tribunal antimasónico siguió recabando documentación y llevando a juicio a supuestos masones mucho tiempo después de que se hubiera destruido por completo la francmasonería en España. Creo que Franco era un fanático paranoico que heredó la larga tradición católica contra los masones. Fue mucho más brutal contra ellos que Hitler o Mussolini porque también era el más católico de esos tres dictadores», defiende el británico.

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