Reflexiones: ¿Eres clásico o moderno?
Los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a clasificar las cosas y especialmente a etiquetarlas entre pares de opuestos.
Así solemos dividir a la gente entre buenos y malos, conservadores o progresistas, creyentes o ateos, etcétera, etcétera.
Debe de ser una tendencia natural de la mente que no concibe una cualidad sin su contrario, cómo lo blanco y lo negro o la luz y la oscuridad.
Pero la realidad suele ser más compleja, matizada y bella de lo que nos empeñamos en reconocer.
Las cosas no son necesariamente “esto o aquello” más bien la mayoría de las veces son “esto y aquello”.
Este es el dilema al que nos enfrentamos cuando nos preguntamos por nuestros propios gustos:
¿Somos clásicos o modernos?
Lo clásico hace referencia a lo que se ha consolidado en el tiempo creando escuela y dejando un cierto destello de atemporalidad, quizás porque participa de cualidades universales apreciables por todos los tiempos.
Lo clásico nos habla de la riqueza de la experiencia y la sabiduría acumulada.
Lo moderno hace referencia al tiempo actual, a la capacidad de vivir en el presente adaptándonos y mirando al futuro con actitud de progreso; progreso que generalmente asociamos con avances materiales o simplemente cambio con respecto al pasado.
Lo moderno se asocia a la juventud, lo clásico a la madurez.
Pero ¿porque han de ser opuestos o estar enfrentados?, ¿no son más bien complementarios?
¿No sería ideal vivir intensamente en este momento actual, mirando al futuro con verdadera vocación de hacerlo mejor? y para ello ¿no sería bueno contar con la solidez y la experiencia de aquello que ha traspasado el tiempo, inspirarnos en las fuentes atemporales de lo clásico para dar vida a lo moderno.
Si alguien me preguntará si me siento clásico o moderno diría que trato de ser un hombre moderno hijo de un maravilloso pasado clásico.
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