jueves, 30 de abril de 2020

Muerte del LXXX Gran Maestre de la Orden de Malta

El Gran Magisterio de la Orden de Malta anuncia el fallecimiento de S.A.E. el Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto


El Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto con su uniforme militar

El Gran Magisterio tiene el gran pesar de anunciar el fallecimiento de Su Alteza Eminentísima el Príncipe y 80º Gran Maestre, Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto, que se ha producido en Roma, pocos minutos después de la medianoche del 29 de abril, a consecuencia de una enfermedad incurable diagnosticada hace escasos meses. Según el artículo 17 de la Constitución de la Soberana Orden de Malta, el Gran Comendador, Frey Ruy Gonçalo do Valle Peixoto de Villas Boas, ha asumido las funciones de Lugarteniente ad interim y permanecerá a la cabeza de la Soberana Orden hasta la elección del nuevo Gran Maestre.
Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto nació en Roma el 9 de diciembre de 1944. Licenciado en Letras Clásicas y Filosofía por la Universidad La Sapienza de Roma, se especializó en Arqueología cristiana e Historia del Arte. Ostentó cargos académicos en la Pontificia Università Urbaniana, impartiendo griego clásico, y fue también bibliotecario y archivero jefe de las importantes colecciones de investigación de la Universidad. En el transcurso de su vida, publicó ensayos académicos y artículos sobre distintos aspectos de la historia del arte medieval.
Admitido en la Soberana Orden en 1985 como Caballero de Honor y Devoción, Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto tomó los votos solemnes en 1993. De 1994 a 1999 fue Gran Prior de Lombardía y Venecia, y de 1999 a 2004 fue miembro del Consejo Soberano. Fue elegido Gran Comendador en el Capítulo General de 2004. A la muerte del 78º Gran Maestre, Frey Andrew Bertie, en febrero de 2008, asumió el cargo de Lugarteniente ad interim. De 2008 a 2017, Frey Giacomo Dalla Torre ocupó el cargo de Gran Prior de Roma. Tras la dimisión del 79º Gran Maestre, Frey Matthew Festing, el Consejo Pleno de Estado del 29 de abril de 2017 lo eligió Lugarteniente del Gran Maestre durante un año. En el Consejo Pleno de Estado posterior, el 2 de mayo de 2018, Frey Giacomo Dalla Torre fue elegido 80º Príncipe y Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta.
Con su gran espiritualidad y su calor humano, Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto se implicó siempre personalmente en la asistencia a los necesitados, sirviendo almuerzos a los sin techo en las estaciones ferroviarias de Termini y de Tiburtina, en Roma. Participó en numerosas peregrinaciones internacionales de la Orden de Malta a Lourdes y en las peregrinaciones nacionales a Loreto y Asís. Mostraba siempre una gran alegría en participar en los campamentos internacionales de verano de la Orden para jóvenes discapacitados, y recibía un gran afecto de sus jóvenes voluntarios y de sus huéspedes.
En su condición de Gran Maestre, Frey Giacomo Dalla Torre realizó numerosos viajes oficiales y de Estado. En enero pasado realizó una visita de Estado a Benín y en julio pasado a Camerún y más recientemente se desplazó hasta Alemania, Eslovenia y Bulgaria para mantener encuentros con sus respectivas autoridades. Durante sus viajes, siempre manifestó el deseo de visitar las instalaciones sociosanitarias de la Orden para poder saludar personalmente tanto al personal como a los pacientes.
Con su marcada humanidad y su profunda dedicación a la vida caritativa, la figura del 80º Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta será recordada por todos aquellos que lo conocieron por sus dotes diplomáticas y su tono, siempre cordial y afectuoso.

lunes, 20 de abril de 2020

Can Caldés de los condes Pálffy von Erdöd, en Palma de Mallorca

Can Caldès: Una casa señorial con patio y jardín en la más pura tradición mallorquina












Can Caldès es una casa señorial mallorquina en pleno centro de Palma, no lejos de la catedral, con patio ajardinado en la más pura tradición de la isla balear y en general del Mediterráneo. Sus dueños, Ángela y Andor Pálffy von Erdöd, condes Palffy, la habitan y cuidan con empeño y esmero.

“Todo el centro de la capital de la isla cuenta con espléndidas casas que hablan de la historia y la vida de las familias mallorquinas que han sido protagonistas en el devenir de los años”, explica la historiadora Ángela Garcías Truyols, propietaria de Can Caldès, al tiempo que me muestra un catálogo del rico patrimonio histórico artístico de casas en la capital de Mallorca.

“El barrio gótico de esta zona palmesana debió de ser magnífico. Lamentablemente muchos vestigios se han perdido y los nuevos propietarios somos responsables de una restauración adecuada que permita la genuina lectura histórica”, añade la historiadora.

Can Caldés es una casa gótica del siglo XIV, con intervenciones arquitectónicas barrocas en el XVIII, eclécticas en el XIX y modernistas a principios del XX, sobre todo en las verjas y la pajarera del patio ajardinado, según reza el catálogo de la mansión. Está documentada en el catálogo de 1576. “A las casas señoriales mallorquinas no se las llama palacios, eso no tiene sentido, lo suelen hacer los de fuera, pero nunca un mallorquín de pro, que debe denominarlas casal”,  cal, can o ca, como can Morell, ca La Torre, cal Bisbe…explica la condesa de Palffy.

“La adquirí en un estado casi ruinoso-sigue explicando Ángela- y la he ido restaurando paulatinamente, viviendo en ella. He invertido en ella esfuerzo y energías, pero vale la pena. Estamos muy a gusto en ella. Ahora voy a adecentar el jardín, que tiene un limonero y perdió otros árboles como una gruesa palmera, debido a la plaga del escarabajo egipcio. Creo que pondré un naranjo en su lugar. Las copas en torno a la alberca llevan flores de cada estación, ahora petunias y margaritas.

Una restauración gravosa pero vale la pena

En el patio, presidido por una gran strelitzia blanca, la historiadora abre la puerta de bajada a la bodega y muestra unos bellos arcos de medio punto encastrado en el muro que habla de ese pasado medieval noble de la casa. “Estas casas antiguas son un mundo sin fin de misterios, sorpresas y restauraciones.  Yo escribí un artículo para la revista Numen , que se tituló “Gustos y disgustos de una casa antigua: a quien le sirva de experiencia”, entre otras cosas decía:

“Mi casa está situada en pleno casco histórico de Palma de Mallorca, en el barrio de la Calatrava, y se llama “Can Caldès”. A este tipo de casas señoriales antiguamente se les denominaba “casal” “palau” que, como seguro muchos de quienes me leéis sabréis, significa palacio. Vendría a significar pues su nombre en castellano: “ Casal Can Caldès”, denominación que toma de la familia que ya lo habitaba allá por la mitad del S XVI. Pero el origen de esta casa -que está catalogada y forma parte del programa municipal de visitas guiadas a patios de la ciudad- es mucho más antiguo, hundiendo sus raíces en época medieval, aunque luego sufriera posteriores intervenciones barrocas (S XVIII), eclécticas (S XIX) y modernistas (S. XX). Dicho sea esto para poder comprender mejor la especificidad de este inmueble”. Investigaciones diversas, nos llevaron para atrás,desde los Mir des Taulons, a Jafuda Cresques el primer cartógrafo mallorquin, casa amb ort ,hort huerto,valorada en 700 lliures… junto al temple…. Y a Pere de Caldès , protegido del Rei en Jaume, familia que dio nombre a la illeta de la calle den Caldès, aun seguimos en esta labor magnifica.


“Pues bien, hace unos treinta años, decidí emprender la reforma de “can Caldès” con toda la ilusión y el cariño del mundo. Como os podréis imaginar resultó verdaderamente compleja, pues, al ser integral, implicó el tener que arreglarlo todo. Pero bueno, tanto la casa, como el patio barroco de columnas, y el jardín, con su reja modernista, quedaron muy bien. Además los viejos muros, en cuanto los piqué para buscar su piel más antigua, me depararon una gran sorpresa: el descubrimiento de unos arcos del primer gótico civil mallorquín fechados entre los siglos XIII y XIV. Mi ilusión fue enorme porque, si bien es verdad que a mucha gente le molesta que estos elementos acaben apareciendo, por lo que de complicaciones administrativas, burocráticas y hasta dinerarios pueda suponer, a mí me encanta recuperar estos elementos porque aquilatan el valor y el significado de una construcción como ésta y le permite establecer un diálogo más íntimo y profundo con su pasado, el propio de una época que nos pertenece a todos. Inflamada de este espíritu no me importaron el dinero que tuviera que gastar ni el rosario de trámites por el que hubiera de pasar con tal de poder recuperar una parte importante de la historia y la cultura de Palma que creo que no debía perderse. Ya ha sufrido nuestro patrimonio histórico y cultural suficientes pérdidas por las incurias del tiempo y la desidia de las personas y hasta de las Instituciones, cuando no por la especulación pura y dura... “

Mejor ahorrar todas las penalidades que conllevan las obras de restauración, la burocracia y los imponderables que se fueron presentando a lo largo de los años, una tarea que no acaba nunca. Afortunadamente hay que quedarse con lo bueno y lo positivo como es el haber salvado Can Caldès, poder habitarla y disfrutarla y saber que se ha aportado una gran labor al patrimonio histórico artístico de Mallorca, y en especial de Palma.


NUMEN

Gustos y disgustos de una casa antigua: a quien le sirva de experiencia. Ángela Garcías Truyols  Condesa  Pálffy von Erdöd.

Estimado Señor director, soy lectora habitual de su medio y he pensado que, como muchos de los lectores de esta prestigiosa publicación son propietarios de casas históricas, sería buena idea hacerles pública mi experiencia con respecto a la restauración y el mantenimiento de la mía, considerando que de la misma puedan sacar alguna utilidad. La verdad es que intentar conservar con cierta dignidad un edificio de estas características puede resultar de una complejidad extrema que, a veces, si tienes mala suerte, te llena de sinsabores. Sobre todo si te encuentras con personas que actúan de mala fe…
 
Mi casa está situada en pleno casco histórico de Palma de Mallorca, en el barrio de la Calatrava, y se llama “Can Caldès”. A este tipo de casas señoriales antiguamente se les denominaba “casal” “palau” que, como seguro muchos de quienes me leéis sabréis, significa palacio. Vendría a significar pues su nombre en castellano: “ Casal Can Caldès”, denominación que toma de la familia que ya lo habitaba allá por la mitad del S XVI. Pero el origen de esta casa -que está catalogada y forma parte del programa municipal de visitas guiadas a patios de la ciudad- es mucho más antiguo, hundiendo sus raíces en época medieval, aunque luego sufriera posteriores intervenciones barrocas (S XVIII), eclécticas (S XIX) y modernistas (S. XX). Dicho sea esto para poder comprender mejor la especificidad de este inmueble.
 
Pues bien, hace unos veinte años, decidí emprender la reforma de “can Caldès” con toda la ilusión y el cariño del mundo. Como os podréis imaginar resultó verdaderamente compleja, pues, al ser integral, implicó el tener que arreglarlo todo. Pero bueno, tanto la casa, como el patio barroco de columnas, y el jardín, con su reja modernista, quedaron muy bien. Además los viejos muros, en cuanto los piqué para buscar su piel más antigua, me depararon una gran sorpresa: el descubrimiento de unos arcos del primer gótico civil mallorquín fechados entre los siglos XIII y XIV. Mi ilusión fue enorme porque, si bien es verdad que a mucha gente le molesta que estos elementos acaben apareciendo, por lo que de complicaciones administrativas, burocráticas y hasta dinerarios pueda suponer, a mí me encanta recuperar estos elementos porque aquilatan el valor y el significado de una construcción como ésta y le permite establecer un diálogo más íntimo y profundo con su pasado, el propio de una época que nos pertenece a todos. Inflamada de este espíritu no me importaron el dinero que tuviera que gastar ni el rosario de trámites por el que hubiera de pasar con tal de poder recuperar una parte importante de la historia y la cultura de Palma que creo que no debía perderse. Ya ha sufrido nuestro patrimonio histórico y cultural suficientes pérdidas por las injurias del tiempo y la desidia de las personas y hasta de las Instituciones, cuando no por la especulación pura y dura...
 
Pero quién me iba a decir entonces que ese tener la casa mangas por hombro iba a ser la historia de nunca acabar. Sobre todo cuando allá por el año 90-91, una vez terminada la restauración, después de tanta energía, paciencia y dinero empleados en la misma, la casa lucía más bonita que nunca, impecable y con todos aquellos elementos antiguos recuperados... Pero la alegría me duró poco...Veréis hace ocho años me sentí obligada, con tal de ayudar económicamente a alguien cercano, a desprenderme de una parte de la casa: los porxos, como se dice en mallorquín, o golfas,  ahora, ático en castellano, con su terraza y entrada independiente por la vivienda de servicio. Firmé el contrato de compraventa en julio de 2000 pactando con el comprador, en otro contrato celebrando el mismo día, la forma concreta en que debían llevarse a cabo las obras. Como comprenderéis perfectamente, en una casa tan antigua resulta lógico pedir que se realicen éstas con la delicadeza y el buen hacer necesarios para evitar que la zona noble del can Caldès, que es donde resido cuando estoy en Palma, pudiera verse afectada y, en caso de serlo, se respondiese de los daños. Pues resulta desolador decir que ninguna de estas prevenciones que establecí se respetaron, y que la absoluta negligencia profesional y falta de seriedad por parte de la promotora, la constructora y los arquitectos superior y técnico de la obra, me causaron y me causan a diario mil incomodidades y trastornos, además de un montón de daños a mi propiedad de los que siempre se desentendieron completamente, dejándome la única opción de recurrir, por dos ocasiones, a la vía judicial…
 
Ya desde un principio empezaron los problemas. Variaron el proyecto inicial, que no es que fuera bueno en absoluto, pues añadía demasiado peso adicional a un edificio construido sobre muros de tapial. Claro que el segundo proyecto pecaba de lo mismo y además ni siquiera repartía bien todo ese peso de más. Para colmo se puso sobre la terraza de nueva construcción unas jardineras, ya pesadas de por sí, con varias toneladas de tierra esparcidas. Pero si ya los proyectos eran malos de origen, la forma de ejecutarlos no podía ser peor: la pésima impermeabilización de dichas jardineras y la mala construcción del entarimado, que dejaba sin cubrir parte del suelo de la obra -techo de mi vivienda-, produjeron de inmediato embalsamamientos de agua que acabaron filtrándose por las paredes de mi propiedad. En el colmo de la desfachatez la constructora y la promotora se escudaban en que tales grietas y humedades ya existían desde antes, gracias a Dios se pudo demostrar que en absoluto era así.
 
Al ver cómo este rosario de desperfectos iba apareciendo en las paredes de mi casa me puse de inmediato en contacto con la constructora y la promotora. Su actitud: lamentable. ¿Os podéis creer que jamás se personaron en mi vivienda para comprobar los daños de los que les iba dando parte? Ni caso a los fax que les enviaba ni nada. Me vi obligada a recurrir a la policía local que estuvo en mi casa en varias ocasiones y que, junto a la Presidenta de la Asociación de vecinos, pudieron servirme de testigos más adelante. Mi desesperación al ver que se desentendían completamente de los daños que causaban y que iban en aumento era máxima. En fin, al Ayuntamiento decide paralizar las obras, que por cierto, excedían en cerca de metro y medio de altura a lo permitido, más peso que soportar para el pobre y antiguo “Can Caldès”…
 
Ni que decir tiene que en el juicio nadie asumía su responsabilidad aunque casi todos coincidieran en echarme la culpa a mí... La promotora y la constructora no demostraron ética alguna. El arquitecto técnico sí tuvo más honradez, al reconocer que no lo hicieron bien, el arquitecto director: en rebeldía. La sentencia les condenó a todos solidariamente a indemnizarme por los daños materiales con los que tanto han deteriorado el resto del can Caldès. Como os podréis imaginar llevo pasado un auténtico calvario: fisuras, grietas y humedades por todos lados. El artesonado de madera de la entrada resultó muy lastimado, así como el falso techo del salón, con acabado de tela de seda -con lo sensible que es a la humedad-, y otros techos del can Caldès innumerables. El agua también ha afectado a muebles, cuadros, armarios. Hasta me rompieron elementos sanitarios del cuarto de baño. Por haceros una idea fijaros qué cantidad de agua habrá caído sobre la primera planta que hasta el forjado de hierro de la planta baja se ha llegado a ver afectado. Pero esto no acaba aquí, es un suma y sigue.
 
No me pude imaginar en ningún momento el tormento que tendría que ir padeciendo, día a día, durante tantos años, pues hay otras mil incomodidades y destrozos que sólo me detengo a enunciar, como aquellos cuatro meses en que me dejaron sin agua caliente  y luego también fría, durante lo más duro del invierno, no permitiéndome acceder a mis propias calderas; o la rotura de mis elementos sanitarios; cortes del fluido eléctrico -con todo lo que ello supone de alimentos echados a perder, timbre que no funciona, desprogramación del riego automático-; antena de la T.V. arrancada; obturación de los conductos de humos de tres chimeneas; atasco en los imbornales del patio y jardín posterior, que provocaron las consiguientes inundaciones en la planta semisótano y daños en todo lo que allí tenía guardado; rotura de los aspersores del jardín; de los vierteaguas de piedra de algunas ventanas; puertas y ventanas que abren con dificultad; deterioro de la reja de entrada al edificio, cristales de ventanas y muebles hechos añicos; boquetes abiertos en las paredes; desagües de sus terrazas conectados a mis bajantes de pluviales, resultándome ya imposible controlar la calidad del agua que va a mi cisterna…
 
Pero no se vayan a creer que todo este calvario está escrito con tintas del pasado, ya que hoy por hoy, y tras un perito que me dio la razón con respecto a todos estos daños materiales, condenando solidariamente a la constructora, la promotora y los arquitectos técnico y superior de la obra, a indemnizarme por los daños materiales que produjeron al Can Caldes, siguen apareciendo nuevas grietas y humedades. Ahora, tras un largo camino que parece hacerme vivir en su -dejà vu- constante de desperfectos he puesto otro pleito por todos los daños nuevos que han ido apareciendo. Pero estoy dispuesta a que estos sinsabores no me amarguen la vida e iré hasta el final de la defensa de mis derechos con una sonrisa y dándole gracias a Dios por todo lo que me ha dado, pero sin dejar que me tomen el pelo, claro…
 
Gracias a todos por leer esta carta al director y que Dios os bendiga. He querido hacer público mi caso en Numen como decía al principio por si a alguien puede servirle de utilidad mí caso. Esto es desesperante, y precisamente por ello, y porque creo que debemos compartir nuestras experiencias con los demás, salvemos nuestro patrimonio, es por lo que he decidido hacerlo público a través de Numen….
 


viernes, 17 de abril de 2020

¿Estado de alarma o dictadura?

¿Estado de alarma o dictadura?

17 ABRIL, 2020
PUBLICADO EN EXPANSIÓN

España es el país con más muertos por coronavirus del mundo, ajustado por población: 547 muertos “oficiales” por millón de habitantes (incluyendo las nuevas cifras de Madrid y Cataluña reconocidas ayer), frente a 358 de Italia, 263 de Francia, 202 del Reino Unido, 86 de EEUU, 62 de Portugal, 46 de Alemania o 4 de Corea del Sur (fuente: worldmeters.com). Éste es el elocuente legado de la desastrosa gestión de la epidemia de un gobierno tan incompetente como embustero, que ha desinformado pertinazmente, entre otros asuntos, de la cifra de contagiados y fallecidos. Así, no sólo ha mentido a la población y faltado el respeto a los muertos y sus familiares, sino que ha contravenido la primera regla para luchar con éxito contra una epidemia, según la OMS: la transparencia.

El gobierno y sus escoltas mediáticos han insinuado la existencia de variables objetivas que explicarían la extraordinaria mortalidad en España, tales como el envejecimiento de la población o las deficiencias del sistema sanitario (sólo allá donde gobierna la oposición, naturalmente). Sin embargo, los datos no apoyan en absoluto estos argumentos. En España los mayores de 65 representan una proporción de la población ligeramente inferior a la media europea y varios puntos inferior a la de Alemania o Portugal, que han sufrido una mortalidad muchísimo más baja que la nuestra. El país más envejecido del mundo, Japón, con un 28% de la población mayor de 65 años (frente al 19% de España), ha tenido hasta ahora 1 muerto por coronavirus por millón de habitantes. Luego nuestro exceso de mortalidad no se debe a particularidades demográficas. ¿Y al sistema sanitario? No parece existir correlación alguna entre la mortalidad de la pandemia y la eficiencia de los sistemas de salud: dos de los países con más muertos por millón de habitantes, España e Italia, tienen una Sanidad muy bien calificada en el ranking de la OMS, e incluso variables cuantitativas como el número de camas UCI por 100.000 habitantes tampoco muestran correlación alguna con la mortalidad exhibida.

Por lo tanto, en ausencia de factores objetivos es lógico creer que la principal causa de la excesiva mortalidad de la pandemia en España ha sido la ineptitud de nuestras autoridades que, al mantener los vuelos procedentes del foco italiano mucho después de conocerse la virulencia de la epidemia en aquel país y negarse negligentemente a adoptar medidas de contención temprana, importaron el virus, dejaron que se expandiera y, como agravante, fomentaron deliberadamente la asistencia a actos multitudinarios como la manifestación del 8-M en Madrid y en otros lugares: si el distanciamiento es clave para la contención, imagínense cómo habrán sido de eficaces para la propagación del virus estos actos masivos y vociferantes. Por último, el gobierno ha mostrado una incompetencia manifiesta al no lograr paliar el desabastecimiento tercermundista de medios de protección en medio de un caos grotesco y de un intervencionismo enfermizo.

Para intentar compensar haber llegado tarde, este gobierno, al que sólo preocupa la apariencia, ha adoptado medidas draconianas plagadas de tics autoritarios (muy propios del tándem Sánchez-Iglesias) fomentando un alarmante ambiente represivo que incentiva el abuso y la extralimitación. Las medidas son improvisadas, arbitrarias y contradictorias. Una persona puede pasear con el perro, pero no solo, con su hijo, con su padre o con su cónyuge, con los que ya convive confinado; puede hacer colas en el supermercado o en el transporte público, pero no practicar deporte al aire libre o pasear por el campo respetando siempre el necesario distanciamiento. Las reglas son las mismas para todas las provincias, independientemente de la prevalencia de la epidemia, no distinguen entre el entorno rural y el urbano y no tienen en cuenta el impacto para la salud física y mental de un encierro tan duro. ¿Qué evidencia científica, qué lógica médica justifica estos excesos, estas contradicciones? ¿O estamos ante un abuso de poder arbitrario que conduce a un estado policial – yo mando, ellos obedecen -, ante una imposición por la fuerza bruta con castigo, penitencia y sufrimiento obligatorios? ¿Y por qué quienes nos imponen estas pesadas y opresivas cargas conculcando derechos fundamentales no se sienten obligados a llevarlas ellos mismos, incumplidores flagrantes de cuarentenas, distanciamientos y confinamientos? ¿Y la arbitrariedad? En un plató de TV que loa al gobierno (“un servicio esencial”) pueden juntarse tertulianos, periodistas y técnicos, pero la policía irrumpe en templos y desaloja celebraciones religiosas protegidas por la ley.

El enorme desprecio al Estado de Derecho del que hace gala este gobierno deja entrever su querencia totalitaria, lógica por su perfil comunista. El abuso del estado de alarma mediante el que el gobierno se atribuye una potestad dictatorial ajena a la Constitución resulta muy inquietante: pseudo arresto domiciliario de dudosa legalidad (el estado de alarma no lo ampara) para toda la población; suspensión del control parlamentario; censura y silenciamiento de los medios, incluyendo un descarado trueque de fidelidades y favores a cambio de dinero público; uso del CIS (Centro de Intoxicación de Sánchez) para promover sin rubor la agenda del régimen, como en una república bananera (¡el pueblo ama al líder!); brusca eliminación del Portal de Transparencia (el mal, como las ratas, prefiere la oscuridad); incumplimiento de procedimientos legales, en tiempo y forma; y un largo etcétera. Como bien recordaba el prestigioso constitucionalista Manuel Aragón en un clarificador artículo, el estado de alarma “no dota de poderes omnímodos al Estado, ni siquiera en situaciones de excepción, por estar inserto en una Constitución democrática que impide cualquier despotismo” (El País, 10-4-20). Si la Constitución prohíbe estas extralimitaciones, ¿por qué se están dando? Primero, por el debilitamiento progresivo del Estado de Derecho perpetrado por los partidos políticos durante décadas y la práctica inexistencia de instituciones fuertes e independientes que sirvan de contrapeso al ejecutivo. Segundo, porque el matonismo del gobierno tiende a desdeñar la ley con una mentalidad análoga a la del delincuente (“hago lo que me da la gana hasta que alguien me pare”), mientras la oposición acepta masoquista y sumisamente el rol de comparsa – con una sola excepción – sin comprender que ante este gobierno subversivo y amoral sólo cabe una frontal resistencia política e institucional y la aplicación firme de la ley por parte de los tribunales. Winston Churchill nos enseñó que con el totalitarismo no se dialoga, sino que se combate: “Por el derecho y la libertad, no nos rendiremos jamás a la servidumbre y la vergüenza”, dijo en su más conocido discurso.

El pánico y la histeria de las masas, alimentados por los medios, son armas poderosas que aprovechan los yonquis del poder, conocedores de que muchos incautos están dispuestos a sacrificar su libertad a cambio de un espejismo de seguridad. Esta dramática pandemia es ocasión propicia: con el estado de alarma el gobierno está transformando nuestra democracia constitucional en un régimen autoritario que recuerda a su modelo de tiranía bolivariana, con medidas opresivas y arbitrarias de dudoso entronque legal y el súmmum que supone la propuesta, propia de regímenes totalitarios, de encerrar en campos de internamiento a ciudadanos (portadores asintomáticos) que no han cometido delito alguno.

Con el 8-M el gobierno antepuso la política a la salud. De igual forma, su interés en extender indefinidamente el estado de alarma tiene que ver más con lograr ventaja política que con la salud pública al ejercer, con su abuso, mucho más poder con mucho menos control que en circunstancias normales, un incentivo clarísimo para alargarlo en el tiempo. No podemos permitir que se continúe utilizando la epidemia como coartada para un cambio de régimen que quiere arrebatarnos la libertad.  Salud sí; tiranía no.

Fernando del Pino Calvo-Sotelo

www.fpcs.es


lunes, 6 de abril de 2020

Luis Eduardo Aute (1943-2020)

Luis Eduardo Aute Gutiérrez (Manila, Filipinas; 13 de septiembre de 1943-Madrid, España; 4 de abril de 2020)​ fue un músico, cineasta, escultor, pintor y poeta español. Aunque fue principalmente conocido como cantautor, también destacó como pintor y como director de cine. Hablaba español, inglés, catalán, francés, italiano y tagalo.Coincidí un par de veces con Luis Eduardo en una caseta de la Feria del libro de Madrid.  Nos intercambiamos nuestros libros, los suyos de poesía y los míos novelas, con dedicatoria. La dedicatoria de Luis Eduardo fue literalmente extraordinaria, a toda página, con un dibujo y el texto. Muchos recuerdos de su infancia en Filipinas. Luego nos vimos más veces, siempre con afecto. Descansa en Paz, querido amigo.



En Al­ban­ta o al Es­te del Edén

Para quienes tenemos fe en las palabras hoy se ha apagado una voz libre y sensible, se ha evaporado una armonía indómita que no sé si figura en el centro de la banda sonora de nuestras vidas o hemos descubierto, al conocer la muerte de Luis Eduardo Aute, vibrando como un bordón olvidado en el recuerdo de varias generaciones. Sus canciones nos reflejan como un espejo familiar y nos reconocemos en el amor y el desamor que nos cantaba, en la protesta y la antiprotesta, en la filosofía y la poesía de un mundo hecho de paradojas que merece, no obstante, de vez en cuando, un himno. Aute nos llevó a un lugar imaginado por su hijo, Albanta, y por el camino se quiso Espuma, Rito, Sarcófago –nombres de aquellos primeros discos nunca del todo descubiertos–. Sonaba estravagario y nerudiano en «Pétalo», se ponía en el desgarro de las víctimas de la represión franquista en «Al alba» –su mayor éxito–, y a pesar de todo, o por encima de todo, lo que cantaba eran poemas con peso propio, vida propia, himnos que no se doblegaban a disciplinas ni a ideologías.
Como los metales nobles vibra esa voz que, fuera del tiempo encanallado, reclama hoy nuestra atención cuando cumplimos cuarentena con el aire de las ciudades más limpio, los pájaros resonando en las calles como un concierto y los aplausos en las ventanas, todo un poco surrealista porque esperamos aquí, tu ya lo ves, como Albanta al revés.
Aute se sintió más pintor que poeta y más poeta que cantautor, pero a su pesar nos ganó con el susurro de aquellas canciones. Él abjuraba: «Qué me dices cantautor de las narices, que me cantas con ese aire funeral», pero siguió llevándonos de la mano desde el amor primero al desamor después, desde el «Lecho de amor y muerte» en «Lentamente» al hecho inexorable de que «de alguna manera tendré que olvidarte». Y cuando todo importó menos entonó el «siento que te estoy perdiendo». Toda la vida ha estado ahí. Y hoy recuperamos el sonido porque no tenemos más que la poesía que para él «es palabra que vela despierta... que mece a las piedras... que debe alumbrar». Su timbre varón está a salvo en la memoria de todos. James Dean seguirá tirando piedras al este del Edén. Ya no hay prisa, aunque sean las cuatro y diez. En sus versos siempre andaba la muerte susurrando, y todavía...

'ABC' - 2020-04-05

JE­SÚS GAR­CÍA CA­LE­RO