martes, 21 de julio de 2015

Globalización



Otra vez he sido picado por un enjambre de avispas globalizadoras que me han producido un sarpullido que no puedo evitar rascar. Oigo decir a Rafael Fruhbeck de Burgos que en China estudian piano cuarenta y dos millones de personas que, naturalmente, interpretan a Mozart y Chopin lo que pone en evidencia, hasta que punto, China, como todos los países asiáticos emergentes, apuestan, sin vacilar, por emular la civilización occidental lo que hará, de ellos, rivales pero no enemigos, al contrario que la civilización musulmana que tiene un ingrediente sumamente agresivo respecto al resto. Leo un artículo en el que pronostican que cuando China alcance un nivel de riqueza de quince mil dólares por habitante, la presión de la sociedad, por alcanzar un sistema democrático, será irresistible. El liberalismo económico ya no podrá convivir con la dictadura comunista y desembocará en un sistema político homologable al de occidente. Encuentro un análisis de la sorprendente economía japonesa de la que no me resisto a exponer, aquí, unos pocos datos:


  • Su PIB, que fue abrasador en la época de despegue, lleva veinte años, prácticamente, sin crecer y el sueldo medio ha bajado, en ese tiempo.
  • Su deuda es la mayor del mundo. Mientras la de España es el 80% del PIB. la de Japón es el 230 %.
  • El índice Nikkei de la bolsa de Japón, que en 1990 estaba en 40000, está hoy en alrededor del 10000.

Sin embargo, sorprendentemente para mi, Japón es una de las tres naciones, del mundo, en que la riqueza está más repartida y el índice de paro no ha superado el 6% en los últimos veinte años lo cual parece indicar que Japón no está en crisis, como algunos dicen, sino mas bien en descanso después de superar la cima del desarrollo galopante que tuvo anteriormente, como China ahora, llegando a un equilibrio social envidiable.

Estas noticias, leídas últimamente, junto a otras informaciones almacenadas en mi disco duro, me llevan a nuevas reflexiones sobre la, tan temida para algunos e inevitable para todos, globalización y a hacer algunos pronósticos, aun sabiendo que esto es, solamente, un juego.

Lo que se está produciendo es un despegue de algunas naciones, paralizadas durante siglos, impulsadas, ahora, a alcanzar su potencial en recursos materiales y humanos lo que produce una alteración de la clasificación de las naciones por su riqueza.

Quizás el futuro de China, que ahora parece llamada, inconteniblemente, a ser la primera potencia económica del mundo, sea parecido al de Japón, Corea del sur, Taiwán, etc... y que al convertirse en una democracia, descanse en su crecimiento y su población reclame y consiga los mismos derechos que el de las sociedades occidentales con lo que su agresiva competitividad se atempere.

O tal vez, puede ser, que la hegemonía actual cambie de manos pues Estados Unidos, encontrará grandes obstáculos para ejercer su papel. Como todos los imperios anteriores encontrará cada vez más dificultades en financiar el poderío militar necesario para ello y para mantener la interminable guerra desplegada para impedir que el islamismo radical, enemigo irreconciliable de occidente, acabe por implantarse en el mundo árabe asumiendo el control de naciones y de armas de destrucción masiva.

Europa ha demostrado tener, en su historia, talento y audacia suficientes, pero sus naciones están en peligro de ser las grandes victimas de este fenómeno globalizador si no son capaces de materializar su sueño de unión y no es nada seguro que lo consigan en el tiempo preciso.

Este desafío globalizador ha logrado ya que algunas naciones europeas hayan ajustado sus economías para competir, pero ha sumido a otras en unas crisis tan negras, que es dudoso que sean capaces de llegar a integrarse plenamente, lo que las puede llevar, si no lo ha hecho ya, a ir condenadas a su suerte o incluso a quedar fuera de la Unión.

El ajuste que llamamos crisis está siendo duro pero tristemente inevitable, visto con perspectiva histórica, pues el ser humano se pierde y se malogra en la abundancia y la facilidad, aunque las tenga bien merecidas después de tantos siglos de dolores y miseria y solo saca lo mejor de si mismo en las dificultades. Triste sino.

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