Cómo sobrevivir al picoteo navideño sin miedo a arruinar nuestra dieta
En navidades no sólo aumentan los eventos sociales, y con ellos nuestra ingesta de calorías, además nuestra oficina y nuestra casa se llenan de dulces y snacks que nos invitan a comer en todo momento. Si los grandes eventos de estas fechas pueden echar al traste nuestra dieta no digamos si, además, nos pasamos todo el día de aperitivo.
Los snacks suelen ser los alimentos menos saludables de toda la pirámide alimenticia, algo que incluso se recuerda en las propias bolsas que contienen estos, pero el aperitivo en sí no tiene por qué ser malo.
Como explican la doctora Michelle Harvie y el profesor Tony Howell en su libro La dieta de los dos días (Temas de Hoy) –no confundir con la dieta 5:2– la conveniencia de tomar o no el aperitivo es un tema que suscita un debate interminable. Algunas personas argumentan que tomar un aperitivo ayuda a controlar nuestro apetito, porque hace que dejemos de sentir hambre y, por consiguiente, de comer en exceso durante las comidas. Otros afirman que al tomar un aperitivo lo único que se consigue es que nos concentremos en la comida, lo cual hace que comamos más.
En opinión de los doctores, “no existe ninguna evidencia de que tomar un aperitivo entre comidas sea mejor para controlar el hambre o para reducir los niveles de hormonas del apetito. Y, siempre y cuando consumas la misma cantidad en total, no se observa ninguna diferencia en tu índice metabólico basal tanto si haces dos comidas grandes como si haces seis o siete pequeñas al día”. Tomar aperitivo, explican en el libro, sólo tiene una pequeña ventaja: “Es posible que quemes menos grasa corporal después de una comida importante, pero el impacto que tendrá será extraordinariamente pequeño”.
¿Qué razón hay para picar?
Visto lo visto no parece que el aperitivo tenga nada de bueno, pero lo cierto es que, en un tiempo como este, trufado de tentaciones, es casi imposible rechazarlo. Y ya que caemos, mejor hacerlo de forma saludable. Como reconocen Harvie y Howell, “al final del día, el número de comidas que hagas en realidad dependerá de tí; y el factor principal no será en qué momento del día comes, sino cuánta cantidad ingieres en total dentro de las veinticuatro horas del día”.
Es por ello que, si nos resulta muy difícil esperar a la comida y la cena, no está de más tomar un aperitivo, siempre que el cómputo global de calorías no se dispare. Hay muchas alternativas saludables a las patatas fritas o los pistachos. La fruta y los embutidos ligeros (como el pavo) pueden ser tus mejores aliados. Estas fechas ten siempre a mano una pieza de fruta, para que sustituya al turrón que van a ofrecerte en la oficina y, si no quieres que te tiente en casa, sencillamente, no lo compres.
La diferencia entre uno u otro aperitivo es significativa. Una merienda consistente en un refresco normal y una magdalena de chocolate tiene 465 calorías. Si sustituimos esto por un refresco light y una manzana consumiremos sólo 45 calorías. Y esta conversión puede realizarse con todo tipo de alimentos.
El único aperitivo que, según los autores de La dieta de los dos días, debe estar terminantemente prohibido es el de después de cenar: “Conviene recordar que, siempre y cuando no comas en exceso, conseguirás beneficios realmente saludables si dejas pasar periodos de tiempo más prolongados entre cada comida. Sabemos que los cambios beneficiosos se producen cuando nuestras células no se alimentan constantemente con calorías. Por tanto, dejar intervalos más largos entre comidas, cuando tus células no se han alimentado, puede tener un efecto beneficioso. En la mayoría de seres humanos, esto sucede cada noche, cuando pasamos 12 horas sin tomar nada entre nuestra última comida del día y el desayuno, aunque puede que eso no suceda si te quedas picando delante del televisor hasta las dos de la madrugada y tomas un desayuno fuerte cuando te levantas a las siete”.
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