viernes, 4 de septiembre de 2015

Crisis global de valores de Miryam Satrústegui

Crisis global o la irresponsabilidad de las sociedades.
Crisis. Crisis económica, política, de inmigración, social, etc. Crisis, crisis, crisis.  Parece que se trate de una marea capaz de tragarse todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Crisis que amenaza en tantos frentes que no entendemos qué podemos hacer. Pero solo acertamos a criticarlo todo.
Quizá la pregunta necesaria sea ¿Por qué de pronto se han abierto tantos frentes de crisis?  Y quizá las respuestas las encontremos sólo  si nos hacemos preguntas de verdad. Y eso pasa por ser conscientes de nuestras propias responsabilidades . La gran tragedia es que somos una sociedad tremendamente irresponsable y demasiado dada a la crítica. De todos nuestros males tienen la culpa "otros".
Si nuestros hijos son unos cafres culpamos a la "Educación Pública", olvidándonos de que los centros de enseñanza son eso: Centros de Enseñanza y no de educación.  La educación se aprende en la familia, conviviendo.  Somos irresponsables pero nos permitimos el lujo de criticar.
Si nuestros políticos son corruptos  clamamos al cielo, olvidándonos de que somos nosotros quienes les hemos puesto ahí, y lo que es peor, que el ciudadano común que puede escaquearse de pagar impuestos o tiene la posibilidad de "forrarse" con algo, lo hace sin contemplaciones.  Es más, si alguien tiene esas contemplaciones a lo que se expone es a que alguien te diga. "Tú eres muy tonto, pero si todo el mundo lo hace".  Somos irresponsables, pero nos permitimos el lujo de criticar
Con los problemas sociales pasa tres cuartos de lo mismo. Dejamos que nos manipulen y nos rasgamos las vestiduras con lo "insensibles" que son los poderes.  Pero ¿Cuántos de nosotros colaboramos activamente en  ayudar a los desfavorecidos?  Desfavorecidos que, por cierto, no tienen por qué estar lejos.  Cerca, muy cerca de cada uno de nosotros hay gente que nos necesita.  Sin embargo es mucho más fácil sentirse "compungido" por la suerte de esos desconocidos que ponerse manos a la obra y cuidar de los nuestros: mayores, vecinos, amigos, enfermos etc. Somos irresponsables, pero nos permitimos el lujo de criticar
Y cuando decidimos  "cambiar las cosas", no se nos ocurre nada mejor que dar nuestro voto a otros aún más irresponsables que nosotros mismos. Gentes que, sin formación alguna, se creen capaces de gestionar lo  que a todos nos atañe, gentes que sin tener la menor idea de nada deciden que pueden hacer y cambiar leyes. Golfos que apuntan maneras y meten la mano en cajas ajenas, pero que defienden nuestros "idearios", Charlatanes baratos en definitiva.  Somos irresponsables pero nos permitimos el lujo de criticar. 
No medimos consecuencias, es mucho más fácil sumarnos a esa espiral de la crítica.  
Y me voy a mojar con el tema terrible de los que hoy llegan por cientos de miles desde los países árabes.  ¡Hay que ver que malísimos son los poderes! murmuramos  y asentimos cuando la prensa airea titulares. Pero seguimos sin pensar ni medir. Y con esto no digo que no haya que ayudar a los desesperados. Porque desde luego que hay que hacerlo, pero con responsabilidad.
Una cosa es acogerles, ayudarles e integrarles en nuestras sociedades.  Otra, bien distinta no exigir nada a cambio.  Hay que pedirles a ellos también que se integren en este mundo al que vienen, que no es el suyo, gracias a Dios.  Y hay que hacerlo si no queremos que este mundo "paradisíaco", al que ellos llegan buscando la posibilidad de sobrevivir, se transforme en el mismo mundo del que ellos huyen. Somos irresponsables, pero nos permitimos el lujo de criticar.
Crucificamos al cristianismo, que posiblemente sea uno de los pocos puntos en común de los pueblos que  conforman este mundo occidental que nos ha regalado las libertades. Y toleramos y hasta respetamos otras creencias que son las culpables de las carnicerías de las que estamos siendo testigos. Nos ciscamos en instituciones como la familia, que ha sido siempre la base de nuestros pueblos. Nos reímos de conceptos como "honor", "honradez", "bonhomía", "excelencia" y  aplaudimos la chabacanada y la demagogia; los populismos o las críticas fáciles y poco fundadas.
Pues bien, podemos echar la culpa a los políticos, a la prensa, a la iglesia o  a quien queramos, pero en último término no vendría mal mirarnos a nosotros mismos. 
Somos una sociedad de irresponsables, consentidos.  De frívolos despreocupados.  De vagos acomodaticios que siempre estamos dispuestos a pedir y exigir, pero que no estamos demasiado dispuestos a arrimar el hombro y a dar.
Aquí vale todo.  Lo disfrazamos de "derechos", hacemos banderas de ello y nos molesta mucho que nos recuerden  las "obligaciones". Tenemos muy claro que es nuestro derecho: ser felices, que nos comprendan y toleren, que nos den servicios, que nuestras opiniones prevalezcan etc. Y como no  queremos que alguien nos lea la cartilla,  a nuestra vez, ignoramos las realidades.
Somos esa sociedad que vive presa de la tele, las tablets y los móviles. Los que viven para el momento efímero y presente, sin  reparar en las consecuencias.  Los superficiales temerosos de que nos tachen de retrógrados, fachas o totalitarios, por recordar que hay blanco y negro, bien y mal, y que navegando en tonos grises no se llega nunca a ninguna parte.  Los que para zafarnos de nuestras responsabilidades esgrimimos las meras anécdotas y se nos llena la boca criticando siempre a  otros.  Se nos olvida que sólo hombre a hombre se construyen los pueblos y las sociedades.
Que tire le primera piedra el que esté libre de culpa. Yo desde luego no puedo tirarla.  Pero creo que o despertamos y empezamos a tomar las riendas de nuestras vida y a entender que en el inmenso engranaje del mundo cada hombre es una pieza que puede cambiar algo, por pequeño que sea, o estaremos abocados al desastre. Porque si hay algo cierto es que somos una sociedad con todos los defectos de las sociedades decadentes. 
Y hay muchas cosas que está en nuestras manos cambiar. No nos gusta lo tendenciosa que es la prensa, pues no pongamos programas de "opinión". No digo que apaguemos la tele, solo que nos limitemos a ver cosas formativas o de entretenimiento "blanco". Si no tienen audiencia, no tardarán en dejar de emitir esos programas que tanto "detestamos" pero que, sin duda, vemos.  
Si estamos hasta las narices de nuestros políticos, por favor, no vayamos a sustituirles por otros peores.  Si no nos gusta lo que aprenden nuestros hijos en las calles, tratemos de enseñarles mejor en nuestras casas. No esperemos a que lo hagan los demás.  No necesitamos asociaciones sino  conciencias individuales capaces de moverse individualmente dando un buen ejemplo. Cada uno de nosotros tenemos muchas, muchas responsabilidades.  Desde nuestro pequeño espacio, podemos cambiar muchas cosas antes de pedir que otros cambien. Todavía estamos a tiempo de ser una sociedad edificante y no una sociedad destructiva. O lo hacemos o el diluvio que sobrevendrá no será únicamente el del cambio climático.

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