Que la esquina de mi casa está dos veces más lejos que antes... Y además hay una pequeña subida en la que antes no me había fijado… Que los peldaños de las escaleras ahora son mucho más altos... Que no sirve de nada pedirle a la gente que hable más claro, porque todos ahora hablan tan bajo que no se entiende casi nada. Que la ropa que quiero comprar ahora la hacen tan apretada, sobre todo en la cintura y en las caderas, que me resulta muy desagradable.
Que la gente ha cambiado, ahora es mucho más joven que cuando yo lo era, y por otro lado, la gente de mi edad es mucho más vieja que yo... Tanto es así que el otro día me encontré con una antigua conocida y ha envejecido tanto… ¡que no me reconoció! También he dejado de correr detrás del autobús, porque me di cuenta que ahora va mucho más rápido que antes
Todo esto lo reflexioné esta mañana, mientras me arreglaba frente al espejo... A propósito ¿Te diste cuenta que los espejos ya no son tan nítidos y claros como hace algunos años? Más vale perder el tiempo con los amigos, que perder amigos con el tiempo. Por este dulce motivo, pierdo el tiempo contigo, porque no quiero perderte con el tiempo.
A Eduardo Cadenas De Llano, Graziella Ardia, Natalia De Alcaraz Montijano y 27 personas más les gusta esto. Varias veces compartido.
Bjorn Forsgren Muy bueno y muy cierto.
- Juan Carlos Parejo Gamir Dimelo a mi,que acabo de cumplir los 70#
- Juan Moron Gallego FANTÁSTICO !!!! Carlo Emanuele Ruspoli ..., eres un auténtico Genio , me parece impecable tu relato , muy muy bueno sí señor !!!!
Beatriz Bernaldo de Quirós Bueno... El narrador tiene 80 años y mantiene un espíritu crítico ante la vida. En fin eso de que es una suerte llegar a viejo es muy relativo. Hace dias me tope con un noble muy conocido nonagenario con su andador y su cuidador Panchito por el centro de Valencia y agradeci a mis genes tener el convencimiento de no llegar a disfrutar de una vida longeva.
Yo: Querida Beatriz, espero que tus previsiones no se cumplan. Ya has logrado duplicar las esperanzas en tu lucha contra la enfermedad, así que ahora te toca triplicarlas, cuadriplicarlas, y un largo etcétera. Mi mujer no quiere oír mis reflexiones, sobre todo cuando son acerca de la tercera edad. Tengo quince años menos de los que atribuyes al narrador, pero creo que tengo que abarcarlo todo, desde cuentos infantiles hasta ese que adjunto a continuación. Un fuerte abrazo.
Yo: ¡Animo viejo, ponte de pie! Cuando te ignoren, cuando intenten pasarte en la cola del pan, cuando algún dependiente se dirija a otra persona ignorando tu derecho, no saques el reproche que permita, como está de moda, al cínico verdugo intentar cambiar su papel en víctima, mejor saca la daga de la ironía que produce heridas más limpias y profundas. Haz, como yo, discretos aspavientos exclamando: ¡Albricias, por fin he alcanzado el don de la invisibilidad! O también, pregunta amablemente: ¿Por qué cree Usted que su tiempo es más importante que el mío?
Una de las mayores injusticias y torpezas que la sociedad actual está cometiendo es sobrevalorar los niños y adolescentes prestándoles una tal mimosa atención, que los maleducan convirtiéndolos en caprichosos tiranos y muchas veces, invalidándolos para alcanzar los objetivos que los padres desean.
Al mismo tiempo, se ha abandonado el tradicional respeto a los viejos despreciando su caudal de experiencia vital, arrumbándolos despectivamente en el almacén de trastos inútiles, como si la vida empezase con cada generación, aunque eso nos lleve, como estamos viendo, a tropezar una y otra vez en la misma piedra.
No hace falta recalcar el menosprecio con que gran parte de la sociedad trata a los viejos, ignorándolos en el mejor de los casos y llevándoles al complejo de hombre invisible. La calificación de viejo, antes tan noble, hace tiempo que se evita como ofensiva sustituyéndola por eufemismos como mayor, tercera edad, abuelo etc... Tradicionalmente la vida de las personas se ha dividido en cuatro fases: Una primera, ya muy corta, de afianzamiento en la vida, con dependencia total de la madre, la segunda de preparación con el apoyo de los padres, la tercera de independencia haciendo valer la preparación adquirida y la cuarta, asistida económicamente por el Estado, de descanso y de espera de la muerte. Esta cuarta fase era, antes, muy corta y el número de personas que se encontraban en ella, escaso. No representaban una gran carga económica para la sociedad ni, tampoco, necesitaban un gran apoyo. Los viejos se consumían rápidamente y sin grandes pretensiones.
Los avances científicos y médicos, la polarización de la dietética y el cuidado de la salud han alargado la esperanza de vida haciendo que aquel reducido número de ciudadanos en espera, lleve camino de ser el contingente más numeroso de la sociedad y esa etapa la segunda más larga de la vida. Nos encontramos con una masa de jóvenes viejos o viejos jóvenes en aceptable forma física y en el mejor momento de su vida intelectual, con ganas de participar, todavía, en la sociedad y aportar su experiencia y que, en su afán de alargar la vida, y para que su cerebro no se atrofie se dedican a actividades físicas e intelectuales totalmente improductivas empleándolo en estériles crucigramas, sudokus y entupidos juegos de mesa...
Es necesario repetir una y otra vez que la riqueza de las naciones es su componente humano y su capacitación, por lo que prescindir de gran parte de la población, precisamente con gran preparación, es un derroche que, como tantos, no nos podemos permitir.
Es hora de que reconozcamos la entidad y novedad de esta quinta etapa de la vida, de que articulemos fórmulas imaginativas para que esa fuerza almacenada no se vaya por el vertedero y busquemos su participación sin el agobio que la vida de plena actividad produce, pero sin convertirlos en juguetes rotos que es la sensación que muchos de sus componentes sienten, actualmente.
Es necesario crear un estatus económico distinto para esta clase, con fórmulas innovadoras e imaginativas que permitan usar esa pensión que la sociedad les debe, a regañadientes de los gobiernos y emplearla para que esa masa de personas que desea participar lo haga. ¡Cuántos querrían seguir aportando su valer en su profesión, en su hobby, en el voluntariado, en la enseñanza y la capacitación, etcétera!
¡Animo viejos! No os dejéis explotar, no cedáis nunca el paso y no abdiquéis de vuestros principios por miedo a no parecer modernos. El mundo también sigue siendo vuestro.
Una de las mayores injusticias y torpezas que la sociedad actual está cometiendo es sobrevalorar los niños y adolescentes prestándoles una tal mimosa atención, que los maleducan convirtiéndolos en caprichosos tiranos y muchas veces, invalidándolos para alcanzar los objetivos que los padres desean.
Al mismo tiempo, se ha abandonado el tradicional respeto a los viejos despreciando su caudal de experiencia vital, arrumbándolos despectivamente en el almacén de trastos inútiles, como si la vida empezase con cada generación, aunque eso nos lleve, como estamos viendo, a tropezar una y otra vez en la misma piedra.
No hace falta recalcar el menosprecio con que gran parte de la sociedad trata a los viejos, ignorándolos en el mejor de los casos y llevándoles al complejo de hombre invisible. La calificación de viejo, antes tan noble, hace tiempo que se evita como ofensiva sustituyéndola por eufemismos como mayor, tercera edad, abuelo etc... Tradicionalmente la vida de las personas se ha dividido en cuatro fases: Una primera, ya muy corta, de afianzamiento en la vida, con dependencia total de la madre, la segunda de preparación con el apoyo de los padres, la tercera de independencia haciendo valer la preparación adquirida y la cuarta, asistida económicamente por el Estado, de descanso y de espera de la muerte. Esta cuarta fase era, antes, muy corta y el número de personas que se encontraban en ella, escaso. No representaban una gran carga económica para la sociedad ni, tampoco, necesitaban un gran apoyo. Los viejos se consumían rápidamente y sin grandes pretensiones.
Los avances científicos y médicos, la polarización de la dietética y el cuidado de la salud han alargado la esperanza de vida haciendo que aquel reducido número de ciudadanos en espera, lleve camino de ser el contingente más numeroso de la sociedad y esa etapa la segunda más larga de la vida. Nos encontramos con una masa de jóvenes viejos o viejos jóvenes en aceptable forma física y en el mejor momento de su vida intelectual, con ganas de participar, todavía, en la sociedad y aportar su experiencia y que, en su afán de alargar la vida, y para que su cerebro no se atrofie se dedican a actividades físicas e intelectuales totalmente improductivas empleándolo en estériles crucigramas, sudokus y entupidos juegos de mesa...
Es necesario repetir una y otra vez que la riqueza de las naciones es su componente humano y su capacitación, por lo que prescindir de gran parte de la población, precisamente con gran preparación, es un derroche que, como tantos, no nos podemos permitir.
Es hora de que reconozcamos la entidad y novedad de esta quinta etapa de la vida, de que articulemos fórmulas imaginativas para que esa fuerza almacenada no se vaya por el vertedero y busquemos su participación sin el agobio que la vida de plena actividad produce, pero sin convertirlos en juguetes rotos que es la sensación que muchos de sus componentes sienten, actualmente.
Es necesario crear un estatus económico distinto para esta clase, con fórmulas innovadoras e imaginativas que permitan usar esa pensión que la sociedad les debe, a regañadientes de los gobiernos y emplearla para que esa masa de personas que desea participar lo haga. ¡Cuántos querrían seguir aportando su valer en su profesión, en su hobby, en el voluntariado, en la enseñanza y la capacitación, etcétera!
¡Animo viejos! No os dejéis explotar, no cedáis nunca el paso y no abdiquéis de vuestros principios por miedo a no parecer modernos. El mundo también sigue siendo vuestro.
Beatriz Bernaldo de Quirós Estoy totalmente de acuerdo. Nada como compartir tertulia con un escritor para cambiar de perspectiva vital.
Elisa Loncan Molleda di que si, una sociedad que desprecia la experiencia y no aprovecha la inversión en educación y conocimientos que ha hecho durante tantos años merece estar como esta la actual, mi abuela decía que si la juventud tuviera además experiencia será demasiado..
Maria Pina Caruso Carlo: compartiendo con entusiasmo estas acertadas consideraciones . Hay que fomentar la participación de quien ha adquirido experiencia y sabiduría y emular a los japoneses que quieren y consideran a sus mayores. Una sociedad que considere un "peso" y un "gasto" a sus mayores es una sociedad cruel y desagradecida. Los romanos daban maximos honores a sus senadores y escuchaban sus opiniones y consejos. Un patrimonio inmaterial de la humanidad, claro que sí.
- Mis diálogos con Beatriz son mucho más intensos. Este es solo una muestra de los mismos.
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