lunes, 29 de septiembre de 2014

Premio Internacional Rubén Darío





Conocí a Helena Cosano en Túnez, en la embajada de España de la que su padre era jefe de misión. Se estableció entre nosotros en seguida una corriente de simpatía que se mantuvo desde entonces. Fue precisamente allí donde Helena nos entregó su libro Almas Brujas, mariposas, otros cuentos y poemas alados, en el que pude profundizar en el conocimiento de su asombroso carácter y de su señal espiritual que queda como efecto de experiencias importantes, de su sensibilidad y propensión natural a dejarse llevar por los afectos de compasión, humanidad y ternura, de su capacidad de desvelar las perturbaciones anímicas, tristezas, depresiones, abatimientos, desconsuelos de sus personajes y de su asombrosa pluma capaz de ofrecer una visión mágica de sus relatos y sus prosas poéticas. También me impacta su faceta de traductora, en este caso del alemán, del libro Fama de Daniel Kehlmann, nueve historias que se relacionan con el móvil, el desasosiego de nuestra época, ya que nos obliga a estar siempre localizables. Solo leí la traducción de Helena, pues no domino aquel idioma,  una versión que alcanza un tal grado de refinamiento, como si el texto original estuviera escrito en castellano. 
Gracias a Helena contacté con Basilio Rodríguez Cañada, presidente del grupo editorial Sial Pigmalión, y lógicamente pedí a Helena que fuera madrina de mi primer libro publicado en esa empresa, una novela histórica. En la presentación de la novela, que se hizo precisamente en esta misma sala, Helena estaba a mi derecha y pude descubrir el secreto de la elaboración de su discurso. En un folio, Helena había escrito a mano con una letra diminuta, pulcra, sin errores ni tachaduras, y a doble espacio, los distintos capítulos de su discurso. El resultado fueron diez minutos de una oratoria fluida y brillante. Espero que me perdone por esta confidencia.
Sial Pigmalión convoca ese prestigioso Premio Internacional de literatura Rubén Darío 2014, y me brindó el honor de ser miembro del jurado que ha fallado a favor de Helena Cosano, una revelación literaria ya consolidada. 
¡Mil enhorabuenas Helena por tu óptima literatura! Espero seguir disfrutando de ella durante mucho tiempo, pues como dijo Adolfo Bioy Casares, escritor argentino, Premio Cervantes en 1990: 

«La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura.»

Como tributo a Helena, quien en Galicia es denominada la brujita mariposa, 
en la obsesión de uno de sus personajes, la pintora que acaba apuñalando 
en la bañera al hombre que marcó su vida, citaré estos versos del gran poeta 
y académico sueco del siglo XIX Per Daniel Amadeus Atterbom, extraídos de 
su gran obra La isla de la felicidad.

Ahora, muerto digno de plañido, 
Céfiro te brindará 
su último tributo; tu amistad lo merece. 
Alto sonará tu amargo destino 
en mis notas 
cuando la luna despunte, cuando el sol todo lo dore... 

Y más de su obra La Rosa: 

Tan sólo un corazón late en toda la eternidad. 
Tan sólo una ley obedezco: la que éste ha ordenado. 
En una infinidad de manifestaciones bate su sangre, 
y todos extinguen su sed en ese gran río de existencia. 
Así comparto conmigo, para que se consuma el tiempo, 
esa corriente que fluye llena del encanto de la vida; 
si esa ola de lo que pasa y decae forma espuma, 
¿no es tan sólo eso el ritmo, en la procesión apurada de las horas?




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