martes, 28 de enero de 2020

Cecilia Valdés en el Teatro de la Zarzuela

Noche de emoción la de ayer en el Teatro de la Zarzuela, se recuperaba una zarzuela que ha llegado a Madrid demasiado tarde, pero que era de justicia. La cubana Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig. En los previos se ha hablado mucho de ello y nos ha permitido familiarizarnos con la importancia del evento. Cecilia Valdés ponía en música, con la reducción inevitable, una de las novelas fundacionales del antiesclavismo, el orgullo y, a la postre, la identidad mestiza de Cuba. Cirilo Villaverde había escrito esta narración en medio del siglo XIX con espíritu reivindicativo claro y efectivo: la lacra de la esclavitud, pero también otras, como el machismo feroz o la problemática convivencia de un mestizaje que pronto se convirtió en seña de identidad de Cuba. Ya entrado el siglo XX fueron varios los músicos tentados por el tema de la exuberante mulata que ha terminado simbolizando los valores de su país. Lo intentó Ernesto Lecuona, el más célebre músico cubano de la primera mitad del XX, pero, por cuestión de derechos, realizó una zarzuela de temática similar, María la O (1930), devenida célebre. El éxito hizo cambiar de opinión a los herederos de Villaverde y, en 1932 ve la luz esta Cecilia Valdés que firmó otro de los gigantes de la música cubana, Gonzalo Roig. El resto es historia. La última pieza del puzle era este estreno madrileño que le faltaba a una obra que nació hermanada con las mejores zarzuelas españolas de los treinta, de Doña Francisquita a Luisa Fernanda. Gonzalo Roig es un compositor muy famoso para muchos que incluso creen que no lo conocen. Su inmortal canción Quiéreme mucho ha dado la vuelta al mundo en toda clase de versiones y sus versos más famosos resuenan en el imaginario del planeta, aunque solo sea en versiones como las de Julio Iglesias: “Cuando se quiere de veras, como te quiero yo a ti, es imposible, mi cielo, tan separados vivir…”. Estos son los antecedentes y están ejemplarmente contados por Enrique Mejías García en el programa de mano de esta producción. La música de Cecilia Valdés es de una riqueza de inspiración muy alta. Destacan sus aires cubanos, sus habaneras y sus momentos africanizantes. Roig sabe combinar la inspiración popular con una técnica musical de primer orden y ofrece un resultado artístico que convirtió esta producción en una cima de la música cubana. No sé por qué nos la habíamos perdido en este teatro hermano que es la Zarzuela, pero al fin la deuda esta saldada. La producción que firma en lo escénico Carlos Wagner y un excelente equipo de colaboradores no se va por las ramas y nos sumerge en una plantación de azúcar de aires caribeños que hace de la narración un personaje más. El cuerpo de baile y un grupo destacado de actores brindan lo que es un lujo teatral. La orquesta, que lleva Óliver Díaz, se transmuta en un combo latino de suma eficacia. Queda el reparto que cuenta la historia. Cecilia es una mulata conducida al orfanato por orden de un padre rico propietario para tapar su falta. Al crecer, exuberante, se enamora del hijo del propietario, su medio hermano, tiene una hija con él y es abandonada, como corresponde, hasta que se desencadena el drama y un epílogo con milagro incluido que es lo que más rechina al público actual. El papel de este símbolo de la “cubanía” es clave. La soprano Elisabeth Caballero, cubana como corresponde, ofreció en el primer reparto una versión muy notable de la infortunada heroína. Le da la réplica el tenor Martín Nusspaumer, excelente de planta y algo corto de cuerpo vocal, aunque parece adecuarse a lo timorato del carácter de este sinvergüenza colonialista. El resto del cuadrilátero, dos triángulos, en realidad, lo forman el barítono Homero Pérez-Miranda y la mezzo Cristina Faus. Muy bien situados en sus respectivos papeles como, realmente, la totalidad del reparto de esta producción modélica, de la que es de justicia señalar a Linda Mirabal en su papel de alucinada esclava liberada.
Una producción, en suma, de obligada visita por su calidad artística, su encaje en la historia de la música y la cultura cubana, y porque nos ofrece una apertura de campo de lo que fue la zarzuela en el área hispana. Muy tarde, quizá, pero bienvenida Cecilia Valdés.

FICHA TÉCNICA
Cecilia Valdés. Música, Gonzalo Roig. Libreto, Agustín Rodríguez y José Sánchez-Arcilla. Dirección musical, Óliver Díaz. Dirección de escena, Carlos Wagner. Escenografía, Rifail Ajdarpasic. Reparto: Elisabeth Caballero / Alaine Álvarez; Martín Nusspaumer / Enrique Ferrer; Homero Pérez-Miranda / Eleomar Cuello; Linda Mirabal; Cristina Faus; Yusniel Estrada. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Del 24 de enero al 9 de febrero. Teatro de la Zarzuela, Madrid.








viernes, 17 de enero de 2020

La Casa de Saboya deroga la Ley Sálica

La Casa de Saboya deroga la Ley Sálica

Después de mil años de historia, la Casa Saboya cambia y abre las puertas de la sucesión a la mujer. Con un comunicado oficial Victor Manuel de Saboya (Nápoles, 1937), hijo del último rey de Italia, Humberto II, y de María José de Bélgica, anunció un cambio en las reglas de sucesión, porque «es tiempo de actualizarlas». El príncipe de Nápoles Victor Manuel, jefe de la Casa Real de Italia en disputa siempre con su primo Amadeo de Saboya-Aosta, explica que «la decisión ha sido meditada y no es fruto de particulares circunstancias o urgencias; la sociedad camina hacia la paridad entre los sexos y la gran mayorías de las casas reales han ido en esta dirección». Victor Manuel y su esposa Marina Ricolfi-Doria tienen un único hijo, Manuel Filiberto (Ginebra, 1972). A partir de ahora, los Saboya aplicarán la regla de la «primogenitura absoluta», eliminando la ley Sálica que excluye del trono a las mujeres. En consecuencia, después de Manuel Filiberto, casado con Clotilde Courau en Roma en el 2003, la heredera de la dinastía milenaria será la primera de sus dos hijas, Victoria de Saboya (Ginebra, 2003), de 16 años. Manuel Filiberto considera que el paso era necesario para evitar la discriminación de la mujer: «En realidad, Clotilde y yo podríamos todavía tener un hijo varón. Pero es anacrónico en una sociedad que quiere reconocer la igualdad de género, pensar que en la Casa Saboya se discrimina a las mujeres».

Los monárquicos, tercer partido


En un sondeo del Instituto Piepoli, un 15 por 100 de italianos se mostró dispuesto a votar a un partido monárquico si existiera esa posibilidad, lo que sorprendió al propio Manuel Filiberto: «No lo esperaba. Con ese porcentaje de votos, teniendo en cuenta el resultado de las últimas elecciones generales, seríamos el tercer partido de Italia». El príncipe Manuel Filiberto ha declarado al Corriere que la primera pregunta que le hizo su hija Victoria, que ha vivido en Ginebra, Montecarlo, Francia e Italia y estudia a París, fue si tendrá que estudiar más. «Le he dicho –confesó Manuel Filiberto- que le ayudaré, aunque ella sueña con el arte y la moda. Menos mal que está Clotilde que es una madre severa a la hora de gestionar los horarios de las salidas con los amigos y el tiempo dedicado al teléfono móvil». Al ser preguntado si es realista imaginar a victoria con la corona, responde: «Nunca digas nunca jamás. De momento, se trata de guiar hacia el futuro una Casa con mil años de historia, las órdenes dinásticas, las obras de caridad... Después están las relaciones con otras casas reales. Mi padre comunicará el cambio a todas las casas reales, sean reinantes o no. La relación es estrecha con el rey Felipe de España, la heredera Leonor y con Sofía, que son casi coetáneas de mis hijas Victoria y Luisa».

En 1946, última página de la monarquía italiana


La decisión de Victor Manuel ha creado división entre los monárquicos. Los duques de Aosta, por ejemplo, sostienen que la ley Sálica no se puede cambiar «hasta que sea restaurada la monarquía constitucional». En cualquier caso, de momento los Saboya se actualizan, después del cambio que está viviendo también la monarquía británica. A la mayoría de los italianos suena anacrónico hablar de sucesión al trono en una República como la italiana, donde la monarquía no trae buenos recuerdos. Tras la abdicación de su padre Victor Manuel III, el último rey de Italia fue Humberto II, llamado el «rey de mayo» –el único mes que reinó- . Él escribió la última página de la monarquía italiana: Después del referéndum con el que triunfó la República, el 2 de junio 1946, Humberto II abandonó para siempre Italia para iniciar un largo exilio, primero en Cascais (Portugal) y después en Ginebra, donde murió en 1983 sin ver cumplido su sueño de regresar a su patria. El príncipe Manuel Filiberto ha confesado que ha escrito al primer ministro Guseppe Conte para que los restos mortales de sus abuelos Humberto II y María José de Bélgica reciban sepultura en el Panteón de Roma.