viernes, 5 de octubre de 2018

Katiuska, la mujer rusa

Estrenada en 1931 en Barcelona, vuelve la primera gran obra lírica de Sorozábal al Teatro de la Zarzuela tras treinta y siete años de ausencia en co-producción con el Teatro Arriaga, el Campoamor de Oviedo, el Calderón de Valladolid y el Español madrileño. Cierto es que, por tanto, estamos ante una producción ya vista, pero que se renueva en la Zarzuela. Hay una circunstancia adicional, ya que se vuelve a introducir el “Canto a la tierra”, conocido por la grabación de Marcos Redondo de 1930 previa al estreno, para desaparecer al poco tiempo y, de hecho, en la grabación de 1958 de con Lorengar, Kraus y Cesari ya no figuraba sin que se sepan exactamente los motivos. En los años ’80, antes de morir, el maestro revisó la partitura y mostró su deseo de que se volviese a incorporar en futuras representaciones. Ese fragmento, que refleja el enfrentamiento entre las rusias roja y blanca, causó muchos enfrentamientos entre el público del estreno catalán. Hoy bien se podía haber traspuesto a la actualidad y, quizá también, provocaría lucha en la sala.
La apertura de temporada era un reto mayor de lo habitual tras la frustrada fusión del teatro con el Real y podría verse como una reacción, pero la producción estaba programada desde bastante antes de esos hechos. Lamentablemente sólo se retransmitirá por Facebook y no por televisión a causa, aún, de la rigidez de los contratos laborales del teatro.
Emilio Sagi y Daniel Bianco narran escenográficamente lo que la música y el libreto expresan con un concepto de tintes cinematográficos no exento de una cierta nostalgia al revivir la Rusia de la revolución de 1917 con ojos de 1931 que acerca la obra a la opereta, aunque Sagi podría haber arriesgado más. Es difícil escenificar estas zarzuelas, dramáticas y cómicas simultáneamente, y Sagi y Bianco lo logran. Estupendos los números del cuarteto de esos comprimarios que no son comprimarios porque convierten sus papeles en primeros papeles.
Guillermo García Calvo regresa al foso de la Zarzuela tras su éxito con “La Tempestad” para hacerse cargo de esta música cosmopolita en la que se mezclan los temas eslavos con la música negra americana, y bastante moderna en su época. Dirige con vivacidad y control, con cuidadas dinámicas en las que no faltan tanto fortes como pianos y todo bien regulado.
La Zarzuela no pudo elegir un cast más mediático, impresionante no ya para una zarzuela sino para cualquier teatro de ópera del mundo. Ainhoa Arteta, que sólo canta dos funciones, imprime gracia y donaire a Katiuska, con una voz de caudal que es capaz de rebajar al mínimo en pianísismos exquisitos. Carlo Álvarez luce su voz de precioso timbre baritonal. No se si hoy día hay algún barítono con una voz más atractiva. Se le ve a gusto y pone toda la carne en el asador, convirtiéndose en el gran triunfador de la velada. Jorge de León luce sus potentes medios y perfila un Sergio con más poder del habitual, en un papel corto pero no fácil. Antonio Torres, Milagros Martín, Emilio Sánchez, Enrique Baquerizo, Amelia Font son veteranos intérpretes que aportan no sólo su solidez profesional en las partes cómicas de la obra, sino un donaire propio de los grandes comprimarios. Soberbia Milagros Martín bailando la escena del deseado viaje a París, muy de cabaret y opereta.
La Zarzuela ha abierto su temporada a lo grande, con la complicidad y el entusiasmo de un público entregado que no paró en ovaciones y vítores a lo largo de toda la representación. Todo apunta a que las catorce funciones programadas logren un lleno hasta la bandera. ¡Enhorabuena! Gonzalo Alonso!





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