Estoy muy honrado de haber sido incluido entre los artistas los beneficiarios del Proyecto Galdós. Desde mi blog quiero expresar mi agradecimiento a los organizadores de este importante y novedoso proyecto cultural.
Tras la presentación, adjuntaré el texto de mi intervención.
Excelentísimos e Ilustrísimos señoras y señores:
Estoy muy agradecido por haber sido incluido como artista beneficiario del Proyecto Galdós por la Embajada del Lujo. Para entretener al público presente, les contaré uno de mis relatos breves, nada autobiográfico, pero cargado de buenos sentimientos. ¿Quieren saber el origen de la inspiración? En España y en el mundo musulmán se producen varios ataques a la Iglesia, muchos mortales. Este relato imaginario es mi modesta contribución a favor de la inconmensurable labor que realiza incansablemente la Iglesia, día a día.
«Andaba yo en la parroquia haciendo cosas de sacristanes, que aunque no llegaba a monaguillo, se gustaba mí cura Don Josechu de darme ascenso a su conveniencia, y acabando de dar lustre a la patena, entró en el templo un parroquiano que decía venir a ponerse a buenas con Dios, que a no tardar mucho ante él se presentaría para rendir cuentas y quería llevar arreglados los asuntos terrenales. Me intrigó a mí que tuviera esa persona certeza de la fecha de su partida, y como lucía yo una sotana vieja, que al tener sólo unos pantalones con esa prenda los guardaba de la lejía, me hice pasar por el cura y le invité a que me relatara sus pesares. Comenzó el hombre diciendo que a sus cincuenta, a un mes estaba de cumplir tres años desocupado, y que no andaba boyante en la economía, que con los cuatrocientos cincuenta euros que el gobierno le daba de ayuda, eran muchas las noches que se acostaba sin cenar, y aun así vivía de invitado en la casa de sus suegros, que de su casa buena cuenta dio el banco a resultas del retraso con la hipoteca. Y si malo estaba en lo económico, peor aún llevaba las cuestiones de la salud, que de dos meses atrás sabía que más de dos años no alcanzarían sus huesos sin dormir en ataúd. Afectado era el hombre por una enfermedad de nuestro tiempo, a la que por abreviar se la conoce por LMA, y no es otra cosa que Leucemia Mieloide Aguda.
Pensé yo entonces que muy raras son ahora las enfermedades que nos llevan a fallecer, que no hace mucho lo habitual era hacerlo de un cólico miserere y si no estaba claro el diagnóstico, finados eran todos del último mal. Negro fue el futuro de los afectados por este cáncer, que diez años atrás ninguno de ellos libraba la pellica. Pero gracias al Glicec, un medicamento que al mercado lanzó en el principio de siglo la multinacional Novartis, pocos eran ahora los que emprendían el último viaje por la dolencia. Era encargada la Seguridad Social de correr con los gastos necesarios para mantener con vida a los que, sin querer, sufrían de esta Leucemia con lo que su fecha de caducidad, como la de los otros cristianos, se mantenía en incógnita. Pero hace seis meses que la Novartis no ganó los cuartos a los que era acostumbrada, y en vez de cinco mil, cuatro mil quinientos fueron los millones que entraron en sus faltriqueras y buscando lo perdido, por tres multiplicó el coste del mila-groso remedio. No corren buenos tiempos para los pobres, y pronto el Ministerio de Sanidad reaccionó a la subida y renunció a la subvención del Glicec, que los setenta mil euros que costaba al año el tratamiento mucho se le hacían, y decía el ministro que le desajustaban los presupuestos. Y tal era la razón de que aquel hombre supiera que en seis me-ses menos de la mitad de un lustro, cita tenía con San Pedro y con Cristo para cenar.
Mucho me dolió el relato de aquel parroquiano que, desde los tiempos de los esclavos, no había visto yo tan claro lo que valía la vida de un hombre. Dio vueltas mi caletre buscando solución al asunto y de monedas vacié los cepillos de Santa Gema, y me acerqué al de la Santa por si acaso, y conté el total y a diez euros ascendió la recaudación, que de mucho tiempo también andaban en crisis los bienaventurados. Recordé entonces que en el cuarto guardaba el Don Josechu doscientos euros destinados a pagar el arreglo de unas goteras, y pensé yo que no se enfadaría el cura si los utilizaba en otra obra. Al hombre le hice entrega de los doscientos diez y de una nota dirigida al ministerio: “Valgan estos euros, señor ministro, para comprarle al portador diez minutos más de vida”. Y se fue el hombre contento.
Y volví yo a mis cosas de sacristanes. No ando yo sobrado de preparación académica, por lo que no es de extrañar que considere mal elegido el destinatario y peor formulada la pregunta. Que según entiendo yo, no es a mí a quien debe preguntarse ¿por qué escribo? Que lo atinado sería preguntar a los demás ¿por qué no escribes?
Y padezco de insomnio. Y al Todopoderoso agradezco tal dolencia, que siendo tantas las noches que paso en vela, no hay una en la que no me sienta libre. Que unas noches soy el pícaro y necesitado sacristán Carlitos, o ando metido en el pellejo del cura Don Josechu. Otras soy conquistador. Y otras obispo. Y una recuerdo en la que el cónclave me eligió Papa. He sido aventurero, médico y futbolista. Premio Nobel, estudiante y analfabeto. Y muchas veces casada y alguna viuda. He gana-do carreras y combates. He sido extraterrestre, demonio, ángel y San Pedro, y a la memoria me llega una noche que, con todo respeto, fui Dios. Pirata, vagabundo, buhonero, aguador, obrero y minifalda. Militar, herido en la guerra y hasta muerto. Quijote, Sancho y Buscón. Parado, rico, enfermo y milagroso. Pájaro, dinosaurio, conejo y escopeta. Pero el personaje que más me gusta es ser Profeso y hacer justicia por el mundo y en todas las épocas. Y como no tengo límites, a veces, he sido muchas cosas a la vez. Y aun así, alguno me pregunta que por qué escribo. Soy un hombre y ansío la libertad. Y yo me siento libre cuando en la soledad de la madrugada, frente al ordenador o a un folio en blanco y una pluma, soy quien en ese momento se pregunta:
- ¿Por qué no escribes?»
Mi tardía carrera literaria empezó hacia el cambio de siglo. Mi padre había escrito su primer libro acerca de nuestra familia, en italiano, y me propuso traducir el texto para publicarlo en España. Me animé y empecé a traducirlo, pero me di cuenta que había que encontrar la manera de que el libro pudiera ser de interés para un público más amplio, por lo que pensé añadir a los personajes del libro “I Ruspoli, da Carlomagno a El Alamein” unos personajes equivalentes de la familia de mi mujer. Así fue como nació mi primer libro “Retratos, anécdotas y secretos de los apellidos Borja, Téllez-Girón, Marescotti y Ruspoli” publicado por la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. La investigación necesaria me permitió almacenar muchos datos de todas las épocas, que aproveché para escribir mis novelas de la serie el Profeso, el Bailío y Gran Prior de Pisa Frey Giangaleazzo Ruspoli de la milenaria Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, denominada hoy simplemente como Orden de Malta. Hasta la fecha he escrito diez y siete entregas de la serie.
Hago entrega a la Embajada del Lujo de tres ejemplares de la saga, publicados en España y a la venta en las librerías. Se trata de “El Profeso y el opio”, “El Profeso y la masonería” y “El Profeso y la parapsicología”.
Frey Giangaleazzo Ruspoli es un personaje que en su semblante de fantasma procedente del guerrero de la alegoría de la ilustración me ha ido seduciendo con cada una de sus historias, hasta ejercer en mi la fascinación que despiertan los grandes detectives de la literatura, como Hércules Poirot o Sherlock Holmes. Gracias a sus investigaciones, los lectores podrán profundizar en su universo, en su carácter peculiar, en su exquisita cultura, en su círculo familiar, cargado de luces y sombras.
No quisiera extenderme más, así que si están interesados en conocer las sinopsis de las novelas históricas y el perfil de los personajes les propongo que descarguen el catálogo que figura más abajo.
Encontrarán, si quieren saber más de mi actividad como escritor, una página de descarga de mi catálogo literario en esta dirección:: http://www.caja-pdf.es/2015/06/19/gian-galeazzo-ruspoli-y-mas/
Hoy mis blogs cuentan con más de 70.000 lectores, he publicado en papel una decena de libros y otro tanto en formato digital y estoy presente en algunas de las principales redes sociales, muchas gracias por escucharme.
Excelentísimos e Ilustrísimos señoras y señores:
Estoy muy agradecido por haber sido incluido como artista beneficiario del Proyecto Galdós por la Embajada del Lujo. Para entretener al público presente, les contaré uno de mis relatos breves, nada autobiográfico, pero cargado de buenos sentimientos. ¿Quieren saber el origen de la inspiración? En España y en el mundo musulmán se producen varios ataques a la Iglesia, muchos mortales. Este relato imaginario es mi modesta contribución a favor de la inconmensurable labor que realiza incansablemente la Iglesia, día a día.
«Andaba yo en la parroquia haciendo cosas de sacristanes, que aunque no llegaba a monaguillo, se gustaba mí cura Don Josechu de darme ascenso a su conveniencia, y acabando de dar lustre a la patena, entró en el templo un parroquiano que decía venir a ponerse a buenas con Dios, que a no tardar mucho ante él se presentaría para rendir cuentas y quería llevar arreglados los asuntos terrenales. Me intrigó a mí que tuviera esa persona certeza de la fecha de su partida, y como lucía yo una sotana vieja, que al tener sólo unos pantalones con esa prenda los guardaba de la lejía, me hice pasar por el cura y le invité a que me relatara sus pesares. Comenzó el hombre diciendo que a sus cincuenta, a un mes estaba de cumplir tres años desocupado, y que no andaba boyante en la economía, que con los cuatrocientos cincuenta euros que el gobierno le daba de ayuda, eran muchas las noches que se acostaba sin cenar, y aun así vivía de invitado en la casa de sus suegros, que de su casa buena cuenta dio el banco a resultas del retraso con la hipoteca. Y si malo estaba en lo económico, peor aún llevaba las cuestiones de la salud, que de dos meses atrás sabía que más de dos años no alcanzarían sus huesos sin dormir en ataúd. Afectado era el hombre por una enfermedad de nuestro tiempo, a la que por abreviar se la conoce por LMA, y no es otra cosa que Leucemia Mieloide Aguda.
Pensé yo entonces que muy raras son ahora las enfermedades que nos llevan a fallecer, que no hace mucho lo habitual era hacerlo de un cólico miserere y si no estaba claro el diagnóstico, finados eran todos del último mal. Negro fue el futuro de los afectados por este cáncer, que diez años atrás ninguno de ellos libraba la pellica. Pero gracias al Glicec, un medicamento que al mercado lanzó en el principio de siglo la multinacional Novartis, pocos eran ahora los que emprendían el último viaje por la dolencia. Era encargada la Seguridad Social de correr con los gastos necesarios para mantener con vida a los que, sin querer, sufrían de esta Leucemia con lo que su fecha de caducidad, como la de los otros cristianos, se mantenía en incógnita. Pero hace seis meses que la Novartis no ganó los cuartos a los que era acostumbrada, y en vez de cinco mil, cuatro mil quinientos fueron los millones que entraron en sus faltriqueras y buscando lo perdido, por tres multiplicó el coste del mila-groso remedio. No corren buenos tiempos para los pobres, y pronto el Ministerio de Sanidad reaccionó a la subida y renunció a la subvención del Glicec, que los setenta mil euros que costaba al año el tratamiento mucho se le hacían, y decía el ministro que le desajustaban los presupuestos. Y tal era la razón de que aquel hombre supiera que en seis me-ses menos de la mitad de un lustro, cita tenía con San Pedro y con Cristo para cenar.
Mucho me dolió el relato de aquel parroquiano que, desde los tiempos de los esclavos, no había visto yo tan claro lo que valía la vida de un hombre. Dio vueltas mi caletre buscando solución al asunto y de monedas vacié los cepillos de Santa Gema, y me acerqué al de la Santa por si acaso, y conté el total y a diez euros ascendió la recaudación, que de mucho tiempo también andaban en crisis los bienaventurados. Recordé entonces que en el cuarto guardaba el Don Josechu doscientos euros destinados a pagar el arreglo de unas goteras, y pensé yo que no se enfadaría el cura si los utilizaba en otra obra. Al hombre le hice entrega de los doscientos diez y de una nota dirigida al ministerio: “Valgan estos euros, señor ministro, para comprarle al portador diez minutos más de vida”. Y se fue el hombre contento.
Y volví yo a mis cosas de sacristanes. No ando yo sobrado de preparación académica, por lo que no es de extrañar que considere mal elegido el destinatario y peor formulada la pregunta. Que según entiendo yo, no es a mí a quien debe preguntarse ¿por qué escribo? Que lo atinado sería preguntar a los demás ¿por qué no escribes?
Y padezco de insomnio. Y al Todopoderoso agradezco tal dolencia, que siendo tantas las noches que paso en vela, no hay una en la que no me sienta libre. Que unas noches soy el pícaro y necesitado sacristán Carlitos, o ando metido en el pellejo del cura Don Josechu. Otras soy conquistador. Y otras obispo. Y una recuerdo en la que el cónclave me eligió Papa. He sido aventurero, médico y futbolista. Premio Nobel, estudiante y analfabeto. Y muchas veces casada y alguna viuda. He gana-do carreras y combates. He sido extraterrestre, demonio, ángel y San Pedro, y a la memoria me llega una noche que, con todo respeto, fui Dios. Pirata, vagabundo, buhonero, aguador, obrero y minifalda. Militar, herido en la guerra y hasta muerto. Quijote, Sancho y Buscón. Parado, rico, enfermo y milagroso. Pájaro, dinosaurio, conejo y escopeta. Pero el personaje que más me gusta es ser Profeso y hacer justicia por el mundo y en todas las épocas. Y como no tengo límites, a veces, he sido muchas cosas a la vez. Y aun así, alguno me pregunta que por qué escribo. Soy un hombre y ansío la libertad. Y yo me siento libre cuando en la soledad de la madrugada, frente al ordenador o a un folio en blanco y una pluma, soy quien en ese momento se pregunta:
- ¿Por qué no escribes?»
Mi tardía carrera literaria empezó hacia el cambio de siglo. Mi padre había escrito su primer libro acerca de nuestra familia, en italiano, y me propuso traducir el texto para publicarlo en España. Me animé y empecé a traducirlo, pero me di cuenta que había que encontrar la manera de que el libro pudiera ser de interés para un público más amplio, por lo que pensé añadir a los personajes del libro “I Ruspoli, da Carlomagno a El Alamein” unos personajes equivalentes de la familia de mi mujer. Así fue como nació mi primer libro “Retratos, anécdotas y secretos de los apellidos Borja, Téllez-Girón, Marescotti y Ruspoli” publicado por la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. La investigación necesaria me permitió almacenar muchos datos de todas las épocas, que aproveché para escribir mis novelas de la serie el Profeso, el Bailío y Gran Prior de Pisa Frey Giangaleazzo Ruspoli de la milenaria Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, denominada hoy simplemente como Orden de Malta. Hasta la fecha he escrito diez y siete entregas de la serie.
Hago entrega a la Embajada del Lujo de tres ejemplares de la saga, publicados en España y a la venta en las librerías. Se trata de “El Profeso y el opio”, “El Profeso y la masonería” y “El Profeso y la parapsicología”.
Frey Giangaleazzo Ruspoli es un personaje que en su semblante de fantasma procedente del guerrero de la alegoría de la ilustración me ha ido seduciendo con cada una de sus historias, hasta ejercer en mi la fascinación que despiertan los grandes detectives de la literatura, como Hércules Poirot o Sherlock Holmes. Gracias a sus investigaciones, los lectores podrán profundizar en su universo, en su carácter peculiar, en su exquisita cultura, en su círculo familiar, cargado de luces y sombras.
No quisiera extenderme más, así que si están interesados en conocer las sinopsis de las novelas históricas y el perfil de los personajes les propongo que descarguen el catálogo que figura más abajo.
Encontrarán, si quieren saber más de mi actividad como escritor, una página de descarga de mi catálogo literario en esta dirección:: http://www.caja-pdf.es/2015/06/19/gian-galeazzo-ruspoli-y-mas/
Hoy mis blogs cuentan con más de 70.000 lectores, he publicado en papel una decena de libros y otro tanto en formato digital y estoy presente en algunas de las principales redes sociales, muchas gracias por escucharme.
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