Entrega de la condecoración de Commendatore dell'Ordine della Stella d'Italia al excelentísimo señor don Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, marqués de Marañón.
Brillante acto de entrega de la condecoración en la Embajada de Italia. El embajador, Pietro Sebastiani, casado con Cristina Finucci, ha agasajado a los asistentes con una recepción, tras los discursos.
Esta es la soberbia contestación del Marqués de Marañón:
Querido Embajador, querido Pietro, queridos amigos.
Acabamos de regresar de uno de los lugares
naturales más paradisíacos que existen en nuestro
planeta, una isla perdida en la Polinesia francesa. Es
la antípoda metafórica del archipiélago de las
basuras, concebido como un Estado independiente
por Cristina Finucci para alertar nuestras conciencias
sobre el proceso de degradación de la tierra. Horas
después de pisar el suelo de nuestra realidad, me
encuentro en este otro paraíso que es hoy para mí, la
embajada de Italia. Y lo es, en primer lugar, por la infinita generosidad
con la que se me acoge, una generosidad doble,
oficial y personal: la de la Presidencia de la República
italiana concediéndome la honrosa condecoración
que acabo de recibir, y la de su embajador en
España, Pietro Sebastiani, que es quien lo ha
propuesto. En mi vida he comprobado que con
frecuencia los reconocimientos más gozosos son los
que brotan de la generosidad del que los otorga y no
del mérito de quien los recibe. No recompensan, sino
regalan. Éste, claramente, es el caso.
Mi alegría por estar aquí también se debe al calor
afectivo de los que hoy me acompañáis. Pili, mi
mujer, nuestros hijos y los "hermanos escogidos",
como José Juan Toharia suele denominar a los
familiares y amigos que componen la hermandad del
corazón. Por todo ello, embajador, te expreso mi más profundo
y sentido agradecimiento. Gracias, muy de verdad,
gracias, letra a letra, también por tus palabras.
Aquí, con toda sencillez, debería concluir mi
intervención, pero disculpadme si recabo durante
unos minutos más vuestra atención para referirme,
muy resumidamente, a lo que Italia representa para
mí y a lo que este acto me lleva.
Si nuestra cultura y nuestra propia lengua hunden sus
raíces en Roma, Italia es hoy el país que, según las
encuestas, los españoles situamos en la pirámide de
nuestras preferencias afectivas. Pertenezco a una
generación que aún aprendió latín en el colegio. En
mi último curso de bachillerato, Italia, su historia y su
cultura, fue nuestra principal asignatura, y así, a los
16 años nos llevaron durante más de un mes a
recorrer tu país, querido Pietro, en lo que fue un
inolvidable viaje precursor de tantos otros. Si
entonces elegí Asís para hacer el trabajo de fin de
curso, luego he regresado a Siena, Sicilia, Strómboli,
Nápoles, Capri, Pompeya, Florencia, Pisa, Venecia,
Milán, Bellagio, y, naturalmente, Roma, a la que
Alberti dedicó un inolvidable poema: "Dejé por ti mis
bosques, mi perdida arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados hasta casi el invierno
de la vida. Dejé por ti todo lo que era mío, dame tu,
Roma, a cambio de mis penas, tanto como dejé para
tenerte." Y, ciertamente, Roma no defraudó a nuestro
gran poeta exiliado, porque Italia no defrauda nunca.
Mi generación creció con el cine italiano, el
neorrealismo, Pasolini, Visconti, Fellini; y con su
música popular, como la de Doménico Modugno y
tantos más. En mi biblioteca tengo apartados algunos
libros que son los que he elegido como compañeros
inseparables de mi andadura. Entre ellos recuerdo El
desierto de los tártaros de Dino Buzzati, Amor y
enamoramiento de Francesco Alberoni, La ilíada de
Barico, y las Meditaciones de Marco Aurelio, el
emperador que escribió: "Mi ciudad y mi patria, en
cuanto Antonino, es Roma, pero en tanto que
hombre, el mundo". Y en mis estudios de Derecho,
Mancini, Carnelutti, Lombroso, y, por supuesto,
Maquiavelo, fueron algunos de mis maestros de
referencia. También tengo dos tatarabuelos italianos, y Pili Y yo
estamos a punto de tener un nieto también italiano.
De esos antepasados uno fue un comerciante
genovés emigrado a Cádiz y, otra, una princesa de
Dos Sicilias de tan VIVO carácter que provocó una
frase que ha pasado a la historia al darle una sonora
bofetada al Ministro Calomarde, y responderle éste:
"Manos blancas no ofenden, señora". Por otro lado,
nuestro retiro toledano es un convento erigido en
1619 por los religiosos italianos de la Ordine di
Chierici Regolari Minori de San Francesco Caracciolo,
que lo ocuparon durante más de dos siglos
dejándonos la huella indeleble de su espiritualidad.
Por último, presido la Fundación El Greca 2014 que
ha organizado la conmemoración del IV Centenario
del genial pintor nacido en una isla de la República de
Venecia y formado en esta ciudad y en Roma, y
muchos de mis mejores esfuerzos de los últimos años
se los estoy dedicando al Teatro Real. La ópera nace
en Italia con Monteverdi; el género se denomina con
un término italiano; durante el siglo XIX, en el Teatro
Real el público exigía que los libretos escritos
originariamente en español se tradujeran al italiano
para ser representados; y, finalmente, en nuestro
tiempo, aunque el repertorio se haya abierto como
consecuencia de la relevancia cultural que tiene la
ópera, La Traviafa, de Verdi, como hemos
comprobado recientemente, sigue siendo la más
identificable, la que más entusiasmo y afición genera.
Como veréis, lo italiano me rodea en casi todos los
ámbitos, y lo hace de manera muy gozosa.
Ante la falta de otros méritos, he aducido mi amor y
admiración por Italia, y a vuestra generosidad,
embajador, sólo puedo responder asumiendo el
compromiso de hacer todo lo que esté a mi alcance
para promover la amistad y el entendimiento entre
nuestros dos países. Por tanto, y concluyo, querido
Pietro, sabes que cuentas siempre conmigo, amistosa
y cívicamente, para este ilusionante empeño.
Muchas gracias.
Madrid, 22 de mayo de 2015
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