El nombre de este artículo es una paráfrasis del título de una obra de Ernest Miller Hemingway.
Ahora que mi viejo, perezoso, caprichoso, travieso (mil veces cabrón) y entrañable ordenador se niega a acompañarme en mis esfuerzos por mantenerme en esta etapa tecnológica, aunque sea a la cola del pelotón, me acuerdo de uno de los libros que mas huella me dejaron: “El viejo y el mar”.¿Os acordáis de la novela de Hemingway en la que un viejo pescador vive obsesionado por capturar a un enorme pez al que ha visto, a veces, durante su trabajo? Por fin, obsesionado, lo pesca, pero el pez es tan fuerte como él y le tiene en la pelea de arrastrarlo al puerto, muchísimas horas. Por fin lo consigue y llega con los restos del pez, comido por los tiburones, pero triunfante. Durante la batalla, el viejo va desgranando recuerdos, uno de los cuales, que me dejó honda huella, fue el de aquel pulso, con otro que tal, que duró veinticuatro horas. La fábula es un hermoso y poético canto a la voluntad y a la seguridad en la victoria que da el propósito de no darse, nunca, por vencido.
El que resiste gana, que decía el viejo Camilo José Cela. Pues bien, aquí estamos los ancianos y menos ancianos perdiendo el resuello por participar y aprovecharnos de las increíbles prestaciones con que la revolución tecnológica de la informática, la telefonía y la fotografía nos apabulla y nos va dejando en la cuneta. Otra dura lucha, que nos toca vivir, con la tecnología. Se dice pronto. Está en juego la vertiginosa desaparición de elementos sin los que, hasta hace bien poco, era imposible concebir nuestra civilización: El bolígrafo, el lapicero, el libro, el periódico, la cámara fotográfica, el reloj, la oficina de correos, la cabina de teléfonos, la maquina de escribir, el archivador, la agenda, el mapa, el aparato de radio, el de televisión, la sala de cine, el diccionario, el despertador, la calculadora, la grabadora, la agencia de viajes, la sucursal bancaria y mas que puedo seguir enumerando, que están siendo sustituidos por un único aparato, portátil, que desarrolla las funciones de todos ellos y nos permite hacerlo desde cualquier lugar del mundo. A estas funciones podríamos denominarlas practicas pero, además, este aparato, permite la interacción instantánea, escrita y visual, con aquellas personas que hayan aceptado ser nuestros interlocutores y lo mas inquietante es que está, ya, cambiando la forma de hacer publicas opiniones, de todo tipo, con entera libertad, pues las llamadas redes (¡que palabra mas certera!) sociales permiten, de forma instantánea, dar noticias, exponer vídeos, fotografías y música al alcance de todos y están derribando las bases del espectáculo, la comunicación y la acción política con consecuencias que, todavía, somos incapaces de evaluar.
Y para muchos, multiplica la capacidad de fomentar el narcisismo, el afán de protagonismo, la maledicencia y hasta les aporta un sentido a su vida, llenando su tiempo vacío y sin inquietudes ya que les da una deseada sensación de actividad y de estar en contacto permanente con otros. Y no nos olvidemos de que sirve, también, a veces, de cauce al talento oculto. Es una revolución profunda que esta rompiendo los moldes de la relación social, con resultados imprevisibles y con gran variedad en cuanto al comportamiento, aceptación y participación de los que estamos, lo queramos o no, inmersos en su desarrollo.
Los hay que no se atreven a dar el primer paso porque les aterra ser incapaces, los que renuncian, desafiantes, al intento de entrar en la pelea. como los que prescinden del teléfono móvil con la explicación de que es la esclavitud cuando es la libertad. Los que permanecen en prestaciones básicas de estas maquinas, renunciando a explorar las ilimitadas posibilidades que nos ofrecen. Los escritores como yo que siguen a veces emborronando y corrigiendo cuartillas, tratando de dar a esto un sentido romántico, ignorando la gran facilidad que el ordenador da a esta tarea que a algunos nos ha dado la mitad del impulso de escritor. Los que aprovechan las funciones que facilitan su tarea habitual vigilando no cruzar la frontera de lo superfluo.
Pero, mis queridos amigos, no se puede dejar a un lado la parte perversa de esta tecnología. En primer lugar, la aparición vertiginosa de nuevos aparatos con avances en cuanto a capacidades o nuevas prestaciones que dejan obsoletos a los anteriores, estimula el insaciable deseo de acceder a las novedades, haciendo que este capítulo, antes inexistente, represente, ahora un desembolso muy importante. En segundo lugar, se va descubriendo que su uso inadecuado es la causa de unas adicciones nuevas que, no hace falta ser adivino, están causando ya y causarán en el futuro unos problemas muy graves.