Recordando a Platon
Cuando la ciudad gobernada por la democracia se embriaga de libertad confundiéndola con el libertinaje, con la ayuda de malos coperos obligados a comprar inmunidad con dosis cada vez más masivas de indulgencia hacia todo tipo de ilegalidades y arrogancias; cuando esta ciudad se cubre de lodo al aceptar convertirse en la sirvienta de los hombres de barro para poder seguir viviendo y engordando en el lodo; cuando el padre se rebaja al nivel del hijo y comienza, en un muñeco, a copiarlo porque le tiene miedo al hijo; cuando el hijo se pone a la par de su padre y, lejos de respetarlo, aprende a despreciarlo por su timidez; cuando el ciudadano acepta que, venga donde venga, cualquiera que se encuentre en su casa puede adquirir los mismos derechos que los que la construyeron y nacieron allí; cuando los dirigentes toleran todo esto para ganar votos y consensos en nombre de una libertad que devora y corrompe toda regla y orden; ¿Es de extrañar que la arbitrariedad se extienda a todo, y que la anarquía surja en todas partes y penetre en las viviendas privadas e incluso en los establos?
En un ambiente así, en el que el maestro teme y halaga a los alumnos y los alumnos no tienen en cuenta a los maestros; en el que todo se mezcla y confunde; en que los que mandan pretenden, para mandar más y más, ponerse al servicio de los que mandan y adular, para explotarlos, todos sus vicios; en el que las relaciones entre uno y otro sólo están reguladas por la conveniencia recíproca en las tolerancias recíprocas; en el que la demagogia de la igualdad hace impracticable toda selección, y de hecho obliga a todos a medir el paso de sus piernas en los que tienen las piernas más cortas; en que el único remedio contra el favoritismo consiste en la multiplicidad y multiplicación de favores; en el que todo se concede a todos para que todos se conviertan en cómplices; en un ambiente así, cuando llega al colmo de la anarquía y ya nadie está seguro de nada y ya nadie es dueño de nada porque todos lo son, incluso de su cama y su armario en pie de igualdad con él y la basura se acumula en las calles porque nadie puede mandar a nadie que la limpie; En un ambiente así, digo, ¿cree usted que el ciudadano se apresuraría a defender la libertad, esa libertad, del peligro del autoritarismo?
Así nacen, en mi opinión, las dictaduras. Tienen dos madres.
Una es la oligarquía cuando degenera, debido a sus luchas internas, en satrapía. La otra es la democracia cuando, por sed de libertad y por la ineptitud de sus dirigentes, se hunde en la corrupción y la parálisis.
Entonces el pueblo se separa de aquellos a quienes culpa de haberlo llevado a tal desastre y se prepara para repudiarlos primero con el sarcasmo, luego con la violencia que es la profecía y la partera de la dictadura.
Así es como muere la democracia: por abuso de sí misma.
Y antes que en la sangre, en el ridículo.