jueves, 27 de febrero de 2014

Enseñar gramática


Dos de cada tres adultos españoles no entienden bien los textos largos. (Corbis)

El método equivocado para enseñar gramática (y el más utilizado)


Aprender a escribir correctamente, sin faltas de ortografía, es una de las principales prioridades de la enseñanza curricular en la educación Primaria. Las normas de acentuación, puntuación o usos de “b” y “v” se convierten en la primera obsesión de los escolares, enfrascados en dictados, memorización de reglas, palabras y otros ejercicios de ortografía y gramática. Pero, ¿se está siguiendo el camino más acertado? ¿Es el más corto y productivo para los niños que comienzan a desarrollar sus capacidades cognitivas? ¿Es mejor conocer las reglas de ortografía antes de aprender a escribir, a redactar y expresar las ideas?

Michelle Navarre, profesora de la Escuela de nuevos aprendizajes en la Universidad DePaul y autora de Flowing and Freestyling: Learning from Adult Students about Process Knowledge Transfer, critica que el actual método educativo para enseñar a usar correctamente la lengua, es una pérdida de tiempo, a la par que un freno para el desarrollo de las capacidades creativas, intelectuales y del pensamiento crítico de los menores. “A escribir se aprende escribiendo y leyendo”, explica, y advierte que priorizar la gramática sobre la escritura en sí misma, como expresión de ideas, no sólo es una pérdida de tiempo, sino un peligro para el desarrollo intelectual de los niños.

Para esta educadora, las reglas de ortografía y gramática se aprenden "de forma mucho más eficaz a través de la escritura". Más redacciones y menos dictados, viene a proponer. Una opción que no pasaría de ser una alternativa más si no fuese por las negativas implicaciones que, según Navarre, tendría el método tradicional. No ya sólo porque “simplemente no funciona”, sino porque, a la larga, está detrás de los problemas de comunicación, de exposición y presentación de ideas, así como de la comprensión lectora.

Cómo se desaprende a escribir (y a pensar)

Esto es, añade Navarre, porque se pierde la oportunidad de desarrollar la reflexión crítica y manifestación de opiniones durante los primeros años de escolarización, precisamente cuando se comienza a desarrollar el intelecto de los niños. Se deba o no al motivo apuntado por Navarre, de lo que no hay duda es de que la compresión lectora es, al menos para los españoles, un problema que nos acompaña durante la adolescencia y en toda la edad adulta. No hay más que acudir a los resultados del informe PISA.

“Al igual que a los niños les enseñamos a montar en bicicleta mediante la práctica, tenemos que enseñar a los alumnos a escribir bien mediante la escritura”, insiste la profesora. De lo contrario, advierte, “no despertaremos en ellos interés por el autoaprendizaje, la curiosidad, ni les proporcionaremos herramientas para que ellos mismos aprendan de sus errores, que es la mejor forma para avanzar”. Unas tesis que se desarrollan con más profundidad en Dynamic of the writing conference: social and cognitive interaction.

Por el contrario, lo que sí se potenciará será que “los estudiantes asocien únicamente la escritura a la ortografía y a la gramática, en lugar de relacionarla con la expresión de ideas o sentimientos”. Una cuestión que despierta no pocas inseguridades, hasta el punto, asegura la profesora, de que en los grupos de discusión que organizada para elaborar sus investigaciones se ha encontrado a personas que evitan hacer escritos públicos por el miedo a cometer faltas de ortografía y que se rían de ellos. Incluso, añade, “he escuchado a gente que rechazó oportunidades laborales porque algunas de sus tareas consistirían en hacer escritos”.

Sin comprensión lectora, la capacidad crítica y reflexiva disminuye

El rendimiento de los alumnos españoles sigue por debajo de la media de los 34 países de la OCDE en Matemáticas, Comprensión Lectora y Ciencia. Además, "la equidad en los resultados educativos ha empeorado". El nivel sociocultural y económico de las familias explica un 15,8% de la diferencia de los resultados entre unos alumnos y otros, un porcentaje algo superior al del conjunto de los países de la OCDE (14,6%) y que ha aumentado con respecto a otras ediciones. 

¿Sólo se salvan aquellos alumnos procedentes de una familia con un nivel sociocultural alto? ¿Las enseñanzas extracurriculares determinan la diferencia?

El Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos (PIAAC, por sus siglas en inglés), y conocido también como el informe PISA para adultos, arrojó el pasado mes de octubre unas perturbadoras conclusiones: sólo uno de cada tres españoles sabe leer un texto largo o comparar ofertas. Concretamente, somos los penúltimos en comprensión lectora.

La causa es incierta, las consecuencias no (y son nefastas)

Los resultados del informe no hacen más que evidenciar un problema estructural del sistema educativo. Su causa puede ser la apuntada por Navarre u otros investigadores, como Elley W. B., en este estudio, u otros psicólogos educativos en este otro metaestudio publicado en el Journal of Educational Psychology. Sea lo que sea, lo cierto es que se trata de un problema con serias consecuencias, tanto para la configuración de la opinión pública como para el progreso social.

Volviendo al informe del PIACC, el 71,7% de los adultos españoles sólo pueden realizar con soltura tareas lectoras de nivel 2 (de los seis que hay el inferior a 1 es el peor y el 5 el mejor). Eso implica que pueden comprender textos sencillos, pero les cuesta mucho extraer conclusiones de una lectura y se pierden en un texto de cierta profundidad y riqueza, como puede ser cualquier novela más o menos extensa. Menos de uno de cada tres españoles (un 27,5%) alcanzan el nivel 3, necesario para comprender un texto largo. Sólo el 5% de los españoles alcanzan los niveles 4 y 5 en comprensión lectora, cuando la media de la OCDE es del 12%.

Como ya contamos en su día en este diario, la mayoría de los españoles, en el nivel 2, tiene dificultades para leer textos complejos, como pueden ser los prospectos de medicamentos, y para manejar textos digitales. Hay muchos que ni siquiera llegan a esto: el 27% de los españoles no pasa del nivel 1, el necesario para leer cualquier cosa que vaya más allá de un eslogan publicitario.

Con este panorama, ¿es posible, por ejemplo, acudir a votar con la seguridad de haber comprendido un programa electoral? ¿Y firmar un contrato bancario teniendo claras las condiciones? La respuesta nos la da la OCDE: para dos tercios de la población española no.

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