viernes, 10 de enero de 2014

LA FOTO

                                 
                   
Por más que busco en mis almacenes, no puedo recordar un acontecimiento tan insólito y tan lleno de sugerencias como el acto de Durango. Eso que vivir en España nos permite estar acostumbrados  a un continuo “mas difícil todavía”.

En EL MUNDO de 5-1-14 veo las fotografías del grupo de etarras excarcelados que se reunieron para presentarse ante la prensa y anunciar el propósito de integrarse o apoyar al equipo político que se va a dedicar a  promover el “derecho a decidir” del pueblo vasco.

Arriba incluyo una de esas fotos, en la que aparece el conjunto total, quizá sea una fotografía única en la historia ya que es difícil imaginar otra en la que un grupo tan numeroso de condenados por múltiples asesinatos, se fotografíen juntos, en formato similar al de una de graduación, de recuerdo congresual o de reunión política.

Se presentan, como victimas del “conflicto” y llevan razón, pero lo son no de quien ellos dicen o creen sino de los canallas que, desde el Txoko y durante tantos años, han estado elaborando y “pasándoles”, a ellos y al pueblo vasco, la droga dura del nacionalismo, convirtiendo, a parte de este, en vergonzoso comparsa y a aquellos en despiadados ejecutores de crímenes y masacres que convirtieron, durante años, nuestro paisaje urbano, en escenario de penoso parecido al que vemos, espantados, en la tele, en países de Oriente Medio.
A estos, a los fríos creadores de consignas de tanto dolor, a los que nunca pagan por su responsabilidad, mientras los ejecutores se pudren en la cárcel, es a los que a todos nos gustaría ver en una de estas fotografías de graduación.

En la otra vemos un encuadre selectivo de ocho de ellos, lo que nos permite apreciar, con gran detalle, sus rostros. En una valoración superficial y dada la dureza rocosa de sus facciones, podría escapársenos el calificativo de patibularios, pero un análisis mas detenido, que merece la pena, dado lo insólito de la ocasión, nos lleva a ver en ellos una profundísima tristeza, un patetismo como de seres sin alma. A mi me resulta impresionante.

La imagen que se me aparece, reiteradamente, al contemplarla, es la de esas rocas marinas de filos, aristas y oquedades producidas, en este caso, por el embate de las infinitas visiones, reflexiones, dudas, pesadillas y remordimientos, quizá, que el lento transcurrir de los largos años de cárcel ha tallado en sus rostros.
Al verlos, no puedo evitar recordar aquella canción de prisión, de las que el folclore asturiano es tan prodigo, pues muchos asturianos, envenenados y perdidos, también, por inspiradores de ideas políticas macabras, han pasado muchos años en la cárcel:

                        “Salí al patio de la cárcel
                           miré al cielo y di un suspiro,
                           donde está mi juventud,
                           que tan luego la he perdido”. 

Sin embargo, tiene que ser tan insoportable elaborar el arrepentimiento de tanta muerte inocente y reconocer que las atrocidades cometidas no tenían justificación, ni servían para conseguir el objetivo pretendido, que el resto de sus vidas estará dedicado, con la ayuda de sus compañeros, a tapar los huecos por donde las dudas pudieran atravesar su coraza de insensibilidad.

En cuanto al acto, el hecho mismo de su increíble celebración y de producirse el documento grafico que comento, pone de manifiesto la libertad que las leyes y la justicia pueden tolerar en esta nuestra cachonda democracia, en el ejercicio de la política y es la prueba del nueve de que en ella, con testarudez, hubieran podido llegar hasta aquí sin necesidad de matar a nadie salvo al sentido común.

Los ideólogos de bacalao al pil-pil harán bien en tenerlos controlados y contentos, rindiéndoles honores y homenajes, pues si un día, los excarcelados, los que quedan dentro y el pueblo, salen de su pasmo y comprueban que han sido utilizados inútilmente, mientras sus inductores, como en tantas ocasiones similares, se fumaban un puro, podrían pasarles factura.

Y sospecho, por la mimética utilización de la tabarra del “derecho a decidir” y el anuncio de celebración de otra cadeneta de “libertad”, que están, ya, llegando a la conclusión de que los catalanes van delante sin haber derramado una gota de sangre. Con derramar toneladas de almíbar,  como hacen ellos, estarían más cerca de sus objetivos. Penosa reflexión.

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