miércoles, 25 de septiembre de 2013

Unión Europea ¿quo vadis?

     

         Es lamentable que al buscar y buscar alguna imagen, hecho histórico o referente literario que me lleve a la entidad europea sobre la que quiero escribir, en estas circunstancias tan decepcionantes que estamos viviendo, venga una y otra vez, a mi mente, el mito de Frankenstein.
         No conozco la obra literaria creadora del mito y pionera de la ciencia ficción, pero si la película que todos hemos visto. En ella se nos cuenta como un osado científico pretende crear vida a partir de restos humanos  que le proporciona su terrorífico domestico, uniéndolos al cerebro del que cree un hombre eminente y activar el resultado del torpe cosido de todo ello mediante el efecto taumatúrgico de la electricidad.
         El resultado ya lo conocemos. Los miembros no encajan bien y al unirlos dan como resultado un ser deforme, de apariencia monstruosamente humana, de caminar lento, torpe y amenazador. Pero lo peor es que el cerebro que gobierna al monstruo, en vez del pretendido, es el de un criminal, que por error, ha desenterrado el fúnebre ayudante.
         ¡Que inquietante y horripilante me resulta el recuerdo de esta película, que me acorrala cuando trato de escribir sobre la situación actual de Europa y su comportamiento como ente autónomo formado a partir de los restos de las naciones que lo integran!. Pero no lo puedo evitar.
         Las naciones europeas tienen, todas, una acusada personalidad, afilada, durante siglos, por las rivalidades y guerras de todos contra todos y de todos con el resto de la humanidad, no en vano una de las características más acusadas del europeo ha sido su incontenible belicosidad.
         Es, precisamente, el afán de desactivar esta agresividad, lo que llevó a algunos benditos visionarios a establecer un tratado que controlase la producción de carbón y acero de sus miembros, como medio de evitar las permanentes guerras. Se sembraba, también, en el tratado la simiente de una deseable unión que tuviese como utópico horizonte la formación de los Estados Unidos de Europa.
         Se ha caminado desde entonces, a veces cautelosamente y otras con infantil imprudencia, buscando la unión de estas heterogéneas naciones  unidas al cerebro, no criminal pero si de suma torpeza, formado por los componentes más incompetentes o quemados de su juego político interior, que la ceguera de las naciones participes nos ofrecen en las elecciones que debían ser las mas importantes.
         La avaricia ha encaminado a esta Unión Europea hacia las actividades económicas, menospreciando la imprescindible homogeneización de la cultura y la educación, el conocimiento y respeto de la historia y tradiciones de sus miembros, la enseñanza de lenguas extranjeras, el trasvase de profesionales y trabajadores y el impulso del idioma ingles como segunda lengua a ser entendida por todos.
         Y vemos, después de muchos años, como una crisis de calado deja en evidencia que las ancestrales rivalidades, desconfianzas, recelos y peculiaridades no han desaparecido, haciendo imposible el avance definitivo hacia el objetivo final y poniendo en riesgo el objetivo mismo.
         Contemplamos, decepcionados, a nuestros desmañados, grises, mediocres dirigentes, sembrando tristeza, amenaza y decadencia.
         Gente sin carisma, incapaz del liderazgo que nos lleve a la tierra prometida y ni siquiera de sembrar un poco de fe, ilusión y confianza o de echar un poco de azúcar en la jarra de acíbar que nos están haciendo tragar. Quizá, con la fe ya perdida, nos llevan a la quiebra del proyecto..
         No puedo quitar de mi mente, tristemente, como este monstruo confeccionado, torpemente, con los retales de los viejos pueblos europeos, este proyecto inacabado de nación de naciones, tiene tanto parecido, en sus desmañadas hechuras y en su amenazante caminar con el monstruo de Frankenstein
         Y para remate de similitudes seria lamentable aceptar el trágico final de la película en la que los habitantes del pueblo en el que transcurre la acción, angustiados por el miedo al monstruo, que siembra la tragedia a su paso, incendian la mansión del científico, en la que el monstruo se ha vuelto ya contra su creador,  acabando con los dos.


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