domingo, 8 de septiembre de 2013

Entrevista a Su Santidad cuando era un simple sacerdote jesuita

Vale la pena leer esta entrevista, es enriquecedora.



De ‘EL JESUITA’, de la editorial Vergara

Entrevista a JORGE MARIO BERGOGLIO cuando era sacerdote.

"También me gusta el tango" es el capítulo más íntimo del libro-entrevista "El jesuita", que publicaron los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti en el 2010, cuando Jorge Bergoglio ya era cardenal y su nombre había sonado durante la elección de Joseph Ratzinger como papa.“Eso sí, nada del tipo Corín Tellado”, les respondió el hoy sumo pontífice a los autores después de que le plantearon hacerle un cuestionario sobre su vida cotidiana, sus gustos, sus afectos y sus costumbres. Este es un extracto de esa conversación:

¿Cómo se presentaría ante un grupo que no lo conoce?

Soy Jorge Bergoglio, cura. Es que me gusta ser cura.

¿Un lugar en el mundo? 

Buenos Aires.

¿Una persona?

Mi abuela.

¿Cómo prefiere enterarse de las noticias?

Leyendo los diarios. La radio la enciendo para escuchar música clásica.

¿Internet?

Tal vez haga como uno de mis antecesores, el cardenal Aramburu, que empezó a usarla cuando se retiró, después de cumplir 75 años.

Viaja mucho en ‘subte’ (metro). ¿Es su transporte predilecto?

Lo tomo casi siempre por la rapidez, pero me gusta más el colectivo, porque veo la calle.

¿Tuvo novia?

Sí. Formaba parte de la barra de amigos con la que íbamos a bailar.

¿Por qué finalizó el noviazgo?

Descubrí mi vocación religiosa.

¿Alguna afición?

De joven coleccionaba estampillas. Ahora, leer, que me gusta mucho, y escuchar música.

¿Una obra literaria?
La poesía de Hölderlin me encanta. También, muchas obras de la literatura italiana.

¿Por ejemplo?

A I promessi sposi la habré leído cuatro veces. Otro tanto a La divina comedia. Me llegan Dostoievski y Marechal.

¿Borges? Usted lo trató.

Ni qué decir. Además, Borges tenía la genialidad de hablar prácticamente de cualquier cosa sin mandarse la parte (alardear). Era un hombre muy sapiencial, muy hondo. La imagen que me queda de Borges frente a la vida es la de un hombre que acomoda las cosas en su sitio, que ordena los libros en los anaqueles como el bibliotecario que era.

Borges era agnóstico...

Un agnóstico que todas las noches rezaba el padre nuestro, porque se lo había prometido a su madre, y que murió asistido religiosamente.

¿Una composición musical?

Entre las que más admiro está la obertura Leonora número tres de Beethoven, en la versión de Furtwängler; es, a mi entender, el mejor director de algunas de sus sinfonías y de las obras de Wagner.

¿Le agrada el tango?

Muchísimo. Es algo que me sale de adentro. Creo conocer bastante de sus dos etapas. De la primera, mis preferidos son la orquesta de D’Arienzo y, como cantantes, Carlos Gardel, Julio Sosa y Ada Falcón, que después se convirtió en monja. A Azucena Maizani le di la extremaunción. La conocía, porque éramos vecinos, y cuando me enteré de que estaba internada, fui a verla (...). De la segunda etapa, admiro mucho a Astor Piazzola y a Amelita Baltar, que es la que mejor canta sus obras.

¿Sabe bailarlo?

Sí. Lo bailé de joven, aunque prefería la milonga.

¿Una pintura?

La crucifixión blanca, de Marc Chagall.

¿Qué películas le gustan?

Las de Tita Merello, por supuesto, y las del neorrealismo italiano, en las que mis padres me iniciaron, junto con mis hermanos. No nos dejaron faltar ni a una de Ana Magnani y Aldo Fabrizi, que –al igual que con las óperas– también nos explicaron. Nos marcaban dos o tres cosas para orientarnos; íbamos al cine de barrio, donde pasaban tres películas seguidas.

¿Alguna película que recuerde especialmente?
La fiesta de Babette, más reciente, me llegó muchísimo. Y muchas del cine argentino. Me acuerdo de las hermanas Legrand, Mirtha y Silvia, en la película Claro de luna. Tenía 8 o 9 años. Una del gran cine argentino fue Los isleros (...) Y hace unos años me divertí con Esperando la carroza, pero ya no voy al cine.

¿Su deporte preferido?

De joven, practicaba el básquet, pero me gustaba ir a la cancha a ver fútbol. Íbamos toda la familia, incluida mi mamá –que nos acompañó hasta 1946– a ver a San Lorenzo, el equipo de nuestros amores: mis padres eran de Almagro, el barrio del club.

¿Algún recuerdo futbolístico?

La brillante campaña que el equipo hizo ese año (1946). Aquel gol de Pontoni que casi merecería un premio Nobel. Eran otros tiempos. Lo máximo que se le decía al réferi era atorrante, sinvergüenza, vendido... O sea, nada en comparación con los epítetos de ahora.

¿Qué idiomas habla?

Parloteo el italiano (en realidad, pudimos comprobar que lo habla perfectamente). En cuanto a otros idiomas, debería precisar, por la falta de práctica, “los que hablaba”. El francés lo manejaba de corrido; y con el alemán me desenvolvía. El que más me costó siempre fue el inglés, sobre todo la fonética (...) Y, por supuesto, entiendo el piamontés, que fue el sonido de mi infancia.

¿Su primer viaje al exterior?

A Colombia , en 1970. Después visité los noviciados de América Latina . En México, conocí por primera vez un barrio cerrado, algo que en aquella época todavía no existía en la Argentina . Me asombró ver cómo un grupo se segregaba del resto de la sociedad.

¿Cómo fue el encuentro con sus familiares en Italia? ¿Qué sintió al conocer la región de sus ancestros?

¿Y qué puedo decir? Que me sentí como en casa hablando en piamontés. Conocí a un hermano de mi abuelo, a mis tíos, a mis primos. La mayor de mis primas tiene 78 años y cuando voy a visitarla me parece como si siempre hubiera vivido allí. La ayudo en las tareas hogareñas, pongo la mesa ... De todas formas, les escapo a los viajes.

¿Por qué?

Porque soy casalingo, una palabra italiana que quiere decir hogareño. Amo mi lugar. Amo Buenos Aires.

¿Cómo veía en sus viajes a la Argentina desde afuera?

Con mucha nostalgia. Después de un tiempo, siempre quería volver. Recuerdo que cuando estaba en Fráncfort haciendo la tesis, por las tardes paseaba hasta el cementerio. Desde allí se podía divisar el aeropuerto. Una vez, un amigo me encontró en ese lugar y me preguntó qué hacía, y yo le respondí: “Saludo a los aviones... saludo a los aviones que van a la Argentina ...”.

Fe y evangelización
¿Cómo reaccionó su familia cuando le dijo que quería ser sacerdote?

Primero se lo dije a mi papá, y le pareció muy bien. Más aún: se sintió feliz. Solo me preguntó si estaba realmente seguro de la decisión. Él después se lo dijo a mi mamá, que, como buena madre,había empezado a presentirlo. Pero la reacción de ella fue diferente.“No sé, yo no te veo... Tenés que esperar un poco... Sos el mayor...Seguí trabajando... Terminá la facultad”, me dijo. La verdad es que la vieja se enojó mal.

¿Qué pasó después?

Cuando entré al seminario, mamá no me acompañó, no quiso ir. Durante años no aceptó mi decisión. No estábamos peleados. Solamente que yo iba a casa, pero ella no iba al seminario. Cuando finalmente la aceptó, lo hizo poniendo cierta distancia. En el noviciado, en Córdoba, venía a visitarme.

Tal vez pensó que no era lo suyo...

No sé. De lo que sí me acuerdo es de que cuando se lo dije a mi abuela, que ya lo sabía y se hizo la desentendida, me respondió: “Bueno, si Dios te llama, bendito sea”. E inmediatamente agregó: “Por favor, no te olvidés de que las puertas de la casa están siempre abiertas y de que nadie te va a reprochar nada si decidís volver”. Esa actitud (...) me resultó una gran enseñanza para saber cómo comportarme ante personas que están por dar un paso trascendente en sus vidas.

‘Ir a buscar ovejas’

“A una Iglesia que se limita a administrar el trabajo parroquial, que vive encerrada en su comunidad, le pasa lo mismo que a una persona encerrada: se atrofia física y mentalmente. O se deteriora como un cuarto encerrado, donde se expanden el moho y la humedad. A una Iglesia autorreferencial le sucede lo mismo que a una persona autorreferencial: se pone paranoica, autista. Es cierto que si uno sale a la calle, le puede pasar lo que a cualquier hijo de vecino accidentarse. Pero prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una enferma (...). El pastor que se encierra no es un auténtico pastor de ovejas, sino un ‘peinador’ de ovejas, que se pasa haciéndoles rulitos, en lugar de ir a buscar otras”

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