jueves, 26 de septiembre de 2013

El hombre invisible

Hombre de 75 años en plena forma
         ¡Animo viejo, ponte de pie!. Cuando te ignoren, cuando intenten pasarte en la cola del pan, cuando algún dependiente se dirija a otra persona ignorando tu derecho, no saques el reproche que permita, como está de moda, al cínico verdugo intentar cambiar su papel en victima, mejor saca la daga de la ironía que produce heridas mas limpias y profundas. Haz, como yo, discretos aspavientos exclamando: ¡Albricias, por fin he alcanzado el don de la invisibilidad!. O también, pregunta amablemente: ¿Por qué cree Usted que su tiempo es mas importante que el mío?.
         Una de las mayores injusticias y torpezas que la sociedad actual está cometiendo es la sobre-valoración de la niños y adolescentes prestándoles una tal mimosa atención, que los maleducan convirtiéndolos en caprichosos tiranos y muchas veces, invalidándolos para alcanzar los objetivos que los padres desean.
         Al mismo tiempo, se ha abandonado el tradicional respeto a los viejos despreciando su caudal de experiencia vital, arrinconándolos, despectivamente, en el almacén de trastos inútiles, como si la vida empezase con cada generación, aunque eso nos lleve, como estamos viendo, a tropezar una y otra vez en la misma piedra.
         No hace falta recalcar el menosprecio con que gran parte de la sociedad trata a los viejos, ignorándolos, en el mejor de los casos  y llevándoles al complejo de hombre invisible. La calificación de viejo, antes tan noble, hace tiempo que se evita como ofensiva sustituyéndola por eufemismos como mayor, tercera edad, abuelo, etcétera.….
Tradicionalmente la vida de las personas se ha dividido en cuatro fases: Una primera, ya muy corta, de afianzamiento en la vida, con dependencia total de la madre, la segunda de preparación con el apoyo de los padres, la tercera de independencia haciendo valer la preparación adquirida y la cuarta, asistida económicamente por el Estado, de descanso y de espera de la muerte.
         Esta cuarta fase era, antes, muy corta y el número de personas que se encontraban en ella, escaso. No representaban una gran carga económica para la sociedad ni, tampoco, necesitaban un gran apoyo. Los viejos se consumían rápidamente y sin grandes pretensiones.
         Los avances científicos y médicos, la dietética cada vez más popular y el cuidado de la salud han alargado la esperanza de vida haciendo que aquel reducido número de ciudadanos en espera, lleve camino de ser el contingente más numeroso de la sociedad y esa etapa la segunda mas larga de la vida.
         Nos encontramos con una masa de jóvenes viejos o viejos jóvenes en aceptable forma física y en el mejor momento de su vida intelectual, con  ganas de participar, todavía, en la sociedad y aportar su experiencia y que, en su afán de alargar la vida, y  para que su cerebro no se atrofie   se dedican a actividades físicas e intelectuales totalmente improductivas empleando su tiempo en estériles crucigramas, sudokus y entupidos juegos de mesa..
         Es necesario repetir una y otra vez que la riqueza de las naciones es su componente humano y su capacitación, por lo que prescindir de gran parte de la población, precisamente con gran preparación, es un derroche que, como tantos, no nos podemos permitir. 
         Es hora de  que reconozcamos la entidad y novedad de esta quinta etapa de la vida, de que articulemos fórmulas imaginativas para que esa fuerza almacenada no se vaya por el vertedero y busquemos su participación   sin el agobio que la vida de plena actividad produce, pero sin convertirlos en juguetes rotos que es la sensación que muchos de sus componentes sienten, actualmente.
         Es necesario crear un estatus económico distinto para esta clase, con fórmulas innovadoras e imaginativas que permitan usar esa pensión que la sociedad les debe, a regañadientes de los gobiernos y emplearla para que esa masa de personas que desea participar, lo haga.
         ¡Cuantos querrían seguir aportando su valer en su profesión, en su hobby, en voluntariados, en la enseñanza y capacitación, etcétera...
         ¡Animo viejos!. No os dejéis explotar, no cedáis, nunca, el paso y no abdiquéis de vuestros principios por miedo a no parecer modernos.

Matrimonio celebrando su boda de oro


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